Entró Mercedes. Natalia entró detrás.
– Buenos Días.
– ¿Conocías a Natalia?
Isabel miró el rostro pequeño, casi infantil.
– Pues creo que la he visto alguna vez en la calle, de lejos. Me parecía que era mayor.
– ¿Cómo estás?
– Bien, gracias, dijo ella, bajando los ojos.
Cogió el programa de las ferias y con una tijera de bordar le empezó a hacer dientes y adornos por todo el filo meticulosamente. Las briznas de papel de le caían en la falda.
– También es raro, ¿verdad?, que nunca nos hayamos conocido, con tantas veces como vengo a vuestra casa.
– ¿Ésta? – la señaló Mercedes con el pitorro de la cafetera -. No me extraña; si nosotras la conocemos de milagro. Esto es más salvaje…
Isabel se sonreía, sin quitarle ojo. Detallaba las cejas espesas, los grandes ojos castaños.
– Uy, por Dios, ¿no oyes lo que dicen? ¿A que no es para tanto?
– Me da igual. No me pongas café. Si ya he tomado.
– Bueno, pero estáte quieta con las tijeras, ¿qué estás haciendo? Lo pones todo perdido de papelines.
– Ah, mira, las tijeritas pequeñas – dijo Julia -. Las estuve buscando ayer. Luego me arreglas un poco las uñas, ¿eh Isabel?
– Sí, mujer, encantada. Pero tengo que llamar a mi madre. ¿Vas a ir al Casino a la noche?
– Creo yo que daremos una vuelta. ¿Tú que dices Julia?
– A mí me da igual. Total: siempre tan ful.
– Sí, es verdad, no sé qué pasa este año en el Casino. Y cuidado que la orquesta es buena, pero no sé.
– No, es que hay demasiadas niñas, y muchas de fuera. Pero sobre todo las nuevas, que vienen pegando, que no te dejan un chico.
Isabel, al decir esto, volvió a mirar a Natalia y le sonrió.
– Sí, vosotras, vosotras, las de quince años sois las peores.
Ella desvió la vista.
– A ésta la pondréis de largo
– No quiere.
– ¿Qué no quiere? Será que no quiere tu padre, más bien.
– No, soy yo, yo, la que no quiero –aclaró Natalia con voz de impaciencia.
– Hija, Tali, no hables así. Tampoco te han dicho nada. ¡Jesús! – Se enfadó Mercedes.
– Bueno, es que es pequeña. Tendrá catorce años.
– Qué va. Ya ha cumplido dieciséis. Ella que se descuide y verá. De trece años las ponen de largo ahora. Pero se ha emperrado en que no, y como diga que no… Fíjate, si ya le había traído papá la tela para el traje de noche y todo, aquella que trajo de Bilbao, ¿no te la enseñé a ti?
– Uy, mujer, pues, qué pena. ¿Es que no te hace ilusión?
– Tiempo tiene. Dejarla – dijo Julia, y Tali la miró con agradecimiento -, Tiempo de bailar y de aburrirse de bailar. Precisamente…
Natalia se quitaba uno por uno, a pequeños pellizcos, los pedacitos de la falda. Siempre que estaba ella hacían las mismas preguntas y contaban las mismas historias. Este ruido de cucharillas. Hoy cogería la bici y se iría lejos. Hoy iba a hacer muy bueno.
1.-Plano fonemático.
El texto que vamos a comentar, perteneciente al español actual desde el punto de vista de la correspondencia de grafías y fonemas normativa, presenta una serie de rasgos propios de la prosodemática del lenguaje oral.
Tras una primera lectura del texto, advertimos el diálogo de varias muchachas y la intervención de un narrador. Identificaremos a aquéllas y a éste de modo separado.
El narrador interviene en contadas ocasiones. Su curva de entonación es enunciativa: como veremos, no trata de implicarse emotivamente en lo narrado: se limita a comentar lo que hacen los actantes en el diálogo: la longitud del grupo fónico subraya este carácter externo: Ella desvió la vista o Hoy cogería la bici y se iría lejos.
