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Tema 36. El desarrollo de la técnica y sus implicaciones en la sociedad contemporánea.

El término griego tekhné se suele traducir por el latino ars (arte). A partir de Aristóteles el arte y la técnica son considerados como parte del saber poiético o productivo, en contraposición al saber puramente contemplativo o teórico. Y también es diferente del saber de la praxis. El saber técnico manipula sus objetos, cosa que no hace el teórico, mientras que el práxico se refiere a la articulación de las acciones del hombre en lapolis y en su comportamiento moral. La distinción entre el arte y la técnica sólo acontecerá a partir del Renacimiento, donde tuvo lugar una ampliación de la concepción de las artes. Esta distinción se ha acentuado a medida que tanto la ciencia como la técnica se han convertido en fuerzas productivas muy importantes, y también debido a la desvinculación que el arte ha sufrido respecto de los intereses del culto de la Iglesia.

La distinción aristotélica entre lo natural y las cosas artificiales ha sido crucial; para él, la técnica modifica a la naturaleza, alterándola profundamente. Según el estagirita, la tekhné es superior a la mera experiencia, y se asemeja a saber o epistéme, pues implica un conocimiento de los principios de las cosas, pero reconoce que, contrariamente a la “auténtica” epistéme, no busca la contemplación desinteresada. Tenemos, por tanto, por un lado el mundo más “sublime” de la contemplación y, por otro, el más “bajo” de la actividad técnica.

Bacon afirmó que la técnica es el dominio de la naturaleza, y desde entonces ese dominio se ha asociado a las relaciones de producción y a todas las estructuras sociales, de modo que no sólo se domina a la naturaleza, sino que la técnica ha posibilitado el dominio del hombre sobre el hombre.

La técnica, contra lo que se suele pensar, es anterior a la ciencia: cuando interviene la ciencia, la técnica deviene tecnología, es decir, que la tecnología es el resultado de la aplicación de la ciencia a la técnica. La técnica es tan antigua como la humanidad. Max Weber ha definido la “técnica” de una acción como “el conjunto de los mediosaplicados en ella”, añadiendo que “con respecto a la acción concreta, esa aportación técnica (desde la perspectiva de la actividad total) constituye su verdadero ‘sentido’ y los medios que emplea son su ‘técnica’”. En este sentido, “hay una técnica para cada forma de actividad: técnica de la oración, técnica de la ascética, técnica del pensamiento y de la investigación, técnica mnemónica, técnica de la educación, técnica del poder político, etc.”.

A lo largo de la historia, podemos distinguir tres grandes revoluciones en lo que hace referencia a la técnica:

1. La revolución neolítica, en la que la producción de alimentos se basaba en la agricultura. El hombre nómada, cazador y simple recolector de lo que encuentra a su paso, se transforma en sedentario y agricultor, un productor de sus propios alimentos. Es un largo periodo en el que se producen enormes adelantes en el desarrollo de la técnica.

2. La revolución industrial, que se origina primero en Inglaterra, y que tendrá una influencia decisiva en la sociedad occidental y posteriormente en todo el mundo. El uso de la máquina de vapor supuso un adelante cualitativo y cuantitativo en el desarrollo y la aplicación de las herramientas creadas para su uso técnico. El trabajo físico directo del hombre se convierte, en algunos aspectos, en indirecto. Supuso un aumento vertiginoso en las riquezas de las naciones, en la comunicación entre éstas y el desarrollo de potentes industrias. Pero esto conllevó el surgimiento de enormes injusticias sociales que produjeron grandes tensiones y cambios sociales.

3. La revolución informática, que introduce el uso de máquinas automáticas, que procesan la información y que constituyen el culmen del racionalismo en la cultura occidental. La máquina que simboliza esta revolución es el ordenador, que guarda, procesa y proporciona información, que nación como un sofisticado desarrollo de las calculadoras numéricas y que hoy se ha convertido en un artefacto prácticamente omnipresente.

1. La estructura del sistema tecnológico

Las sociedades contemporáneas tienen necesidad de producir tecnología, y dicha producción se lleva a cabo mediante múltiples medios; a saber: investigación científica, inversiones en desarrollo tecnológico, producción industrial, capital económico y humano, aprovechamiento de recursos naturales y artificiales, actividades de las instituciones públicas y privadas dedicadas a la investigación y hasta la propia educación escolar. Todos estos medios se encuentran de alguna manera interrelacionados entre sí, dando lugar a lo que llamamos sistema tecnológico.

Podemos definir un sistema tecnológico como un conjunto de unidades activasde carácter científico y tecnológico que se encuentran interrelacionadas entre sí dentro de un contexto común (dentro de un determinado ámbito científico-tecnológico). En dicho sistema todos los medios poseen la característica común de encontrarse orientados a la finalidad de producir nuevas tecnologías, mejorar las ya existentes y transmitirlas a la sociedad.

El sistema tecnológico está compuesto de los siguientes elementos:

1) El conocimiento científico, es decir, el conjunto de saberes acerca de la naturaleza y de técnicas relacionadas con estos saberes que utilizan los seres humanos para satisfacer sus necesidades. El resultado de la manipulación, producción y acumulación de conocimientos y técnicas constituye la ciencia.

2)Recursos técnicos. Cualquier actividad realizada dentro del ámbito tecnológico implica la utilización de diferentes recursos técnicos, los cuales suelen estar combinados entre sí. De hecho, los propios recursos técnicos suelen ser el resultado de la combinación del saber científico y otros recursos. Los recursos técnicos de que dispone el sistema tecnológico pueden ser clasificados en dos grandes grupos:

1. Recursos materiales. Se encuentran constituidos por el conjunto de elementos físicos extraídos de la naturaleza y que, o bien en su estado primario o bien transformados, se utilizan en la producción. Dichos recursos, junto con el conocimiento científico, configuran la base del sistema tecnológico, ya que cualquier aplicación tecnológica necesita de un soporte material. Este tipo de recursos se puede subdividir en:

1. recursos naturales: se definen como aquellos que se encuentran en la naturaleza, en forma de materias primas o de energía, a disposición del sistema productivo. Su principal característica es que han de ser extraídos de la fuente de la que proceden y ser tratados y transformados por los seres humanos para su posterior aprovechamiento

2. recursos instrumentales: constituyen el conjunto de máquinas y herramientas. Una herramienta es un instrumento inerte cuya eficacia depende por completo de la fuerza y habilidad del sujeto que lo maneja

2. Recursos humanos: el conocimiento científico está determinado, sobre todo, por el papel que desempeñan los recursos humanos del sistema tecnológico, es decir, el conjunto de profesionales que se dedican a la realización de tareas relacionadas con el desarrollo de la investigación científica y el conocimiento técnico.

3)Capital. Para llevar a cabo la actividad científico-tecnológica es imprescindible disponer de capital. El capital se define como el patrimonio, en forma de dinero o de otros bienes, que se invierte en una empresa industrial, comercial o financiera, y cuya finalidad es la de proporcionar beneficio a sus propietarios. Mientras que los bienes de consumo se orientan a la satisfacción de las necesidades humanas, los de capital suponen una previa abstención del consumo, para destinarlos posteriormente a la producción de otros bienes.

1.1 El contexto social del sistema tecnológico

Los seres humanos viven en sociedad y sus actividades se realizan en un entorno social, y en tal sentido, la actividad científica y tecnológica, puesto que se halla motivada fundamentalmente por las necesidades y demandas sociales, también tiene lugar en el interior de una sociedad. Ahora bien, del mismo modo que las necesidades y demandas sociales cambiar a lo largo del tiempo, igualmente lo hacen los recursos técnicos, las condiciones socioeconómicas y los métodos de investigación utilizados en el sistema tecnológico.

Tanto el sistema científico-tecnológico como el resto de los sistemas que operan en el seno de la sociedad tienen la característica común de ser susceptibles de modernización. Esto quiere decir que cada uno de los sistemas ha de adaptarse constantemente a los cambios o innovaciones que tienen lugar en el resto de los sistemas.

Después de la Segunda Guerra Mundial, la aplicación de los conocimientos y recursos técnicos al sistema productivo ha llegado a convertirse en el principal criterio de productividad y competitividad de cualquier sector social, industrial o económico. En casi todos los Estados se suele plantear el proceso de modernización en términos de desarrollo económico; tanto es así que en las sociedades actuales, frecuentemente el nivel de desarrollo tecnológico tiende a ser identificado como un indicador del nivel de desarrollo económico y social.

El desarrollo económico y el nivel de industrialización de una sociedad se encuentran fuertemente relacionados con el avance tecnológico, pero no son éstos los únicos determinantes de la modernización, sino que además intervienen en él otros muchos aspectos de importancia análoga, como pueden ser el sistema de educación, la calidad de vida de la población, las actividades humanísticas, etc. Todos estos aspectos interactúan entre sí, configurando un tejido en el que cada uno de sus componentes reacciona, adaptándose a los cambios que continuamente se producen en los demás, modificándose y renovándose de este modo el entorno humano, y con él el sistema tecnológico.

Las ciencias, según Kuhn, se desarrollan a partir de paradigmas establecidos, que marcan con bastante rigidez la manera en que los científicos deben llevar a cabo sus actividades, sus investigaciones o su trabajo. En este sentido, todo científico se ve obligado a orientar su tarea científica en función de las pautas, normas, valores y concepción de la realidad aceptados comúnmente por todos los miembros de su comunidad científica. Como la ciencia cambia y evoluciona, cuando las teorías que se desarrollan dentro de unos paradigmas dejan de ser útiles para explicar la realidad, o dejan de ser aceptadas por la comunidad de científicos, entran en crisis y son sustituidos, completamente o en parte, por otros nuevos. Es a esto a lo que se denomina revolución científica.

Según Kuhn, la ciencia se compone de cuatro aspectos esenciales:

· la dimensión social, que se refiere tanto a la comunidad de científicos que comparten un paradigma, como a la sociedad donde ésta se ubica. La ciencia se desenvuelve en una sociedad concreta y la comunidad científica la forman todos aquellos científicos de unas determinadas disciplinas o el conjunto de las disciplinas que comparten las mismas teorías fundamentales

· el objeto material, compuesto por el discurso científico y los fondos de conocimiento específico y acumulado, o los contenidos, los objetos y los hechos que interesan a la ciencia

· el objeto formal, integrado por la concepción general acerca del comportamiento de las fuerzas de la naturaleza, el fondo de conocimiento formal y la metodología utilizada dentro del paradigma

· el componente finalista, en el que se incluirían la persecución del descubrimiento de las leyes naturales, la sistematización de las teorías científicas y el establecimiento y mejora de los métodos de conocimiento científico y, finalmente, la articulación de los hechos y contenidos científicos en los paradigmas, en las leyes y en las teorías. La finalidad de la ciencia estriba en completar las teorías y resolver los problemas y enigmas que la ciencia plantee.

1.2 La investigación científica en el sistema tecnológico

Del mismo modo que en las edades anteriores la sociedad se orientaba hacia la producción de medios de subsistencia, las sociedades industrializadas se encuentran en la necesidad de producir ciencia y tecnología como medio de obtener un adecuado rendimiento productivo. De este modo, se ha llegado a establecer una relación tan estrecha entre la ciencia, la tecnología y la industria, que la actividad científico-tecnológica ha adquirido un carácter prioritario en el sistema productivo industrial.

La producción de ciencia y tecnología está determinada por la interacción de los siguientes factores:

1. Procesos científicos y tecnológicos, constituidos por los progresos llevados a cabo mediante la investigación; dichos progresos se encuentran limitados por la capacidad de los investigadores, por la cantidad y calidad de recursos disponibles y por un alto grado de imprevisibilidad en el resultado de los trabajos

2. Factores económicos e industriales: la escasez de capital y de mano de obra especializada, el coste de oportunidad que supone la renovación de los bienes de equipo y la resistencia a adaptarse a las nuevas formas de producción y de organización industrial, constituyen diferentes factores que pueden contribuir a retrasar o bloquear el desarrollo tecnológico

3. Factores sociales: incluso si una innovación resulta económicamente rentable, se puede retrasar o rechazar la fabricación de ese producto debido a la demanda o falta de demanda existente por parte de los posibles usuarios

4. Factores institucionales: las instituciones y la legislación tienen como misión asegurar un cierto equilibrio en la distribución social de los beneficios y, en última instancia, defender los intereses de la sociedad. Esto puede influir negativamente en el rendimiento que algunas personas pudieran obtener de la nueva tecnología; pero, a su vez, podría redundar en beneficio de la colectividad. A este respecto, Merton señala que

la continuidad de la ciencia exige la participación activa de personas interesadas y capaces en las actividades científicas. Pero sólo condiciones culturales apropiadas aseguran este apoyo a la ciencia. Es importante, pues, examinar los controles que motivan las carreras científicas, que seleccionan o dan prestigio a ciertas disciplinas científicas y rechazan o entorpecen otras

Numerosos sociólogos consideran la ciencia como una institución social cuya razón de ser está determinada tanto por la búsqueda de técnicas y conocimientos nuevos como por su aprovechamiento por parte de la sociedad.

2. Tecnología y calidad de vida

2.1 Ciencia y tecnología en la sociedad

Cada sector de la sociedad tiene que satisfacer unas necesidades y unas demandas concretas, ya sean de carácter económico, político, social o cultura. El instrumento más importante del que disponemos para buscar solución a una gran parte de estas demandas es la investigación científica y su aplicación en forma de tecnología o de innovación tecnológica.

