Principales factores que intervienen en su desarrollo. Etapas y momentos más significativos. El desarrollo infantil en el primer año de vida. Papel de los adultos.
· CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL NIÑO Y LA NIÑA HASTA LOS SEIS AÑOS.
o Características físicas.
o Características motrices.
o Características psicológicas.
o Características socio-afectivas.
· PRINCIPALES FACTORES QUE INTERVIENEN EN EL DESARROLLO.
o La herencia y el medio.
o La interacción física.
o La interacción y transmisión social.
o Mecanismos del desarrollo intelectual.
o El proceso de equilibración o autorregulación.
o La afectividad y la motivación.
o Condiciones educativas y desarrollo.
o El lenguaje.
o El juego
· ETAPAS Y MOMENTOS MÁS SIGNIFICATIVOS.
· EL DESARROLLO INFANTIL EN EL PRIMER AÑO DE VIDA.
o El crecimiento físico y el desarrollo neurobiológico.
o Crecimiento físico.
o Desarrollo neurobiológico.
o Desarrollo psicomotor.
o Desarrollo sensorial.
o Desarrollo intelectual.
o Desarrollo del lenguaje.
o Desarrollo afectivo y social
· EL PAPEL DE LOS ADULTOS.
· REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Y LEGISLATIVAS
1-. CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL NIÑO Y LA NIÑA HASTA LOS SEIS AÑOS.
A continuación vamos a exponer las características de los niños y niñas entre los cero y los seis años de edad en su aspecto físico, motor, psicológico y afectivo-social.
1.1-. Características físicas.
El crecimiento físico es un proceso altamente organizado, muy regular y continuo, que no funciona a base de detenciones y saltos bruscos, sino de acuerdo con una cierta secuencia y un cierto calendario madurativo.
El crecimiento físico tiene también una determinada trayectoria y unos controles internos que llevan el cuerpo desde la inmadurez inicial a niveles crecientes de madurez. El crecimiento humano tiene un control y unos mecanismos correctores que hacen que, cuando algún problema o trastorno aporta el crecimiento de su trayectoria prevista, haya una tendencia a recuperar el camino perdido, una vez que acabe el problema o trastorno que había ocasionado el desvío de la trayectoria; es lo que se conoce con el nombre de procesos de recuperación.
El problema por el que el desarrollo se aparta de su trayectoria puede ser natural o puede deberse a otro tipo de problemas como la malnutrición. Como principio general, se puede afirmar que cuanto más temprano, más severo y más prolongado sea el problema que aparta al niño de su curva de crecimiento, tanto más difícil es que los procesos de recuperación sean plenamente efectivos, ya que en la vida intrauterina y en los dos primeros años de vida se crece más deprisa de lo que luego se crecerá.
De todo ello se puede deducir que el crecimiento no sólo está controlado por mecanismos endógenos, sino que también existen factores externos que lo van a condicionar.
En el cuadro siguiente se muestran los datos más importantes del crecimiento físico durante los dos primeros años de vida:
Estos datos ilustran las características de los niños que se encuentran dentro de la media, lo que tampoco significa que cierta desviación suponga una anormalidad pues los datos siempre será necesario analizarlos teniendo en cuenta diferentes factores.
El ritmo de crecimiento que ha sido muy intenso durante los dos primeros años de vida disminuye progresivamente y tiende a estabilizarse en el periodo comprendido entre los 3 y los 6 años.
El desarrollo físico de los niños se caracteriza por una variación de las dimensiones del cuerpo.
En el esqueleto y la musculatura se producen cambios importantes que afectarán directamente al desarrollo de la psicomotricidad y de la capacidad corporal. El esqueleto sufre un proceso de calcificación acelerado, por lo que a partir de los dos años los huesos cobran firmeza.
1.2-. Características motrices.
Los procesos alcanzados por los niños en el plano del desarrollo motor son realmente importantes durante este periodo. Las adquisiciones clave que tienen lugar son:
1. En un primer momento, se da una actividad motriz difusa generalizada, que corresponde a los primeros meses de existencia; la actividad está bajo la dirección de los centros subcorticales. El niño se mueve sin que sus movimientos respondan a un comportamiento intencional y tengan un objetivo concreto.
2. A partir del cuarto mes se inicia la actividad motriz coordinada gracias a la intervención de la corteza cerebral, que ejerce una influencia directiva e inhibidora. Los movimientos de abrir y cerrar las manos, por ejemplo, ya no tienen un carácter mecánico y automático sino que muestran un intento de utilización instrumental, aunque su eficacia para coger los objetos no sea todavía muy buena.
3. Hacia el final del primer año la participación activa de la corteza permite ya que la actividad motriz tenga la coordinación para permitir las actividades de manipulación y desplazamiento. El niño es capaz de gatear, a veces andar, asir objetos, meterlos y sacarlos de determinados recipientes, etc.
4. Alrededor de los dos años la actividad cortical alcanza unos niveles de funcionamiento considerables y el niño dispone ya de sus mecanismos perceptivo-motores con posibilidades de utilización plena. La precisión, soltura, eficacia y flexibilidad con que los utilice dependerá de la influencia ambiental y de las oportunidades que su medio le haya dado para poder desplazarse, manipular, etc.
5. En el tercer año de vida anda con seguridad, puede acelerar o moderar la marcha, cambiar de dirección y detenerse, a su voluntad. Sube y baja escaleras apoyado en una mano y con tres años ya suele hacerlo son apoyo alguno.
6. Entre los 4 y los 5 años tienen una gran destreza y finura en los movimientos. Se produce un incremento de su fuerza y resistencia, que coincide con el desarrollo muscular. Los niños se sienten seguros y confían en su fuerza y habilidad corporal.
Otros dos procesos que los niños van a desarrollar durante este periodo son la construcción del esquema corporal y la lateralización.
