Cuando oímos por primera vez un idioma extranjero percibimos meramente un flujo de sonidos. Podemos reconocer que se trata de una voz humana: eso viene a ser todo lo que logramos comprender. Sin embargo, cuando hemos comprendido el idioma en cuestión, en esa confusión de sensaciones auditivas somos capaces de distinguir fonemas, sílabas, palabras y frases. Ahora percibimos los esquemas que subyacen y organizan el flujo de sonidos. Pero hay todavía un tercer nivel que surge cuando aprendemos el idioma, un nivel conceptual de significado y referencia. No sólo aprendemos a percibir los sonidos, sino que aprendemos a entender lo que significan.
1. Cerebro y realidad extracerebral
1.1 Los sentidos
Gracias a los sentidos, los animales entran en contacto con la realidad exterior y también con las transformaciones que se producen en sus propios cuerpos. El cerebro recibe toda esa información, la procesa y posteriormente emite una respuesta ante la estimulación que ha activado las zonas cerebrales. Los sentidos, pues, nos permiten relacionarnos con la realidad extracerebral. Un animal que careciese de sentidos permanecería absolutamente insensible a cualquier estímulo y, por tanto, sería incapaz de realizar algún tipo de conducta.
Durante siglos se pensó que el ser humano poseía exclusivamente cinco sentidos. En cierta forma, muchas personas siguen creyéndolo. Pero la realidad es bien distinta, ya que el ser humano posee un número elevado de receptores sensoriales. Se llaman receptores a las células nerviosas especializadas que permiten al cerebro entrar en contacto con el medio ambiente y con los cambios que acaecen dentro del propio cuerpo. Por tanto, son terminales que transforman los estímulos físicos o químicos en impulsos nerviosos.
En la actualidad, se tiende a establecer clasificaciones como las siguientes:
1. Atendiendo a la clase de estímulos que sirven de excitante a las células receptoras: los diferentes tipos de células receptoras pueden ser excitas por estímulos de origen químico o físico, a saber:
1. Quimiorreceptores: estos sentidos son excitados por las sustancias químicas disueltas en formas líquidas o en el aire: gusto y olfato
2. Mecanorreceptores: en este grupo se incluyen los sentidos que son excitados por contacto mecánico: sentido de la presión, del equilibrio, frío y calor, sonido, dolor y placer, sentido cinestésico, por el cual se perciben las reacciones musculares, etc.
3. Fotorreceptores: los estímulos que excitan los órganos fotorreceptores son los colores y la luz: sentido de la vista
2. Atendiendo a su situación en el cuerpo: según la región corporal a la que afecten las sensaciones, encontramos los siguientes tipos de sentidos:
1. Exteroceptores: son los sentidos que nos ponen en relación con el mundo exterior: vista, oído, olfato, gusto y tacto
2. Propioceptores: estos sentidos nos informan sobre la contracción de nuestros músculos, movimientos del cuerpo, posturas: sentido cinestésico, sentido del equilibrio, …
3. Interoceptores: son los sentidos encargados de percibir la sensibilidad visceral: sentido cinestésico o conjunto de sensaciones subjetivas que nos manifiestan el funcionamiento de los diversos órganos de la vida vegetativa: pulmones, corazón, aparato digestivo, etc.
4. Dermoceptores: es una agrupación de distintos sentidos extendidos por la piel: sentido del frío y del calor, del placer, de la presión, etc.
1.2 Estímulos y sensaciones
Estímulos y sensaciones son los componentes esenciales de la percepción. Pero ésta es algo más que una mera suma de sensaciones.
Los animales captan la realidad extracerebral mediante los sentidos. Desde un punto de vista exclusivamente físico, el mundo exterior es una compleja mezcla de partículas elementales y ondas de energía. En el interior del organismo existen células, músculos, neuronas, etc., que se activan gracias a complicados procesos químicos, físicos y biológicos. Toda esa información debe llegar al cerebro para ser procesada y desencadenas la respuesta del organismo.
Para que los sentidos sean activados se necesitan estímulos. El Diccionario de la RAE los define como «agentes físicos, químicos, mecánicos, etc., que desencadenan una reacción funcional en un organismo». Así, pues, serán estímulos las ondas sonoras, las reacciones químicas que activan el sentido del gusto, las longitudes de onda de la luz reflejadas por las superficies…
Ahora bien, no todos los estímulos que llegan a los sentidos son capaces de provocar sensaciones. Por ejemplo, el ojo humano percibe sólo una pequeña parte del espectro electromagnético; así, las radiaciones de rayos X quedan fuera del campo visual. Lo mismo ocurre con determinados sonidos muy bajos o con ciertas propiedades olfativas que no pueden ser captados por los sentidos humanos, aunque sí por los de otros animales, como el murciélago (sonidos ultrasónicos) o los cerdos (pueden olfatear las frutas que crecen debajo de la tierra).
Se llama umbral mínimo o absoluto a la mínima intensidad que se necesita para que un estímulo sea capaz de excitar un receptor sensorial. El umbral máximo es, en cambio, la mayor cantidad de un estímulo que pueden soportar los sentidos. Más allá de él ya no se produce aumento de sensación.
Cuando los receptores sensoriales captan los estímulos, los transmiten casi simultáneamente al cerebro, donde se transforman en sensaciones. Así, el cerebro posee sensaciones de colores, sonidos, calor… Es importante reseñar que las cosas no poseen por sí solas sensaciones (las cosas no tienen color en sí mismas). Para que exista una sensación –como la visión de un color– son necesarios tanto los estímulos como el procesamiento cerebral de tales estímulos. Así, si no existiesen animales con el sentido de la vista, el mundo sería incoloro (de hecho, en sí mismo lo es).
Locke ya advirtió esta característica de las sensaciones y distinguió entre cualidades primarias (las que realmente poseen en sí mismas las cosas, como peso, extensión, etc.) y cualidades secundarias (aquellas que provocan en nosotros determinadas percepciones sensibles cuando los estímulos dan lugar a la sensación, aunque no son propiedades que posean las cosas).
2. La percepción
El sustantivo “percepción” deriva del latín perceptio, y significa la acción de recoger o recibir. Según esta definición, en su sentido más amplio y general, la percepción es la acción de recoger o recibir algo; por eso podemos hablar de la “percepción de los impuestos por el Estado”, de “la percepción de la música”, de la “percepción de la verdad”, etc. (F: ¿Qué percepción tienes tú de la situación? ¿Cuál es tu perspectiva? ¿Cómo lo ves (desde tu posición -social, científica, etc.) Equivaldría a doxa, opinión.)
La percepción es un proceso psicofísico por el que el sujeto transforma las diversas impresiones sensoriales (estímulo), previamente transportadas a los centros nerviosos, en objetos sensible conocido. Es esencial a la percepción la aprehensión de la realidad, no como una impresión sensorial aislada o un haz de impresiones sensoriales, sino como un conjunto global organizado, o una totalidad. Se percibe un paisaje, por ejemplo, no volúmenes, colores, matices, saturaciones, tonalidades, contrastes, distancias y sonidos dispersos o simplemente sumados.
Referido al conocimiento, en su sentido más exacto y concreto, la percepción es un acto del conocimiento mediante el cual se aprehenden o se captan imágenes o impresiones de los objetos a través de los sentidos. Ahora bien, cuando percibimos, no nos limitamos a recibir de una manera pasiva las impresiones, sino que, al mismo tiempo que recibimos información, participamos activamente en dicha recepción (integrando, organizando e interpretando los datos recibidos), de tal manera que nuestra percepción es el resultado de lo comunicado por los sentidos y la contribución del sujeto perceptor.
En cierto modo, la percepción es una representaciónde la realidad, en la cual el sujeto perceptor pone, también, algo de su experiencia particular. Como afirma el adagio tradicional “todo lo que se recibe, se recibe de acuerdo con las condiciones del recipiente”: los sentidos nos suministran impresiones de las cosas, pero, al mismo tiempo, nuestra dinámica (nuestra actividad) cognoscitiva constituye la percepción de las cosas.
El sentido de la vista nos suministra impresiones de color, pero nosotros percibimos (vemos) colores; la vista nos ofrece ciertas impresiones de color, forma y tamaño, pero nosotros percibimos (vemos) “una naranja”; el oído nos proporciona sonidos, ruidos y vocales, pero nosotros percibimos (oímos) una “melodía” o una “explosión”.
