INTRODUCCIÓN (HASTA 1945)
El proyecto de formar una unidad política con todos los estados del continente europeo es antigua. Subyace en la mente de los emperadores medievales, el formar una unidad política de la cristiandad, hasta Carlos V. Napoleón tuvo también la intención de reunir en un solo espacio político toda Europa. Pero estos proyectos partían de la supremacía de unas naciones sobre otras. En el siglo XX surge esta idea desde el consenso entre todos los europeos.
La Gran Guerra fue un hecho traumático para Europa, no solo por la destrucción que supone, sino por la pérdida de protagonismo internacional que hace pensar que los estados europeos están en decadencia frente a nuevas potencias emergentes. Así el período de entreguerras va a ser prolijo en iniciativas, siendo las dos más importantes la del conde Coudenhove-Kalergi, y la del ministro francés Briand, pero todo acabó con la crisis del 29.
Coudenhove-Kalergi era hijo de un diplomático austriaco, que al acabar la guerra desarrolló una iniciativa particular para lograr la unión de las naciones de Europa. Con su campaña quería atraerse a los hombres de su generación (la que había combatido en los campos de batalla), para acabar con los nacionalismos radicales y el bolchevismo. Se alejó de los proyectos mundiales al ver como se aplicaban los principios wilsonianos en los tratados de paz. Crea una institución APan-Europa@, escribe un libro con el mismo nombre y celebra varios congresos paneuropeos, a los que acuden los principales representantes de las elites políticas e intelectuales de toda Europa. Pretendía forma una federación de estados europeos que mantuvieran su soberanía en el interior pero dieran una sola cara en el exterior. Creía que solo con la unión era posible la supervivencia de Europa. Pierde protagonismo a partir de 1929 al hacer público Aristide Briand su propio proyecto.
Aristide Briand, ministro de exteriores de Francia entre 1925 y 1932, y varias veces Jefe de Gobierno, es un modelo del político europeo pacifista de los años veinte. Famoso por la consecución del Pacto Briand-Kellog, en el que se declara la guerra ilegal y Premio Nobel de la Paz. En la celebración del Décimo Aniversario de la Sociedad de Naciones en septiembre de 1929, pronunció un discurso donde proponía una federación europea. Elaboró un memorándum que fue enviado a los distintos países para su estudio. Las respuestas fueron descorazonadoras, pues nadie estaba dispuesto a perder su soberanía, aunque solo fuera en el campo económico inicialmente. Se creó una Comisión de Estudios de la Unión Europea en la Sociedad de Naciones, pero no se fue más allá. El giro hacia el nacionalismo en Alemania tras la crisis del 29, la total falta de interés de Gran Bretaña y la salida de Briand del gobierno francés acabaron con el proyecto.
DEL FINAL DE LA GUERRA AL TRATADO DE ROMA
La Segunda Guerra Mundial va a ser un hito fundamental en el proceso de unión, porque las devastaciones son tan graves que la única posible recuperación económica tiene que venir de fuera. La administración Truman ve el grave peligro que corre toda Europa, debido a su alto nivel de miseria, de caer bajo la influencia de la Unión Soviética. De esta forma en 1947 el congreso aprueba el Plan Marshall. Es una ayuda económica a todos los países europeos, con la condición de que se elaborase un plan conjunto para la distribución de los fondos. La Unión Soviética no lo aceptó y obligó a retirarse a sus satélites. Los países de Europa occidental se reunieron en la Organización Europea de Cooperación Económica (O.E.C.E.), creada en 1948. Se ocupará no solo de administrar los fondos norteamericanos, sino que tratará de aumentar el comercio entre los estados europeos.
El siguiente paso se dio en el campo político, al celebrarse en ese mismo año 1948 la Conferencia de La Haya, que reunió a varias organizaciones europeístas y puso las bases para crear en 1949 el Consejo de Europa. Fue un gran avance que, sin embargo, se convertirá en una vía muerta, al negarse los ingleses a suscribir la fundación de esta institución si es que iba a ir más allá de una mera cooperación internacional.
Será pues en el campo económico donde las realizaciones serán más importantes. En mayo de 1950, el ministro de asuntos exteriores francés, Robert Schuman, hace una declaración proponiendo la integración económica de carbón y del acero europeo, después de haber consultado al secretario de Estado norteamericano. Es el llamado Plan Schuman, aunque quien se esconde detrás es Jean Monnet. Recibirá una respuesta positiva del canciller de Alemania Federal Adenauer, y en abril de 1951 se firma el Tratado de París que crea la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (C.E.C.A.). En ella están junto con Francia y Alemania, Italia, Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo. Gran Bretaña excusa firmarlo alegando sus compromisos con la Commonwealth, aunque en realidad pretendía mantener su aislamiento secular. La C.E.C.A. cuenta con una Alta Autoridad formada por miembros de los distintos gobiernos, presidida inicialmente por Monnet, y que es responsable ante una Asamblea Parlamentaria, que se reúne en Estrasburgo. Sus miembros son elegidos por los distintos parlamentos nacionales. Además también se crea un Tribunal de Justicia.