1.3-. Características psicológicas.
Si nos atenemos a las etapas del desarrollo intelectual establecidas por Piaget, el niño de esta edad atraviesa por dos etapas o estadios que son: el de la inteligencia sensorio motriz y el del pensamiento preoperatorio.
En el estadio sensorio motriz el pensamiento se caracteriza por ser exclusivamente intuitivo: sólo se da en presencia del objeto, en contacto con los sentidos. Por ser sensorial, se apoya exclusivamente en percepciones actuales y no es capaz de elaborar ni utilizar la representación de los objetos o evocar las realidades ausentes. Se añade el adjetivo motriz para indicar que la percepción del objeto no es un proceso meramente pasivo o receptivo, sino que incluye toda la actividad, especialmente la manipulativa, mediante la cual el niño se presenta a sí mismo y va descubriendo el objeto.
Esta inteligencia coincide con los procesos del periodo sensorio motor y se desarrolla, según Piaget, a través de 6 subestadios. Estos procesos suponen inicialmente un egocentrismo intelectual total (sólo cuenta el propio cuerpo y las propias sensaciones) y termina en el dominio elemental del mundo circundante, coincidiendo con el momento en el que le es posible desgajar el pensamiento de la acción, es decir, cuando se hace posible el pensar primero en lo que hará después, o pensar ahora lo que hizo antes. Este momento final del periodo sensorio motor coincidirá con la aparición del símbolo.
Hacia los dos años aparece en el niño la capacidad de representar alguno por medio de un significante y pensar en lo primero a partir de lo segundo. Es lo que se llama función simbólica o semiótica y su aparición marca el inicio de un nuevo estadio, que durará hasta los siete años de edad y se denomina estadio preoperacional.
Esta nueva posibilidad de relacionarse con la realidad mediante los instrumentos psíquicos que denominamos símbolos implica una mayor capacidad para dominar esa realidad, acometiendo las soluciones a las nuevas situaciones con más riqueza de recursos.
En el paso de la inteligencia sensorio motriz al pensamiento preoperativo juegan un papel muy importante la imitación y el juego.
Hacia el año y medio o los dos años aparece la imitación propiamente dicha que es la imitación diferida o en ausencia del modelo. Esta imitación será un instrumento eficaz del desarrollo cognoscitivo, puesto que estará en la base de muchas de las nuevas adquisiciones que el niño debe realizar, tales como el lenguaje.
El juego ya no es un mero funcional: progresivamente adquiere un carácter creativo y simbólico, que no persigue una adaptación a lo real, sino que es una manifestación del yo en la que éste se expresa mediante símbolos de creación propia, sin coacciones, lo que favorece el equilibrio afectivo y el desarrollo cognoscitivo.
El pensamiento de esta etapa se denomina preoperativo para indicar que no se rige todavía por las leyes lógicas, es un pensamiento intuitivo en el que las percepciones condicionan, con los datos relativos a la apariencia de los objetos, las posibilidades de razonamiento. Otras características de este pensamiento son:
· Pensamiento concreto: puede representar mentalmente objetos y acciones, siempre y cuando trabaje directamente con la realidad, porque es incapaz de realizar operaciones lógicas de comprensión abstracta.
· Pensamiento sincrético: realizan percepciones generales, en bloque, para inmediatamente concentrarse en la parcela que le interesa.
· Pensamiento egocéntrico: el niño y la niña es incapaz de establecer relaciones causales o analogías, y sus planteamientos son puramente subjetivos. Les es muy difícil situarse en el punto de vista de los demás, por lo que les resulta imposible establecer una auténtica comunicación.
· Pensamiento transductivo o pre conceptual: procede de lo particular a lo particular, siendo incapaz de pasar a lo general o de esto a lo particular. No se pueden hacer inducciones ni deducciones.
· Pensamiento irreversible: no puede volver al punto de origen porque no hay conservación en su pensamiento. Es incapaz de razonar teniendo en cuenta dos o más datos a la vez.
· Pensamiento mágico: concibe el mundo animado por fuerzas especiales. Es animista y trata de justificar cuanto no entiende; atribuye sentimientos recíprocos a los que él experimenta a cuanto le rodea, dotando de intencionalidad a los objetos (intencionalismo). Del intencionalismo o finalismo pasa en seguida al Artificialismo.
· Pensamiento fenoménico: el niño centra su atención en un rasgo llamativo. Se queda en lo superficial, en lo fenoménico, incapaz de razonar.
1.4-. Características socio-afectivas.
Los progresos en el conocimiento de la realidad exterior están estrechamente vinculados con los avances que el niño realiza en su diferenciación de sí mismo respecto al mundo social que le rodea y en la construcción de su propia identidad.
La etapa de 3 a 6 años es la más significativa en la construcción de la personalidad del niño.
Wallon la definió como la del personalismo. En esta etapa el niño necesita inicialmente diferenciarse de los demás mediante la oposición. Pasa segundamente a una fase de consolidación de su autonomía, en la que desea realizarlo todo por sí mismo y finalmente, a partir de procesos complejos imitativos, realizan identificaciones y adopta características de los papeles que tienen un mayor impacto para sí.
La construcción de la noción de su propio cuerpo tiene una función importante en este periodo así como la conciencia psicológica de sí mismo que sólo es posible a partir de la progresiva diferenciación y relación con los otros. El niño se define a sí mismo por cómo es o por lo que sabe hacer o por lo que le gustaría saber hacer.
Durante el periodo comprendido entre los 2 y los 6 años de edad el campo de actuación social se amplía considerablemente. Tanto en el medio familiar como en la escuela el papel del adulto tiene gran importancia en el tipo de relaciones que establecen los niños entre ellos. La actitud o tendencia a que discutan y resuelvan sus problemas sin su intervención directa es favorecedora para el desarrollo de su autonomía intelectual, afectiva y social.