Las necesidades a las que la investigación científica y tecnológica pretende dar satisfacción son, principalmente, de tres tipos:

1) Necesidades sociales. Cuando hablamos de necesidades sociales de la ciencia y la tecnología nos referimos a los aspectos que más directamente afectan a la vida de las personas, en tanto en cuanto individuos y miembros de la sociedad. A este respecto, la relación de las tecnologías con las principales necesidades de las personas se pone de relieve en:

· Educación: en épocas preindustriales la educación era un privilegio reservado a unos pocos; en las sociedades contemporáneas, en cambio, la educación y la enseñanza, al menos en sus niveles más elementales, tienden a ser accesibles para todas las personas. En la actualidad es importante poseer cierto conocimiento de las nuevas técnicas, ya que existen nuevas cualificaciones y nuevas formas de organización del trabajo.

· Sanidad: en sanidad, el desarrollo de la bioquímica ha permitido el descubrimiento de infinidad de sustancias y elementos con los que se pueden curar cada vez mejor numerosas enfermedades. En el terreno de la cirugía, la utilización de nuevos instrumentos, como el láser, permite realizar intervenciones quirúrgicas especialmente delicadas, que requieren una gran precisión

· Cultura: el término cultura hace referencia al conjunto de conocimientos, ideas y creencias, instrumentos, lenguaje, costumbres, modos de vida y grado de desarrollo artístico, científico e industrial de una determinada sociedad. En las sociedades primitivas, la cultura se transmitía a través de la tradición oral, de generación en generación; posteriormente surgió la escritura, que recibió un notable impulso gracias a la invención y desarrollo de la imprenta, y en la actualidad la tecnología interviene de un modo muy eficaz en la conservación y en la transmisión cultural. A este respecto, las tecnologías de la información y los medios de comunicación de masas permiten difundir y renovar en una medida casi ilimitada el conocimiento científico, las informaciones y las manifestaciones culturales.

2) Necesidades económicas. Los sectores económicos, para aumentar su productividad y poder hacer frente a la competencia, necesitan estar al día en el ámbito de la innovación tecnológica. En este sentido, las empresas utilizan la tecnología para diseñar y fabricar nuevos productos. A este respecto, la mayoría de las grandes empresas, por una parte, poseen un departamento de I+D, en el cual se investigan las características que deben tener los nuevos productos, el modo más adecuado de producirlos y la viabilidad de su lanzamiento al mercado, y por otra, constantemente tienden a introducir nuevas técnicas, tanto de automatización en el proceso de producción como de planificación y control de producción.

3) Conveniencias políticas. La política de casi todos los estados occidentales tiende a estimular la investigación, el desarrollo y la innovación tecnológica, ya que ésta constituye un pilar básico en la economía de cualquier país. En este sentido, la ser la tecnología un sector estratégico de gran importancia en el desarrollo industrial, los gobiernos invierten cada vez una parte mayor de su presupuesto en I+D

2.2 Calidad y modos de vida

A lo largo del siglo XX, el desarrollo tecnológico ha originado innumerables repercusiones sociales, que han afectado a todos los sectores de la sociedad, influyendo en la calidad de vida, en los hábitos de consumo, en la organización del trabajo, en la estratificación de la sociedad, e incluso en las relaciones entre los diferentes Estados.

2.2.1 Calidad de vida y hábitos de consumo

La sociedad de consumo se caracteriza por su capacidad para proporcionar a una buena parte de sus ciudadanos una alta calidad de vida y satisfacer las necesidades básicas de casi toda la población, lo cual supone el acceso a los bienes siguientes: a) una amplia gama de recursos tecnológicos; b) la reducción de la duración de la actividad laboral (aumento del tiempo de ocio); c) un gran desarrollo de los servicios médicos y de las instalaciones hospitalarias; d) una variada disponibilidad de actividades culturales y recreativas

2.2.2 La tecnología en el trabajo

La concentración de la producción en grandes empresas, unido al constante desarrollo tecnológico, ha contribuido a hacer más complejas las tareas industriales y a una creciente división del trabajo. En este sentido, las máquinas, al mismo tiempo que tienden a desplazar a los trabajadores, tienden también a crear otras oportunidades de empleo relacionadas con las nuevas tecnologías, y como consecuencia de todo ello, aparecen nuevas formas de organización de las actividades productivas.

2.2.3 Dependencia tecnológica

El desarrollo de la sociedad opulenta occidental ha contribuido a ahondar las distancias con respecto a los países subdesarrollados, que agrupan a la mayoría de la población mundial, en los cuales la actividad productiva principal continúa siendo la agricultura con métodos rudimentarios, la caza, la pesca artesanal o la recolección de alimentos, que en muchos casos apenas si permiten la simple subsistencia de la población.

En este sentido, frente a las tecnologías avanzadas de los países ricos, los países subdesarrollados se encuentran en una situación de dependencia tecnológica que obstaculiza en gran medida su desarrollo económico. Sucede que los recursos de estos países, sobre todo sus materias primas, se encuentran subordinados a los intereses y a las actividades industriales de los Estados ricos, y de este modo les resulta muy difícil, prácticamente imposible, acceder a desarrollar los recursos científicos y tecnológicos necesarios para su desarrollo

2.3 Tecnología y sistemas de valores

Las innovaciones técnicas suelen repercutir en la sociedad, pues las personas y las instituciones sociales tratan de adaptar los cambios tecnológicos a la satisfacción de sus necesidades. En este sentido, cuando no se produce la armonía entre los cambios tecnológicos y el sistema de valores vigente en una sociedad, tiende a surgir el conflicto social, es decir, un estado anómico conflictivo, que altera la estabilidad y produce desequilibrio social.

A este respecto, habitualmente sucede que los sistemas de valores evolucionan mucho más lentamente que el progreso tecnológico. La ciencia y la tecnología avanzan de modo exponencial. Sin embargo, la sociedad tarda en adaptar su sistema de valores a los nuevos hallazgos y a las nuevas posibilidades técnicas. De este modo, los ideales sociales y morales siempre van a la zaga de las innovaciones tecnológicas, y con frecuencia nos encontramos poco preparados para valorar y juzgar con objetividad las aportaciones científico-tecnológicas, así como para averiguar su significado social y prever sus posibles consecuencias.

Por otro lado, es una cuestión abierta la de si la ciencia –y la tecnología– es valorativamente neutral, o en ella juegan un amplio papel los valores. A este respecto podemos distinguir varias posturas diferentes, si no enfrentadas.

2.3.1 La visión tradicional de la ciencia y la tecnología

La visión tradicional de la ciencia y de la tecnología tiene sus raíces en las esperanzas alentadas por la revolución científica de mediados y finales del siglo XVII, su continuación, en el siglo XVIII, con la aplicación de las nuevas ideas y métodos a nuevos ámbitos de problemas y de parcelas de la realidad, las experiencias de los acontecimientos y transformaciones englobados bajo la denominación de Revolución Industrial que tiene lugar a partir de mediados del siglo XVIII, primeramente en Inglaterra y, posteriormente, durante el siglo XIX, en otros países de Europa occidental y en los Estados Unidos de América. Esta visión de la ciencia y la tecnología tuvo su culminación en el presente siglo en lo que se ha denominado “Concepción Heredada” representada por los filósofos del positivismo lógico y por Popper. Según la visión tradicional, la ciencia y la tecnología se caracterizarían por los siguientes aspectos:

· La ciencia es una actividad centrada en la profundización y el conocimiento de la realidad y en ella el papel de factores no epistémicos es irrelevante. Es una actividad autónoma con respecto a factores sociales, en cuanto a la configuración de la misma.

· La ciencia es una actividad neutral desde el punto de vista ético.

· La tecnología es considerada como ciencia aplicada, centrada en la transformación de la realidad basándose en los conocimientos aportados por la ciencia (imagen intelectualista) de la tecnología).

· La tecnología es considerada como una herramienta, un artefacto, un instrumento que permite conseguir determinados fines (imagen instrumental o artefactual de la tecnología).

· La tecnología en sí es neutral; lo problemático desde el punto de vista ético es el uso, para bien o para mal, que se haga de ésta.

Según la visión tradicional de la ciencia y la tecnología, éstas están asociadas al aumento de las posibilidades de mejora de las condiciones de vida de los seres humanos. Son consideradas como generadoras de progreso humano; aunque existen consecuencias sociales y ambientales negativas, éstas son contempladas como los costes que hay que pagar por los beneficios que procuran aquéllas, en la creencia de que globalmente y a largo plazo habrá una mejora generalizada de dichas condiciones de vida.

Para los defensores de esta postura, el proceso de cambios en la ciencia y la tecnología es un proceso relativamente autónomo de influencias sociales, que obedece a una lógica interna en la que los factores sociales apenas son relevantes. Los cambios en las tecnologías están motivados fundamentalmente por los cambios acaecidos en la ciencia, que están motivados, a su vez, por razones puramente epistémicas, que operan en el seno de la comunidad de científicos; mejores teorías científicas son el fundamento de mejores artefactos (más eficientes). Así hay una secuencia lineal que va de la ciencia a la tecnología y de ésta a la sociedad, en la que genera progreso humano (mejoras en las condiciones de vida).

Esta imagen de la ciencia y la tecnología fue criticada por L. Winner. Para Winner, una de las tareas fundamentales es examinar críticamente la naturaleza y el significado de las tecnologías en cuanto elementos integrados en las actividades humanas. Lo necesario es la exploración y reflexión sobre las formas, tanto obvias como ocultas, en que la vida diaria se ha ido transformado y se modifica por las tecnologías. La experiencia de la sociedad actual nos muestra que las tecnologías no son simples medios para la realización de actividades humanas, sino que también, a veces, son poderosas fuerzas que configuran de modos radicalmente nuevos dichas actividades y sus significados.

Winner señala que a medida que las tecnologías se construyen y se emplean ya se están produciendo alteraciones significativas en los patrones de las actividades y las instituciones humanas, se están creando nuevos mundos, nuevas formas de vida. En este contexto, la pregunta importante es: a medida que diseñamos y hacemos funcionar las cosas ¿qué clase de mundo estamos construyendo, configurando?, ¿vamos a posibilitar, promover el desarrollo de las potencialidades humanas deseables o las vamos a obstaculizar?

Winner sugiere que la respuesta al problema que se está gestando desde los primeros días de la Revolución Industrial, que es el de la evaluación y control críticos de la constitución técnica de nuestra sociedad, debería basarse en una idea articulada positivamente de la sociedad que nos parezca deseable construir. Lo que sugiere Winner es un proceso de cambio tecnológico disciplinado por la sabiduría política de la democracia.

Winner criticó el denominado constructivismo social de la tecnología. En primer lugar, llamó la atención sobre el casi total descuido de las consecuencias sociales de la elección técnica.

Otra carencia la observaba en la concepción de actores o grupos sociales relevantes. Preguntaba ¿quién dice qué grupos o intereses sociales son los relevantes?, ¿qué ocurre con los grupos sin voz, pero que se verán afectados por los resultados del cambio técnico?, ¿qué ocurre con los que han sido suprimidos o excluidos?, ¿cómo explicar que ciertas elecciones potencialmente importantes nunca afloren como asuntos de debate o decisión? Si ello no se tiene en cuenta, se atiende a las necesidades y problemas de las personas y grupos que cuentan con recursos suficientes para entrar en el juego y definir sus términos.

Winner señaló también que los autores encuadrados en este enfoque, al parecer han preferido no explorar la posibilidad d que la dinámica de la interacción social pueda reflejar, además de las necesidades, intereses, problemas y soluciones inmediatas de grupos y actores sociales específicos, otros procesos sociales (culturales, económicos, etc.) más profundos, que puedan estar en la base de las elecciones sociales sobre la tecnología.

Finalmente, criticó el aparente desdén de todo lo que parezca una postura evaluativa, o una moral o principio político específicos, que podrían servir para juzgar las posibilidades que ofrecen las tecnologías, desde el punto de vista del bienestar humano. Según Winner, la renuncia a evaluar las interpretaciones e intereses implica una postura de indiferencia moral y política con respecto al status quo y sus aspectos negativos.

2.3.2 La Escuela de Frankfurt
2.3.2.1 Adorno y Horkheimer

En La dialéctica de la Ilustración Adorno y Horkheimer someter a crítica el ideal ilustrado que ha conducido a la ciencia moderna. Según este ideal, mediante el uso adecuado de la razón el hombre podría liberarse de las cadenas de la superstición y de la opresión, alumbrando una sociedad más humana en donde los hombres fueran tratados como tales.

La Dialéctica de la Ilustración contiene un programa cuyo punto de partida es el siguiente: ¿cómo es posible que en el momento histórico en que la humanidad podía sentirse orgullosa de haber alcanzado el máximo de progreso y de conocimiento técnico y científico, se dé también el máximo de barbarie jamás conocido, tal como se evidenciaba en las atrocidades (científicamente planificadas) de los campos de exterminio nazis? La respuesta consistirá en mostrar que esa contradicción no sería un mero desajuste accidental de la razón, sino el producto de una especie de culpa intrínseca al progreso racional mismo.