Por el contrario en los idiolectos, o modos de hablar personales, de las que intervienen, se da, en primer lugar una continua dislocación del grupo de intensidad, marcándose el tema y el rema de modo claro: las dialogantes tratan de mostrar su interioridad y su valoración: A mí me da igual. Total: siempre tan ful o Tiempo tiene, son buenos ejemplos de lo que decimos.
Como es lógico en el lenguaje oral, aparecen múltiples tipos de entonaciones, que representan la modalidad de quien emite el mensaje: en nuestro texto abundan las exclamativas para hacer ver la valoración afectada de lo que se valora: Uy por Dios, ¡Jesús! o Uy, mujer, pues, qué pena. Todas ellas se agrupan bajo una misma función emotiva: la de expresar sorpresa y contrariedad.
Del mismo modo, las entonaciones interrogativas anuncian una función emotiva y conativa: expresan lo anteriormente señalado añadiendo ciertos matices de reproches: ¿Es que no te hace ilusión?, ¿Que no quiere? o ¿A que no es para tanto? confirman lo que apuntamos. Lógicamente también expresan petición de información, e incluso petición de corroboración mediante las funciones conativa y fática, rasgo común en el lenguaje coloquial: ¿eh Isabel? o ¿Verdad? Igualmente nos encontramos con entonaciones exhortativas –Bueno, pero estáte quieta con las tijeras-, que remarcan lo que veníamos diciendo: las emisoras están caracterizadas prosodemáticamente por sus entonaciones: predomina un ambiente de reproches y de expresión de la valoración de cada una de ellas.
2.-Plano morfológico.
En el apartado de los sustantivos, observamos un predominio de los nombres concretos, como es normal en un texto que trata de dar cuenta de una situación perceptible por los sentidos; especilamente destacable son los apocorísticos o diminutivos de antropónimos, propios del registro coloquial: Tali por Natalia nos anuncia el tratamiento que va a recibir una de las chicas, sobre la que la autora ha centrado el texto. También se relaciona con el registro coloquial el uso de diminutivos afectivos: en nuestro caso tenemos tijeritas pequeñas, donde el morfema facultativo no tiene tal valor de disminución como de valoración afectiva: de ahí que le acompañe el adjetivo pequeñas.Igualmente tenemos un sustantivo con mayúsculas Casino, que debe esta grafía a su carácter antonomástico, lo que nos indica que estamos ante una ciudad de provincias.
El hecho de que la narradora emplee poco los sustantivos abstractos le acentúa su carácter de constatación, y no de reflexión acerca de lo que en la sala se está hablando. Por otro lado, ésta emplea un registro coloquial cuidado, de hecho emplea algún sustantivo apocopado coloquial: cogería la bici.
En cuanto a los adjetivos abundan los calificativos pospuestos o en función atributiva con valor de valoración, lo que muestra cómo valoran las dialogantes a las personas y a los hechos: Me parecía que era mayor, esto es más salvaje, es raro,… por ese afán de valorarlo todo de las chicas aparecen cualidades expresadas en sí mismas, es decir, nos encontramos con numerosos elementos con función de complemento del nombre nominalizados: las nuevas, las de quince años, la que no quiero,…
Por el contrario la narradora aparenta mostrarse aséptica, usando los adjetivos para tareas descriptivas y constatativas, aunque no carentes de cierta intención de matizar: Isabel miró el rostro pequeño, casi infantil.
En cuanto a los verbos, la narradora usa, como es habitual en la narración, el indefinido para narrar acciones pasadas: Entró Mercedes. Natalia entró detrás; mientras que emplea el imperfecto para dar un aspecto imperfectivo y durativo a lo narrado: Las briznas de papel le caían en la falda. No obstante hace uso de este tiempo para dar cuenta de la monotonía de estas vidas, pues el imperfecto, estilísticamente, puede tomar matices de pasado habitual: Siempre que estaba ella hacían las mismas preguntas y contaban las mismas historias; idea que se ve reforzada por el uso del adverbio siempre y de los adjetivos indefinidos mismos–as. Este último empleo del verbo le abre una brecha en la neutralidad de la narradora: al final del texto valora estas vidas como monótonas. Ahora, la aparente neutralidad que ha ido manteniendo a lo largo del texto toma visos de apatía respecto a los seres grises que dialogan.