Las relaciones entre iguales facilitan el descentramiento social. Desde el punto de vista afectivo permiten la expresión de vivencias que no pueden aflorar en las relaciones con los adultos.
A los dos años, todavía las relaciones con otros niños son muy esporádicas y generalmente se refieren a la posesión de algún objeto que les llama la atención pero a partir de los tres años, las actividades asociativas se hacen más frecuentes a la vez que van dejando de ser diádicas para ser cada vez más grupales.
3-. PRINCIPALES FACTORES QUE INTERVIENEN EN EL DESARROLLO.
El desarrollo humano se configura en distintas etapas sucesivas hacia la conquista de periodos superiores de desarrollo gracias a que ciertos factores existentes en las personas, en el medio o en la interacción de ambos acuden o se van formando en la evolución del psiquismo, sin conocerse aún el peso específico con el que contribuyen a su logro. Es más, actividades aparecidas en ciertos estadios se convierten, en los siguientes, en factores intervinientes en el desarrollo.
3.1-. La herencia y el medio.
Ha existido polémica sobre el papel que en la determinación del desarrollo juegan, respectivamente, la herencia y el medio ambiente. Actualmente se acepta que nuestro comportamiento y desarrollo se ven influidos tanto por aspectos genéticos como por aspectos ambientales, estribando el problema fundamental en conocer cómo se relacionan los unos con los otros y qué aspecto juega un papel determinante.
3.2-. La interacción física.
La interacción física, esto es, el ejercicio funcional y la experiencia adquirida en la acción que se efectúa sobre los objetos. Si las posibilidades que ofrece la maduración no se ejercitaran no servirán al desarrollo e incluso se retrasaría o detendría.
3.3-. La interacción y transmisión social.
Ya no sólo el ambiente socioeconómico y cultural aportan un enriquecimiento o empobrecimiento tanto cuantitativo como cualitativo mental, sino también la interacción con el grupo humano y el trabajo en equipo son importantes para la evolución psíquica. La socialización es una estructura de la que el niño recibe y a la que contribuye.
3.4-. Mecanismos del desarrollo intelectual.
Piaget concibió el progreso cognitivo como un proceso de constante interacción del individuo con el medio. Inspirándose en nociones procedentes de la biología definió las Invariantes funcionales de los procesos que se producen, siempre a lo largo del desarrollo, en toda actividad de conocimiento de la realidad de la forma que sigue: hay una asimilación de los objetos de conocimiento a los esquemas que el sujeto ya posee. Las características particulares de los objetos de conocimiento que son nuevas respecto a los esquemas que el sujeto posee inducen a una modificación de los mismos que se define como acomodación. Se producen, así, unos procesos de regulación por los que el sujeto se va adaptando y va modificando su conducta y concepciones según su interpretación del medio.
El mismo objeto de conocimiento es integrado de forma distinta en los diferentes momentos evolutivos. Las acomodaciones que se han producido en un momento no son válidas. Por ello un concepto clave de la teoría piagetiana que explica este proceso dialéctico del conocimiento entre el sujeto y el medio es el de equilibración. Para Piaget hay un constante proceso de desequilibrio ante una búsqueda de formas de equilibración, la mayoría de las cuales entran en conflicto en momentos posteriores, ante la creciente capacidad del sujeto de reflexionar sobre la realidad.
3.5-. El proceso de equilibración o autorregulación.
El proceso de equilibración o autorregulación, es decir, de la puesta en marcha de una serie de compensaciones activas del sujeto en respuesta a las perturbaciones exteriores y de una regulación retroactiva y anticipadora que le hacen asimilar y adaptarse a las nuevas estructuras.
3.6-. La afectividad y la motivación.
La afectividad y la motivación, es decir, las necesidades de creer, de afirmarse, de amar y ser amado y de ser valorado constituyen los motores del desarrollo intelectual, emotivo, social, etc. Se han descubierto grandes detenciones en el desarrollo provocadas precisamente por la carencia afectiva en los primeros años. Ahora bien, la vida afectiva se enriquecerá, al mismo tiempo, por el desarrollo cognitivo y, en concepto, por la intervención de la percepción y de la comprensión.
3.7-. Condiciones educativas y desarrollo.
Todas las teorías evolutivas coinciden en el interés por conocer las condiciones educativas que optimizan el desarrollo y por explicar las implicaciones generales pedagógicas de sus conceptualizaciones.
En conjunto, se cuenta ya con aportaciones importantes respecto a cómo mejorar el aprendizaje. Por una parte, las más evidentes son las referentes al conocimiento de los estadios de desarrollo, y las operaciones cognitivas implicadas en las nociones objeto de aprendizaje. Se conoce en qué momento evolutivo pueden programarse la mayoría de los contenidos y los conceptos que deben adquirirse para acceder a los mismos.
Por otra parte, el conocimiento de los mecanismos de desarrollo permite inferir las formas adecuadas de aprendizaje que faciliten los procesos óptimos para la adquisición de los contenidos y para la movilización y progreso de las operaciones implicadas en ellos. Sin embargo, cada postura teórica repercute de una manera diversa en la orientación educativa.
Para Piaget el desarrollo precede al aprendizaje, situándose así en la línea de las posturas maduracionistas, que mantienen que es necesario esperar a que el niño alcance determinados niveles de desarrollo para proponerle determinados aprendizajes.
Para Vigostky el aprendizaje precede al desarrollo despertando procesos que de otra manera no podrían ser actualizados. Esta es una postura de intervención, que considera que una propuesta adecuada de aprendizajes puede contribuir a impulsar el desarrollo cognoscitivo de los niños.