El siguiente paso fue el intento de formar la Comunidad Europea de Defensa (C.E.D.). Para algunos gobiernos encerraba el peligro de encubrir el rearme alemán. Se precipitarán los trabajos proyectarse la formación de una Comunidad Política. Cuando por fin se elabora lo aprueban varios parlamentos nacionales hasta que en Francia es rechazado, y por tanto abandonado en 1954. El fracaso sufrido por el gobierno francés en esta propuesta hizo ver que había que avanzar mucho en el terreno económico, antes de intentar hacer ninguna propuesta sobre asuntos políticos o militares. Pese a ello las reuniones en torno a la CECA, irán acercando posturas en otros terrenos económicos, hasta que se de un paso decisivo en la integración de Europa, el Tratado de Roma.
TRATADO DE ROMA (1957)
El fracaso de la C.E.D. provocará la inquietud de algunos sectores europeístas. Por un lado están los que defienden el avance sectorial, con Jean Monnet, quien considera que es el momento de integrar un mercado de la energía atómica. Por otro, están quienes defienden que debe caminarse hacia una unión económica general, con el ministro de exteriores belga, Spaak, a la cabeza. Finalmente, un comité de estudios elabora un proyecto entre 1955 y 1956, proponiendo la creación de la Comunidad Económica Europea (C.E.E.) y del Mercado Común y de la Comunidad Europea de la Energía Atómica (Euratom). Los acontecimientos de Hungría y Suez en 1956, junto con el respaldo norteamericano al proyecto europeo, van a acelerar la elaboración de los dos nuevos tratados. El 25 de marzo de 1957 se firman los Tratados de Roma, que son dos, uno para el Mercado Común y otro para Euratom. De esta forma son ya tres las comunidades europeas.
El Tratado que instituía la CEE afirmaba en su preámbulo que los estados signatarios estaban “determinados a establecer los fundamentos de una unión sin fisuras más estrecha entre los países europeos”. Así quedaba claramente afirmado el objetivo político de integración progresiva entre los diversos países miembros. En la práctica, lo que se creó básicamente fue una unión aduanera. Por ello la CEE fue conocida popularmente como el “Mercado Común”. Se acordó un proceso transitorio de 12 años para el total desarme arancelario entre los países miembros. Ante el éxito económico que trajo la mayor fluidez de los intercambios comerciales, el plazo transitorio se acortó y el 1 de julio de 1968 se suprimieron todos los aranceles internos entre los estados comunitarias. Al mismo tiempo se adoptó un Arancel Aduanero Común para todos los productos procedentes de terceros países.
Este mercado común afectaba en realidad exclusivamente a la libre circulación de bienes. El libre movimiento de personas, capitales y servicios siguió sufriendo importantes limitaciones. En realidad, habrá que esperar al Acta Única de 1987 para que se diera el impulso definitivo que llevó a que en 1992 se estableciera un mercado unificado.
El otro elemento esencial de lo acordado en Roma fue la adopción de una Política Agrícola Común (P.A.C.). Esencialmente, la PAC establece la libertad de circulación de los productos agrícolas dentro de la CEE y la adopción de políticas fuertemente proteccionistas, que garantizaban a los agricultores europeos un nivel de ingresos suficiente al evitar la competencia de productos de terceros países y mediante la subvención a los precios agrícolas. Con el objetivo de financiar la PAC, se creó, en 1962, el Fondo Europeo de Orientación y Garantía Agraria (FEOGA). La PAC sigue absorbiendo la mayor parte del presupuesto comunitario y es uno de los aspectos más necesitados de reforma.
El Tratado de Roma también estableció la prohibición de monopolios, algunas políticas comunes en transportes, y la concesión de algunos privilegios comerciales a los territorios coloniales de los estados miembros. Significó el triunfo de lo que se han venido en llamar las tesis “funcionalistas”. Representadas esencialmente por Jean Monnet. Ante la imposibilidad de acceder de manera inmediata a una unión política, imposibilidad demostrada en el fracaso de la CED, la nueva estrategia busca un proceso de integración que vaya afectando poco a poco a diversos sectores económicos, de forma gradual, y que vaya creando instituciones supranacionales en las que los Estados paulatinamente vayan cediendo competencias económicas, administrativas y, en último caso, políticas. En este sentido, la CEE va a tener una serie de instituciones: la Comisión, el Consejo, la Asamblea Europea (posteriormente el Parlamento Europeo), el Tribunal de Justicia y el Comité Económico Social cuyas competencias se irán ampliando y matizando en los diversos acuerdos y tratados que fueron modificando en los años posteriores el Tratado de Roma.