Los factores que influyen en la percepción son aquellos elementos que, perteneciendo al sujeto consciente, colaboran en la constitución del objeto: los recuerdos de la memoria, la experiencia anterior, conceptos previos, el aprendizaje, etc., que sirven para el reconocimiento del objeto, pero además, y sobre todo, las leyes estructurales de la percepción o de la configuración de un objeto, denominadas leyes de la forma, o leyes de la Gestalt, propias de la mente o conciencia; el enfoque, o la propia perspectiva del sujeto ante las cosas, así como sus expectativas, y hasta los condicionamientos sociales y culturales, influyen también en la conformación del objeto.
Tradicionalmente, el problema que la percepción plantea a la filosofía se refiere a la relación existente entre nuestras experiencias internas y el mundo exterior. A ello fundamentalmente responden tres teorías: el realismo directo, el realismo indirecto y el fenomenismo (incluyendo aquí al idealismo).
2.1 La percepción en el realismo gnoseológico
El realismo, en términos generales, sostiene que los objetos percibidos poseen una existencia independiente de nuestra sensación, y que conservan sus propiedades aún cuando no sea percibidos. Se llama directo a este realismo cuando entre el objeto percibido y el sujeto que percibe no existe ningún intermediario, e indirecto si tal intermediario existe. El realismo indirecto sostiene que, aunque los objetos percibidos existen realmente, no son percibidos directamente, sino que son captados a través de un intermediario, que puede ser la idea, los sense data, el precepto, etc.
La tradición filosófica que va de Aristóteles al empirismo clásico del s. XVIII, pasando por la filosofía escolástica, defiende que nihil est in intellectu quod prius no fuerit in sensu, es decir, “nada hay en el entendimiento que antes no haya estado en los sentidos” o, en otras palabras, el entendimiento toma sus datos de la experiencia. El racionalismo, también en la versión de Platón, opuso a esta postura la teoría de las ideas innatas, siempre de difícil precisión. Leibniz comentó este adagio empirista añadiéndole la precisión: “a no ser el mismo entendimiento”.
Según el realismo directo, en la percepción sensorial captamos de un modo directo la existencia y naturaleza del mundo físico circundante. El realista sostiene que los objetos físicos pueden existir y retener al menos algunas de las propiedades que percibimos que tienen, incluso cuando no los percibimos. La expresión crucial es “al menos algunas”, y la cuestión es exactamente cuáles. Debemos distinguir dos tipos de realismo directo, el ingenuo y el científico. El realista directo “ingenuo” sostiene que los objetos no percibidos pueden retener propiedades de todos los tipos que percibimos que tienen. Con esto quiere decir que un objeto no percibido todavía puede tener no sólo forma y tamaño, sino también el calor y el frío, el color, el sabor y el olor, la aspereza y la suavidad, el ser silencioso o el hacer ruido. La ingenuidad de esta posición radica en la palabra “todos”.
El realismo directo científico se opone a la forma ingenua de realismo directo. Esta versión científica cree que la ciencia ha demostrado que los objetos físicos no retienen, cuando no son percibidos, todas las propiedades que parecen tener cuando los percibimos. La existencia de algunas de esas propiedades depende de un perceptor. Así, el color, el sabor, el sonido, el olor, no son propiedades independientes del objeto que puedan conservarse cuando nadie lo percibe. El objeto sólo las tiene con relación a un preceptor.
El realismo directo acepta el carácter directo de nuestra percepción del mundo, pero restringe su realismo a un grupo especial de propiedades. Esta distinción es un pariente cercano de la distinción lockeana entre cualidades primarias y secundarias. Locke mantuvo que las cualidades primarias de forma, tamaño, textura molecular y movimiento tienen un status diferente del de las cualidades secundarias como el color, el calor, el olor, el sabor, etc (podríamos denominar a estas propiedades “sensoriales”). De acuerdo con Locke, un objeto que percibimos como coloreado no tiene, cuando no lo percibimos, ninguna propiedad de ese tipo tal y como se nos da en la percepción. Por supuesto, hay un sentido en el que se puede decir que todavía tiene color, dado que las propiedades primarias continúan estando presentes de tal manera que aparecerá como coloreado a un preceptor, en las circunstancias apropiadas. Un objeto retiene la “base de cualidades primarias” para las cualidades secundarias que parece tener. Pero el color tal como lo vemos, el calor tal cual lo sentimos o el sabor tal como lo saboreamos no son propiedades de las que pueda decirse que el objeto las conserva cuando nadie lo percibe, y, por esa razón, no podemos suponer que son propiedades independientes del objeto cuando sí lo percibimos. El color tal como lo vemos es más una propiedad de nuestra manera de aprehender el mundo que una propiedad del mundo mismo.
F: Crítica de Berckeley: todo es para un sujeto (incluido el espacio).
2.2 La percepción en el fenomenismo gnoseológico
El fenomenismo es la doctrina filosófica que defiende que la única realidad es la del fenómeno, a saber, aquello que es posible percibir de las “cosas en sí”, y que esto es lo único que puede ser conocido, dando por supuesto que lo que las cosas son en sí mismas no podemos llegar a saberlo. Kant puede ser considerado el típico representante de este fenomenismo (realista). La versión estricta del fenomenismo (antirrealista) niega la existencia del mundo físico y no admite más realidad que la de la experiencia, entendiendo por tal el conjunto de percepciones subjetivas. Esta negación de la existencia del mundo físico o de la permanencia de los objetos físicos, junto con la afirmación de que sólo existe la mente y sus ideas, lleva al idealismo. Este fenomenismo idealista lo ha sostenido Berkeley. El fenomenismo idealista invierte la relación tradicional entre percepción y objeto: no es el objeto la causa de la percepción, sino la percepción la causa del objeto, puesto que llama objeto al conjunto de sensaciones organizadas.
El fenomenismo, como teoría perceptiva antirrealista, no admite la existencia de un mundo físico real e independiente de la percepción; fuera de la propia experiencia no existe nada más, y ésta es percibida directamente sin intervención de ningún medio distinto. Para el idealismo los objetos físicos no son sino un conjunto de ideas; puede negar simplemente la existencia de los objetos físicos o puede reducir los objetos físicos a experiencia (Berkeley); en este caso, se confunde con el fenomenismo.
Dentro de la filosofía racionalista se considera que sostienen posturas fenomenistas: Malebranche, para quien nuestro conocimiento sensorial es limitado, pues nuestros sentidos sólo nos son útiles para la conservación de nuestro cuerpo, y por ello no nos proporcionan el conocimiento de los objetos como son en sí mismos. Spinoza, para quien las cosas son manifestaciones de la única sustancia, la divina. Leibniz, para quien nuestro conocimiento lo es de los fenómenos surgidos espontáneamente en nuestra alma, debido a su vis representativa. Todos estos autores salvaron el fenomenismo por su recurso a Dios, garantía de que nuestra alma puede conocer y expresar la esencia de las cosas. En la filosofía inglesa sostuvieron posturas fenomenistas: Hobbes, para quien nuestro conocimiento se origina por un proceso puramente mecánico de reacción de nuestros órganos ante los fenómenos producidos por la materia en movimiento. Locke, para quien nuestro conocimiento se origina solo a partir de las ideas producidas por la sensación, y se corrobora solo en la experiencia. Berkeley, que redujo todo nuestro conocimiento a ideas, pues las cosas no tienen existencia al margen de la mente que las percibe. Hume mantuvo un fenomenismo agnóstico, según el cual conocemos porque creemos en las cosas, en su continuidad e identidad, y esto porque la imaginación finge un principio que las muestra posibles; de esta forma las cosas se reducen a ser el conjunto de impresiones que se presentan ante la conciencia.
En el s. XIX destaca el fenomenismo factual de J. S. Mill, el cual intenta solucionar el problema de la continuidad e identidad de los objetos entendiendo que la materia consiste en grupos de posibilidades permanentes de sensación, de forma tal que la discontinuidad de nuestras sensaciones se intenta resolver postulando sensaciones actuales y sensaciones posibles. Mach defiende un fenomenismo constructivista según el cual los datos elementales de la experiencia, psíquicamente organizados, forman las sensaciones, y estos mismos datos, físicamente reagrupados, constituyen las cosas.