Las dialogantes, por su parte emplea múltiples usos estilísticos verbales, dando al texto cierta vivacidad y afán de introducir la subjetividad de las muchachas: Con valor de duda se usan algunos verbos: el pretérito imperfecto ¿Conocías a Natalia?, el futuro simple de indicativo: A ésta la pondréis de largo, Tendrá catorce años o Será que no quiere tu padre y el pretérito perfecto de subjuntivo También es raro ¿verdad? Que nunca nos hayamos conocido. De este modo se rodea de un aire de incertidumbre todo lo relacionado con Tali. Las demás la abordan como una chica rara e imprevisible.
Por el contrario la autora del texto hace que las chicas hablen continuamente con valor prospectivo: presente de indicativo: Luego me arreglas un poco las uñas; perífrasis verbales con valor incoativo de futuro: ¿Vas a ir al Casino a la noche? Ello demuestra el carácter de proyecto continuo de unas vidas que en campo semántico y pragmático se verán cómo son valoradas como grises.
Cuando se utiliza el presente de indicativo, especialmente con valores atributivos, adquiere un matiz de valoración de las muchachas: lo pones todo perdido, esto es más salvaje, las de quince años sois las peores,… Se aprovecha pues la estilística del presente habitual que adquiere matices de constatación gnómica, o verdad universal: ello se hace para dar firmeza a la opinión, especialmente a la hora de recriminar el modo de ser y de actuar de Natalia.
Este ambiente de reproches se acentúa con el uso de nuevo del presente de indicativo con valor del imperativo, de perífrasis verbales con valor de obligación y del imperativo mismo: No me pongas café, tengo que llamar a mi madre, estáte quieta; Isabel emplea el vulgarismo de usar el infinitivo con valor de exhortación: Dejarla.
La narradora emplea los adverbios con afán de detallar la acción que está transcurriendo para acercar más al lector a la acción: Natalia entró detrás, empezó a hacer dientes (…) meticulosamente; de hecho emplea el adverbio de tiempo hoy con valor de pasado para acercarnos a la decisión firme de Natalia, matiz que se refuerza con el adverbio lejos, en contraste con las continuas dudas del resto de las muchachas: Hoy cogería la bici y se iría lejos.
En cuanto a los artículos, adjetivos no calificativos y pronombres, la narradora, para hacer hincapié en su valoración del ambiente de la sala gris y opresivo, emplea un adjetivo demostrativo con valor de actualizador de evocación: Este ruido de cucharillas.
Las dialogantes, por su lado, hacen uso de la geminación del pronombre personal sujeto para resaltar, ya sea como reproche o como defensa, el referente de éstos: Sí, vosotras, vosotras, las de quince años sois las peores, o No, soy yo, yo, la que no quiere. Nótese cómo la atacada es Natalia y también es ésta la que se defiende, acentuándose el contraste entre Tali y las demás en el texto. Más aún se nota esto que decimos cuando Natalia es designada despectivamente con un pronombre demostrativo y con otro neutro con rasgo no humano: ¿Ésta? (…) Esto es más salvaje… A ésta la pondréis de largo.
3.-Plano sintáctico.
La narradora, para aparentar su asepsia o apatía por lo que sucede en la escena de la sobremesa, obedece al orden lógico de las palabras en el texto, salvo en el último párrafo, donde, según dijimos, desvela sus valoraciones: antepone anafóricamente el adverbio de tiempo hoy para indicar la oposición con el también complemento circunstancial de tiempo adelantado en la oración anterior: es de cir se opone el tiempo vitalista de Natalia con el tiempo monótono de las demás: Siempre que estaba ella hacían las mismas preguntas (…) Hoy cogería la bici y se iría lejos. Hoy iba a hacer muy bueno. En esta línea aparece también al final un sintagma nominal acotado por dos puntos: Este ruido de cucharillas, que designa un momento entendido en sí mismo sin insertarse en valoraciones atributivas ni insertándolo en un devenir de predicado verbal: basta con el carácter evocativo que le confería el pronombre demostrativo actualizador, según vimos.