Se trataba, en definitiva, de iniciar un proceso en el que la progresiva integración económica fuera allanando el camino al objetivo final de la unión política, unión que quedaba planteada como un objetivo a largo plazo.
El Tratado que instituyó la Comunidad Atómica Europea (EURATOM) es mucho menos importante y trataba de crear “las condiciones de desarrollo de una pujante industria nuclear”. En la realidad, cuando se habla del Tratado de Roma nos referimos en exclusiva, aunque de forma incorrecta, al que creó la CEE.
LA PRIMERA AMPLIACIÓN (1957-1973)
El principal problema político con el que arrancó la CEE fue el que un país de la importancia del Reino Unido se mantuviera al margen. Los británicos se negaron a ingresar por diversas razones. No estaban dispuestos a renunciar a los lazos existentes con los países de la Commonwealth, deseaban una zona de libre comercio en Europa pero dejando libertad a cada Estado para establecer sus aranceles exteriores y no deseaban de ningún modo entrar a formar parte de unas instituciones que a largo plazo aspiraban a lograr una unión política.
Para compensar la formación de la CEE, Gran Bretaña reunió a varios países de segunda fila (Suecia, Suiza, Noruega, Dinamarca, Austria y Portugal) y creó la Asociación Europea de Libre Comercio (European Free Tax Asociation, EFTA). Sin embargo, los británicos se dieron cuenta muy pronto de su error. Mientras la CEE va a protagonizar un crecimiento económico espectacular, con unas tasas de crecimiento en los años 60 claramente superiores a las norteamericanas, Gran Bretaña continuó con su tendencia decadente con respecto a los países del continente.
Así, en agosto de 1961, el primer ministro británico, solicitó el inicio de negociaciones para el ingreso del Reino Unido. Sin embargo, tras diversos intentos negociadores, el líder francés, Charles De Gaulle, resuelto a construir lo que él denominó una “Europa de las patrias” que fuera independiente de las dos superpotencias enfrentadas en la “guerra fría”, y receloso de la estrecha vinculación británica a Washington, vetó en 1963 el ingreso británico en la CEE. Cuando, en 1967, el gobierno laborista de Harold Wilson volvió a solicitar el ingreso en la CEE, el general francés volvió a vetar la adhesión del Reino Unido.
De Gaulle, pese a defender una Europa fuerte ante EE.UU. y la U.R.S.S., nunca creyó en una Europa unida políticamente. Para él, la independencia nacional francesa, país al que intentó denodadamente mantener en el papel de potencia, era una cuestión innegociable. Fruto de este nacionalismo de De Gaulle fue la denominada “crisis de la silla vacía” en 1966, que mantuvo durante meses a la Comunidad paralizada, y que finalmente finalizó con el denominado Compromiso de Luxemburgo.
Hubo que esperar a la dimisión de De Gaulle en 1969, dimisión provocada por razones de política interna un año después del “Mayo del 68” francés, para que se abriera la puerta para la adhesión británica. Venciendo la oposición de partes importantes de la opinión pública británica, contrarias a la adhesión a la CEE y claramente “antieuropeas”, finalmente las negociaciones terminaron con éxito en 1972.
En 1973, tres nuevos países ingresaron en la CEE: el Reino Unido, Dinamarca e Irlanda. Nacía la “Europa de los Nueve”. Los noruegos votaron en contra del ingreso y su país, en contra de la opinión su propio gobierno, se mantuvo al margen de la Comunidad.
SEGUNDA Y TERCERA AMPLIACIÓN (1973-1986)
La “crisis del petróleo” de 1973 puso fin al período de espectacular crecimiento económico del que habían disfrutado durante largos años los países europeos. El desempleo, la inflación, la crisis de sectores tradicionales de la industria caracterizaron el panorama económico de la CEE en la segunda mitad de los años setenta y los inicios de los ochenta. Pese a que, en algún momento, los periodistas acuñaron los términos de “euroescepticismo” y “euroesclerosis” para referirse a un proceso de integración que parecía desfallecer, la realidad es que durante estos años tuvieron lugar avances importantes, tanto en el sentido de una mayor integración, como en la ampliación de la Comunidad a nuevos miembros. Vamos a señalar los momentos clave:
– 1975. Quedó institucionalizado el denominado Consejo Europeo, reunión periódica de los Jefes de Estado y de Gobierno, donde se toman las grandes decisiones estratégicas de la Comunidad.
