3.- Plano morfológico. En este apartado vamos a ir viendo los rasgos relativos a la morfología que ha empleado este autor para alcanzar unas determinadas intenciones expresivas. Para ello abordaremos las diferentes categorías gramaticales y su rendimiento ocupándonos en primer lugar del verbo.
Si entendemos que narrar consiste en explicar un acontecimiento que el narrador ha seleccionado por su interés podremos concluir en que la narración implica dar cuenta de una acción que ha pasado o que podría haber pasado, en el campo de la ficción, que es el de nuestro texto.
De los más de treinta verbos que hemos localizado, veintiocho tienen morfemas verbales indicadores de indicativo y sólo dos de subjuntivo. El modo se relaciona directamente con la actitud del hablante: el indicativo es un modo objetivo, donde el emisor no introduce su subjetividad. En la narración observamos este predominio. El narrador, en principio, se limita a constatar, por ejemplo en: El camarero entra en el café o Hay gentes a las que les divierte ver pasar calamidades a los demás. Nótese cómo el narrador, a pesar de estar dando cuenta de unos hechos ruines en un marco degradado, toma, mediante el uso del indicativo, un cierto distanciamiento emotivo respecto a lo narrado, así, como ejemplo en Al camarero le da un repeluco por el espinazo. El indicativo señala hechos o situaciones cuya realidad no se plantea: el narrador hace ver con ello cómo esa realidad cruel se impone inexorablemente: Doña Rosa prefiere la emoción a domicilio.
Esta concepción de lo real es lo que predomina en las franjas narrativas, salvo cuando se inserta una oración condicional: Si fuese un hombre decidido hubiera ahogado a la dueña. El subjuntivo expresa hechos irreales, que no están actualizados, o, como en nuestro caso, cuya realización puede ser puesta en duda. En efecto, el autor emplea en esta oración el subjuntivo para expresar la alta improbabilidad de romper con la realidad que salta al paso del subordinado. De ahí que escriba a continuación de ella una oración cuyo núcleo predicativo está en indicativo – afortunadamente no lo es -: así hace ver la yuxtaposición entre el mundo real, propio del indicativo, y la ilusión poco factible expresada una sola vez por el subjuntivo. El hecho de que las formas de subjuntivo sean minoritarias subraya tal idea. Ciertamente, las oraciones condicionales con pretérito pluscuamperfecto de subjuntivo en la apódosis – hubiera ahogado a la dueña – e imperfecto de subjuntivo en la prótasis – si fuese un hombre decidido -, indican un pasado irreversible remarcado por el carácter perfectivo del pluscuamperfecto.
En cuanto a los tiempos de indicativo, predomina el presente con dos intenciones diferenciadas. Es el tiempo no marcado y por eso puede funcionar por pasado o futuro en la narración. En nuestras franjas narrativas encontramos un abundante uso del presente retrospectivo o histórico: La dueña se ríe por lo bajo, sirva de ejemplo. Estilísticamente el autor narra con este uso para introducirnos en la escena: el camarero entra en el café; en el diálogo: el camarero se le acercó, y para hacernos sentir las sensaciones percibidas: se siente, de golpe, el calor en la cara o dan ganas de toser. El presente histórico realza lo pasado vivificándolo mediante la atracción a un falso presente.
En el segundo párrafo narrativo aparece predominantemente el presente habitual: afortunadamente no lo es, y todos los núcleos predicativos dependientes del verbo unipersonal Hay: Hay gentes a las que le divierte… Ello se debe a la intención de caracterizar unas cualidades habituales en el camarero y en las gentes, éste se aproxima al presente gnómico, es decir, a aquél que posee validez universal: se dedican a visitar los barrios de los miserables. Ello indica que el autor reflexiona, con el presente habitual y gnómico, acerca de la condición humana de las personas del ambiente social narrado.
Por último se emplean los tiempos propios de la narración: el indefinido y el imperfecto, aunque en pocas ocasiones, pues, como hemos visto, se ha preferido reemplazarlos por usos desplazados del presente.
El indefinido tiene aspecto perfectivo: da cuenta de los hechos narrados concebidos como acabados: notó también, o se lo figuró o se le acercó, mientras que el imperfecto, por su aspecto de acción durativa o imperfectiva, describe hechos que suceden como acción secundaria en lo narrado: le dolían un poco las sienes y le temblaba un destellito de lascivia en el bigote.
En toda la parte narrativa predomina, como es habitual en la narración, la voz activa y la tercera persona en los morfemas verbales en cuanto relata hechos realizados o padecidos por otras personas, – por ejemplo, doña Rosa prefiere la emoción a domicilio – o de carácter impersonal: se siente, de golpe, el calor en la cara.
Del narrador podemos decir, resumiendo, que, a pesar de estar dando cuenta de unos hechos ruines en un marco degradado, toma, mediante el uso del indicativo, un cierto distanciamiento emotivo respecto a lo narrado, de hecho, no está presente como personaje –es heterodiegético- y aparece fuera de la acción principal –por lo tanto se define como extradiegético-: ambos rasgos acentúan más aún su distanciamiento respecto a los hechos contados. Hace ver la yuxtaposición entre el mundo real, propio el indicativo, y la ilusión poco factible expresada una sola vez por el subjuntivo. Encontramos un abundante uso del presente retrospectivo o histórico para describir vivamente escenas y sensaciones y que el autor reflexiona, con el presente habitual y gnómico, acerca de la condición humana de las personas del ambiente social narrado.