Ya en el s. XX, dentro de la tendencia reconstructiva, Russell reemplazaba la pretensión de conocer las cosas por la construcción lógica de los objetos, para la que parte de datos sensibles efectivos o virtuales. Carnap y Goodman parten, como Russell en su intento de fundamentar el conocimiento empírico, de admitir la construcción lógica del objeto de conocimiento, o, dicho de otra forma, de que es posible construir un sistema formal de reconstrucción lógica de términos empíricos. La base sobre la que Carnap realiza la construcción son las vivencias que, como elementos primitivos (átomos) se parecen bastante a los de Russell y Mach, pero se distinguen de ellos en que no son términos puntuales, sino trozos del flujo de la experiencia individual. La base de la construcción viene dada, para Goodman, por los qualia, caracteres cualitativos que se presentan en un momento determinado y se distinguen de las propiedades cualitativas permanentes.
3. Sensación y percepción
Los órganos sensoriales nos permiten “sentir” sensaciones y percibir percepciones. Así, cuando algunos de ellos nos faltan nos vemos privados de las sensaciones correspondientes y nuestras percepciones resultan perturbadas; por ejemplo, los ciegos no pueden recibir impresiones de colores ni los sordos de sonidos, por tanto, difícilmente pueden los primeros percibir el arco iris o los segundos disfrutar de la música.
Las sensaciones, pues, constituyen la condición necesaria y previa para que se produzcan las percepciones. En este sentido, la sensación puede ser definida como aquella impresión sensible surgida por la acción directa de los estímulos sobre los órganos de los sentidos. La sensación posee un carácter simple y elemental, la percepción un carácter compuesto y complejo; la sensación nos proporciona impresiones sensibles, tonalidades de color, de sonido, textura, …, la percepción, en cambio, nos muestra colores, sonidos, un libro, una mesa, etc.
Generalmente, resulta imposible establecer límites exactos entre sensación y percepción; a veces indicamos que “sentimos” un sonido, otras que lo “percibimos”; en ocasiones, afirmamos que tenemos sensaciones de gris o amarillo, otras que percibimos tal o cual color, etc. De manera general, podemos afirmar que con el término percepción nos referimos a contenidos más elaborados, concretos y precisos que con la palabra sensación.
3.1 ¿Qué es la sensación?
Se entiende por sensación el hecho de percibir por los sentidos, o también cualquier impresión confusa de tipo interno, sentimiento o afecto. Aunque más estrictamente la sensación es el fenómeno psicofisiológico por el que un órgano sensorial capta, transmite y elabora un determinado tipo de energía que le proporciona un estímulo externo. A este fenómeno de tipo específicamente fisiológico le corresponde en el organismo/sujeto la conciencia de entrar en contacto con el medio externo o interno.
Las sensaciones no son sólo fenómenos de representación pasiva, sino también de colaboración y aportación activas por parte del organismo. Desde el punto de vista estrictamente filosófico la sensación se ha visto siempre como el momento de contacto con la realidad (básicamente exterior), y en esto consiste precisamente el problema que plantea: si es objetiva y en qué medida lo es, es decir, si y en qué medida lo sentido (lo percibido) corresponde al mundo real y no es simple elaboración del sujeto. La relación de las sensaciones con el pensamiento se ha contemplado fundamentalmente desde dos puntos de vista: racionalismo y empirismo. Para éste, no hay conocimiento sin sensación previa; para aquél, hay conocimientos que no dependen de la sensación. Kant, en una vía de síntesis, considera vacíos los pensamientos sin sensación, y ciegas las sensaciones sin pensamiento, y sostiene que todo conocimiento empieza con la experiencia, cuya “materia bruta” son las sensaciones, pero introduce elementos a priori en el conocimiento sensible, que, como tales, no provienen de la experiencia.
3.2 La síntesis perceptiva
Es imposible establecer con precisión los límites que señalan la diferencia entre sensación y percepción; parece evidente que ésta depende de aquélla, ya que cuando por deficiencia de nuestros órganos sensitivos nos vemos privados de determinadas sensaciones, resultan también perturbadas nuestras percepciones: los ciegos no pueden percibir los colores.
¿Cómo se realiza la síntesis perceptiva? A esta pregunta se le han dado distintas respuestas, entre las cuales destacaremos dos: la teoría asociacionista y la psicología de la forma
3.2.1 Teoría asociacionista
Según el asociacionismo, las percepciones no son sino el resultado de sensaciones anteriores. Los asociacionistas conciben el sujeto perceptor como absolutamente pasivo, que se limita a recibir los estímulos externos en forma de sensación y, uniendo unas sensaciones a otras, a elaborar la percepción. Esta teoría explica, por consiguiente, las sensaciones y las impresiones sensibles como los únicos elementos de que se compone la percepción.
La expresión “asociación de ideas” se debe a Locke, que atribuye a las ideas la posibilidad de asociarse simplemente por “una correspondencia natural” entre ellas, o al azar y según las circunstancias, pero sin otorgar a esta conexión ninguna función especial en el proceso del conocimiento. Hume, en cambio, hace de ella el origen de las ideas complejas. Estableciendo una comparación metafórica con la teoría de la gravitación universal de Newton la describe como una atracción que se produce entre los átomos del conocimiento, las ideas simples, a las que atrae como una “fuerza suave, que normalmente prevalece”. La asociación no ocurre al azar, sino que sigue principios o leyes que, según Hume, son: la semejanza, la contigüidad en el tiempo o el espacio y causa y efecto. Esta unión o conexión se produce en la imaginación, no en la memoria, donde su conexión es más bien inseparable; imaginación y memoria son los dos modos como una impresión puede estar de nuevo presente en la mente: de una forma dotada de vivacidad, por la memoria; de una forma menos vivaz, por la imaginación.
El asociacionismo es un punto de partida para muchas de las primeras teorías propiamente científicas de la psicología: Wundt, Titchener, Thorndike, Pavlov y Watson son asociacionistas; lo son también en principio los partidarios del conductismo, que surge a comienzos del s. XX, y las primeras teorías sobre el aprendizaje, que explican por su medio la conexión –la contigüidad, sobre todo– que se produce entre estímulo y respuesta y entre estímulos naturales, o incondicionados, y estímulos neutros o condicionados. La concepción atomista de la vida mental no explica fácilmente un concepto tan fundamental en psicología como es el del yo, o la conciencia, que no suele considerarse una simple conexión temporal o sucesión de ideas, sino más bien una unidad originaria con carácter de sujeto, y anterior a cualquier asociación. En especial, la psicología de la forma, o Gestalt, opone al atomismo y al asociacionismo la idea de conjunto, todo o globalidad.
Para Hume existe un principio de conexión entre los distintos pensamientos o ideas de la mente y, al presentarse a la memoria o la imaginación, unos introducen a otros con un cierto grado de orden y regularidad. Aunque sea demasiado obvio como para escapar a la observación que las distintas ideas están conectadas entre sí, Hume manifiesta que no ha encontrado un solo filósofo que haya intentado enumerar o clasificar todos los principios de asociación. Desde su punto de vista, sólo parece haber tres principios de asociación entre ideas: semejanza, contigüidad en el espacio o en el tiempo y causa o efecto.
3.2.2 La Gestalt
A finales del siglo pasado, el psicólogo americano W. James puso de relieve que, en presencia de idénticos estímulos, individuos con distintos intereses percibían cosas diferentes, y de ahí dedujo que la percepción más que depender de los estímulos sensibles, lo hacía de la motivación o de los intereses del sujeto perceptor.
Continuando en este sentido, la psicología de la forma puso de relieve que aunque desde el punto de vista fisiológico la percepción posee un carácter mediato (es decir, depende de uno o más procesos fisiológicos), psicológicamente, la percepción se nos da de una manera primaria, directa e inmediata.
Según esta teoría, desde una perspectiva psicológica, la percepción no es el simple resultado de sensaciones, en primer lugar, porque éstas no son el único elemento de la percepción, en segundo, porque resulta casi imposible determinar su entidad concreta y exacta, es decir, porque es muy difícil precisar qué es o en qué consiste y, en tercero, porque diferentes personas ante idénticos estímulos, pueden percibir objetos distintos.
La visión que la percepción nos proporciona está en sí misma ordenada y estructurada con los caracteres propios del todo, y en lugar de depender el todo de las partes (la percepción de las sensaciones), dependen las partes del todo (las sensaciones de las percepciones). Así pues, los defensores de la psicología de la forma propugnan la primacía de las percepciones.