Por el contrario las dialogantes, por el ambiente de reproches que vimos, emplean con asiduidad los vocativos Sí, mujer, encantada, ¿Tú qué dices Julia?, Hija, Tali, no hables así, o Uy, mujer, pues, qué pena,…
Para subrayar el aire de contrariedad, son comunes las oraciones coordinadas adversativas con la principal omitida en cuanto se elimina lo que no es resaltable y se deja el pensamiento adverso: Bueno, pero estáte quieta con las tijeras, Pero sobre todo las nuevas, que vienen pegando, Pero se ha emperrado en que no,… Ello obedece al principio básico de economía en el lenguaje oral, especialmente en el coloquial: solamente se emite lo que manifiesta la postura del emisor, mientras que se elide el resto de la construcción sintáctica: sirva también de ejemplo el uso de prótasis de condicionales sin apódosis, con valor de queja: si nosotras la conocemos de milagro, o Si ya he tomado. También se usa con valor de queja o explicación aclaratoria las oraciones subordinadas sustantivas de sujeto con el verbo ser intransitivo: es que hay demasiadas niñas, es que es pequeña,….
Muchas de estas elipsis pueden tener una intención epifonemática, es decir, se calla lo que se sugiere intensificando el sentido de la frase: Esto es más salvaje…y como diga que no…, Precisamente…
Es igualmente común en el lenguaje dialógico coloquial la sintaxis deslavazada, con múltiples pausas mediante vocativos e incisos aclaratorios, como vimos, y circunloquios: Qué va. Ya ha cumplido dieciséis años. Ella que se descuide y verá. De trece años las ponen de largo ahora.
Predominan las oraciones de predicado verbal, pero también las de predicado nominal en cuanto están valorando hechos y personas, normalmente de modo negativo: esto es más salvaje, También es raro que nunca nos hayamos conocido, las de quince años sois las peores, es que es pequeña,…
Las dialogantes, por tanto, hacen un uso pobre de la sintaxis, eliminando todos los elementos que no vayan encaminados a expresar la función emotiva o la fática.
4.-Plano léxico-semántico.
La narradora hace uso de un léxico natural, basado en la frecuencia, es decir emplea palabras normales y adecuadas; mientras que las que intervienen en el diálogo emplean numerosas frases hechas y muletillas, normalmente valorativas: el traje de noche y todo, qué pena, qué va,… e incluso algún modismo que sinfásicamente las sitúan en un ambiente juvenil: siempre tan ful, pero sobre todo las nuevas, que vienen pegando,…
En lo semántico observamos un campo cuyo archisemema podría ser el de mundo provinciano: orquesta, casino, largo –del vestido -, traje de noche,… propio de las dialogantes; mientras que, por oposición a Natalia le corresponde un capo semántico que se nutre de virtuemas positivos o negativos, según la valore la narradora o sus interlocutoras: salvaje, las peores,…
Especialmente aparece aquí la ironía o el sarcasmo incluso en boca de las demás, lo que pone de relieve su acritud: Ella que se descuide y verá, Esto es más salvaje,…
5.-Plano pragmático.
La autora, Carmen Martín Gaite ha dispuesto este fragmento de Entre visillos de un modo sintetizante: caracteriza a los personajes de un modo negativo por cómo hablan: las chicas son grises dubitativas, tradicionales, negativas y conformistas. Todo el diálogo se desarrolla en un ambiente cerrado a una hora tradicional y quieta: la del café. Por oposición conclusiva, la autora dispone al final los proyectos de Natalia son opuestos: lugares abiertos para coger la bici, lejos de la monotonía de la que son presas las demás y de la que ella tiene decidido escapar.