En cuanto al diálogo, tenemos que adelantar que en ella predominan los presentes en la interlocución: la segunda y la primera. El fragmento dialógico nos lo muestra bien: se hace un uso del imperativo con matiz, no de ruego, sino de mandato: Oye, ven acá, que nos revela el carácter autoritario de la dueña, quien, además, tutea a su subordinado, pues no usa del presente de subjuntivo con valor de imperativo – Oiga, venga acá– y, en su otra intervención emplea un pretérito perfecto que indica acción acabada recientemente y que conecta de modo emotivo al emisor con tal acción: doña Rosa se recrea en la agresión: ¿Le has arreado?. Ella acaba su aparición con un participio perfectivo que valora positivamente la paliza: ¡Bien hecho!.
El camarero, por el contrario, emplea el indefinido, que en el diálogo separa afectivamente al emisor de lo narrado, en contraste con el perfecto y el imperfecto, lo que recalca la repugnancia ante la acción de empleado: Donde pude, en las piernas.
Podemos concluir el apartado verbal apuntando que mientras el diálogo está más próximo a la acción, el narrador se muestra distante aunque reflexivo, respecto a la realidad relatada.
El sustantivo es una categoría que predomina de modo claro en lo narrado: más de treinta. Por un lado, tenemos nombres concretos: café, cara, calle, regalos o espinazo porque da cuenta de seres y cosas perceptibles, como es lógico en la narración. Sin embargo, nos llama la atención la aparición de no pocos nombres abstractos, que emplea el narrador, en su línea reflexiva, para reflejar actitudes: emoción, lascivia, categoría,… o para referirnos sensaciones siguiendo con la intención que presidía el presente histórico: frío o calor.
Aparece un nombre propio, doña Rosa, que individualiza, más a la dueña, mientras que el camarero es retratado con una personalidad más diluida al no tener, en lo narrado, ni nombre de pila: siempre va a ser el camarero.
En cuanto a los morfemas constitutivos, el texto sigue la regularidad del español normativo actual – así en el uso masculino de calor – e incluso en sus casos asistemáticos, como en el pluralia tantum las sienes. Por lo demás, hemos de resaltar un uso de plural ponderativo en Hay gentes, donde el narrador realza el carácter colectivo de quienes se muestran crueles e insolidarios: Hay gentes a las que les divierte ver pasar calamidades a los demás.
En lo que respecta a los morfemas facultativos, encontramos dos casos de lexicalización: espinazo, que nos indica aumento de ninguna espina, y señorita, donde el morfema diminutivo no indica muchacha joven, como en el caso de doña Rosa: Sí, señorita. Sí nos llama la atención el uso estilístico del diminutivo en dos ocasiones: un destellito de lascivia y una risita cruel: nótese que ambos están referidos a doña Rosa: el autor los emplea para resaltar emotivamente las actitudes y atributos crueles de la dueña.
En lo tocante a los adjetivos, todos ellos van pospuestos: hombre decidido, risita cruel y regalos viejos. Es decir predomina la actitud no valorativa del autor, lo que remarca su distanciamiento emotivo sobre lo narrado. Más se objetiva esta idea si observamos que los adjetivos calificativos son minoría en el texto.
Por último, los adverbios aparecen en el diálogo de modo porcentualmente abundante: dos son interrogativos: ello se debe a que en el diálogo es común pedir información con este recurso. Aquí, doña Rosa inquiere, sádicamente, por los detalles de la agresión: ¿Dónde? (…) ¿Cuántas? Mientras que el camarero responde con un adverbio de relativo y uno afirmativo para satisfacer las demandas de su jefa: Sí, señorita y Donde pude. De este modo el carácter autoritario de la dueña se opone a la mansedumbre de su empleado.
En la narración aparecen pocos adverbios, la mayoría inserta en construcciones de superlativo analítico: bien de cerca, más bien bajo, que detallan las situaciones narradas y un solo adverbio de modo, afortunadamente. El hecho de que de éstos solo leamos uno recalca el carácter de distanciamiento del autor respecto a lo que cuenta.
En cuanto a la presencia del artículo determinado, podemos señalar que el texto sigue la línea del español de actualizador del sustantivo, al camarero, el café, o las sienes, rasgo que, por su ausencia o presencia o ausencia en el sustantivo, ha sido considerado por algunos autores como morfema constitutivo del nombre sustantivo y adjetivo, sustantivando a éste: los miserables, por ejemplo.
Este rasgo se opone a la imprecisión del adjetivo indefinido: efectivamente tenemos en el texto una risita cruel o un repeluco, que así lo demuestra. Por último hemos de resaltar el uso del adjetivo demostrativo con valor de actualizador evocativo: esa flema que posó en la garganta el frío de la calle, lo cual remarca el proceso de inmersión en la atmósfera que antes hemos señalado.