La noción de Gestalt proviene directamente de la Escuela Austriaca o de Graz, influida por la psicología “fenomenológica” de Brentano y fundadora del primer laboratorio de psicología experimental en Graz. Algunos de los miembros de esta escuela ampliaron y dieron fundamento psicológico a la noción de “cualidad gestáltica”, introducida por el filósofo positivista E. Mach en su Análisis de las sensaciones, obra en la que se refiere a sensaciones espaciales (como figuras geométricas) y temporales (como melodías), que se manifiestan independientes de los elementos que las componen (una melodía musical se muestra independiente de sus notas, se mantiene en cualquier clave musical y con instrumentos o timbres distintos, etc.) y que había que interpretar como construcciones psíquicas.
Ehrenfelds y Meinong formularon la noción de algo que se percibe sensorialmente y que, no obstante, no es una sensación. La afirmación de que en la percepción hay elementos percibidos que no son sensaciones (impresiones sensoriales) remite a los orígenes kantianos de la Gestalt. Los patrocinadores de la Gestalt, no obstante, sostuvieron la tesis de que hay formas o Gestalten tanto en la mente humana como en la misma naturaleza: el fenómeno de pregnancia, por ejemplo, o la “buena forma” de una gota de agua, en equilibrio interno y externo, son muestras de formas naturales.
En la percepción intervienen, por una parte, los estímulos externos o internos y, por otra, el dinamismo psíquico, es decir, la manera de ser y las situaciones de las personas perceptoras.
A este respecto, las leyes de la percepción expresan las relaciones existentes entre los estímulos originados por los objetos y la actividad perceptiva de las personas o, expresado de otro modo, la forma en que la mente humana tiende a agrupar las distintas excitaciones procedentes de la realidad externa. Como leyes más importantes podemos señalar las siguientes:
1. Ley de la adaptación: la función primera y fundamental de la percepción consiste en facilitar nuestra adaptación correcta al mundo. El ser humano propende a organizar e interpretar las impresiones de acuerdo con sus fines e intereses; por ejemplo, cuando miramos nuestro reloj, observamos (percibimos) la hora y prescindimos de la forma y del color de la esfera, del tamaño de los números, etc.
2. Ley de la “buena forma”: el sujeto que percibe tiende a ver el conjunto de estímulos en su configuración más simple y más ordenada. Se entiende que una buena figura, o una buena figuración de elementos sensoriales dispersos, ha de ser sencilla, simétrica, equilibrada, continua, etc. En la percepción tendemos a completar la figura que nos aparece como incompleta. Según los psicólogos de la Gestalt es una propiedad de la naturaleza, que tiende a manifestarse en su forma más pura y simple.
3. Relación figura-fondo: lo que percibimos visualmente es siempre una figura que se recorta sobre un fondo. La figura posee unas características propias como son: forma y contorno definidos; mayor estructuración; se percibe como más próxima al sujeto que el fondo; aparece cerrada sobre sí misma, siendo su superficie menor e influida por el fondo que la envuelve. El fondo, por oposición a la figura, carece de contornos precisos; es uniforme, por lo que no posee una estructura formal; se percibe como más lejano y envolviendo a la figura, y su superficie es mayor y más imprecisa.
4. Ley de la constancia perceptiva: las variaciones sufridas por un objeto, dentro de ciertos límites, no nos impiden ver dicho objeto o, expresado de otra manera, la percepción propende a corregir o a prescindir de las variaciones que pueden adquirir determinados objetos en diversas circunstancias. Esta ley se manifiesta en las cualidades siguientes:
1. Constancia del color: tenemos tendencia a percibir ciertos objetos de determinado color, aunque la intensidad luminosa u otras circunstancias nos lo muestren con otras tonalidades; así, vemos la nieve blanca, el carbón negro y las hojas de los árboles verdes, tanto a plena luz del mediodía como a las sombras del crepúsculo o en la noche a la débil luz de la Luna
2. Constancia de la forma: vemos los platos redondos, las ventanas rectangulares, con independencia de nuestra posición con respecto a ellos y de las formas y de las deformaciones con que se nos presentan
3. Constancia del tamaño: la imagen que percibimos de un objeto disminuye con la distancia, mas las personas adultas suelen percibir las cosas en su tamaño correcto con independencia de su proximidad o lejanía. Vemos más voluminosa a una vaca que a un perro, aunque realmente en nuestra retina, debido a la proximidad del perro y a la lejanía de la vaca, se refleje de mayor tamaño el perro que la vaca.
5. Ley de la primacía: percibimos los objetos globalmente antes que sus partes, lo cual significa que las partes adquieren su sentido, sus funciones y sus perspectivas dependiendo de su posición en el todo y, de esta manera, unos mismos estímulos pueden servir para originar distintas percepciones: figuras reversibles, diferentes formas de agrupación, relación figura-fondo. De esta ley se derivan a su vez las siguientes:
1. Ley de la proximidad: en igualdad de circunstancias tendemos a agrupar los estímulos próximos entre sí
2. Ley de semejanza: en situaciones similares propendemos a reunir los estímulos análogos o parecidos entre sí
3. Ley de contigüidad: en condiciones semejantes tenemos tendencia a integrar los estímulos que parecen seguir un mismo orden, una misma dirección o pertenecer a un mismo grupo
4. Ley de contraste: en casos análogos nos inclinamos a destacar ciertos estímulos, dejando en un plano secundario o ignorando otros (figura-fondo)
3.2.3 Teorías cognitivas
Estas teorías establecer ciertas analogías entre el funcionamiento del cerebro y el de los ordenadores. Para ellas, la percepción se incluye dentro de un campo más amplio como es el de la cognición, hallándose plenamente interrelacionada con otros procesos mentales superiores como la memoria o la toma de decisiones. Estas teorías explican la percepción como un proceso anticipatorio por parte del sujeto, ya que se adapta a unos esquemas cognitivos previos, los cuales se encuentran grabados en la memoria del sujeto como fruto de su aprendizaje anterior. De esa manera, la percepción es un proceso constructivo.
En suma, aprendemos a percibir y, como resultado de ese aprendizaje, se crean esquemas cognitivos en nuestro cerebro que, posteriormente, condicionarán nuestra futura percepción de la realidad. Estos esquemas no sólo se aprenden, sino que además se asocian a una palabra o a un conjunto de palabras. A través de esos esquemas mentales y de los vocablos que designan, otorgamos significado a los objetos que percibimos.
3.2.4 Enfoque neuropsicológico
Este enfoque intenta relacionar la percepción con la actividad neuronal. Según Hebb, la percepción es un proceso cuyo componente principal son las llamadas asambleas celulares. Éstas son uniones sinápticas de las neuronas como resultado de algún acontecimiento perceptivo anterior. Dichas asambleas permanecen consolidadas gracias a la experiencia y al aprendizaje. Ahora bien, esto no significa que esas uniones sinápticas sean inmodificables; por el contrario, se pueden formar nuevas asambleas o desunir las ya consolidadas de una manera gradual, como consecuencia de nuevos acontecimientos perceptivos. Las uniones entre asambleas celulares, las cuales se activan unas a otras, permiten explicar fenómenos perceptivos complejos e incluso la plasticidad del propio pensamiento.
4. Percepciones sensibles y conocimiento humano
En la filosofía tradicional se distinguían dos clases de conocimiento, a saber, conocimiento inferior o sensitivo y conocimiento superior o intelectual (o racional); en este sentido se decía que el primero era común a todos los animales, el segundo, en cambio, propio y exclusivo de los seres humanos; el conocimiento sensible nos proporcionaba ciertos datos singulares y concretos sobre las cosas materiales, el segundo, por el contrario, era un conocimiento de índole superior, mediante el cual podíamos adquirir la comprensión (la auténtica ciencia o el auténtico conocimiento) de los objetos de la realidad.
Ahora bien, de acuerdo con esta distinción, ¿qué papel desempeña la percepción en nuestro conocimiento?, o, expresado de otra manera, ¿qué valor cognoscitivo poseen las percepciones? A lo largo de la historia el ser humano ha encontrado numerosas respuestas, entre las cuales destacan las siguientes:
4.1 El empirismo radical
Según el empirismo radical, nada hay en el entendimiento que no haya estado antes en los sentidos. El entendimiento humano es como una “tabla rasa” o como un “papel en blanco”, carece absolutamente de contenidos cognoscitivos y todas sus operaciones intelectuales dependen de los datos suministrados por los sentidos, es decir, el entendimiento es incapaz de hacer surgir una sola idea nueva; por tanto, todos nuestros conocimientos se reducen a los contenidos suministrados por los sentidos, esto es, a sensaciones y percepciones sensibles relacionadas o combinadas entre sí.