Los autores se enfrentan al tipo de racionalidad triunfante en la época moderna, sobre todo desde el siglo de la Ilustración. El modelo de esa racionalidad es la ciencia, y el modelo del conocimiento que se combate como falso o como ficción no racional es el del mito. Con todo, sostienen, “el mito es ya iluminismo”, mientras que “el iluminismo se ha convertido en mitología”. Pues “los mitos que caen bajo los golpes del iluminismo eran ya productos del propio iluminismo”: no eran sino el primer esfuerzo del hombre por imponer un orden intelectual en una realidad que, de lo contrario, aparecía como permanente fuente de incertidumbres, de amenazas, de angustia. Los autores ponen como ejemplo el relato de la Odisea: las luchas del “astuto” Ulises con seres mitológicos representan el itinerario del emergente sujeto racional en su afán por dominar la naturaleza. Así pues, esos mitos no son estrictamente irracionales, sino que constituyen la otra cara de la propia razón.

El Iluminismo vuelve a caer en el mito. Esto significa que la razón no es lo bastante racional, que se revela como un producto de la misma angustia (de origen animal) que impulsó al hombre a inventar los mitos para así afirmar su dominio sobre la realidad que le circunda.

“Iluminismo” es la idea de un “pensamiento en continuo progreso”, es decir, la confianza en el desarrollo continuado de la razón y la mejora de la especie humana. Este progreso consiste, por un lado, en la desmitificación o “desencantamiento” del mundo, tanto del universo físico como social; esto implica la sustitución de las viejas creencias por las nuevas explicaciones científicas.

Por otro lado, estas explicaciones científicas son evaluadas en última instancia por su capacidad para generar nuevas aplicaciones técnicas, o sea, por su utilidad práctica. En realidad, “lo que los hombres quieren aprender de la naturaleza es la forma de utilizarla para lograr el dominio integral de la naturaleza y de los hombres”. El criterio es “el cálculo y la utilidad”: la pura forma lógica (la matemática) y la tecnología (el control sobre las cosas). El saber queda supeditado al poder. Sólo que ese poder no es la capacidad de la especie humana para establecer las condiciones de su felicidad universal, sino que responde a los intereses de las clases dominantes, que aprovechan los avances técnicos para asegurarse sus privilegios: “La razón misma se ha convertido en un simple accesorio del aparato económico omnicomprensivo. Desempeña el papel de utensilio universal para la fabricación de todos los demás”.

Este proceso conduce a la virtual monopolización del saber por parte de la ciencia, lo cual tiene como consecuencia la virtual exclusión de los fines éticos del ámbito de la razón y la “verdad objetiva”: el problema de la justificación de las preferencias morales –y estéticas– queda relegado al cuarto oscuro de la subjetividad privada. Así, en lugar de servir a la emancipación de los hombres, la racionalidad científica degenera en instrumento ciego al servicio de la dominación. En tal sentido, la racionalidad de la razón se revela como una falsa apariencia. Se convierte en mito: en ideología.

2.3.2.2 Marcuse

Marcuse no sólo se contentó con denunciar el dominio ejercido sobre la naturaleza y el hombre por la razón científico-técnica, sino que supo darse cuenta de que tal dominio no es neutral, de que tal dominio encubría, en definitiva, un decidido carácter político. Todo su esfuerzo teórico consistiría en descubrir qué principio animaba la dinámica de la autoconservación sistémica que Adorno y Horkheimer habían puesto en el centro de su crítica al capitalismo tardío. Marcuse no se contentaba con decir que el Sistema sólo pretendía la mera autoconservación, sino que quería ir más allá, preguntarse qué había detrás de todo ese brutal dominio de la naturaleza y del individuo; tenía que descubrir quién o qué estaba haciendo de la realidad, de nuestro mundo tecnificado y racional, la expresión de la más depurada irracionalidad. Si, para Adorno y Horkheimer, el problema fundamental de la sociedad capitalista era que el Sistema carecía de metas prácticas; que, por consiguiente, era incapaz de ver más allá de sí, de su propia autoconservación (y que, sin embargo, al no dar razones de su propia dinámica, se autoafirmaba en su ceguera de un modo infundado y salvaje), para Marcuse el problema fundamental consiste en que esta autoafirmación sistémica se traduce en una represión total de la naturaleza, del individuo y de la sociedad en su conjunto.

Marcuse considera a la ciencia y a la técnica como instrumentos al servicio del status quo. Lejos de ejercer una labor crítica y, por tanto, emancipatoria, posibilitando la transformación de la realidad en un mundo habitable para todos, la ciencia y la técnica han pasado a convertirse en la primera fuerza productiva, y, con ello, se han puesto al servicio no de la sociedad en su conjunto, sino de los intereses que rigen esa sociedad. La ciencia y la técnica, al presentarse como la expresión más elevada de la razón, o, dicho de otro modo, al acaparar para sí el monopolio de lo que se entiende por racional, nos conducen a un universo cerrado, mítico, en el que todo se repite o, como dirá Marcuse, en el que asistimos al cierre de las alternativas del discurso y de la acción, y, en definitiva, al cierre del universo político, a la aniquilación de toda utopía y de todo otro “poder ser de otro modo”.

La conciencia de los sujetos se encuentra amordazada por dos motivos fundamentales. En primer lugar, porque el individuo es movilizado, en cuerpo y alma, por un aparato productivo que lo encadena al trabajo, haciendo de éste el contenido fundamental de su vida, y lo que es peor, deformando su subjetividad hasta el punto de no poder imaginar otro mundo, una realidad diferente. Pero, en segundo lugar, el individuo recibe compensaciones, gratificaciones del Sistema, que le permiten seguir viviendo, seguir trabajando, aunque sin acabar de saber muy bien por qué, ni para qué.

Por una parte, la naturaleza racional del saber científico-técnico, de alguna manera, legitima objetivamente una sociedad articulada sobre este saber, pues constituye, sin duda, la primera fuerza productiva; y, por otra, los individuos legitiman subjetivamente el Sistema debido a las gratificaciones que reciben de él. El resultado es, por consiguiente, que el mundo, tal cual está estructurado, tiende a conservarse, a afirmarse sin mostrar atisbos de una transformación cualitativa, es decir, de una transformación profunda de su base.

Este universo tan pretendidamente racional, entretejido con los hilos de la razón científico-técnica, es la expresión más acabada de una brutal irracionalidad, porque lo que no se comprende es cómo siendo técnicamente posible no sólo la conquista del espacio, sino, la conquista del hambre y del sufrimiento más vergonzoso, aún no se realice; y que siendo técnicamente posible eliminar la represión excedente –es decir, siendo posible reducir la cantidad de trabajo necesario para el mantenimiento de la vida– nuestra sociedad esté organizada sobre el imperativo de un trabajo desenfrenado e histérico.

¿Cómo podemos decir que nuestro sistema es racional cuando la ciencia y la técnica, lejos de suprimir el dolor, la injusticia, el hambre o la mediocridad de una vida encadenada al trabajo, colaboran en el mantenimiento del status quo, dulcificando y acallando la protesta de una subjetividad rebelde que se apaga, indiferente ya a los problemas del mundo y de millones de seres humanos? ¿Cómo se puede seguir siendo racionales y haber perdido la utopía, la ilusión y la esperanza en una realidad donde el sufrimiento, la injusticia, o la simple desnudez no tengan la última palabra?. El gran contrasentido, la gran contradicción del Sistema, consiste en que la transformación es técnicamente posible.

Marcuse no criticó la ciencia y la técnica en sí, ni postuló regresos a edades doradas, ni a paraísos perdidos, sino que atacó duramente la organización de la ciencia y de la técnica en nuestra actualsociedad. Planteó la necesidad de un cambio en la dirección del progreso y un cambio en la estructura misma de la ciencia, en el proyecto científico, lo cual, sin duda, traería como consecuencia que

[sus hipótesis], sin perder su carácter racional, se desarrollarán en un contexto experimental esencialmente diferente (el de un mundo pacificado); consecuentemente, la ciencia llegaría a conceptos esencialmente diferentes sobre la naturaleza y establecería hechos esencialmente diferentes (El hombre unidimensional, p. 194).

Para Marcuse el dominio del hombre sobre el hombre es consecuencia del dominio sobre la naturaleza, y, por consiguiente, la comunicación libre de dominio no puede ser precondición, sino en todo caso, consecuencia del cambio. Sería necesario alterar nuestra relación con el mundo –liberada de la lógica del dominio– y, en todo caso, ser hombres nuevos, con una voluntad nueva, con un nuevo concepto de autorrealización, posibilitando así un espacio pacificado para una cualitativamente diferente relación intersubjetiva. Y en este contexto, Marcuse está convencido de lo que podría ser una salida, a saber, modificar no sólo nuestra actitud (más ecológica) frente a la naturaleza (que ya no sería una mera relación instrumental con ella), sino también dar una nueva dirección a la ciencia y a la técnica, para que éstas dejen de ser instrumentos de la represión total, y estén al servicio de unos valores cualitativamente diferentes de los imperantes bajo el capitalismo tardío.

Su filosofía se siente interesada por averiguar las causas que en realidad están haciendo cada vez más difícil que surja o sea posible aquella subjetividad libre de coacciones. Indagar, por tanto, no ya cuáles son las condiciones ideales bajo las que decimos que asistimos a una formación libre de la voluntad, sino cuáles son las trabas que la realidad está poniendo para que sea posible aquélla, es, por consiguiente, el interés crítico de la filosofía de Marcuse.

2.3.2.3 Habermas

La relación de la tradición marxista con la ciencia y la técnica ha sido una relación de amor-odio. Marx pretendió inaugurar un proyecto científico que tenía como base el rechazo de la filosofía. Para Marx la superación de la filosofía como filosofía era precondición para el establecimiento de la crítica como ciencia. Por el contrario, para Horkheimer y Adorno, la superación del cientificismo era precondición para un establecimiento de la teoría marxista como crítica. El idealismo filosófico, en el que los ideales de razón y libertad permanecían vivos –aunque de forma distorsionada–, queda sustituido en los creadores de la Escuela de Francfort por el materialismo positivista como principal enemigo del pensamiento crítico. La “crítica de la razón instrumental” se convirtió en la tarea clave de la teoría crítica, ya que, al crear la posibilidad objetiva de una sociedad verdaderamente humana, el control progresivo sobre la naturaleza mediante la ciencia y la tecnología transformaba simultáneamente a los sujetos potenciales de la emancipación. Para Horkheimer y Adorno la emancipación humana sólo podía ser concebida como una ruptura radical con la racionalidad meramente “formal” y con el pensamiento meramente “instrumental”.

Para Marcuse la racionalidad formal tiene implicaciones sustantivas específicas. No solo impide la reflexión sobre los intereses sociales que determinan la aplicación de las técnicas, sino que se reduce por su misma estructura a relaciones de posible control técnico. La relación de la razón técnica con el dominio muestra una forma específica de no confesado dominio político. De esta forma, la razón pierde su función como estándar crítico con que medir la organización de la sociedad; se convierte en base ideológica de su legitimación y en instrumento para su perfeccionamiento. La conclusión de Marcuse es que la emancipación humana exige una ruptura radical con el pensamiento “unidimensional”.

Habermas está de acuerdo en general con la necesidad de una crítica de la razón instrumental, pero estima que las primeras tentativas de la Escuela de Frankfurt rayaron a menudo en un rechazo romántico de la ciencia y de la tecnología como tales.

Según Habermas, mientras las formas históricamente específicas de ciencia y tecnología dependen de relaciones institucionales que son variables, sus estructuras lógicas básicas se fundan en la misma naturaleza de la acción social con respecto a fines. Y mientras esto no cambie, mientras los hombres hayan de emanciparse de la necesidad material mediante el trabajo social, no puede haber un sustituto “más humano” del progreso “científico-técnico”. La técnica ha de ser un proyecto de la especie humana en su conjunto. Habermas no niega el contenido político de la tecnología, sino que trata de distinguir entre los intereses específicos de la especie humana que subyacen al desarrollo tecnológico y los intereses particulares que penetran en las constelaciones históricas concretas de la tecnología. El problema, tal y como lo ve Habermas, es la reducción del pensamiento racional a pensamiento científico y técnico, y la situación, según él, es situar la razón técnica dentro de una teoría comprensiva de la sociedad.

Habermas clasifica los procesos de investigación en tres categorías:

1. Ciencias empírico-analíticas: ciencias de la naturaleza y ciencias sociales en la medida en que intentan producir conocimiento nomológico; en su orientación interviene un interés cognoscitivo técnico.

2. Ciencias histórico-hermenéuticas: comprenden las humanidades y las ciencias históricas y sociales en la medida en que su objetivo es una comprensión interpretativa de las configuraciones simbólicas; están guiadas por un interés cognoscitivo práctico.

3. Ciencias de orientación crítica: abarcan el psicoanálisis y la crítica de la ideología, así como la filosofía entendida como disciplina reflexiva y crítica; están orientadas por un interés cognoscitivo emancipatorio.

Cada una de estas ciencias responde a un tipo de interés cognitivo, y éstos son orientaciones generales que guían los distintos tipos de investigación.