– 1979. A) Nace el Sistema Monetario Europeo, acompañado de la creación del ECU (European Currency Unit), antecedente directo del Euro. Las monedas de los países miembros quedaban ligadas en una estrecha banda de fluctuación de su valor de cambio del 2.5%, además, los gobiernos se comprometían a coordinar sus políticas monetarias. Se trataba del primer paso significativo hacia la unidad monetaria.
B) Primeras elecciones por sufragio universal al Parlamento Europeo.
– 1981. Ingreso de Grecia, Europa de los diez.
– 1985. Acuerdos de Schengen, entre los países del Benelux, Francia y Alemania, que permite la libre circulación de las personas y la supresión de las fronteras. Después se irán adhiriendo otros países.
– 1986. Ingreso de España y Portugal, Europa de los doce.
En 1984, un grupo de parlamentarios europeos, dirigidos por el italiano Altiero Spinelli presentó al Parlamento un “Proyecto de Tratado de la Unión Europea”, en el que se proponía la aprobación de un nuevo tratado que sustituyera al de Roma y que hubiera supuesto un importante avance en la integración europea. Pese a no ser aprobado por los gobiernos, tuvo el mérito de relanzar el debate sobre el futuro de la Comunidad, anticipando los avances que tendrían lugar en los años noventa. En la segunda mitad de los ochenta, el proceso de integración va a recibir un importante impulso político, propiciado en gran medida por Jacques Delors. Socialista francés, fue elegido presidente de la Comisión Europea en 1985. El primer paso lo constituía la aprobación en 1986 del Acta Única Europea.
ACTA ÚNICA EUROPEA (1986)
El Acta Única Europea, aprobada en 1986 y en vigor desde el 1 de enero de 1987, supuso la primera modificación de los tratados fundacionales de las Comunidades Europeas, es decir, los tratados de París (1951) y de Roma (1957), instituyendo la ceca el primero y la CEE y el EURATOM el segundo.
En el terreno institucional, consagra la existencia del Consejo Europeo, es decir, la reunión periódica de Jefes de Estado y de Gobierno, como el organismo donde tienen lugar las grandes negociaciones políticas entre los estados miembros y se toman las grandes decisiones estratégicas. El Parlamento Europeo vio también ligeramente reforzados sus poderes.
La principal medida quedaba recogida en el siguiente artículo: “la comunidad adoptará medidas encaminadas al progresivo establecimiento del mercado único durante un período que concluirá el 31 de Diciembre de 1992… [lo que significará] un área sin fronteras en el que el libre movimiento de bienes, personas, servicios y capital está asegurado”. Esta ambiciosa aspiración, concretada en 282 medidas concretas, fue ampliamente alcanzada en el plazo previsto. El mercado común se hacía una completa realidad.
Se arbitraron medidas para coordinar la política monetaria de los estados miembros, preparándose el camino hacia el objetivo de la Unión económica y monetaria. Por último, el Acta Única aprobó diversas iniciativas para promover una integración en el terreno de los derechos sociales (salud y seguridad de los trabajadores), la investigación y tecnología, y el medio ambiente. Para conseguir el objetivo de una mayor cohesión económica y social entre los diversos países y regiones de la Comunidad se acordó la reforma y el apoyo financiero a los denominados Fondos estructurales: Fondo Europeo de Orientación y Garantía Agraria (FEOGA), Fondo Social Europeo (FSE) y del Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).
HACIA EL TRATADO DE LA UNIÓN EUROPEA (1986-1992)
El Acta Única Europea supuso un importante impulso en el proceso de integración. El protagonista había sido el presidente de la Comisión Jacques Delors. No solo promovió la Unión económica y monetaria, como elemento clave en el proceso de integración, sino que, para equilibrar los avances de la unidad comercial que beneficiaban directamente a los empresarios, propuso la aprobación de una Carta Social que garantizara unos niveles mínimos sociales a todos los trabajadores europeos.
Toda la política de Delors resultaba totalmente contraria a las posturas de la “premier” británica Margaret Thatcher. La líder conservadora británica había protagonizado, junto al Presidente norteamericano Ronald Reagan, lo que se ha denominado la “revolución neoliberal”: menor intervención del estado en la economía y en la protección social, desregulación de los sectores económicos, disminución del poder de los sindicatos, reducción de impuestos… Además, ya desde la primera mitad de los ochenta, la “Dama de Hierro” había destacado por su política contraria a los avances en la integración europea y a la creación de un poder europeo, batallando por conseguir reducir la aportación británica al presupuesto comunitario.