4.2 El intelectualismo
El intelectualismo rechaza el valor cognoscitivo del conocimiento sensible: los sentidos nos engañan, el entendimiento o la razón son las únicas facultades que proporcionan auténtico conocimiento. El entendimiento (o la razón), partiendo de sus propios principios y sin atender a las informaciones sensibles, puede llegar a conocer la realidad.
4.3 Posturas intermedias
Existen otras posturas que defienden, por una parte, que el auténtico conocimiento humano es el conocimiento intelectual o racional pero, por otra, señalan que el conocimiento sensible es también necesario. A este respecto, los sentidos nos proporcionan el material cognoscitivo gracias al cual el entendimiento puede elaborar sus contenidos intelectuales, es decir, sus imágenes y conceptos o ideas.
En este sentido, Aristóteles y Sto. Tomás afirman que el entendimiento abstrae (obtiene) los contenidos inteligibles (los datos esenciales, universales y objetivos) de los datos sensibles suministrados por la sensación.
Según Kant, “los conceptos (o las ideas) sin sensaciones son vacíos”, y “las sensaciones sin conceptos (o ideas) son ciegas” o, lo que es lo mismo, en el auténtico conocimiento ha de darse una unión (un casamiento) de los contenidos suministrados por las sensaciones con los contenidos proporcionados por el entendimiento.
Para Ortega, el conocimiento sensible es inseparable del conocimiento intelectual, “los sentidos son la hacienda del espíritu” y, en este sentido, el conocimiento sensible es necesario; pero el ser humano al percibir interpreta intelectualmente y resulta imposible percibir sin interpretar; casi como Kant, Ortega asegura que los conceptos (las ideas) son complementarios de las percepciones y de las sensaciones; éstas nos muestran las superficies de las cosas, aquellos sus significados profundos, las sensaciones nos dan datos, el entendimiento encuentra su sentido.
5. Factores que influyen en la percepción
Mientras que una persona está concentrada en determinada lectura todos los demás acontecimientos le pasan desapercibidos, no se da cuenta del sonido de la televisión próxima ni del ruido de la calle ni de otros múltiples estímulos de su alrededor. Si, súbitamente, se produce una explosión, su atención cambia de sentido y se dirige al nuevo suceso. Es decir, que la percepción puede estar motivada por factores personales o internos (caso de la lectura) o por factores externos (caso de la explosión).
5.1 Factores personales o internos
Los factores personales son los que dependen de las características propias de cada individuo; los más importantes son:
· La atención voluntaria. Se denomina atención a la capacidad que poseen las personas de seleccionar intencionalmente determinados estímulos y procurar prescindir de los demás
· El interés. Se entiende por interés la inclinación vehemente del ánimo de una persona hacia determinados objetos, actividades, etc.
· Los estados de necesidad. Se califica como estado de necesidad la situación de carencia en que se encuentra un sujeto en un determinado momento: “quien tiene hambre con pan sueña”
· La afectividad. Se conoce como afectividad a las disposiciones sentimentales, bien positivas bien negativas, hacia algo o hacia alguien. Tanto la afectividad negativa como la positiva tienden a favorecer la percepción. Las personas se dan cuenta tanto de lo que aman como de lo que odian, tanto de lo que les produce alegría como de lo que les causa tristeza. La indiferencia afectiva, en cambio, lleva a los individuos a ignorar los objetos.
· Las aptitudes. Todo aquello que guarda relación con nuestras capacidades y actividades se suele percibir mejor
5.2 Factores externos
Los factores externos son aquellos que influyen en el sujeto desde el mundo exterior a él. Los más significativos son:
· El tamaño del objeto: en general, los objetos más grandes “atraen más la atención”
· El movimiento y las variaciones: los objetos móviles y los que varían de ritmo, intensidad o tonalidad se perciben mejor que los que permanecen estáticos o invariables
· El contraste: el cambio más o menos brusco de la situación o del entorno.
· La situación: en general, las cosas situadas en el centro de un determinado medio tienen a percibirse mucho antes y mejor que las colocadas en zonas laterales
· Otros factores externos que pueden influir en la percepción son la insistencia o reiteración, la complejidad, la novedad, etc.
5.3 La cultura, factor principal de la percepción humana
El equipo sensorial y las capacidades perceptivas naturales son prácticamente idénticos en todos los componentes de la especie humana. Pero el uso que se hace de ese material varía profundamente de unas culturas a otras.
Como han insistido numerosos sociólogos, y particularmente los seguidores de E. Durkheim, las distintas sociedades transmiten a sus individuos ciertas creencias y costumbres, y así, en lugar de percibir las cosas como son, las percibimos condicionados por “lo que todo el mundo piensa, dice y hace” en nuestra sociedad, es decir, en consonancia con lo que ésta nos ha enseñado.
En nuestra vida, en nuestra experiencia, el mundo humano precede al mundo animal, vegetal y mineral. Vemos todas las cosas, como a través de unos anteojos, mediatizados por la cultura y la mentalidad del grupo social en el que nacemos: las personas que forman parte de mi comunidad me infunden sus ideas y sus creencias y yo percibo el mundo y las cosas a través de esas ideas recibidas.
De esta manera, mediante el aprendizaje social empezamos no solamente a pensar y a razonar, a estimar unos valores y a rechazar otros, a juzgar positivas unas normas y negativas otras, etc., sino también a percibir las distancias, los colores y las formas de las cosas; como ejemplo de esto veamos los que nos cuenta Ornstein en su libro La psicología de la conciencia:
Es casi seguro que gran parte de nuestra experiencia perceptiva es aprendida. Por ejemplo, los pigmeos del Congo habitan sobre todo en densos bosques y, por tanto, rara vez tienen la oportunidad de ver grandes distancias. En consecuencia, no desarrollan, como nosotros, una sólida idea de la continuidad de las medidas. Colin Turnbull, antropólogo que estudiaba a los pigmeos, llevó una vez a su guía pigmeo a una excursión por el bosque. Cuando estaban atravesando una vasta planicie, vieron un rebaño de búfalos a lo lejos.
El guía echó una mirada sobre la planicie donde estaba el rebaño de búfalos. Me preguntó que de qué tipo de insectos se trataba, y le dije que eran búfalos, tan grandes como el búfalo de los bosques que él conocía. Estalló en carcajadas y me respondió que no le contase tonterías … Entramos en el coche y descendimos hacia donde estaban pastando los animales. Observamos cómo se hacían cada vez más grandes, y, aunque era tan valiente como todos los pigmeos, cambió de sitio, sentándose cerca de mí, murmurando que se trataba de brujería … Cuando se dio cuenta de que eran búfalos reales, se le pasó el miedo, pero lo que le intrigaba era cómo habían sido tan pequeños y se habían vuelto de repente más grandes o si había sido una especie de truco.
Las personas de diferentes culturas pueden no verse confundidas por los mismos efectos ópticos que nosotros, porque no comparten los mismos esquemas mentales. Por ejemplo, muchas de las ilusiones más famosas desarrolladas por nuestros psicólogos dependen en gran medida de que vivamos en un mundo en el que predominan los ángulos rectos y las líneas rectas
5.4 La percepción científica
Los ojos nos muestran objetos, el oído percibe sonidos, el olfato olores, etc.; pero estas percepciones aparecen condicionadas, modificadas o perturbadas por las características y las situaciones subjetivas de cada individuo perceptor: unas personas ven más y otras menos, unos ven de una manera y otros de otra, éstos perciben unas cosas y aquellos otras, etc. No obstante, la ciencia pretende superar las percepciones y las concepciones subjetivas y proporcionarnos una visión objetiva y exacta de la realidad, es decir, una visión válida para todas las personas independientemente de sus situaciones y condiciones particulares.
Así pues, frente a la percepción natural, espontánea o vital, siempre subjetiva y particular, la percepción científica trata de corregir o evitar las apreciaciones subjetivas y establecer unos patrones objetivos de conocimiento, es decir, el científico intenta explicar cómo son los objetos con independencia de los ojos que los ven y de las inteligencias que los comprenden o, lo que es lo mismo, cómo hay que percibirlos y comprenderlos para que la percepción sea fidedigna.