Los intereses cognoscitivos no son relevantes ni desde el punto de vista de la psicología del conocimiento, ni desde el de la sociología del conocimiento, ni tampoco desde el de la crítica ideológica en sentido estricto; ya que son invariantes […] No representan influencias en el proceso de conocimiento que hubieran de eliminarse por mor de la objetividad del conocimiento; antes bien, determinan el aspecto básico bajo el que puede objetivarse la realidad y, por tanto, el aspecto bajo el que la realidad puede resultar accesible a la experiencia. Constituyen para los sujetos capaces de lenguaje y de acción condiciones necesarias de la posibilidad de toda experiencia que pueda pretender ser objetiva (Introducción a Theorie und Praxis, Francfort, 1971, p. 16)

Aunque los intereses cognoscitivos, considerados desde la perspectiva de los diferentes procesos de investigación, tienen un statustrascendental, tienen su base en la historia natural de la especie humana. El sujeto de la investigación no es el Yo trascendental sino una comunidad de investigadores, un subsistema de un sistema social más amplio que es a su vez producto de la evolución sociocultural de la especie humana. Los puntos de vista específicos desde los que es aprehendida la realidad

dimanan del nexo de intereses de una especie que está por naturaleza vinculada a determinados medios de socialización: al trabajo, al lenguaje y a la dominación. La especie humana asegura su existencia en sistemas de trabajo social y de autoafirmación violenta; merced a una vida en común mediada por la tradición en la comunicación del lenguaje ordinario; y, finalmente, con ayuda de identidades plasmadas en un “yo”, que reconfiguran la conciencia del individuo por relación a las normas del grupo en cada nivel de individualización. Así pues, los intereses que guían al conocimiento se adhieren a las funciones de un yo que, mediante procesos de aprendizaje, se adapta a sus condiciones externas de vida; que se ejercita, mediante procesos culturales en el nexo de comunicación de un mundo de vida social; y que se construye una identidad en el conflicto entre las solicitudes del instinto y coerciones sociales (“Conocimiento e interés, en Ciencia y técnica como “ideología”, p. 176

La teoría de los intereses cognoscitivos de Habermas se caracteriza por los siguientes rasgos:

· Rechazo de la ilusión objetivista conforme a la cual el mundo es concebido como un universo de hechos independientes del cognoscente, cuya tarea sería describirlos como son en sí mismos.

· Tematización de los marcos de referencia en los que se sitúan los diferentes tipos de enunciados teóricos.

· Clasificación de los procesos de investigación en tres categorías que se distinguen por sus estrategias cognoscitivas generales.

· Conexión de estas estrategias con intereses cognoscitivos específicos que tienen su base en la historia natural de la especie humana.

Según Habermas, la investigación empírico-analítica tiene por objeto la producción de saber técnicamente explotable y revela la realidad desde el punto de vista del posible control técnico sobre procesos objetivados. Las hipótesis legaliformes características de este tipo de ciencia, pueden ser interpretadas como enunciados sobre la covarianza de eventos. Dado un conjunto de condiciones iniciales, éstas hacen posibles las predicciones. La conexión de las hipótesis con la experiencia es establecida por medio de la observación controlada, típicamente mediante el experimento. En realidad, pues, los enunciados básicos no suministran evidencia inmediata sin mezcla de subjetividad. No son simplemente representaciones de hechos en sí, sino que expresan el éxito o el fracaso de nuestras operaciones de medida. Las operaciones básicas son operaciones de medida que permiten establecer una correlación unívoca entre eventos determinados operativamente y signos conectados sistemáticamente.

El sistema comportamental de la acción instrumental es el que determina en última instancia la estructura de la investigación empírico-analítica. Los compromisos metodológicos constitutivos de cada tipo de investigación surgen de las estructuras de la vida humana, de los imperativos de una especie que se reproduce a sí misma (en parte) a través de la acción racional con respecto a fines, la cual está intrínsecamente ligada a procesos acumulativos de aprendizaje. Estos procesos tienen que ser mantenidos en forma de investigación metódica para que la autoafirmación de la especie no quede en peligro. La expresión interés cognoscitivo técnico trata de significar la orientación básica de investigación, la estrategia cognoscitiva general, que deriva de esta condición fundamental de la reproducción de la vida humana.

La interpretación pragmática que hace Habermas de la ciencia empírico-analítica no se basa en una concepción de las teorías como instrumentos. Las teorías son sistemas de enunciados que pueden ser correctos o incorrectos, que pueden quedar corroborados o falsados. Pero, ¿qué nos revelan esos enunciados, cuando son válidos, acerca de la realidad? ¿Guarda su sentido una relación intrínseca con posibilidades de acción de un cierto tipo?

La respuesta de Habermas es que la investigación empírico-analítica nos proporciona una información que es técnicamente utilizable. Esta tesis ha de entenderse en un sentido cuasi-trascendental, como una tesis sobre las condiciones de posibilidad del conocimiento objetivamente válido de la naturaleza y, por tanto, sobre el sentido mismo de los enunciados científicos.

2.3.3 ¿Cómo valoramos el avance tecnológico?

En algunos casos, la aplicación de la tecnología puede resultar positiva para algunas personas, bien porque les proporcione comodidades o bien porque les aporte beneficios económicos, etc., pero al mismo tiempo puede resultar perjudicial para otras muchas personas, e incluso para la totalidad de la sociedad. Como ejemplo tenemos los automóviles, que proporcionan satisfacciones y comodidades a numerosas personas e ingresos económicos a otras; pero a la vez pueden resultar perjudiciales para numerosos habitantes de las grandes ciudades, que continuamente se ven obligados a soportar ruidos y contaminación, y en último término al conjunto de la sociedad, pues la emisión de CO2 contribuye a degradar el medio ambiente.

En este sentido, resulta evidente que la enorme capacidad científico-tecnológica, junto con las grandes ventajas que aporta, ocasiona graves problemas y perturba las condiciones de vida de la tierra.

Tenemos, por tanto, que el fenómeno de la tecnología es una fenómeno ambivalente; con beneficios y perjuicios; ¿cómo decidir lo que hacer con respecto a un determinado avance científico?; ¿quién debe decidirlo?; ¿qué aspectos de la investigación científico-tecnológica hay que fomentar y cuáles rechazar?

Entre las concepciones que resaltan la dimensión social de la ciencia y la tecnología destacan dos tradiciones: la europea, que entiende la “dimensión social” como la forma en que factores sociales (económicos, políticos, culturales…) contribuyen a la génesis y consolidación de complejos científico-tecnológicos; y la americana, más centrada en las consecuencias sociales o la forma en que los productos de la ciencia-tecnología inciden sobre nuestras formas de vida y organización social. La tradición europea tiene su base en una serie de argumentos relativistas relacionados con la carga teórica de la observación –el presunto “suelo firme” sobre el que descansaría el conocimiento científico– y la infradeterminación de las generalizaciones en ciencia a partir de evidencias observacionales. Pero son las ciencias sociales, especialmente la sociología, la antropología y la psicología, el armazón explicativo fundamental de la tradición europea, ubicada mayoritariamente en contexto académico.

La tradición americana tiene un carácter mucho más práctico y un alcance valorativo que trasciende el marco académico. Junto a la reflexión ética y los aspectos educativos incluye un interés por la democratización de los procesos de toma de decisiones en políticas tecnológicas y ambientales. La ética, la historia de la tecnología, la teoría de la educación y las ciencias políticas constituyen su principal marco teórico.

Las dos tradiciones han puesto de manifiesto las insuficiencias de la concepción heredada de la ciencia, según la cual existe una brecha insalvable entre los valores epistémicos o cognitivos, los únicos legítimamente asociables con la ciencia, y los no epístémicos o de tipo práctico que supuestamente determinan la praxis científica. En este marco, el conocimiento científico estaría determinado por valores como la verdad, la coherencia, la simplicidad y el alcance predictivo de las teorías. Las reglas y normas metodológicas tienen más que ver con la racionalidad científica que la ética y otras normas de conducta.

Los enfoques constructivistas en sociología del conocimiento han mostrado en qué medida muchos resultados experimentales admiten una flexibilidad interpretativa que da pie a la coexistencia de diversas interpretaciones, a menudo incompatibles. Esta constatación lleva a preguntarse por los mecanismos sociales, retóricos e institucionales que limitan la flexibilidad interpretativa y favorecen el cierre de las controversias, promoviendo el consenso acerca de la “verdad” en cada caso particular. En esta lógica, los “mecanismos de cierre” de las controversias científicas deben guardar mucha relación con el medio sociocultural y político amplio. Tales argumentos respaldan el denominado programa empírico del relativismo. En su versión fuerte, el programa relativista descalifica cualquier concepción de la ciencia basada en explicaciones centradas en la verdad, la racionalidad, el éxito y el progreso, habituales entre los filósofos de la ciencia.

Las consecuencias del programa relativista serían que, si admitimos que las controversias científicas se cierran con argumentos retóricos y dependen, en último término, del poder e influencia de cada grupo rival, nos vemos inclinados a admitir que la ciencia oficial es mera construcción social. Y si los científicos son quienes determinan nuestra imagen del mundo, como afirman los defensores del relativismo, hemos de concluir que también la realidad natural es una construcción social.

Desde la perspectiva relativista es el consenso entre las distintas opiniones de los agentes sociales implicado sen el desarrollo científico-tecnológico, mediado por la retórica y ciertos mecanismos institucionales, lo que determina la aceptación social de una tecnología. Pero, en contraposición a la concepción heredada de la ciencia, quita toda importancia a los valores epistémicos y enfatiza únicamente su carácter de construcción social.

Las aportaciones de la sociología del conocimiento ayudan a comprender los condicionamientos sociales de la práctica científica pero de poco sirven para encontrar elementos de juicio que, más allá de la retórica y las interpretaciones en conflicto, ayuden a introducir racionalidad en el cierre de controversias. Excepto cuando intervienen planteamientos muy radicalizados a priori, muchas discrepancias entre expertos y público en general (o entre colectivos de expertos y público) pueden reducirse al mínimo si cada colectivo expone la información con que cuenta para justificar su posición y expresa de forma razonada los valores e intereses que intenta defender. Puede que la retórica y una posición de poder a menudo sean decisivas para generalizar un punto de vista, pero por sí solas son insuficientes en sociedades democráticas. La ciencia no persigue sólo fines epistémicos; pero los no epistémicos por sí solos no le otorgan plausibilidad. Cuando una determinada tecnología deviene problema social, son sus fines y eventuales aplicaciones los que le dan sentido. No todo conocimiento es bueno por sí mismo ni cualquier investigación hace progresar la ciencia, entendidas como proceso autónomo:

La ciencia adquiere su auténtico sentido por sus fines, y no por sus orígenes. Ni la base empírica ni la base sociológica iniciales bastan para explicar la ciencia. En tanto acción humana intencional, la ciencia trata de contribuir a mejorar el mundo, y no sólo el mundo físico, sino también el mundo social y el mundo histórico. Ello implica, sin duda, mejorar nuestro conocimiento del mundo. Pero la ciencia no es sólo cognición. En tanto actividad social, está regida por una pluralidad de valores que dan sentido a la praxis científica (Echeverría, 1995, 46-47)

En la medida en que las aplicaciones científico-técnicas contribuyen a satisfacer necesidades humanas, su desarrollo presupone elegir primero qué necesidades deben ser satisfechas. Cuando de necesidades se trata, nos introducimos en el terreno de los valores. Y del mismo modo que podemos establecer una cierta gradación entre necesidades, partiendo de las más básicas hasta las de segundo o tercer orden, podemos también argumentar racionalmente a favor de la prioridad de unos valores frente a otros.

Muchos piensan que el referéndum sobre asuntos controvertidos sería la vía apropiada para alcanzar el grado de equilibrio y objetividad necesario en el debate sobre ciencia, tecnología y sociedad; pero no deberíamos sobreestimarlo. El acto de votar en un referéndum es un aspecto importante, pero también parece serlo todo el proceso de información previo que hace posible votar con conocimiento de causa. Si no hay disposición ni medios para implicarse de manera efectiva en todo el proceso previo, exigirlo carece de sentido y desvela la intención demagógica de quienes lo proponen.

Como alternativa al referéndum están las “Conferencias de consenso”. Consisten en convocar a personas representativas de toda la población del país mediante anuncios en la prensa. Reunidos en un determinado lugar, los asistentes interrogan a un amplio panel de expertos e intentan redactar un informe de consenso con las respuestas. Comienzan abordando cuestiones que no requieren un conocimiento específico, para introducirse después, con la ayuda de divulgadores o profesionales capacitados, en aspectos en los que no estaban familiarizados.

Durante un fin de semana los profanos en la materia tienen la oportunidad de adquirir información sobre la tecnología a debate y sus aplicaciones potenciales. Desde el comienzo se intentan definir los temas que suscitan mayor interés o preocupación. Los asistentes indican qué tipos de técnicos o profesionales necesitarían para aclarar las cuestiones pendientes en un encuentro a celebrar un mes más tarde. A lo largo de este segundo encuentro los asistentes tendrán que ponerse de acuerdo sobre unas 5-10 cuestiones fundamentales e indicar el grupo de expertos (entre los que pueden incluir a miembros de grupos de interés) cuyas opiniones necesitarían conocer antes de un último encuentro. El primer día de esta última ocasión se pide a los expertos que respondan a todas las cuestiones que planteen los asistentes. Estos discuten las respuestas y plantean nuevas preguntas antes de completar una lista final de asuntos que requieren ulteriores aclaraciones. Tales cuestiones, más las que surjan sobre la marcha, se tratan durante un segundo día. Los no expertos se reúnen a puerta cerrada para redactar su informe, reflexionar sobre su aceptación o rechazo a la tecnología objeto de debate y delimitar sus principales inquietudes éticas, sociales o legales al respecto. El informe final es presentado en una conferencia de prensa el último día. A los expertos se les permite únicamente corregir los errores manifiestos, pero no comentar aspectos del comunicado final.

El procedimiento habrá tenido éxito si a través de su proyección en los medios y la discusión pública provoca un cambio en las relaciones tradicionales entre ciencia y sociedad.