Las aportaciones de ambas posturas llevan a la actitud actual de considerar que desarrollo y aprendizaje son dos procesos íntimamente relacionados, que el nivel de desarrollo favorece la adquisición de determinados aprendizajes pero que una adecuada influencia ambiental potencia las posibilidades de desarrollo madurativo del sujeto.
3.8-. El lenguaje.
El lenguaje marcará, en cierta medida, el proceso del desarrollo intelectual en los últimos niveles y más en concreto el grado en que se haga uso y comprenda este intrincado sistema de significados.
3.9-. El juego.
Cuando los niños juegan no sólo están asimilando la realidad sino que están posibilitando la ascensión a otros estadios al sedimentar y fijar, mediante su actividad, las conductas y aptitudes recién aprendidas hasta dominarlas.
4-. ETAPAS Y MOMENTOS MÁS SIGNIFICATIVOS.
A lo largo del desarrollo del niño hay una serie de momentos de gran significación evolutivas. Vamos a analizar estos momentos explicando qué implica cada nuevo logro.
- La aparición de la sonrisa. Hacia los tres meses la mayoría de los niños ya sonríen, aunque muchos pueden haber empezado a hacerlo antes. Esta primera sonrisa marca un importante momento porque indica que el niño empieza a reconocer en cierto modo. Todavía no reconoce el objeto propiamente dicho, pero sí reconoce ya unos atributos superficiales del objeto que es el primer paso necesario para identificar y distinguir a las personas posteriormente. De este modo, el niño de tres meses sonríe ante una señal. Todavía no reconoce a la persona pero sí reconoce ya unos signos.
- La angustia a los ocho meses. Esta manifestación tiene consecuencias muy importantes para su desarrollo social. El niño ya no responde con una sonrisa a cualquiera, sino que comienza a distinguir entre conocidos y extraños y a reaccionar con miedo ante los desconocidos. La percepción del rostro desconocido se une al recuerdo de la cara de la madre y el niño reacciona con angustia ante la ausencia de ésta.
- Los primeros pasos. Entre los doce y dieciocho meses el niño comienza a caminar. Este logro propiamente psicomotor tiene importantes influencias en el desarrollo intelectual. Ahora ya puede acercarse por sí mismo a los objetos, tocarlos, manipularlos sin tener que depender de los demás como había ocurrido hasta este momento. Esto va a repercutir de forma decisiva en su conocimiento de los objetos, en la adquisición de la noción del yo corporal y en la adquisición de nociones como el espacio y el tiempo.
- Aparición del lenguaje. La adquisición del lenguaje es un soporte fundamental para el pensamiento del niño y el desarrollo de sus relaciones sociales. De la misma forma que al empezar a caminar el niño comienza a adquirir una noción real del espacio, gracias al lenguaje puede empezar a construir las clases lógicas.
- La crisis de oposición. Poco antes de los tres años aparece la llamada crisis de oposición; el niño quiere actuar por sí mismo, ser independiente. Ha descubierto su yo y quiere encontrar sus límites. Todavía necesita y depende de los demás, pero este comienzo de autosuficiencia es necesario para llegar a la autoconfianza y la independencia.
- El abandono del egocentrismo. Hacia los cinco años el niño comienza a darse cuenta de la existencia de otros puntos de vista diferentes del suyo y a sentir la necesidad de explicar y justificar sus ideas y actuaciones. Esta descentración, que implica el abandono del egocentrismo, es un prerrequisito imprescindible para el desarrollo social, moral e intelectual.
5-. EL DESARROLLO INFANTIL EN EL PRIMER AÑO DE VIDA.
5.1-. El crecimiento físico y el desarrollo neurobiológico.
Podemos decir que el desarrollo psíquico se inicia con el nacimiento hasta llegar a la edad adulta, de forma similar al desarrollo orgánico. Su finalidad es conseguir el equilibrio del desarrollo. La evolución es un progresivo equilibrarse, un paso constante de un estado menos equilibrado a uno más equilibrado.
Al nacer, el niño se encuentra en un estado de indiferenciación que corresponde a un estado de organización muy primitiva en el recién nacido, incapaz de diferenciar un objeto de otro, e incluso lo que rodea de su propia persona. El mundo exterior, podemos decir, no existe para el niño, está excluido de la percepción del recién nacido por un umbral de percepción en extremo elevado, el cual continúa protegiendo al niño varias semanas e, incluso, en los primeros meses, contra el exterior. Sus respuestas están en función de unas necesidades que le son comunicadas por este sistema. Los estímulos procedentes del mundo exterior sólo se perciben cuando se traspasa el umbral de percepción previo e irrumpen en la quietud del recién nacido, que reacciona con desagrado.
Pueden observarse respuestas de desagrado desde el nacimiento. Las respuestas del recién nacido son, en el mejor de los casos, del tipo de reflejo condicionado o, por lo menos, análogos a éste.
Habrán de transcurrir muchos días antes de que puedan desarrollarse más respuestas. Hacia el octavo día el niño responde a señales. Primero estas señales son las de la sensibilidad profunda o, más exactamente, son sensaciones de equilibrio.
Hacia el final del segundo mes el ser humano adquiere posición única ante las demás cosas que le rodean, ya que sólo a partir de entonces el niño percibe visualmente la aproximación. En esta época responde sólo a un estímulo exterior, pero sólo en función de la percepción de un impulso insatisfecho.
Dos o tres semanas después se produce un progreso: el niño seguirá el rostro humano en todos sus movimientos.
Gesell opina que la razón de este fenómeno estriba en que el rostro humano se presenta al niño siempre que se encuentra en una situación desagradable, bien porque necesita comer, que le limpien,…
El rostro humano es el estímulo que más veces verá el niño durante los primeros meses.