6. Distintas clases de percepciones
Las diversas percepciones dependen en gran medida de nuestros órganos de los sentidos; por tanto, en principio, parece que habrá tantas clases de percepciones como distintos órganos sensibles. Pero, a veces, un mismo sentido puede originar sensaciones diferentes o, lo que es mucho más frecuente, a la inversa, dos o más sentidos pueden contribuir a elaborar una misma percepción. Como percepciones más importantes podemos señalar las siguientes:
1. Percepciones visuales: el órgano de la vista es el ojo, en el cual se encuentran la retina, el iris, el cristalino y la córnea. La retina es la parte fundamental del ojo, está compuesta de determinadas terminaciones nerviosas sensibles a la luz y en ella tiene lugar la transformación de las radiaciones luminosas en impresiones nerviosas que, mediante el nervio óptico, son transmitidas al cerebro. Los excitantes propios de la vista son los estímulos luminosos. Ahora bien, además de los colores, el sentido de la vista nos proporciona una rica variedad de impresiones y percepciones de otros tipos, a saber: a) sobre el espacio, los objetos que en él se encuentran, sus distancias y su situación respecto a nosotros; b) sobre el movimiento; c) sobre las formas de los objetos; d) nos ayuda a reconocer la naturaleza y composición de las cosas, y con la ayuda de ciertos instrumentos nos permite una enorme capacidad para percibir objetos pequeños o distante.
2. Percepciones auditivas: la audición se encuentra en el órgano de Corti, en el interior del caracol o cóclea, perteneciente al oído interno. Podemos distinguir tres clases de estímulos: los sonidos, los ruidos y las voces. La capacidad auditiva del oído normal oscila entre 20.000 y 20 vibraciones por segundo.
3. Percepciones táctiles: la base fisiológica de las percepciones táctiles se halla formada por una compleja red de terminaciones nerviosas por todo el cuerpo, que permiten percibir ciertas características de los objetos que entran en contacto con la piel. Asociadas a las percepciones táctiles se encuentran las de presión y las de vibración:
· las percepciones de la presión: son originadas por el hundimiento de la piel y, mediante ellas, nos podemos informar de la elasticidad y del peso de las cosas, de su aspereza o de su dureza y su blandura
· las percepciones de las vibraciones: los estímulos apropiados de estas percepciones son las vibraciones producidas por algunos de los objetos con los que entramos en contacto. Así, a falta de percepciones auditivas, algunos sordomudos pueden recoger mediante el tacto determinadas vibraciones sonoras, y de este modo logran formarse una “idea” de ciertos sonidos e incluso gozar con la armonía musical
4. La percepción de dolor: la sensibilidad dolorosa se halla extendida por todo el cuerpo, así como por la mayoría de los órganos corporales y varía mucho de unas partes del organismo a otras
5. La percepción de temperatura: el órgano propio para percibir la temperatura se encuentra constituido por los numerosos puntos de calor y de frío existentes en la piel. Hay muchos más de los segundos que de los primeros. Del mismo modo que los puntos de calor pueden ser excitados también por temperaturas muy bajas, los de frío pueden serlo por temperaturas muy altas; surgen entonces las percepciones paradójicas de frío y de calor
6. Percepciones olfativas: el órgano del olfato está constituido por numerosas células nerviosas situadas en la parte alta de la cavidad nasal o cornete, dichas células se encuentran unidas al cerebro mediante el nervio olfativo
7. Percepciones gustativas: el órgano del gusto está constituido por las papilas gustativas situadas en la superficie, en la punta y en los bordes de la lengua. Sólo son perceptibles por el gusto las sustancias solubles en el agua
8. Percepciones cinestésicas: nos transmiten la posición, la orientación, el equilibrio y el movimiento o actividad de los músculos. Los órganos cinestésicos se encuentran en el oído interno, en el laberinto, y se componen de los conductos semicirculares, y de dos sacos membranosos, el utrículo y el sáculo, en los que se encuentran los otolitos. Los conductos semicirculares son tres tubos membranosos dispuestos entre sí en ángulo recto en las tres direcciones del espacio. Sirven para mantener el equilibrio del cuerpo cuando éste se encuentra en movimiento. Los otolitos son una especie de huesecillos o cristales que flotando sobre un lecho elástico estimulan distintas células nerviosas y, de esta manera, nos informan sobre nuestra posición.
9. Percepciones orgánicas: guardan una profunda relación con la satisfacción de nuestras necesidades vitales, nos avisan de las insuficiencias corporales y se manifiestan tanto más intensamente cuanto mayores son nuestras carencias
7. Ilusiones y alucinaciones
Nuestras facultades cognoscitivas suelen proporcionarnos un adecuado conocimiento de las realidades que nos rodean. Lo normal es que nuestras percepciones sean correctas, es decir, que nos comuniquen con relativa exactitud la realidad, los contenidos y las relaciones del mundo objetivo; pero, a veces, nuestras condiciones subjetivas prevalecen y nos conducen a errores.
A este respecto, podemos distinguir dos tipos de errores perceptivos: las ilusiones y las alucinaciones.
7.1 Ilusiones
Suelen estar motivadas por situaciones o estados afectivos, sentimentales o emotivos; así tendemos a ver sólo perfecciones en las personas amadas o a disculpar más fácilmente las faltas y errores de nuestros amigos que las de nuestros rivales. Podemos, pues, afirmar que la ilusión consiste en un conocimiento deficiente de un objeto presente debido a una interpretación errónea de las impresiones sensibles. Desde el punto de vista de su causa u origen podemos distinguir tres clases de ilusiones diferentes:
· Ilusiones físicas: son aquellas ilusiones que obedecen a interferencias o perturbaciones existentes en el medio físico o cambios en el mismo; por ejemplo, vemos quebrado el palo sumergido en el agua
· Ilusiones fisiológicas: se deben a ciertas perturbaciones, defectos o adaptaciones incorrectas de los órganos de los sentidos o del sistema nervioso; por ejemplo, los amputados creen sentir dolor en los miembros que les faltan
· Ilusiones psicológicas: pueden deberse a un defecto de atención, a una deficiente síntesis perceptiva, a ciertas simplificaciones o adaptaciones incorrectas de nuestros procesos cognoscitivos o a ciertos prejuicios mentales. Entre las más importantes están:
· Ilusiones de reconocimiento: “falso reconocimiento”, “ilusión de lo ya visto”
· Ilusiones de recuerdo: ilusiones en las que identificamos como propios ciertos acontecimientos y determinadas circunstancias ajenas
· Ilusiones óptico-geométricas: adaptaciones o simplificaciones de nuestras actividades perceptivas.
7.2 Alucinaciones
En las ilusiones, el objeto externo es interpretado erróneamente; en las alucinaciones, en cambio, falta el objeto o se producen percepciones que no guardan ninguna relación con los objetos presentes. Generalmente se presentan en sujetos con alteraciones de tipo paranoico o esquizofrénico, en los estados extremos de hambre y sed o en las intoxicaciones por drogas y alcohol.
Son percepciones que se imponen a la conciencia en ausencia total de estímulos. Podemos distinguir entre elementales y complejas. Las elementales comprenden impresiones vagas, indefinidas y de escaso carácter objetivo: resplandores, zumbidos, etc.; las complejas consisten en falsas percepciones de objetos, animales o personas.
8. La memoria
Se podría definir la memoria como un proceso gracias al cual somos capaces de recuperar la información que previamente hemos almacenado registrado en nuestro cerebro. Este proceso consta de tres operaciones básicas: la codificación, el almacenamiento y la recuperación dela información.
El primer paso necesario para registrar una información es la codificación: estamos obligados a seleccionar y modificar la información sensorial hasta hacerla reconocible y manipulable por nuestra memoria. Para ello solemos valernos principalmente de códigos verbales y códigos visuales.
Pero esta codificación nunca es neutra, sobre todo en lo que afecta a nuestras vivencias y a los sucesos que conllevan alguna carga emocional. De entre todos los datos que recibimos, seleccionamos los que nos interesan y los interpretamos de acuerdo con nuestras propias ideas sobre el mundo. Por eso puede decirse que “construimos” o “personalizamos” nuestros propios recuerdos, en lugar de registrarlos de forma automática. La memoria, lejos de parecerse a un simple almacén pasivo de información, es un proceso activo mediante el cual relacionamos los recuerdos con el significado que los acontecimientos tienen para nosotros.