3. Repercusiones sociales del desarrollo científico y tecnológico

3.1 Efectos de la construcción social. Estructura social. Relaciones de producción, valores y hábitos

3.1.1 Cambio tecnológico y cambio social. ¿Determinismo tecnológico o económico?

Francis Bacon, impresionado por el impacto social de algunas invenciones aparecidas en la Baja Edad Media, fue uno de los primeros científicos en tener conciencia de la trascendencia histórica de algunas innovaciones técnicas y de su influencia en la vida de los seres humanos y en la marcha de las sociedades. A este respecto, se expresaba del siguiente modo:

Es aconsejable observar la fuerza, efecto y consecuencias de los descubrimientos. En ninguna parte se ven aquellos más fácilmente que en esos tres descubrimientos que los antiguos desconocieron y cuyo origen, aunque reciente, es oscuro: la imprenta, la pólvora y el imán. Porque estos tres han hecho cambiar por completo la faz del mundo y el estado de cosas existentes; el primero en el campo de la literatura, el segundo en el de la guerra y el tercero en el de la navegación. A partir de ahí se han producido innumerables cambios, hasta el punto de que ningún imperio, ninguna secta ni estrella parece que haya ejercido un poder e influencia sobre las cosas humanas mayor que el de otros inventos (Novum Organum, 129)

Bacon, pues, contra la tendencia general que concedía importancia histórica a acontecimientos políticos, militares, religiosos …, llamaba la atención sobre algunos descubrimientos técnicos que habían influido profundamente sobre el curso de la historia. Sin embargo, la idea de que la tecnología es la fuerza motora de la sociedad surgió en las primeras etapas de la Revolución Industrial.

La evolución histórica y social se concibe frecuentemente de acuerdo con un modelo de desarrollo lineal, cuyo hilo conductor es el desarrollo tecnológico; de este modo, las sociedades se consideran primitivas o avanzadas según el nivel de desarrollo tecnológico.

Esta forma de concebir la evolución social se asienta, de un modo implícito o explícito, sobre el concepto de determinismo tecnológico, es decir, sobre el supuesto de que el desarrollo social está casi enteramente determinado por la tecnología que la sociedad inventa, desarrolla o acepta.

Muchos estudios históricos y antropológicos han analizado y explicado la evolución histórica desde esta perspectiva. El historiado Lynn White, en su Tecnología medieval y cambio social, ha atribuido el desarrollo del sistema feudal en la Europa medieval a la incorporación del estribo. Este sencillo invento, que afirmó definitivamente la superioridad del jinete (del caballero) sobre el soldado de a pie, revolucionó toda la tecnología militar y el arte de la guerra, dando nacimiento al feudalismo

Pocos inventos han sido tan sencillo como el del estribo, pero pocos ejercieron una influencia tan catalítica en la historia. Las necesidades de la nueva modalidad de guerra que el estribo hizo posible hallaron expresión en una nueva forma de sociedad europea occidental, dominada por una aristocracia de guerreros a quienes se concedían tierras para que pudiesen combatir con un estilo nuevo y altamente especializado. Inevitablemente, esta nobleza creó formas y pautas culturales de pensamiento y emoción que respondían a la modalidad del combate con carga de caballería y a su posición social (Obras completas, Barcelona, Paidós, 1973, p. 54)

El punto de partida de todos los debates, justificaciones y críticas sobre el determinismo tecnológico fue la teoría marxista. El texto en que más explícitamente se formula la relación causa-efecto entre tecnología y sociedad es el siguiente:

El molino manual trae la sociedad feudal; el molino de vapor, la sociedad capitalista industrial (K. Marx: La miseria de la filosofía, cap. II, 1)

Aparentemente, esta tesis considera el factor tecnológico como el motor principal de la historia. Pero el materialismo histórico de Marx siempre ha sido caracterizado como determinismo económico. El texto más preciso, breve y completo de Marx sobre el materialismo histórico pertenece al Prólogo a la Contribución a la crítica de la Economía política:

En la producción social de su vida, los hombres traban determinadas relaciones necesarias, independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a un determinado estadio de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. La totalidad de estas relaciones de producción constituyen la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se levanta una superestructura jurídica y política a la que corresponden determinadas formas sociales de conciencia. El modo de producción de la vida material determina el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, a la inversa, su ser social el que determina su conciencia. En un determinado estadio de su desarrollo las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, por usar la equivalente expresión jurídica, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se habían movido hasta entonces. De formas de desarrollo que eran las fuerzas productivas, esas relaciones mutan en trabas de las mismas. Empieza entonces una época de revolución social.

Con la alteración del fundamento económico se subvierte más rápida o más lentamente toda la gigantesca superestructura. En la consideración de estas conmociones hay que distinguir siempre entre la transformación material de las condiciones económicas de la producción, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en suma, ideológicas, en las cuales los hombres toman conciencia de este conflicto y lo dirimen. Del mismo modo que no se puede juzgar a un individuo por lo que se imagina ser, así tampoco es posible juzgar una tal época de transformación por su conciencia, sino que hay que explicar esa conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción. Una formación social no sucumbe nunca antes de que se hayan desarrollado todas las fuerzas productivas para las cuales es suficientemente capaz, y nunca aparecen en su lugar nuevas relaciones de producción superiores antes de que sus condiciones materiales de existencia se hayan incubado en el seno de la vieja sociedad misma […] Las relaciones de producción burguesas son la última forma antagónica del proceso de producción social, antagónica no en el sentido de antagonismo individual, sino en el de un antagonismo que nace de las condiciones sociales de la vida de los individuos; pero las fuerzas productivas que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa producen al mismo tiempo las condiciones materiales de la solución de ese antagonismo (K. Marx: Contribución a la crítica a la economía política, Prefacio)

Marx defiende que la estructura económica de cada sociedad determina el proceso de la vida social, política y espiritual del ser humano. A este respecto, la estructura económica diferencia dos elementos, las fuerzas productivas y las relaciones de producción.

Las fuerzas productivas se encuentran constituidas por el conjunto de los medios materiales y humanos que intervienen en el proceso de producción; en ellas se incluyen los recursos naturales, los instrumentos de producción y fundamentalmente el trabajo humano.

Las relaciones de producción se encuentran constituidas por las relaciones sociales que se establecen en el proceso productivo, principalmente entre los propietarios de los medios de producción y los productores directos o trabajadores.

En este sentido, el motor de los cambios sociales, el motor de la historia, son las contradicciones, los conflictos entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Estos conflictos se manifiestan a través de la lucha de clases que, según Marx, constituye el verdadero motor de todo cambio.

3.1.2 La sociedad industrial y sus transformaciones

En el siglo XIX tuvo lugar la explosión del crecimiento de la vida urbana. Al comienzo de dicho siglo apenas el 3% de la población mundial vivía en las ciudades y a finales lo hacía casi el 50%. El crecimiento urbano en la Europa del siglo XIX se produjo bajo el signo de la industrialización.

La máquina de vapor proporcionó energía en la cantidad necesaria y con la concentración adecuada que exigía la mecanización de los procesos productivos. Las fábricas activadas por dicha máquina ya no tenían que ser construidas a lo largo de los ríos, cerca de las corrientes de agua; la máquina de vapor liberó a la industria de las ataduras geográficas, proporcionando a la industria movilidad.

En nombre de la filosofía del laissez-faire, de la libertad de mercado, todo el proceso de desarrollo urbano se hizo libremente, sin directrices ni controles. El resultado fue un crecimiento dislocado con profunda degradación del medio. La ausencia de planificación urbanística permitió que hicieran su aparición barrios obreros sin servicios sanitarios, sin agua corriente ni alcantarillado. A la miseria material acompañaba la miseria moral.

En Inglaterra estos “barrios feos” están más o menos dispuestos del mismo modo que en todas las ciudades; las casas peores están en la peor localidad del lugar; por lo general, son de uno o dos pisos, en largas filas, posiblemente con los sótanos habitados e instalados irregularmente por doquier. Estas casitas de tres o cuatro piezas y una cocina, llamadas cottages, son en Inglaterra … la forma general de habitación de toda la clase obrera. En general, las calles están sin empedrar, son desiguales, sucias, llenas de restos de animales y vegetales, sin canales de desagüe y, por eso, siempre llenas de fétidos cenagales. Además, la ventilación se hace difícil por el defectuoso y embrollado plan de construcción, y dado que muchos individuos viven en un pequeño espacio, puede fácilmente imaginarse qué atmósfera envuelve a estos barrios obreros. Por último, cuando hace buen tiempo, se extiende la ropa a secar sobre cuerdas tendidas de una casa a otra, perpendicularmente a la calle (F. Engels, La situación de la clase obrera en Inglaterra, Madrid, Akal, 1976, p. 58)

La industrialización y la incorporación sistemática de la máquina transformó profundamente los procesos de producción y la forma misma del trabajo. Estas transformaciones tuvieron lugar en una doble dirección:

1. la mecanización del proceso productivo exigió la concentración de los obreros en un único lugar de trabajo, en el lugar de la manufactura primero y con mayor intensidad en la fábrica después

2. el proceso de producción mismo se transformó, llegando a ser una actividad colectiva, un trabajo en equipo. Este proceso generó un fuerte incremento de la división del trabajo.

La evolución del proceso de trabajo se ha producido en cuatro fases: trabajo artesanal, manufactura, máquinización y taylorismo.

El trabajo artesanal. En las sociedades preindustriales, la división del trabajo tenía lugar por la existencia de diferentes oficios, que se ejercían en pequeños talleres artesanales. En éstos, la elaboración del producto era un proceso esencialmente unitario, es decir, realizado en todas sus fases por un solo trabajador. Los instrumentos característicos de la producción artesanal eran pasivos en manos del obrero, y era su fuerza muscular, su habilidad natural o adquirida y su inteligencia los que determinaban la producción hasta el menor detalle.

La manufactura representó un momento de transición hacia el sistema fabril, introduciendo nuevas formas de división del trabajo en el proceso productivo. En la división manufacturera del trabajo cada obrero o grupo de obreros realizaba una tarea parcial del proceso productivo.

A la división manufacturera del trabajo vendrá a oponerse la división objetiva del trabajo, impuesta por la máquina o la técnica al fraccionar el proceso productivo en tareas parciales, relegando al trabajador al papel de servidor de la máquina. A la manufactura sigue la gran industria con el nacimiento de la fábrica, cuyo núcleo esencial es la revolución operada en los instrumentos de trabajo, que alcanzan su configuración más acabada en la fábrica automática, en un sistema articulado de maquinaria.

Con la maquinaria de la Revolución industrial, el instrumento de trabajo adquiere independencia, en su dinámica y funcionamiento, del obrero; la revolución tecnológica modificó de modo radical las relaciones entre el trabajador y los instrumentos de trabajo; ya no es el obrero el que se sirve de las herramientas y las domina; son las máquinas las que dominan al obrero, que se ha convertido en su servidor.

En la manufactura y en la industria manual, el obrero se sirve de la herramienta; en la fábrica, sirve a la maquinaria. Allí los movimientos del instrumento de trabajo parte de él; aquí, es él quien tiene que seguir sus movimientos. (K. Marx, El capital, I, p. 349)

La supeditación técnica del obrero a la marcha uniforme del instrumento mecánico de trabajo reduce a éste a una triste rutina que ahoga toda actividad libre física e intelectual; de este modo las máquinas, cuya función debía ser facilitar el trabajo del obrero y liberarle de tareas penosas y peligrosas, privan al trabajador de su sentido y contenido creador, generando una patología laboral, caracterizada por la fatiga, la rutina, los accidentes laborales y, en general, la insatisfacción en el trabajo.

Los efectos de esta revolución sobre el trabajo y la vida de los trabajadores fueron múltiples y profundos. La maquinaria, al hacer inútil la fuerza muscular, permitió emplear como obreros a niños y mujeres, a quienes se les hacía trabajar de sol a sol por un salario mucho más bajo que el percibido por los varones adultos. La depauperación física y moral a que condujo la explotación laboral de las mujeres y de los niños fue descrita por Engels en La situación de la clase obrera en Inglaterra. En 1835, más del 60% de los trabajadores de la industria algodonera eran mujeres y niños menores de 13 años. Estas condiciones de trabajo no dejaron de tener consecuencias sociales y morales. Altos índices de desintegración familiar, incremento de la delincuencia, prostitución y alcoholismo fueron algunas de las secuelas de las condiciones miserables y embrutecedoras de vida y trabajo, repetidamente denunciadas en informes, inspecciones y relatos de la época.

El dogma del liberalismo, contrario a toda intervención estatal, dificultó y retrasó el desarrollo de una legislación que protegiera a los trabajadores y especialmente a los niños de los abusos de los empresarios. Sólo en 1824 se reconoció el derecho de los trabajadores a formar sindicatos, y hasta 1833 no se prohibió legalmente el trabajo de los niños menos de 9 años ni se reguló el de los de 9 a 18. Por otra parte, esta legislación era fácilmente burlada.

A continuación de la maquinización, apareció un nuevo sistema de trabajo al que se conoce con el nombre de taylorismo. El taylorismo consiste en la producción de mercancías en grandes cantidades y a bajo coste. Este modo de producir es posible por el alto grado de mecanización del proceso, que implica también una cuidadosa organización de los materiales y una minuciosa división del trabajo. A este sistema de producción también se le conoce con el nombre de producción en serie, y transformó la organización del trabajo en tres sentidos fundamentales:

1. las tareas fueron minuciosamente parceladas, de tal manera que pudieran ser ejecutadas por trabajadores no adiestrados

2. las empresas manufactureras crecieron extraordinariamente, exigiendo también un fuerte incremento de los cuadros directivos, así como personal de alta cualificación científica y técnica

3. el resultado de estos procesos fue una radical separación entre tareas de concepción y planificación, por una parte, y tareas de ejecución, por otra.