El político francés, Delors, tuvo la ventaja de poder observar uno de los fenómenos históricos clave del siglo XX: el derrumbamiento de los sistemas comunistas en los países de Europa central y oriental, cuyo símbolo fue la caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989, y la crisis de la Unión Soviética que culminaría con la caída del régimen comunista y la desintegración del propio Estado en 1991. Ese mismo año la ruptura de Yugoslavia trajo de nuevo la guerra al viejo continente, tras un período de paz que se había prolongado desde 1945.
La primera consecuencia que trajo para Europa fue la reunificación de Alemania en octubre de 1990. La República Federal Alemana, con 80 millones de habitantes y el 30% del PNB de la CEE, se convertía en una potencia que superaba ya claramente a Francia y a Gran Bretaña en poderío económico. El presidente francés, François Mitterand, receloso ante una posible vuelta a una política hegemónica de Alemania en Europa, decidió apoyar un nuevo impulso al proceso de integración europeo como medio para “anclar” a Alemania en Europa. El canciller alemán, Helmut Kohl, hizo lo propio para vencer la desconfianza con que se veía en París y Londres a la Alemania reunificada. El impulso hacia una mayor integración europea fue el único modo de que Alemania empezara a proyectar su peso político en el escenario internacional sin suscitar temor y hostilidad.
El “vacío de poder” que se creó en la Europa central y oriental con la caída del comunismo y el derrumbamiento de la URSS, hizo que la CEE se erigiera como una organización que garantizaba estabilidad en medio de una Europa convulsa. De hecho, las nuevas democracias surgidas de la caída del comunismo se precipitaron a iniciar negociaciones para la adhesión a la Comunidad.
Un último elemento que debemos tener en cuenta es la inestabilidad financiera y monetaria que caracterizó el período. El “crash” bursátil de 1987 que afectó a las principales bolsas mundiales y los problemas del Sistema Monetario Europeo que terminaron por estallar en 1992 (la libra esterlina y la lira italiana tuvieron que salir del SME, y la peseta y el escudo portugués se vieron forzados a la devaluación) fueron también factores que intervinieron para impulsar a los líderes políticos europeos a dar un paso decisivo en la marcha hacia la unidad europea.
Todos estos factores confluyeron para dar el gran paso adelante que supuso el Tratado de la Unión Europea. En 1989, a instancias de Delors, se convocó una Conferencia Intergubernamental (CIG) para tratar la adopción definitiva de la Unión monetaria y económica. En 1990, se convocó otra CIG para estudiar la constitución de una Unión política. El papel del denominado eje franco‑alemán fue de nuevo clave. En un mensaje conjunto, Helmut Kohl y François Mitterand, afirmaron lo siguiente en 1990:
“…juzgamos necesario acelerar la construcción política de la Europa de los Doce. Pensamos que es el momento de transformar el conjunto de las relaciones entre los Estados miembros en una Unión Europea y dotarla de los medios de acción necesarios”.
Tras casi tres años de debates, en muchos casos circunscritos a las altas esferas políticas y sin la transparencia que la opinión pública europea demandaba, finalmente el Consejo Europeo celebrado en Maastricht el 9‑10 de diciembre de 1991, aprobaba el Tratado de la Unión Europea, popularmente conocido como “Tratado de Maastricht”. El Tratado fue firmado y entró en vigor el 7 de febrero de 1992.
TRATADO DE MAASTRICHT (1992)
El Tratado de la Unión Europea (T.U.E.), conocido también como “Tratado de Maastricht” por haber sido firmado en esa localidad holandesa, constituye una piedra angular en el proceso de integración europeo, ya que por primera vez se sobrepasaba el objetivo económico inicial de la Comunidad (construir un mercado común) y se le daba una vocación de unidad política. Consagra oficialmente el nombre de “Unión Europea” que en adelante sustituirá al de Comunidad Europea.
El Tratado va a tener una estructura basada en “tres pilares”. La metáfora utilizada es la de que el TUE tiene la forma de un “templo griego”, que se sustentaría en tres pilares:
– Pilar comunitario. Todo lo referido a los tratados de París, Roma y Acta Única Europea.
– Política Exterior y Seguridad Común (P.E.S.C.).
– Justicia y Asuntos de Interior (J.A.I.)
Las diferencias están en que en los asuntos del Apilar comunitario@ las decisiones se toman desde la Comisión, Parlamento Europeo y Tribunal de Justicia, en función de la mayoría. Mientras que en los otros dos pilares se basan en la cooperación entre los gobiernos y en el consenso.