La segunda etapa de este proceso es el almacenamiento o retención de la información con el fin de conservarla y recuperarla cuando sea necesario. Se trata de una fase esencial: dependiendo del lugar en el que guardemos los datos y del mayor o menor interés que hayamos puesto en ellos, recordaremos la información con mayor o menor dificultad. En algunos casos, la habremos perdido para siempre; en otros, permanecerá imborrable en nuestra memoria.
Y, en tercer lugar, la recuperación, que consiste en localizar y reactualizar la información almacenada. La recuperación significa traer a la conciencia la información, hacerla consciente de nuevo. El problema suele consistir en encontrar el camino adecuado para llegar hasta ella, aunque si la información ha quedado bien organizada y guardada en el lugar correcto, nos será más fácil encontrarla.
8.1 Tipos de memoria
8.1.1 Memoria sensorial
Es de carácter casi automático: registra las sensaciones y permite explorar las características de la información que llega a nosotros. Esa memoria se mantiene durante un periodo muy breve (apenas un segundo). Posteriormente, pueden suceder dos cosas: o que se transfiera a la memoria a corto plazo o que desaparezca definitivamente.
El tipo de información que se almacena en esta memoria es muy elemental. En la actualidad se piensa que posee dos fases: una primera, que consiste en el registro del estímulo por los sentidos; y una segunda, donde se mantiene brevísimamente la huella dejada por el estímulo, permitiendo la intervención de la memoria a largo plazo para reconocer, por experiencias previas, los rasgos de ese estímulo.
El ejemplo tradicional al que se acude para ilustrar este tipo de memoria es la visión de un largometraje. Nosotros percibimos secuencias en movimiento, aunque en realidad la película está compuesta por fotografías fijas separadas por breves intervalos de oscuridad. La sensación de movimiento se obtiene gracias a que la memoria sensorial retiene la visión de cada imagen hasta la aparición de la siguiente.
8.1.2 Memoria a corto plazo
Parte de la información captada por la memoria sensorial pasa a un segundo sistema: la memoria a corto plazo. Aquí se produce ya una elaboración más compleja de los datos sensoriales, en la que intervienen diferentes estructuras cognitivas. Concretamente, la MCP procesa los datos que se utilizan conscientemente para responder a los problemas de nuestro presente inmediato.
La relación que se establece entre este tipo de memoria y la de largo plazo es bidireccional: parte de la información elaborada por la MCP pasa a la MLP para ser almacenada allí con carácter indefinido; a la vez, cuando necesitamos recuperar información del pasado, ésta se transvasa en el sentido inverso. De esa forma, podemos utilizar los recuerdos y los aprendizajes en nuestro presente inmediato.
Dos características definen básicamente a la MCP: la limitación de su capacidad de almacenamiento y la brevedad de su retención. La capacidad máxima de recuerdo inmediato se calcula estadísticamente en 7 unidades de información no significativas (letras o números que no posean sentido para nosotros), con una variación media de más menos 2. El período máximo de retención de este tipo de memoria oscila entre 15 y 30 segundos.
8.1.3 Memoria a largo plazo
En ella se guardan las percepciones, los sentimientos y las acciones del pasado. Su capacidad de almacenamiento es prácticamente ilimitada. Sin embargo, no siempre esa información almacenada es accesible; a veces, no somos capaces de recordar, pero eso no significa que dicha información se haya borrado, sino que no puede actualizarse a causa de algunas inhibiciones o porque no se han ejecutado correctamente las claves para su recuperación.
La información se transvasa desde la MCP hasta la MLP (y viceversa), donde se procede a su estructuración y almacenamiento definitivo. Ésta es la función esencial de la MLP, puesto que cuanto mejor y más estructurada se encuentre la información, más fácil será su recuperación consciente. Los neuropsicólogos no conocen todavía cómo se recupera exactamente la información de la MLP, aunque sí saben que su actualización depende de cómo haya sido codificada y de que las claves que utilicemos para el recuerdo coincidan con las propias claves en las que fue codificada.
Algunos especialistas han señalado que el funcionamiento de la MLP implica la existencia de dos partes diferenciadas. Según Tulving, la MLP se divide en:
1. Memoria episódica: está formada por los sucesos o episodios que nos han ocurrido (o que hemos imaginado); por lo tanto, se refiere siempre al recuerdo de hechos concretos. Esencialmente es una memoria descriptiva: recupera información espacio-temporal que se encuentra vinculada a los hechos episódicos y afectivos de nuestro pasado.
2. Memoria semántica: es la memoria abstracta. Su ámbito abarca el conocimiento racional del mundo y el lenguaje. Se organiza mediante pautas lógicas y conceptuales. Dicha memoria nos permite realizar inferencias, elaborar abstracciones, relacionar conceptos, conocer los significados de las palabras o las propias reglas gramaticales, etc.
8.1.4 Diferencias entre las memorias a corto y largo plazo
Las más importantes son:
1. Mientras que en la MLP no se conoce un límite preciso a la capacidad de almacenar información, en la MCP dicho límite se ha calculado estadísticamente en torno a siete unidades de información en un momento determinado.
2. La duración de la información es mucho más persistente en la MLP, ya que en la MCP apenas alcanza los 30 segundos como máximo.
3. La MCP mantiene la información consciente y activa, mientras que en la MLP se encuentra en estado latente. Para recuperarla debe existir una demanda del organismo, de tal manera que se active la MLP y se traslade a la MCP.
4. La MLP codifica esencialmente las propiedades semánticas de los estímulos, mediante la elaboración de códigos muy complejos. Por el contrario, la MCP suelo codificar propiedades acústicas y visuales.
5. Mientras que en la MCP la información permanece presente durante todo el tiempo, la MLP necesita de mecanismos y de técnicas entradas consciente o inconscientemente para poder recuperar la información almacenada en ella.
8.2 Recuperación de la información
La capacidad de almacenamiento no suele ser un problema para la memoria humana, pues nuestra MLP cuenta con espacio casi ilimitado; lo importante, sin embargo, es poder recuperar los datos que se necesitan en el momento adecuado.
En la memoria humana, la recuperación de los datos se apoya sobre todo en el contenido y, más concretamente, en las relaciones o conexiones de unos datos con otros: conseguimos acceder a los datos gracias a un fenómeno asociativo de la información, unos recuerdos nos llevan a otros, ayudándonos así a encontrar la ruta adecuada para llegar hasta el dato que buscamos. Desde este punto de vista, podemos decir que la memoria humana es una memoria semántica: almacenamos datos significativos conectados entre sí.
Por esta razón, la recuperación puede verse favorecida por la presencia de claves (estímulos relacionados de manera lógica o por asociación con la información que queremos recuperar). También el estado de ánimo influye a la hora de recuperar la información: recuperamos con más facilidad recuerdos agradables cuando estamos de buen humor y recuerdos tristes cuando estamos de mal humor.
Nuestro almacén de MLP ha de tener un funcionamiento organizado e integrado de alguna manera; de no ser así, nos resultaría imposible recuperar las informaciones que hemos almacenado. Muchos de nuestros procesos de recuperación de información se parecen a los mecanismos que empleamos en la resolución de problemas: en lugar de buscar mecánicamente en nuestra memoria, utilizamos procedimientos lógicos. Analizamos primero la respuesta que queremos encontrar, las probabilidades de que esté o no en nuestra memoria y las posibles conexiones o contextos que pueden llevarnos hasta ella. Una vez cerca del dato, registramos minuciosamente el contexto, verificamos, etc.
No obstante, a la hora de recordar la información no siempre usamos el mismo sistema. Podemos distinguir dos modalidades básicas en la recuperación de la información que hemos almacenado: el reconocimiento y el recuerdo. El reconocimiento es la conciencia de haber sido ya expuesto anteriormente al mismo estímulo. Es un tipo de memoria pasiva y que exige menos esfuerzo que el recuerdo. El recuerdo es la recuperación efectiva de una información almacenada en la memoria. Ésta es una operación activa, nos exige buscar, recuperar y cerciorarnos de que se trata, en efecto, de la información solicitada.
8.3 El olvido. Los trastornos de la memoria
El olvido es la incapacidad de recordar. Es, además, algo natural y esencial para que la memoria, y con ella la inteligencia, funcione correctamente. Si no fuéramos capaces de olvidar los detalles insignificantes e informaciones innecesarias de nuestras percepciones, no podríamos tampoco generalizar y construir conceptos que son, al fin y al cabo, abstracciones. Y, por otro lado, quedaríamos bloqueados por la sobrecarga de estímulos y de información.