Si el trabajo y sólo el trabajo es creador de riqueza –pensaba Taylor–, el trabajo debe ser el pilar fundamental del crecimiento económico y del incremento de la productividad que acelere la acumulación de capital. El taylorismo es una estrategia económica del capitalismo aplicada a través de una tecnología organizativa para el control y la explotación intensiva del trabajo asalariado.

Esta organización del trabajo tuvo su base en la consideración del ser humano como una máquina más, cuyos tiempos y movimientos de ejecución era preciso determinar científicamente, arrebatándolos a la libre decisión del trabajador. Desde el punto de vista del trabajo concreto, la novedad más importante residía en privar al obrero de todo control sobre sus modos de trabajar, sustituyéndolos por un conjunto de operaciones concebidas y preparadas por la dirección de la empresa y obligándole a ajustarse a la cadena de montaje.

Estas nuevas organizaciones del trabajo también dieron lugar a lo que se conoce como sociedad de clases.

3.1.3 La sociedad postindustrial

A lo largo de los años sesenta y setenta diversas corrientes de análisis social convergieron en la idea de que estaba emergiendo un nuevo tipo de sociedad esencialmente distinta de la sociedad configurada por la Revolución Industrial. Esta nueva sociedad ha recibido muy diferentes denominaciones: sociedad del conocimiento, sociedad de la información, sociedad del ocio, sociedad del consumo de masas … Cada caracterización subraya un aspecto relevante de la nueva sociedad. Sobre todas ellas se ha impuesto el concepto de sociedad postindustrial.

Las sociedades postindustriales se diferencian de las industriales tanto por el carácter general de su economía, como por su estructura ocupacional y los rasgos esenciales de su tecnología. Las características principales de las sociedades postindustriales son:

1. su economía es principalmente una economía de servicios

2. el paso de una economía productora de bienes a una economía de servicios ha llevado aparejada una transformación de la estructura de las ocupaciones. Los empleados de oficina, los trabajadores de cuello blanco han superado a los trabajadores de fábrica, y son la categoría más numerosa e importante de la fuerza de trabajo. Estos cambios en la estructura ocupacional tienen efectos sociales importantes, pues afectan tanto a la naturaleza de las relaciones del individuo con el trabajo como a la estructura de clases y a la ideología, por la importancia que la ocupación tiene en la determinación de las pautas de pensamiento y acción

3. junto a la vieja tecnología mecánica, ocupa un lugar cada vez más importante la nueva “tecnología inteligente”, resultante de los desarrollos de la microelectrónica y sus aplicaciones informáticas, que han transformado los procesos productivos de la industria y también el trabajo de las oficinas. Todos estos cambios culminan en lo que Bell llama “el principio axial de la nueva sociedad: el conocimiento teórico ocupa una dimensión central como fuente de innovación y de progreso; el conocimiento científico se convierte en el principal recurso estratégico de las sociedades postindustriales. La ciencia no es sólo una fuerza productiva, sino que es la fuerza productiva decisiva, cuyo ámbito de aplicación se extiende a sectores productivos cada vez más numerosos.

4. de la automatización al teletrabajo. La automatización fue el paso siguiente a la cadena de montaje y supone la sustitución de las personas por máquinas que no sólo actúan, sino que también “piensan”. La automatización comprende equipos y sistemas muy diferentes, como los de control numérico de las máquinas-herramienta, los robots industriales, el diseño asistido por ordenador y la fabricación integrada por ordenador. La introducción de la automatización en las actividades económicas ha tenido lugar primero en la producción industrial y posteriormente en el trabajo de oficina. La incidencia de la automatización en la organización del trabajo y de la producción ha sido y es enorme, tanto por los puestos de trabajo que destruye, muy superiores a los que crea, como porque produce una masiva descualificación del saber profesional de los trabajadores. Esta descualificación masiva exige, como contrapartida, la supercualificación de unos pocos, aquellos que realizan el trabajo de creación o programación. Por otro lado, el desarrollo acelerado y continuo de la tecnología informática y de telecomunicación ha dado lugar al teletrabajo, que podría definirse como la actividad que realiza un empleado desde su casa, sin necesidad de desplazarse hasta el lugar de la empresa que lo ha contratado, utilizando para ello la línea telefónica o el terminal del ordenador.

5. la sociedad del ocio y las técnicas de la comunicación. El desarrollo tecnológico ha hecho posible el aumento del tiempo libre, del tiempo de ocio para la inmensa mayoría de los trabajadores. Este hecho es una consecuencia de la alta productividad que ha alcanzado la organización científica del trabajo. En la sociedad del ocio ha adquirido una importancia decisiva el surgimiento de numerosas redes de medios de comunicación de masas: la prensa, la radio, el cine y la televisión por encima de todos. La televisión ha adquirido todo su potencial en la sociedad postindustrial, no sólo por los elevados niveles de audiencia, sino porque es la ventana, para muchas personas la única ventana, a través de la cual numerosos seres humanos perciben la realidad. La televisión cumple una importante función de control social; en este sentido, ejerce una enorme influencia en la creación de la opinión pública y en la configuración de las actitudes y conductas de la gente. El poder e influencia de la televisión se pone de manifiesto en la esfera política. Las formas de gobierno autoritarias han hecho de ella el principal instrumento de control, adoctrinamiento y dominación. Por otra parte, en las sociedades democráticas, la televisión es la palestra en la que se dirimen las batallas por el poder: las campañas electorales se organizan por y para la televisión, y todos los instrumentos de comunicación se estructuran en función de los medios televisivos; incluso los propios mítines y demás actos públicos se organiza, más que para las personas que asisten a ellos, para los millones de espectadores que los presenciarán a través de la pequeña pantalla. Un ejemplo claro de la importancia de la televisión es la conocida en España como guerra del fútbol; en el fondo ésta no es otra cosa que una lucha por el control de la televisión, lo que a su vez influirá en el control del poder.

3.2 El impacto de la evolución tecnológica y del progreso social en el medio ambiente: los problemas ecológicos

3.2.1 La noción de ecosistema

El término “ecosistema” es una contracción de la expresión “sistema ecológico”, y con él podemos referirnos al conjunto de seres vivos cuyos procesos vitales se interrelacionan dentro de un determinado hábitat. Todo ecosistema está compuesto de los siguientes elementos:

1. el ambiente físico, del que forman parte el suelo, el clima, el agua, el aire y otros elementos de carácter mineral, líquido o gaseoso

2. la vegetación

3. el conjunto animal que lo puebla

4. la comunidad saprofítica o aquel conjunto de hongos y bacterias que se alimentan de sustancias orgánicas en descomposición

3.2.2 El impacto humano en el equilibrio de la biosfera

En la naturaleza, los ecosistemas inferiores o más restringidos se encuentran sumergidos en otros superiores o más amplios, estableciéndose entre ellos interrelaciones de muy variado signo y dirección; así, desde un punto de vista, los ecosistemas inferiores (microsistemas) dependen de los ecosistemas superiores (macrosistemas), siendo todos en último término dependientes del microsistema total de la biosfera. Pero, desde otro punto de vista, los macrosistemas y hasta la propia biosfera en su totalidad pueden verse modificados por las variaciones de los microsistemas.

Por tanto, todo se encuentra ligado a todo, cualquier perturbación en los organismos o en el entorno físico de determinado hábitat tiende a romper el equilibrio de un ecosistema y a originar toda una serie de acciones y reacciones en cadena, hasta que un nuevo equilibrio se restablece en lugar del antiguo. De esta manera, podemos considerar la historia de nuestro planeta como una gigantes manifestación de la armonía natural: la propia naturaleza siempre ha sabido encauzar y equilibrar sus innumerables perturbaciones y cataclismos.

Pero la aparición del hombre sobre la Tierra supuso la introducción en la biosfera de una variable radicalmente nueva: el surgimiento de la actividad técnica. Esta actividad técnica ha dado lugar, en los últimos años, al establecimiento de unos sistemas de vida y de productividad que tienen efectos nocivos para la litosfera, la hidrosfera y la atmósfera, debido a la adición en grandes cantidades de sustancias tóxicas o dañinas que resultan perjudiciales para los ciclos biológicos y químicos que renuevan los sistemas terrestres.

A este fenómeno se le da el nombre de contaminación. Desde el punto de vista ecológico, se entiende por contaminación el hecho de alterar las condiciones biológicas de un determinado ecosistema; tiene lugar cuando la acumulación de residuos supera la capacidad del medio natural para eliminarlos. Podemos distinguir dos tipos de contaminación: contaminación natural(causada por las grandes catástrofes naturales o por fenómenos cotidianos y normales) y contaminación antropogénica (derivada de las actividades humanas). El fenómeno de la contaminación ha dado lugar a los siguientes grandes problemas en la Tierra:

  1. calentamiento de la tierra a causa del efecto invernadero
  2. desintegración de la capa de ozono
  3. escasez de fuentes de energía
  4. el peligro nuclear (experimentos nucleares y existencia de centrales nucleares destinadas a la producción de energía)
  5. residuos tóxicos
  6. contaminación del aire y lluvia ácida
  7. estragos en los bosques y selvas tropicales
  8. desertización

4. Control social sobre el desarrollo científico y tecnológico

4.1 El control político y social de la investigación científica y el desarrollo tecnológico. La evaluación de la tecnología

A partir de la Segunda Guerra Mundial, la ciencia y la tecnología han sido percibidas de modo creciente como factor clave del desarrollo económico y social en los países más avanzados. La utilización de la energía nuclear en los años cincuenta para la producción de energía eléctrica puso en evidencia las enormes posibilidades económicas que podían derivarse de la investigación científica y sus desarrollos tecnológicos. Desde entonces hasta el presente se ha hecho más evidente, si cabe, que la intensidad del progreso económico depende de la industria, que ésta avanza a través de la innovación tecnológica, que, a su vez, depende cada vez más de la investigación científica. Se acepta la existencia de relaciones directamente causales entre avance científico, desarrollo tecnológico y prosperidad económica.

La toma de conciencia de las enormes ventajas que pueden derivarse de la investigación científica y el desarrollo tecnológico ha planteado al Estado la exigencia de planificarla, organizarla y financiarla. El apoyo ala investigación científica y la promoción de la innovación tecnológica son parte integrante de las políticas públicas, con sus componentes económicos y sociales. La ciencia ha dado el paso hacia su definitiva institucionalización: se ha hecho gubernamental.

Sin embargo, en contraposición a la visión plenamente optimista del progreso impulsado por la investigación científica y sus desarrollos tecnológicos, se ha ido abriendo camino, muy lentamente, una valoración crítica del mismo. La conciencia de los problemas ecológicos y sociales que plantean las aplicaciones indiscriminadas de las nuevas tecnologías ha calado en la opinión pública y se ha abierto un profundo debate sobre el funcionamiento de la ciencia.

Desde este punto de vista, en una sociedad democrática, la libertad plena conlleva el derecho de los ciudadanos a participar en la política de decisiones gubernamentales y corporativas que autorizan y subvencionan, directa o indirectamente, la investigación científica y la innovación tecnológica. El proceso de desarrollo tecnológico no es ni automático ni objetivo; no sigue un curso necesariamente determinado; depende, por el contrario, de las decisiones que se adopten; podemos promover o detener una línea de investigación e innovación. La creencia según la cual la innovación es un proceso objetivo guiado por el saber técnico de científicos e ingenieros oculta la subordinación del conocimiento técnico a la dinámica institucional. La ciencia y la tecnología son una fuente de poder, de privilegios, de riqueza y de prestigio, y los intereses que la promueven no necesariamente son los intereses generales de la sociedad. La ciencia es poder, y como cualquier otro poder, debe ser sometida a los mecanismos de control y regulación social, como cualquier otra actividad que compromete a la sociedad en su conjunto.

4.1.1 La evaluación de la tecnología

Desde el inicio de la Revolución Industrial y hasta la Segunda Guerra Mundial existió un acuerdo prácticamente unánime sobre el carácter positivo de los avances científicos y las innovaciones tecnológicas. Unos y otras no eran sino hitos en la carrera del progreso por la que la humanidad avanzaba a velocidad cada vez más acelerada. Pero, a partir de la segunda contienda mundial, se fue abriendo paso una conciencia crítica que cuestionaba la percepción ilimitadamente optimista del desarrollo científico-técnico. Este movimiento tuvo su origen en el impacto producido por las bombas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki, tanto en la opinión pública como en algunos medios científicos. La reacción social fue protagonizada por movimientos ambientalistas contra la energía nuclear y otras agresiones al medio ambiente. En los medios científicos y académicos esta reacción fue “capitaneada” por el grupo americano “Ciencia para el pueblo” y la “Sociedad Británica para la responsabilidad social en la ciencia”. En los años setenta apareció también un movimiento social conocido como movimiento a favor de la tecnología alternativa o adecuada. Este movimiento sostiene que hay tecnologías que por su propia estructura son incompatibles con la participación ciudadana y agresivas con el medio ambiente; defiende la introducción de tecnologías “blandas”, no agresivas con el medio ambiente y compatibles con la democracia y la participación ciudadana. Científicos radicales y defensores de la tecnología alternativa estiman que debe producirse una reorientación del sistema científico-tecnológico, pues la solución de los problemas no vendrá de “más ciencia y tecnología”, sino de un tipo diferente de ciencia y tecnología

4.2 El problema de la racionalidad tecnológica

Max Weber sostenía que la característica fundamental de la sociedad moderna consistía en su tendencia hacia la creciente racionalización de las actividades y de las instituciones sociales, y entendía por racionalización la tendencia de los seres humanos a fundamentar las decisiones en una evaluación lógica de sus deseos y de las consecuencias de sus actos. De acuerdo con estas ideas, parece evidente que el incremento de la racionalidad resulta manifiesto en numerosos aspectos de la vida contemporánea.