El interés casi exclusivo que manifiesta el niño en el segundo mes por el rostro humano, con preferencia sobre todas las cosas que le rodean, cristalizará en el tercer mes con una reacción muy específica: en esta fase el niño contestará con una sonrisa al rostro del adulto. La maduración somática y el desarrollo psicológico ha progresado lo suficiente como para permitirle efectuar la activación de sus medios físicos al servicio de su experiencia, en forma de respuestas psíquicas.
Pero no es sólo la madre quien provoca esta respuesta, sino cualquier persona que reúna los requisitos necesarios (percepción de la señal frente-nariz-ojos). Así, podemos deducir que durante el primer año la madre va a ser el intérprete de las percepciones del niño. No es que el aparato perceptivo no esté desarrollado, sino que no está desarrollado psicológicamente.
De la pasividad de los tres primeros meses el niño avanza hacia una actividad cada vez más creciente. El niño va a ir estableciendo el límite de sus posibilidades y va a ir traduciendo su actividad en impulsos agresivos y libidinales.
5.1.1-. Crecimiento físico.
Durante el primer año el bebé experimenta un crecimiento físico rápido, acompañado de la modificación de las proporciones de las distintas partes de su cuerpo. A pesar de constatar cambios generales importantes en todos los niños cabe señalar que existe un grado importante de variabilidad. Estas variaciones se producen por razones de tipo genético, así como por las diferencias basadas en la alimentación y el tipo de vida.
El peso medio del bebé en el momento del nacimiento es de tres kilos y medio. Durante los primeros días suele haber pérdida de peso que pronto recupera. A los tres meses pesa aproximadamente el doble de lo que pesó al nacer y al año casi 10 kilos.
El crecimiento en altura también es muy rápido pues al nacer mide unos 50 cm y al año unos 74 cm.
En cuanto a la dentición, el bebé suele nacer sin dientes; sólo posee los alveolos maxilares (pequeños huecos excavados en los bordes libres de ambos maxilares y que contienen el germen dentario), que son el esbozo de lo que será el diente propiamente dicho. A partir de los 6 u 8 meses, y con amplias variaciones individuales, se inicia la llamada dentición de leche con los dientes medios inferiores la cual concluirá alrededor de los tres años.
5.1.2-. Desarrollo neurobiológico.
Al nacer el bebé dispone de una serie de reflejos arcaicos como son:
- El reflejo de succión: entra en funcionamiento cuando un objeto como la tetina del biberón o el pezón de la madre se pone en contacto con los labios del niño.
- El reflejo del Grasping: cuando un objeto roza la palma de la mano del niño, éste la cierra con fuerza y el objeto queda atrapado en su mano.
- El reflejo del lloro: consiste en abrir los brazos y volverlos a cerrar cuando la cabeza se echa hacia atrás.
- El reflejo de la marcha: si se sujeta al niño por debajo de las axilas sobre un plano recto, éste empieza a flexionar y a estirar las piernas alternativamente como si quisiera caminar.
- Y conductas programadas, que corresponden a un estado de maduración del sistema nervioso determinado por herencia y común a toda la especie.
Los reflejos constituyen un índice del desarrollo ya que su presencia en el momento de nacer prueba la madurez neurológica del recién nacido y, a la vez, su presencia más allá de un determinado periodo, de los cuatro a los seis meses de edad, indica un retraso del desarrollo y, son por tanto, un signo patológico.
Aunque la mayoría de los reflejos desaparecen durante los primeros meses de vida como consecuencia de un proceso de maduración, algunos de ellos adquieren un valor funcional y entran a formar parte de la dotación del sujeto de forma permanente como es el caso del reflejo de succión, de deglución, de cerrar los ojos. La introducción de modificaciones por efectos del aprendizaje facilita el cambio.
El cerebro y el sistema nervioso crecen muy rápidamente durante los primeros años de vida. Durante los seis primeros meses de vida el crecimiento cerebral se produce por el incremento de la cantidad de células cerebrales. A partir de esa edad, ya no se forman nuevas células cerebrales sino que sólo aumentan su tamaño al mismo tiempo que se produce el establecimiento de conexiones sinápticas.
En el momento del nacimiento, las partes maduras del cerebro son las más internas, es decir, las más próximas a la conexión del cerebro con la médula. El desarrollo del cerebro tiene lugar siguiendo un proceso progresivo que va desde el centro a la periferia, las partes más alejadas de los núcleos centrales del cerebro, es decir, la corteza cerebral o córtex serán las últimas en desarrollarse.
La conducta del recién nacido está llena de automatismos y movimientos incontrolados. Sólo a medida que se vaya produciendo la maduración, se irá transformando el movimiento involuntario en voluntario, y lo incontrolado en controlado.
El tamaño del cerebelo aumenta considerablemente en el curso del primer año de vida, lo que sin duda se relaciona con los progresos que a lo largo de ese año se observa en todo lo relacionado con el control postural y el equilibrio, pues el cerebelo juega respecto a estas cuestiones un papel clave.
Aproximadamente a los 12 meses se da una maduración importante en áreas del cerebro que tienen que ver con el desarrollo del lenguaje debido a los avances que se producen en la conducta lingüística en esos meses.
Existe una estrecha relación entre maduración del cerebro y maduración de la conducta. No estamos ante un proceso independiente de la experiencia. Como ocurre en otros ámbitos del crecimiento, pero en este caso especialmente, el crecimiento del cerebro está afectado por elementos del medio, desde la nutrición hasta la estimulación.
5.2-. Desarrollo psicomotor.
A partir del nacimiento el desarrollo motor va evolucionando desde la presencia de unos reflejos generales hacia movimientos cada vez más diferenciados. A medida que los bebés crecen ejercen un control cada vez mayor tanto sobre las habilidades motóricas gruesas como finas.