En el pilar comunitario se dan varios grandes avances, como el reconocimiento de la Ciudadanía Europea, y la Unión Económica y Monetaria (U.E.M.). Para este último punto se elaboró un plan en tres fases:
1.- Iniciada en 1990, concluiría en 31 de diciembre de 1993 y su objetivo sería la plena liberalización de la circulación de capitales.
2.- De 1 de enero de 1994 a 1 de enero de 1999. Los países miembros debían de coordinar sus políticas económicas para conseguir unos objetivos, fijados cuantitativamente y conocidos como criterios de convergencia, de reducción de la inflación, de los tipos de interés y de las fluctuaciones del cambio entre las monedas europeas, y de control del déficit y deuda publica. Los países que alcanzaran esos objetivos podrían pasar a la tercera fase. En el Consejo Europeo reunido en diciembre de 1995 en Madrid, se dio nombre definitivo a la nueva moneda única europea: EURO.
3.- A partir del 1 de enero de 1999. Creación de la moneda única, el Euro, fijación irreversible de su equivalencia con las monedas que participarán, y establecimiento de un Banco Central Europeo (B.C.E.). Los países que accedieron en 1999 a lo que se ha denominado “zona euro” fueron once: España, Portugal, Italia, Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo, Francia, Alemania, Austria, Irlanda y Finlandia. Cuatro países: Grecia, Reino Unido, Dinamarca y Suecia, quedaron inicialmente fuera del Euro. Grecia se incorporó más tarde.
El Tratado de la Unión consagra la búsqueda de la cohesión económico‑social de las diversas regiones y países comunitarios como uno de los objetivos de la Unión. Para conseguirlo, se regula el denominado Fondo de Cohesión que proporcionaría una ayuda financiera “en los sectores del medio ambiente y de las redes europeas en materia de infraestructuras del transporte”. Este fondo iba destinado a los estados miembros de la Unión que tuvieran un PNB per cápita inferior al 90% de la media europea y que llevaron a cabo “políticas de convergencia”, es decir, de control de la inflación, tipos de interés, déficit y deuda pública. Estos países: España (el más beneficiado en términos absolutos), Grecia, Portugal e Irlanda (que ha dejado de recibirlos tras superar su PNB per cápita el límite marcado), pasaron a ser conocidos como “países de la cohesión”. En 1994, nacieron oficialmente los Fondos de Cohesión como una transferencia de recursos financieros entre los países prósperos y los menos prósperos.
El TUE también ha comportado un sensible avance en las competencias comunitarias en terrenos como la política económica y monetaria, la política industrial, las redes transeuropeas y la política de transportes, las políticas educativas, la protección a los consumidores, la investigación y el desarrollo tecnológico, la cooperación, y el medio ambiente. La PAC, uno de los grandes temas pendientes de reforma, sigue absorbiendo ella sola más de la mitad del presupuesto comunitario.
El TUE aborda el tema de la educación general y de la formación profesional. Los estados miembros tienen responsabilidad exclusiva en los planes de estudios en la organización del sistema educativo. La tarea de la Comunidad se limita a promover la cooperación entre los estados en educación, apoyando y complementando las medidas adoptadas por cada país. La Unión Europea ha puesto en marcha diversos programas para fomentar esta cooperación, facilitando los contactos y el trabajo conjunto de alumnos y profesores europeos. El Programa Sócrates se centra en la educación no universitaria, el Leonardo da Vinci en la formación profesional, y el Erasmus en la educación superior.
En lo referente a las instituciones, el TUE introduce importantes novedades: el Parlamento aumenta sus poderes, el Consejo de Ministros pasa a denominarse Consejo de la Unión Europea, la Comisión recibe el nombre oficial de “Comisión de las Comunidades Europeas”, el Tribunal de Justicia, el Tribunal de Cuentas y el Comité Económico y Social refuerzan sus competencias, se crea el Comité de las Regiones, de carácter consultivo, y se prevé la creación del Banco Central Europeo, al iniciarse la tercera fase de la unión económica y monetaria.
Como segundo pilar, basado en la cooperación entre los gobiernos, se estableció una Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) que permita emprender acciones comunes en materia de política exterior. El Consejo Europeo, donde se deben adoptar las decisiones por unanimidad, es el que define los principios y orientaciones generales de la PESC. En una declaración aneja al Tratado, los Estados miembros de la Unión Europea Occidental (UEO) reafirmaron el objetivo de, construyendo esta organización por etapas, atribuirle, a largo plazo, el papel de convertirse en el componente defensivo de la Unión.