Sin embargo, Marcuse, en El hombre unidimensional, intentó poner de manifiesto que, pese a su aparente racionalidad, en nuestra sociedad abunda la irracionalidad, esforzándose, al mismo tiempo, por hacer resaltar la profunda distorsión existente entre el funcionamiento unilateral de la razón en la ciencia, en la tecnología y en la administración, y la profunda irracionalidad que reina en otros aspectos de la vida humana.

En este sentido, es irracional que, pese a la existencia de medios y riquezas suficientes para todos, numerosas personas se encuentren en situación de extrema pobreza. Es irracional que la paz se mantenga mediante la amenaza constante de la guerra. Es irracional que se utilicen los deportes para masificar y dirigir los afectos y las voluntades de los seres humanos. Es irracional la existencia de un gran número de hombres y mujeres sin personalidad ni sentido crítico, prestos a dejarse engullir y dirigir por el consumismo, por los deportes de masas y por las frases publicitarias. Pero, sobre todo, es profundamente irracional el uso que se hace de la ciencia y de la tecnología actuales, frecuentemente orientadas a desarrollar métodos de control y dominio sobre las conciencias humanas.

Pero, ¿por qué ha surgido la irracionalidad en medio de la racionalidad?. Según los filósofos de la escuela de Frankfurt, porque el progreso de nuestra sociedad se ha orientado sobre todo hacia el desarrollo de la razón instrumental, es decir, hacia el desarrollo de las ciencias físico-matemáticas, la tecnología y el incremento de la eficacia industrial, o, lo que es lo mismo, porque se ha empleado la razón como mero instrumento para conseguir fines científicos, técnicos y económicos, olvidando otras dimensiones esenciales de la vida humana, tales como los aspectos morales, la realización de las personas, la paz social, los derechos humanos, etc.

Según Habermas, todas las actividades humanas, tanto las teóricas como las prácticas y las pragmáticas, tienen como función intentar solucionar nuestros intereses. En este sentido, pues, dichos intereses constituyen invariantes humanas; es decir, no son ni míos, ni tuyos, ni de aquél, ni pertenecen a una clase social o una cultura, sino que son propios de todas las personas; por tanto, se encuentran siempre presentes en los seres humanos, como elementos impulsores de sus actividades. A este respecto, Habermas distingue tres clases de intereses:

· intereses técnicos: son aquellos que impulsan las actividades humanas orientadas hacia el conocimiento y el dominio o control técnico de la naturaleza.

· intereses prácticos: afanes que impulsan y orientan las actividades encaminadas a la comprensión de la cultura, a la organización de la sociedad y a la orientación de las relaciones entre los seres humanos.

· intereses emancipatorios: su misión es orientar las actividades que conducen a procurar la liberación de los seres humanos, tanto de su dependencia de la naturaleza como en relación a la sociedad.

Ahora bien, dichos intereses impulsan y se plasman en tres clases de acciones: acción instrumental, acción comunicativa y acción crítica.

· acción instrumental: toda acción orientada por intereses técnicos que se dirige a comprender y a dominar la naturaleza. Dicha acción se encuentra destinada a conseguir unos fines de carácter empírico, material y cuantificable, y en este sentido le interesa, exclusivamente, solucionar las dificultades técnicas para conseguir los fines pretendidos, sin atender, en cambio, a ningún otro tipo de consecuencias. Se trata, por tanto, de calcular racionalmente los medios más adecuados para alcanzar los fines apetecidos. Para conseguir sus fines, la acción instrumental se orienta o se rige, bien por el saber empírico y cotidiano (de carácter ingenuo y natural) o bien por las enseñanzas de las ciencias positivas; en el primer caso tiene lugar la actividad del trabajo, en el segundo, la actividad científico-técnica

· acción comunicativa: surge a partir de los intereses prácticos, y su misión consiste en facilitar la comprensión entre las personas. Su plasmación concreta se lleva a cabo en lo cotidiano y empírico mediante el lenguaje, y en lo científico, mediante las ciencias humanas

· acción crítica: surge en el ámbito de los intereses emancipatorios, y se orienta a la búsqueda constante de la verdad, de la libertad y de la justicia.

4.3 La correspondencia entre el fin y los medios

Numerosos científicos y filósofos pensaron que con el surgimiento de la primera Revolución Industrial y el aumento de la producción se lograría resolver gran parte de los problemas de la sociedad. Pero, en realidad, los acontecimientos sociales siguieron otros derroteros; a saber: una minoría privilegiada, dueña de las fábricas y de los recursos económicos, amasó ingentes fortunas, mientras que amplias masas de obreros y campesinos fueron reducidos a mera mano de obra barata, condenados a trabajar para poder subsistir, de tal modo que, como señaló Marx, el hombre se convirtió en mero medio al servicio de la producción, y como cualquier otro medio fue sometido a la ley de la oferta y la demanda. En este sentido, Marx vio con claridad que en el proceso industrial capitalista el trabajador devenía una mercancía más, es decir, mero medio económico, o lo que es lo mismo, los seres humanos eran considerados como medios para la producción; de tal modo que el reino de los fines (Kant: los seres humanos son fines en sí mismos) eran utilizados como medios, y al mismo tiempo, respecto a tales seres humanos, los medios eran elevados a la condición de fines. Los seres humanos, pues, eran considerados como cosas, reificados o alienados.

¿Ha cambiado la situación en nuestros días? Según Habermas y Marcuse, no. En nuestro tiempo predomina la razón subjetiva, y esta razón tiende a considerar los medios únicamente bajo su aspecto técnico y estratégico, prescindiendo de otro tipo de consideraciones. La razón aparece como mero instrumento para conseguir fines. Según esto, en la sociedad tecnológica actual, cualquier otro fin distinto a la propia producción y a la eficiencia económica tiende a ser despreciado, y de este modo, en dicho tipo de sociedad los seres humanos corremos el peligro de ser considerados como meros medios.

Según Marcuse y Habermas, un componente esencial de la sociedad avanzada actual lo constituye el predominio tecnológico de los mass media, mediante los cuales dicha sociedad tiende a imponernos la propia tecnología como ideología, y de este modo, propende a hacernos creer que los únicos fines objetivos existentes son los tecnológicos, que dichos fines están claros (aumentar la producción) y que todos los problemas humanos se reducen al orden técnico y científico de elegir los medios más adecuados; es decir, también en nuestros días el ser humano aparece frecuentemente degradado a la categoría de medio al servicio de una tecnología que le domina, o lo que es lo mismo, también en nuestra época los seres humanos tienden a ser reificados, alienados.

4.4 Crítica de la razón instrumental

Hemos visto que la razón instrumental da lugar a las ciencias físico-matemáticas, cuyo objetivo principal consiste en el conocimiento y dominio de la naturaleza y en el progreso tecnológico y económico. Ahora bien, el progreso tecnológico y económico, sirviéndose de los enormes poderes de los mass media, lleva consigo el peligro de alienar, de reificar, a las personas, convirtiéndolas en meros medios dentro del proceso productivo. En consecuencia, se impone llevar a cabo la crítica de la razón instrumental, así como la de toda ideología y sistema de relaciones humanas que olvide la auténtica realidad y los auténticos intereses humanos. Con este fin, la Escuela de Frankfurt llevó a cabo la crítica de la razón instrumental desde la racionalidad crítica, desde la razón crítica.

La razón crítica trata de intentar eliminar la falsa ilusión objetivista del positivismo y del cientificismo, y al mismo tiempo superar toda situación social de carácter compulsivo y toda falsa ideología. Según la razón crítica, el ser humano, de acuerdo con las exigencias de los intereses emancipatorios, ha de esforzarse por justificar y orientas las realizaciones tecnológicas y económicas, así como el sistema de las relaciones humanas, desde fines o valores superiores. Únicamente mediante la actividad crítica, orientada por los intereses emancipatorios, pueden cobrar su auténtico significado los intereses técnicos y los intereses prácticos, es decir, la razón instrumental y la razón comunicativa.

A este respecto, Habermas critica el hecho de que la ciencia de nuestro tiempo se haya convertido en una colección de especialidades y haya renunciado a proporcionarnos una visión de conjunto del mundo, de la historia y de los seres humanos. Ante dicha situación, Habermas insiste en que el filósofo debe asumir la misión de guardián de la razón y en que la filosofía debe adoptar la tarea de llevar a cabo una reflexión racional, que procure comprender las diferentes clases de conocimientos y actividades en su contexto histórico y social, y de acuerdo con las exigencias de los intereses emancipatorios, esforzarse por liberar al sujeto humano de todos los elementos irracionales, de todos los restos de tiranía, de alienaciones, manipulaciones, etc.

La razón crítica se lleva a cabo mediante el ejercicio de autorreflexión. A este respecto, Habermas entiende por autorreflexión la reflexión de la razón sobre sí misma, una reflexión ininterrumpida, mediante la cual la razón se esfuerza por captar las condiciones universales y necesarias de una vida humana plenamente racional. Se trata de una reflexión que, en lugar de limitarse a las formas y contenidos científicos de la razón instrumental y a los usos y costumbres establecidos en nuestra realidad social y cultural por la razón comunicativa, intenta, por el contrario, avanzar más allá de ellos, esforzándose por descubrir y superar las ideas y las creencias irracionales o deformadas que se encuentran en dichas concepciones, o lo que es lo mismo, por descubrir y superar los errores y prejuicios que amenazan a la dignidad humana.

La razón crítica se constituye en razón dialéctica. El objetivo hacia el que apunta dicha razón no puede ser otro que el de favorecer la progresiva liberación de los seres humanos de las cadenas naturales y culturales que les impidan su realización. En la persecución de dicho objetivo, la razón humana ha sido impulsada por intereses técnicosy por intereses prácticos, los cuales, a la luz de la razón crítica, llevan en su seno los intereses emancipatorios. Por tanto, la marcha de la razón crítica constituye un incesante progreso dialéctico, en tanto en cuanto, mediante el ejercicio de la autorreflexión, aspira a trascender las situaciones actuales, para encontrar, más allá de éstas, otras más justas. Nos encontramos, pues, ante una actividad dialéctica de la razón, encaminada a superar todas las ideologías e irracionalidades, en aras de una sociedad humana de la que haya desaparecido toda situación de compulsión e injusticia.

5. Algunos avances tecnológicos y su influencia en el mundo actual

5.1 La revolución informática

En 1989, Alvin Toffler escribió un libro que pronto se convirtió en un clásico; su título era La tercera ola, y su tema, la sociedad de la información. La tesis del libro era que la irrupción de la sociedad de la información supondría en el mundo un cambio parecido al que impulsó la aparición de la imprenta. Nos encontrábamos así en la tercera ola (la primera fue la desencadenada por la revolución agrícola; la segunda por la revolución industrial). ¿Cuáles serían los efectos de esta tercera ola? En resumen, la irrupción de los ordenadores en nuestras casas tendría la virtud, según Toffler, de conseguir que –por fin– el hombre alcanzase una vida libre y humana.

La irrupción de la informática en nuestras vidas haría que por fin los seres humanos fuésemos iguales, pues la información es poder y si algo facilitaban las nuevas tecnologías de la información era el acceso a la misma. La información, almacenada en grandes bases de datos, sería accesible a todos por igual desde las grandes redes de comunicación –como, por ejemplo, Internet–.

Pero, al mismo tiempo que todos seremos iguales, todos seremos diferentes. La informática, junto con la televisión por cable, harían posible que cada individuo tuviese acceso a fragmentos de ocio –por supuesto, a través de la TV– totalmente personalizados, con lo que se resaltarían las diferencias individuales, haciéndonos así más humanos.

Al mismo tiempo la informática supondría un aumento de nuestro tiempo libre, tiempo que podríamos dedicar al ocio. ¿Cómo se conseguiría esto? Veámoslo con un ejemplo. En Madrid, casi cualquier trabajador, tiene que emplear al menos una hora para ir de su casa al centro de trabajo y otra hora para volver del centro de trabajo a su casa; eso conlleva que la jornada de trabajo no es en realidad, de ocho horas, sino de diez. Supongamos ahora que nos encontramos en una sociedad completamente informatizada, una sociedad en donde Internet y las videoconferencias son moneda común –y barata–. Si eso es así, desde mi casa –conectado a un terminal de ordenador– puedo conectarme con la oficina y realizar –una vez más desde mi casa– el trabajo que tendría que realizar en la oficina. La consecuencia es clara, me he ahorrado dos otras de transporte; dos horas que han sido ganadas para el ocio.