El desarrollo motor presenta variaciones de unos niños a otros, aunque no parece que estas diferencias en cuanto al momento o las preferencias motoras en la primera infancia estén asociadas a ningún aspecto del desarrollo intelectual. Los aspectos más importantes del desarrollo motor son el desarrollo del tono muscular, el desarrollo postural y la prensión.
A-. Desarrollo del tono muscular. La evolución del tono es muy rápida. A las cuatro semanas el bebé presenta unas características muy diferentes. Los músculos del cuerpo adquieren más tonicidad, se contraen cuando alguien lo levanta, la cabeza ya no se balancea; en conjunto, el bebé parece más sólido, más organizado. Durante los dos primeros meses de vida existe una hipertonicidad muy marcada de los miembros, tanto inferiores como superiores.
Wallon denomina este periodo como estadio de impulsividad motriz, ya que se caracteriza por descargas tónicas (movimientos bruscos y no coordinados) en los miembros inferiores y en el tronco del bebe. A partir de los dos meses de edad, desaparece la hipertensión de los miembros, con el consiguiente surgimiento del balanceo de los miembros. Paralelamente, el tronco se afirma. Se observa, asimismo, que en posición ventral la cabeza es solidaria del tronco, mientras que los miembros adquieren un balanceo cada vez mayor.
B-. Desarrollo postural. Gracias a los progresos madurativos y a los estímulos que el niño va recibiendo por parte de quienes le rodean, se va produciendo un control postural que, aunque con variaciones de unos niños a otros, sigue los siguientes pasos:
- Control de la cabeza: los niños tienen desde el principio un cierto control de los movimientos de su cabeza, que puede girar hacia un lado u otro cuando están tumbados boca arriba, y que pueden levantar un poco cuando están tumbados boca abajo. La sustentación de la cabeza en línea de prolongación con el tronco se da en torno a los tres o cuatro meses.
- Coordinación ojo-mano: desde el nacimiento existe cierta coordinación que se pone de manifiesto en los movimientos poco afinados dirigidos a objetos que entran en el campo visual del niño y que le resultan atractivos. La coordinación óculo-manual va mejorando posteriormente, estando bien establecida en torno a los tres o cuatro meses.
- La posición sentada: a los cuatro o cinco meses se mantienen sentados con apoyo y hacia los seis o siete sin él.
- Gateo: los bebés se desplazan de un sitio a otro antes de ser capaces de andar. Estando sentados utilizan las manos como remos y deslizan sobre el suelo las extremidades inferiores; también se desplazan a través del gateo, apoyándose en manos, rodillas y pies. Estos movimientos y desplazamientos se dan sobre los ocho meses.
- Sostenerse de pie y caminar: en torno a los nueve o diez meses. Camina con ayuda y dos puntos de apoyo sobre los diez u once meses y anda solo en torno a los doce o catorce meses.
C-. La prensión. La posibilidad de asir y coger un objeto es una habilidad de capital importancia para su conocimiento y manejo y, por lo tanto, para el desarrollo intelectual. En el momento de nacer el bebé posee el reflejo del grasping, que causa un doble efecto: por un lado, provoca que se cierre la mano del niño cuando se le estimula táctilmente la palma de la mano y, por otro, que los flexores se mantengan en tensión debido al cierre de la mano. Si bien el primer efecto desaparece alrededor de los doce meses, con lo cual ya es posible la prensión voluntaria, el segundo efecto persiste hasta los diez o doce meses, lo que impide la apertura voluntaria de la mano; a pesar de ello, los bebés son capaces de soltar un objeto alrededor de los cinco o seis meses, golpeándolo contra una superficie dura.
Sobre los cinco meses los niños empiezan a extender los brazos hacia el objeto deseado y a asirlo de forma vacilante e insegura. Sin embargo, continúan ejecutando actos no intencionados en los que intervienen fundamentalmente la articulación del hombro con el brazo, mientras que la mano no cumple una función especial. A los seis meses ya es capaz de sujetar un objeto con toda la palma de la mano, con ayuda de los dedos, a excepción del dedo pulgar. A los siete u ocho meses el dedo pulgar es de mayor utilidad y el niño puede pasar un objeto de una mano a otra, pero hasta los nueve meses es incapaz de coordinar simultáneamente el dedo pulgar y el índice y ejecutar lo que se denomina Apinza@. Alrededor del año la evolución del movimiento de la mano para asir un objeto alcanza la fase final. En todo este proceso evolutivo la coordinación viso-manual es un factor de suma importancia en la prensión de objetos a partir de los seis meses de edad.
5.3-. Desarrollo sensorial.
Los progresos psicomotores no sólo proceden de la maduración biológica, sino también de la actividad del niño mostrada por los estímulos e informaciones que recibe de su entorno. El equipamiento sensorial del recién nacido es ya bastante elaborado, aunque debe aprender a utilizarlo.
A-. El gusto y el olfato. Ambos sentidos son funcionales desde el nacimiento e incluso en niños prematuros. El niño adquiere su primer conocimiento del mundo a través de su órgano bucal. Su sentido del gusto posee, desde un principio, cierta especialización pues está capacitado para distinguir los sabores de ácido y dulce y mostrar predilección por éste último. El recién nacido es también capaz de discernir ciertos olores, tales como el del cuerpo de la madre.
B-. El tacto. Las reacciones al tacto aparecen desde el nacimiento, aunque hay también constancia de sensibilidad táctil en la vida intrauterina. Inicialmente, tiene un carácter pasivo, no hay exploración activa aunque sí reacciones diversas según la parte del cuerpo estimulada y el tipo de estímulo.