Hay varias teorías que intentan explicar el porqué del olvido. Según unas, el olvido puede estar provocado por algún fallo que afecte a la codificación, el almacenamiento o la recuperación de la información. Para unos, la causa del olvido es el decaimiento o desvanecimiento de la información por falta de uso: ello implica que la huella física del recuerdo se va desvaneciendo o debilitando paulatinamente con el tiempo y, si no hay nada que lo impida, termina por desaparecer. El decaimiento supone una pérdida por fallo en el almacenamiento.
Otro mecanismo adicional que tiene influencia en el olvido es la interferencia, que tiene lugar cuando una información de la memoria bloquea a otra e impide que esta última sea recordada. Ya se trata de informaciones que hemos aprendido previamente o de informaciones que aprendemos con posterioridad, para la mayoría de los investigadores esta parece ser la clave del olvido.
8.3.1 Las amnesias
La amnesia es una anomalía temporal de la memoria que tiene lugar sin que concurran otras dificultades mentales. Consiste en la pérdida total o parcial de memoria con ocasión de un determinado acontecimiento y puede durar desde unos minutos a varios años. Suele estar provocada por una lesión, un accidente, problemas psicológicos, el uso de drogas, etc. Se suelen distinguir tres tipos de amnesia:
1. La amnesia retrógrada o traumática impide recordar los acontecimientos anteriores al accidente. Posteriormente suele haber una recuperación progresiva de esos recuerdos; primero llegarán los más antiguos y después los más cercanos al accidente.
2. La amnesia postraumática es un momento de confusión caracterizado por la dificultad para orientarse en el espacio y en el tiempo.
3. La amnesia retrógrada ocasiona la pérdida de recuerdos relativos a sucesos que han ocurrido después de sufrir un daño.
9. La forma básica de la actividad representativa humana: el concepto
“Concepto” es todo lo concebido por la mente. En un sentido amplio, equivale a “idea general” o “abstracta”. Según lo entiende la filosofía tradicional, es el resultado del proceso de abstracción, por el que el sujeto (que conoce) logra una representación mental del objeto (conocido) de un modo general y abstracto. Un concepto se distingue de una imagen en que ésta posee características concretas comunes con algún objeto determinado, mientras que el concepto sólo contiene características generales, esenciales y definitorias, obtenidas por abstracción. La imagen mental de una montaña contiene la forma de alguna montaña, mientras que el concepto sólo posee las características definitorias que se aplican necesariamente a cualquier montaña: “cumbres elevadas”, por ejemplo. No sólo son los conceptos resultado de un proceso cognoscitivo, sino que, además, según la interpretación tradicional, como representación mental que son, son necesarios para pensar las cosas, en el sentido que sólo el concepto pose la suficiente determinación que hace posible el reconocimiento y comprensión de lo percibido por los sentidos. Los conceptos sirven, según la larga tradición que empieza en Platón, para “reconocer” adecuadamente los objetos de la experiencia, de suerte que su relación con las cosas va en una doble dirección; en expresión de Kant: conceptos sin experiencias son vacíos, y experiencias sin conceptos son ciegas. En última instancia, los conceptos son los herederos y los representantes de las antiguas ideas platónicas o de las formas aristotélicas. Se discute acerca de su grado de realidad: el realismo conceptual les da cierta entidad independiente de la mente y de los objetos individuales, mientras que el nominalismo afirma que, al existir sólo objetos individuales, la generalidad del concepto no es más que mental. En la filosofía actual, sobre todo la de orientación analítica, los conceptos son el elemento conceptual que media entre el signo lingüístico y el significatum o cosa significada por el signo.
Los conceptos, entendidos como significados, se refieren a un mundo exterior, del que representan objetos (conceptos de nombres) y propiedades (conceptos de predicados o atributos). Los tipos principales de los conceptos de nombres se refieren a entidades singulares (Isabel), colectivas (España), generales (coche), universales (sustancia), concretas (la Cibeles) y abstractas (belleza). Los conceptos de propiedades se refieren a cualidades o relaciones. Unas (“filósofo”, en “Kant es filósofo) y otras (“más importante que” en “Sócrates es más importante que Anaxágoras”) pueden llamarse predicados de la oración, proposición o enunciado, y la tradición ha distinguido sobre todo a las primeras con el nombre de universales.
Desde el punto de vista de la lógica, a los conceptos en cuanto contenido conceptual de los términos, les competen las dos propiedades fundamentales de la extensión y comprensión. La explicación que da Frege de los conceptos aclara su naturaleza predicativa. Así como, en la realidad, lo que hay se divide en objeto o función, toda expresión del lenguaje o es un nombre (que designa o se refiere a un objeto) o es una expresión functorial (que designa o se refiere a una función). De modo que, en el enunciado “César conquistó las Galias”, “César” es el nombre de objeto y “conquistó las Galias” es la expresión functorial. El espacio vacío admite diversas variables: todos los nombres de objetos que hagan verdadero el enunciado. Por eso define Frege los conceptos como “una función, cuyo valor es siempre lo verdadero”.
Aunque por definición los conceptos son representaciones generales y abstractas, suelen dividirse de acuerdo con la clase de los objetos a que se refieren o designan. Así, hay conceptos concretos o abstractos, singulares o colectivos. En el ámbito científico los conceptos se dividen fundamentalmente en clasificatorios, comparativos y métricos. Los conceptos clasificatorios sirven para distribuir los objetos de un universo determinado según grupos, o clases, ordenados y sistemáticos. Esta ordenación sistemática recibe el nombre de clasificación. Para que una clasificación sea adecuada, debe cumplir con determinadas condiciones formales y materiales. Las condiciones formales de una clasificación adecuada exigen:
1. Que los grupos o clases sean disyuntos (los elementos de un grupo no pertenecen, también, a otro)
2. La suma de los conjuntos tenga igual extensión que el universo que clasifican, de modo que no quede ningún elemento sin grupo o clase asignada.
3. Y que ningún grupo o clase sea un conjunto vacío.
Por extensión de un dominio se entiende el conjunto de elementos que contiene. Los conceptos clasificatorios se basan en una relación de equivalencia entre todos los elementos que pertenecen a un universo. Cada elemento es clasificable porque, por el hecho de compartir alguna propiedad común con otros, pertenece junto con ellos a una misma clase de equivalencia con relación a dicha propiedad. Las condiciones materiales de una clasificación adecuada exigen que el criterio con que se dividen las clases, o se establece la clasificación, sea pertinente e interesante con miras a posibles leyes científicas que pueden enunciarse sobre el tema en cuestión; esto es, que sea teóricamente fecundo. Los conceptos comparativos establecen el “más” y el “menos” entre grupos o clases, con relación a la propiedad que comparten; los grupos o clases se determinan según el grado de la propiedad que se comparte. Son especialmente útiles en aquellas ciencias que no han desarrollado todavía conceptos métricos. Los conceptos métricos o cuantitativos son los conceptos científicos por excelencia; todas las ciencias tienden a ellos y son la expresión matemática de sus resultados. Son, en el fondo, conceptos comparativos que pueden clasificarse por el grado o la cantidad de la propiedad que se comparte con la suficiente precisión; o bien, aquellos que utilizan valores numéricos para indicar la cantidad o la magnitud que poseen de una determinada propiedad.
Algunos psicólogos han aplicado las teorías del condicionamiento operante a la formación del concepto. Los teóricos del condicionamiento sugieren que los conceptos se aprenden gradualmente debido a encuentros repetidos con ejemplos del concepto. Y se centran en tres aspectos de estos encuentros.
1. Algunas respuestas identifican los conceptos (un cuadrado: figura plana de cuatro lados)
2. Todos los ejemplos positivos de un concepto tienen elementos comunes (todos los cuadrados tienen cuatro lados iguales)
3. Las respuestas a los ejemplos positivos se refuerzan, pero las respuestas a los casos negativos no lo hacen. Es decir, la respuesta a “cuadrado” se refuerza cuando se usa correctamente para identificar a cuadrados reales y no se refuerza cuando se usa incorrectamente para identificar a otras figuras.
Otros psicólogos han propuesto una alternativa a las teorías sobre el condicionamiento: la teoría del aprendizaje cognitivo. Se centran en las estrategias mentales que las personas utilizamos para formar conceptos. Cuando encontramos los ejemplos de un concepto, formamos una hipótesis más plausible acerca de lo que podría ser este concepto. En sucesivos encuentros pondremos a prueba esta hipótesis y formaremos una nueva si es incorrecta.
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