Además, la era de los ordenadores haría posible –ya era hora– una auténtica democracia, una democracia en la que –como en Grecia– todo el mundo podría dar su opinión ante cualquier tema de interés público. Organizar un referéndum a través de Internet es rápido y barato

Esta visión de las ventajas de la informática en nuestras vidas no ha sido defendida únicamente por Toffler; son muchos más sus defensores; entre ellos destaca el multimillonario Bill Gates. Sin embargo, también hay autores que, sin dejar de lado las ventajas que la informática nos depara, han prestado también atención a los peligros de la “Sociedad de la información”.

Entre estos peligros merece la pena destacar los siguientes. Primero, la idea de la Sociedad de la Información oculta intereses que están implicados en el desarrollo de la tecnología de la información. Por ejemplo, sus defensores afirman que el acceso a la información es un medio asequible a todos o, al menos, que llegará a ser más equitativamente asequible. Sin embargo esto puede cuestionarse: la maquinaria informática es cara, algunas informaciones necesitan de un conocimiento especializado para ser comprendidas, etc. Segundo, la idea unificada de una Sociedad de la Información enmascara tensiones y contradicciones esenciales. Por ejemplo, mientras que los defensores declaran que la información puede hacerse más pública, también se está codificando y empaquetando para su uso comercial.

Los defensores de la Sociedad de la Información suelen argumentar que la convergencia de la informática y de las técnicas de comunicación permite nuevas maneras de configurar las relaciones entre el público y el Estado. En particular, la tecnología de la información, a través de mecanismos como la votación conectada, ayuntamientos electrónicos o el acceso a los documentos gubernamentales, estimularán, e incluso transformarán, la democracia. Sin embargo, algunos autores han planteado dudas acerca de una democracia participativa electrónica. Así, Winner señala que sus defensores confunden la total oferta de información con la capacidad para usarla y actuar sobre ella eficazmente. Lyon señala tres razones por las que la mayoría de los conceptos de la democracia electrónica no tienen en cuenta la realidad tecnológica y política actual. Primero, los bajos niveles de participación política no es posible que cambien por la mera introducción de tecnologías electrónicas. Además, como demuestra el uso efectivo de Internet por grupos racistas que proclaman la supremacía blanca, los extremistas son, a menudo, los más dotados de capital. Segundo, la manera en la que las tecnologías informativas están siendo desarrolladas significa que la posibilidad de un público informado pueda ser socavado por las tecnologías informativas: las presiones comerciales y liberalizadoras implican que la información está siendo codificada y nunca más “libre”. Tercero, la comparación histórica debería hacernos sospechar: muchas tecnologías nuevas, como el ferrocarril y el teléfono (y ahora Internet), fueron aclamadas inicialmente por su potencial democratizador. Por último, está el problema de la vigilancia. La estandarización de la interfase entre bases de datos, y la capacidad de los ordenadores para almacenar, recuperar y comparar información rápidamente, significa que es muy fácil elaborar el perfil de un individuo. En la mayoría de las naciones occidentales la información sobre los ciudadanos está recogida en bases de datos informatizadas para el uso de los bancos, permisos de conducir, policía, departamentos fiscales o de inmigración, compañías de tarjetas de crédito, de servicios, teléfonos, etc. Aunque el acceso ha sido legalmente regulado por las Actas de Protección de Datos, estas leyes son generalmente difíciles de interpretar y de hacer cumplir, y no existe protección contra el acceso no oficial. Es más, la abundancia de datos ha dado origen a un tráfico de datos en donde lo único que no se tiene en cuenta es la intimidad y los deseos de los individuos; en este sentido, en cuanto alguien rellena un formulario casi en cualquier sitio, está facilitando, sin proponérselo, que sus datos sean comercializados, sin su permiso, corriendo el riesgo, entre otras cosas, de que su buzón se llene de información no pedida y no deseada.

5.2 La biotecnología

Con el descubrimiento del ADN por Watson y Crick, se abrió una nueva era en la historia de la humanidad comparable, para algunos, a la revolución copernicana del renacimiento. El descubrimiento del ADN y de cómo modificarlo dio lugar a la biotecnología; la biotecnología sería la disciplina que se encarga de mejorar –y a veces crear– mediante la manipulación de los genes las especies existentes.

En este sentido, la biotecnología puede contribuir a incrementar la producción de alimentos básicos, con lo que haría posible la reducción de hambre en el mundo; también puede aplicarse a la obtención de fármacos, lo que haría posible la curación de enfermedades hasta ahora incurables; a la descontaminación o biodegradación, lo que haría posible eliminar gran cantidad de residuos contaminantes que ahora hay en el planeta; ha hecho posible la fecundación in vitro, lo que ha permitido que muchas parejas, que por el método tradiconal no podían tener descendencia, la tengan; ha permitido la creación de plantas y animales más resistentes a ciertas enfermedades y, últimamente, mediante la clonación, ha permitido crear múltiples copias idénticas de un ser vivo.

Sin embargo, la interferencia en los procesos de reproducción, la obtención de animales transgénicos y la posibilidad de traspasar las barreras evolutivas entre especies diferentes despiertan en muchos colectivos sentimientos de incertidumbre, temor e inseguridad ante el futuro. La biotecnología está alterando los conceptos tradicionales de “naturaleza” y “vida” y no está claro lo que podemos esperar de seres humanos convertidos en “dueños de la evolución”. Desentrañar a escala molecular los procesos de la vida es visto por algunos como una “desacralización”, antesala de manipulaciones aberrantes apenas imaginadas por la ciencia-ficción. Colectivos con sensibilidades muy diferentes coinciden en rechazar la ingeniería genética de humanos, plantas y animales por considerarla una “instrumentalización” inaceptable de la naturaleza, al servicio sólo de intereses económicos.

Investigadores y profesionales vinculados a la biotecnología tienden a valorar sus ventajas en cuanto supone la adquisición de una nueva tecnología, muy versátil y potente, importante en sí misma como clave para nuevos desarrollos en biomedicina, agroindustria y alimentación. A los eventuales destinatarios de sus aplicaciones y productos les preocupa no tanto el “salto tecnológico” sino los posibles riesgos para la salud y el medio ambiente, que de ser importantes oscurecerían las ventajas prometidas por los expertos.

Las promesas de la biotecnología agrícola residen en aumentar la productividad y reducir costes, generar innovaciones y mejoras en los alimentos y conducir a prácticas agrícolas más “ecológicas”; contribuir, en suma, a la agricultura sostenible, que utiliza los recursos con respecto al medio ambiente y sin hipotecar a las generaciones futuras. Pero además la manipulación genética de plantas tendrá un impacto en otros sectores productivos: floricultura y jardinería, industria química e industria farmacéutica.

La disputa científica sobre la evaluación de riesgos ambientales de los organismos genéticamente modificados se centra sobre todo alrededor de los efectos de la actual plantación masiva de plantas transgénicas. Según sus críticos, los peligros a evaluar se podrían centrar en los siguientes:

1. Posibilidad de que las plantas genéticamente modificadas, por efecto del nuevo material genético introducido, puedan modificar sus hábitos ecológicos, dispersándose e invadiendo ecosistemas, al modo de malas hierbas.

2. Posibilidad de transferencia horizontal del gen introducido, desde la planta genéticamente modificada a individuos de especies silvestres emparentadas que vivan en las cercanías del campo de cultivo, lo que podría conllevar la creación de híbridos que a su vez podrían adquirir efectos indeseados (invasividad, resistencia a plagas, incidencia negativa sobre otros organismos del ecosistema, etc). La ocurrencia de este tipo de fenómenos sería especialmente preocupante de producirse en los centros de biodiversidad de los países tropicales, porque podría amenazar la integridad de los ricos recursos genéticos que se alberga en ellos.

3. Teniendo en cuenta que ciertas manipulaciones recientes de plantas para hacerlas resistentes a enfermedades ocasionadas por virus implican la introducción de algún gen del virus en cuestión o de otros relacionados, cabrá la posibilidad de recombinaciones genéticas productoras de nuevas versiones de virus patógenos para las plantas.

Otro tema de controversia sobre las plantas transgénicas prolonga el debate sobre los efectos de la pérdida de diversidad genética de las especies domesticadas. La Revolución Verde trajo consigo la imposición de un número limitado de variedades de alto rendimiento, seleccionadas para ser efectivas en el contexto de una agricultura mecanizada y altamente dependiente de productos químicos. En este proceso de selección se han perdido muchas variedades génicas que podrían ser útiles ante un cambio en determinadas condiciones ambientales o ante una nueva plaga. Mientras que los defensores de la Ingeniería Genética plantean que con esta técnica se está añadiendo genes nuevos, los genéticos de poblaciones responden que insertar uno o dos genes a las especies de cultivo no supone una ganancia sustancial; pero, además, critican el aspecto cualitativo de este enfoque: los transgenes no han pasado la dura prueba de la evolución en la especie receptora, y por lo tanto, siguen siendo una entidad extraña en el genoma hospedador, no sometidos a los delicados equilibrios e interacciones con el resto de genes de la planta donde deben funcionar. Por otro lado, dadas las tendencias de la Agricultura actual a sustituir las variedades tradicionales por las modernas, ¿qué efectos en la diversidad genética tendrá el hecho de que se empiecen a introducir a gran escala una serie de nuevas cosechas biotecnológicas cada vez más uniformes? ¿Compensan los rendimientos mayores esperables a corto plazo frente a una mayor vulnerabilidad de estas plantas a largo plazo debido a una menor diversidad genética? Muchos genéticos de poblaciones se preguntan si los esfuerzos por preservar ciertas porciones de biodiversidad son la única manera racional de salvar recursos genéticos que pueden ser imprescindibles para afrontar los retos de la alimentación del futuro. Por lo tanto, si estas tendencias actuales no se corrigen, lo que cabría esperar es que los intereses comerciales y la mera búsqueda de mejoras en los rendimientos económicos conlleven el que la biotecnología vegetal colabore en la erosión genética de las plantas de cultivo y de sus parientes silvestres, a cosa de prácticas agrícolas tradicionales que usan numerosas variedades locales adaptadas a condiciones específicas.

Para algunos autores, el fenómeno de la biotecnología obliga también a un replanteamiento de los derechos humanos. En efecto, el hecho de afectar a la raíz de la vida humana la nueva genética, sea a través de las técnicas de reproducción asistida o de las de ingeniería genética en un sentido amplio, provoca una convulsión en los derechos humanos, que obliga a reformular algunos de los tradicionales e incluso a la creación de nuevas categorías de los mismos.

Karel Vasak vertebra los derechos del hombre en tres categorías: derechos civiles y políticos; derecho económicos, sociales y culturales; y derechos de solidaridad. En el mismo sentido, Pérez Luño habla de los derechos humanos como “categorías históricas”, o sea derechos de la primera generación –que están constituidos por los derechos civiles y políticos–; de la segunda generación –los derechos económicos, sociales y culturales–; y los de la tercera generación – –los derechos de solidaridad–, considerando como los “valores guía” de cada generación la libertad, la igualdad y la solidaridad, respectivamente. Los derechos de primera generación confieren al hombre el poder de elegir, los de segunda generación, el poder de exigir, y los de tercera generación se convierten en “derechos-obligaciones”. Dentro de estos últimos, además del derecho a la paz, o al desarrollo, o al medio ambiente, estaría el derecho al patrimonio genético humano sin manipular, es decir, el derecho a la herencia genética. Dicho derecho –desde otra perspectiva– puede considerarse también como una “categoría ética”, por estar vinculado a la dignidad humana y al derecho a la vida en su doble dimensión física y moral.

El derecho debe responder a las cuestiones que plantea la ingeniería genética fundamentalmente desde un doble plano: el de los principios y el de las leyes. Desde el plano de los principios ha de tener presente básicamente los siguientes:

1. La dignidad humana como un “a priori”, como una categoría moral. Se trata de una dignidad ontológica, que se posee en función de la condición humana, y que no depende por ello ni de su conducta ni de su otorgamiento o no por el Estado, Constitución, Ley, etc. Dignidad que, al ser común a todos los seres humanos, les hace iguales y acreedores a “igual consideración y respeto”, pues todo ser humano, simplemente porque lo es, tiene derecho a algo: respeto y consideración. Por ello, no hay principio más axial ni valor más fundamental que sirva para legitimar la investigación sobre el genoma humano, ahora y en su momento sobre las posibles aplicaciones, que el de la dignidad humana. Dignidad que ha de estar siempre presente a la hora de enjuiciar lo jurídico y sin la cual le faltaría el referente ético esencial, que ana del respeto que todo ser humano merece por su mera y simple condición y se manifiesta en el respeto de sus derechos humanos. No debemos olvidar que el hombre es un fin y el derecho un medio a su servicio.

2. Igual respeto de todos los seres humanos precisamente por la dignidad de que están revestidos, no por sus características genéticas u otro tipo de consideraciones.

3. Solidaridad entre todos los miembros de la generación actual y de ésta con las generaciones futuras.

En el plano de las leyes, al legislador se le plantean los siguientes problemas:

1. Dificultad de una respuesta adecuada ante la velocidad de los descubrimientos y aparición de nuevas técnicas.

2. Dificultad al no conocer las consecuencias en ciertos casos.

3. La realidad a ordenar no es la de un país, sino la de la comunidad internacional.

4. Armonizar respeto y libertad de investigación, los avances científicos, la dignidad y el respeto a los derechos humanos.

5. Garantizar los derechos de las generaciones futuras.

5.3 La energía nuclear

Energía nuclear ® reducción de dependencia energética; solución a los problemas energéticos de la humanidad.

Problema ® los residuos nucleares.

6. Bibliografía

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