C-. La vista. Desde el punto de vista fisiológico, y a pesar de que sobre algunos datos no hay acuerdo unánime entre todos los estudios, se puede afirmar que el sistema receptor visual no está acabado en el nacimiento. Como consecuencia, la vista es el sentido menos desarrollado en el neonato. Hasta la segunda o tercera semana de vida no es infrecuente que aparezcan posiciones estrábicas, dado que los músculos oculares no han establecido todavía ninguna relación firme con el sistema nervioso central. Esta inmadurez fisiológica también se refleja en una agudeza visual del bebé al nacer calculada comparativamente con la del adulto en cincuenta veces inferior. Sin embargo, hay dos cuestiones importantes que hay que tener en cuenta. La primera se refiere al rápido ritmo de maduración que tiene lugar durante los primeros meses de vida; de hecho, la agudeza visual a los seis meses de vida es sólo cinco veces inferior a la del adulto. La segunda cuestión es que, a pesar de la inmadurez biológica del sistema receptor, reacciona en su conjunto a los estímulos visuales.
Durante la tercera o cuarta semana, el niño comienza a distinguir la claridad de la oscuridad y percibe, aunque con poca precisión, el contorno de los objetos. El ejercicio de la visión se concreta, sobre todo, en las manos. Al final del primer trimestre la percepción de los colores se halla plenamente organizada.
D-. El oído. La madurez del sistema receptor auditivo en el momento del nacimiento está constatada. El órgano receptor está prácticamente completo al nacer, aunque debe finalizarse todavía el proceso de mielinización del nervio acústico. Hay incluso constancia de audición en la vida intrauterina. Al nacer el bebé no sólo oye normalmente, sino que presenta conductas claras de orientación hacia la fuente sonora. A partir del tercer mes, la respuesta frente a los estímulos auditivos ya es selectiva.
5.4-. Desarrollo intelectual.
En el momento del nacimiento la vida mental se reduce al ejercicio de aparatos reflejos, es decir, de coordinaciones sensoriales y motrices montadas de forma absolutamente hereditaria que corresponden a tendencias instintivas tales como la nutrición. Estos reflejos no son pasivos sino que manifiestan desde el principio una auténtica actividad, que prueba la existencia de una asimilación sensorio-motriz precoz. En primer lugar, los reflejos de succión no se afinan con el ejercicio. Luego, conducen a discriminaciones o reconocimientos prácticos fáciles de descubrir.
Finalmente, dan lugar a una especie de generalización de su actividad. Estos ejercicios reflejos habrán de complicarse muy pronto al integrarse en hábitos y percepciones organizadas, que constituyen el punto de partida de nuevas conductas adquiridas con ayuda de la experiencia. A partir del segundo o tercer mes aparecen conductas que no son directamente reflejas o que prolongan los ejercicios funcionales pero incorporando elementos nuevos exteriores a los mecanismos reflejos.
A partir del cuarto mes se producen los primeros cambios importantes en el desarrollo de la inteligencia sensorio motriz. En este estadio, las reacciones son secundarias en la medida en que hay una primera diferenciación de la acción y su resultado, siendo éste lo que realmente interesa al bebé, a la vez que amplía su campo de acción de su cuerpo a los objetos exteriores a él.
Hacia finales del octavo mes los esquemas de acción se coordinan entre ellos con una clara elección entre los que servirán para la finalidad de la acción y los que servirán a los medios.
Al final del primer año queda todavía restringida la aplicación y combinación de los esquemas conocidos.
5.5-. Desarrollo del lenguaje.
Además del llanto, a partir del primer mes de vida los bebés empiezan a emitir sonidos de carácter vocálico que se producen con los órganos de fonación relajados. Estos sonidos son respuestas a estímulos, ejercicios de tipo motórico. Más adelante, los sonidos se parecen a consonantes de tipo velar y labial. Inicialmente, estas emisiones no tienen en sí mismas una finalidad comunicativa, pero la intervención del adulto determina que el bebé emita más sonidos.
Entre los seis y ocho meses los bebés emiten balbuceos de forma repetitiva, que suelen aparecer cuando el bebé se encuentra a gusto. El balbuceo pone en funcionamiento los órganos de la fonación. Los nueve meses constituyen una edad crítica en el desarrollo de la capacidad de producir sonidos puesto que es el inicio de la reorganización de los mecanismos de la fonación, de la articulación y de la audición… En ese momento ya se puede empezar a hablar de imitación.
Antes de finalizar el primer año de vida, los niños empiezan a emitir producciones verbales que son consideradas como palabras por los adultos de su entorno.
5.6-. Desarrollo afectivo y social.
Durante los primeros meses de vida los bebés reaccionan frente a los acontecimientos externos con manifestaciones afectivas y emociones. En la medida que dichas manifestaciones proporcionan información al adulto, sirven para establecer las bases de la comunicación y de la relación con los demás.
Desde el momento del nacimiento, los niños son capaces de percibir algunas expresiones emocionales de los demás y tener experiencias de ellas. Además, aprenden algunas señales e indicios sociales. A partir de los tres o cuatro meses los niños ponen de manifiesto numerosas conductas diferentes según la persona con quien interactúan.
En el octavo mes ante los desconocidos reaccionan con cautela, recelo, miedo o claro rechazo, lo que pone de manifiesto que el niño ha adquirido una nueva forma de relacionarse con los demás.
A partir de este periodo cuatro grandes sistemas interactúan entre sí y mediatizan las relaciones del niño con los demás: exploración (presente desde el nacimiento pero, a partir de este periodo, en interacción con los otros sistemas), apego (vínculo afectivo con determinadas personas), afiliación (tendencia a interesarse y establecer relaciones con otras personas) y miedo a extraños (cautela, recelo, miedo o rechazo ante los desconocidos).
Las figuras de apego (personas con las que establece este vínculo) sirven de base de seguridad desde la que se explora el entorno físico y social; la afiliación y miedo a extraños hacen que el niño esté interesado en establecer relaciones con los demás, a la vez que se alarma si éstas no tienen lugar en situaciones adecuadas.