La cruda realidad, en la forma del conflicto de la ex‑Yugoslavia (Croacia, Bosnia, Kosovo) ha mostrado que la construcción de una política exterior y de defensa común en la UE es un objetivo a largo plazo. Los EE.UU. y la OTAN siguen siendo los grandes actores en este terreno, y los estados europeos tienen una voluntad política y una capacidad de maniobra aún muy débiles para llevar a cabo su propia política.
El tercer pilar basado en la cooperación intergubernamental del TUE se basa en la
Justicia y los Asuntos de Interior (JAI). Asuntos de interés común para todos los estados miembros como terrorismo, inmigración clandestina, política de asilo, tráfico de drogas, la delincuencia internacional, las aduanas y la cooperación judicial. La creación de la Europol, germen de una futura policía europea, es una de las novedades más destacadas en este ámbito. Hay que señalar también en este terreno que en 1990 se firmó la denominada Convenio de Schengen, que desarrolla el Acuerdo de Schengen para construir una Europa comunitaria sin fronteras.
DEL TRATADO DE MAASTRICHT A LA CONSTITUCIÓN EUROPEA (1993-2004)
En diciembre de 1994, concluía el mandato de Jacques Delors como presidente de la Comisión. Su sustituto fue el ex‑primer ministro luxemburgués, Jacques Santer. Pese a las dificultades por las que pasaba la Unión y la vertiginosa transformación del mundo en aquellos años, las candidaturas al ingreso en la Comunidad continuaron presentándose en Bruselas: Austria en 1989, Malta y Chipre en 1991, Finlandia, Noruega y Suiza en 1992, aunque esta última retiró su candidatura meses después tras un referéndum en el país helvético.
Las negociaciones con Austria, Suecia, Finlandia y Noruega se iniciaron en 1993, y fueron sencillas gracias al alto nivel de desarrollo económico de estos países. La ratificación de los Tratados se fue realizando en los cuatro países en 1994 y los ciudadanos de cada país fueron votando afirmativamente a la adhesión con la excepción de Noruega. Aquí, el NO a la Unión Europea triunfó con el 52.2% de los votos. Por segunda vez, el pueblo noruego se negaba a ingresar en la Comunidad. El 1 de enero de 1995 se producía la cuarta ampliación de la Comunidad con la entrada de Austria, Finlandia y Suecia. Nacía la “Europa de los Quince”.
Tras seis meses de estudios de un “comité de sabios”, dirigidos por el representante español Carlos Westendorp, en el Consejo de Turín, a inicios de 1996, se inició una Conferencia Intergubernamental (C.I.G.) cuya principal finalidad fue la elaboración de un nuevo tratado, que reformara el Tratado de Maastricht. Los objetivos se centraban en desarrollar la Europa de los ciudadanos, fomentar el papel de la Unión Europea en la política internacional, reformar las instituciones y abordar la perspectiva de una nueva ampliación a los países aspirantes de Europa central y oriental. Tras una larga y compleja negociación, se llegó finalmente a un consenso y el día 17 de junio de 1997se firmaba el Tratado de Ámsterdam, que entró en vigor en 1999. Aunque este tratado no tiene una gran trascendencia, pues pronto fue superado por el de Niza, tiene especial relevancia para España. En él se reconoce a Canarias como región ultraperiférica, lo que permite un régimen económico y fiscal especial por sus particularidades diferenciadoras. Supone la incorporación del Acuerdo de Schengen al Tratado, con lo que la eliminación de fronteras se hace extensiva a toda la Unión.
Para completar aquellos aspectos dejados por el Tratado de Ámsterdam sin concretar, sobre todo lo referente al reparto de poder en una Europa ampliada a veinticinco estados, se firmó el Tratado de Niza el 26 de febrero de 2001. Las materias que debían ser aprobadas por unanimidad fueron reducidas drásticamente, a favor del sistema de minorías de bloqueo. En este sistema nuevo de minorías de bloqueo entraba en juego el número de votos asignado a cada país y el porcentaje de población que representa. De esta forma, aunque Alemania, Francia, Reino Unido e Italia seguían teniendo el mismo número de votos en el Consejo, el mayor peso demográfico alemán le daba más importancia a su voto. Además, Alemania consiguió tener un número mayor de eurodiputados que las otras tres naciones grandes. De esta forma los mayores beneficiados con este nuevo sistema de votación fueron Alemania, que por primera vez en la historia de U.E. adquiría mayor poder que Francia, así como España y Polonia, que acercaban su número de votos al que tenían los cinco grandes. Para la Comisión se limita a uno los miembros de cada Estado miembro, perdiendo los cinco grandes el segundo que tenían, de tal forma que tras la ampliación estará formada por veinticinco comisarios. En este último punto, no se llegó al sistema definitivo, que debía negociarse posteriormente.