A finales del primer año de vida los niños demuestran cierta habilidad para reconocerse a sí mismos diferenciándose de los demás, siempre que la imagen presentada se corresponda con la que tienen en ese momento.
6-. EL PAPEL DE LOS ADULTOS.
Al poco de nacer el niño empieza a establecer relaciones con los adultos, en el marco de la familia, y mediante la relación social, primera, con la persona que le cuida. Se debe a que la conducta de apego tiene un valor de supervivencia para los individuos, ya que el hecho de que el niño se mantenga próximo a un adulto sirve para preservar su seguridad y contribuye a su supervivencia y adaptación. El niño establece una jerarquía de apegos hacia distintas personas, y empieza a mostrar relaciones selectivas ante las distintas personas que le rodean, por lo que hacia el sexto mes surge el miedo al extraño.
En un principio el niño necesita de los adultos para que lo protejan y cuiden; posteriormente, son un modelo para el niño, que les imitará, identificándose con ellos. Por ello el papel de la familia es fundamental, y las primeras experiencias que allí tenga van a influir de forma decisiva en los modelos de conducta que adquiere y en el tipo de ajuste que logre. Son los adultos los que influyen en el desarrollo de la personalidad del niño, haciéndole asimilar las normas morales que regulan la conducta social de la persona.
Las relaciones con las demás personas dan lugar a que nazca en el niño el deseo de una comunicación socializada, de la imitación de las actividades culturales y de la identificación de un yo dueño de sus comportamientos. Imitando e interiorizando lo que los adultos le enseñan irá llegando a una cierta autonomía.
Hacia los tres años el niño tiende a que los demás le reconozcan como una personalidad social y el apego a los padres se transforma al ensancharse el radio de las relaciones interpersonales. Esta entrada en contacto con las demás personas de la sociedad le permite empezar a independizarse.
Aunque los adultos estén siempre presentes como modelos para el niño, el bien desarrollo consiste en que el niño se haga cada vez más autónomo en relación con los adultos. El desarrollo de esta autonomía requiere un contexto de relaciones caracterizadas por el respeto mutuo, el afecto y la confianza.
Esto no quiere decir que el niño haga lo que quiera, puesto que los adultos deben ejercer una autoridad, proporcionándole un medio físico y psicológico estable.
Las relaciones con los iguales también juegan un papel esencial, ya que éstos facilitan el desarrollo mediante formas inaccesibles a los adultos.
Los cambios que se producen durante el primer año de vida, y los progresos que dichos cambios conllevan, significan una continua adaptación del niño a su medio social y físico, así como un reajuste en las relaciones que establece con los adultos de su entorno.
Las influencias ejercidas desde el núcleo familiar condicionan, propician o pueden llegar a entorpecer el correcto desarrollo del niño.
El ingreso en la escuela supone para el niño un gran cambio: sale de un ambiente en el que se siente protegido y centro de atención familiar y se introduce en el mundo escolar, donde se le contempla, en un espacio diferente, con unos materiales y mobiliarios diferentes, con otros niños diferentes y con adultos que no son de confianza.
Los padres tienen gran influencia en este monumento ya que la adaptación de su hijo viene determinada en gran medida por cómo ellos asuman la separación. Sus sentimientos pueden ser transmitidos a través de diversas manifestaciones de excesiva preocupación, angustia, etc, que son captados por el niño, respondiendo inconscientemente a ellas de forma negativa. A fin de superar temores, dudas, ansiedades, etc, es imprescindible que se potencien desde la escuela los contactos con la familia, previos a la entrada de los niños, para que sean los padres los primeros que confían en la institución educativa.
El Nuevo Marco Educativo, en los Principios Metodológicos de la etapa, recoge la importancia de esta relación:
- La familia desempeña un papel crucial en el desarrollo del niño. En este sentido, el centro de Educación Infantil comparte con la familia la labor educativa, completando y ampliando sus experiencias formativas. La eficacia de la Educación Infantil depende, en gran medida, de la unidad de criterios en los distintos momentos de la vida del niño, en casa y en la escuela. Para que esto sea posible es necesaria la comunicación y coordinación entre educadores y padres.
- Mediante el intercambio de información, familia y educadores tratan de guiar y facilitar la incorporación y adaptación del niño al centro.
- La colaboración de los padres no se debe limitar, con ser muy importante, al periodo de adaptación, sino que debe continuar a lo largo de todo el proceso educativo. Esta colaboración se realizará tanto en casa como en la escuela atendiendo a los criterios de flexibilidad y realismo, es decir, cada padre contribuirá en función de sus aptitudes y posibilidades.
Por otro lado, la función de los educadores será la de facilitar y orientar a los padres en esta colaboración y, respecto al niño, cubrir todas las necesidades y estimular y potenciar el desarrollo de todas sus capacidades, valores y hábitos atendiendo a los criterios metodológicos adecuados a esta etapa.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Y LEGISLATIVAS
– PALACIOS, J., MARCHESI, A., Y COLL, C. Compilación. (1990). Desarrollo psicológico y educación. Volumen I Psicología evolutiva. Editorial. Alianza. Madrid.
– AA.W. (2002): La Psicología en la escuela infantil. Madrid. Anaya
– GALLEGO ORTEGA, J.L. (1994): Educación Infantil. Editorial. Aljibe. Málaga.
– PIAGET, J. (1985) .Seis estudios de psicología. Editorial. Planeta- Agostini. Barcelona.
– Constitución Española de 1978
– Ley Orgánica 2/2006 de 3 de mayo de la Educación.
– Real Decreto 1630/2006 de 29 de diciembre que fija la Enseñanzas mínimas del segundo ciclo de la Educación Infantil.
– Orden 3960/2007, de 19 de diciembre (publicada en el B.O.E. el 5 de enero de 2008), por la que se establece el currículo y se regula la ordenación de la Educación Infantil.