El 1 de enero de 2002 empiezan a circular por doce de los quince países de la Unión (Reino Unido, Suecia y Dinamarca se excluyeron) el Euro, la moneda común de la Unión Europea. Tras un largo y complejo proceso, se hacía tangible el elemento más destacado de la Unión Económica y Monetaria. Previamente había empezado a funcionar el Banco Central Europeo (B.C.E.), institución responsable de la política monetaria en la zona Euro de la U.E. Esto suponía una importante cesión de soberanía por parte de los Estados miembros, que delegaban una herramienta tan útil en la economía como el establecimiento de los tipos de interés.
Ampliación al este (2004)
La ampliación que se realiza en el año 2004 es la mayor en cuanto al número de países (diez) y la población que se integra (75 millones). Sin embargo solo aumenta el PIB de la Unión en un 10%. Podemos dividir los países en dos grupos:
– Mediterráneos (Chipre, Malta y Eslovenia). Con unos niveles de renta similares a los de otros países mediterráneos de la Unión. En el caso de Chipre arrastra el problema político de la división de la isla en dos comunidades, la griega y la turca. Eslovenia procede de la antigua Yugoslavia, siendo la república más desarrollada de cuantas la integraban, y sin olvidar que Yugoslavia quedó fuera del control soviético. Malta es uno de los microestados europeos de una importancia geoestratégica fundamental.
– Antiguas repúblicas socialistas del este de Europa: Con una herencia de cuarenta años de socialismo y economía dirigida. Niveles de renta bajos, agricultura atrasada, industria obsoleta y niveles de paro por encima del 10%.
Un dato resume de forma clara la complejidad de esta ampliación. De los 25 países de la nueva Unión Europea, los nueve con PIB per capita más bajo corresponden a este grupo. Solo Chipre supera a Grecia y Portugal, los últimos de la Europa de los Quince.
Población | Territorio | PIB per cápita | |
Chipre | 750.000 | 9.250 | 11.490 |
Eslovaquia | 5.400.000 | 48.845 | 3.540 |
Eslovenia | 1.970.000 | 20.256 | 9.120 |
Estonia | 1.410.000 | 45.296 | 3.630 |
Hungría | 10.190.000 | 93.030 | 4.550 |
Letonia | 2.355.000 | 64.598 | 3.010 |
Lituania | 3.585.000 | 65.200 | 3.060 |
Malta | 380.000 | 320 | 9.140 |
Polonia | 38.610.000 | 312.683 | 4.080 |
Total | 64.650.000 | 659.478 |
Constitución Europea
Conscientes los mismos gobiernos europeos de las limitaciones del Tratado de Niza, acuerdan la reforma de los tratados de la Unión mediante un amplio debate abierto a la participación de ciudadanos y agentes sociales. Los atentados de Nueva York del 11 de septiembre de 2001 suponen la ruptura entre los países de la Unión respecto a la nueva política exterior de seguridad norteamericana. De nuevo la Política Exterior y de Seguridad Común, cuyo Alto Representante era entonces el español Javier Solana, se muestra inoperante. Sin embargo, la Declaración de Laeken de diciembre de ese año, sienta las bases para la redacción de una Constitución Europea.
Entre febrero de 2002 y julio de 2003 funciona la Convención Europea, con el expresidente francés Giscard D´Estaing al frente, junto con representantes del Parlamento Europeo, los Gobiernos, la Comisión y los Parlamentos nacionales de los quince países de U.E. y de los candidatos a la adhesión.
Los problemas fueron varios y el más importante el bloqueo español ante la pérdida de peso político dentro del Consejo que suponía la Constitución Europea con respecto al Tratado de Niza. A el bloqueo se sumó Polonia, por las mismas razones. Con el nuevo sistema España y Polonia quedaban en poder político muy por detrás de Francia, Italia y el Reino Unido, cuando en el Tratado de Niza los votos estaban muy próximos (29 para Francia, Italia y el Reino Unido, 27 para España y Polonia). Este bloqueo finalizó con el cambio de gobierno en España después de los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid. El 30 de octubre de 2004 se firmaba la Constitución. El proceso de ratificación, generará numerosos problemas, siendo el mayor de ellos el rechazo de Francia en referéndum.
BIBLIOGRAFÍA
MAMMARELLA, G., Historia de la Europa Contemporánea de 1945 hasta hoy, Barcelona, Ariel, 1996.
ZORGBIBE, Historia de las relaciones internacionales. Del sistema de Yalta hasta nuestros días, tomo dos, Madrid, Alianza, 1995.
http://www.europa.eu.int
http://clio.rediris.es/udidactica/actaunica.htm