Tema 49 – España: la II república y la guerra civil.

Tema 49 – España: la II república y la guerra civil.

1. INTRODUCCIÓN

2. EL FIN DE LA MONARQUÍA ALFONSINA Y NACIMIENTO DE LA II REPÚBLICA.

2.1. CONTEXTO SOCIOECONÓMICO

2.1.1. PROBLEMAS ESTRUCTURALES:

2.1.2. PROBLEMAS POLÍTICO-SOCIALES.

3. EL ADVENIMIENTO DE LA REPÚBLICA

3.1. LAS FUERZAS POLÍTICAS EN LA II REPÚBLICA

3.1.1. DERECHAS Y EL CENTRO POLÍTICO.

3.1.2. LAS IZQUIERDAS.

4. PERIODOS EN QUE SE DIVIDE LA II REPÚBLICA

4.1. EL BIENIO REFORMADOR

4.1.1. LA REFORMA AGRARIA.

4.1.2. EL EJÉRCITO.

4.1.3. LA IGLESIA.

4.1.4. LOS NACIONALISMOS.

4.2. EL BIENIO RADICAL-CEDISTA

4.3. EL GOBIERNO DEL FRENTE POPULAR

5. LA SUBLEVACIÓN Y LA RESPUESTA DEL FRENTE POPULAR

5.1. OFENSIVAS MÁS IMPORTANTES

5.2. DEMOCRACIA Y REVOLUCIÓN EN LA ZONA REPUBLICANA

5.3. UNIFICACIÓN Y DISCIPLINA EN LA ZONA FRANQUISTA

5.4. LA INTERVENCIÓN EXTRANJERA

5.5. LAS CAUSAS DEL DESENLACE

6. BIBLIOGRAFÍA

1 INTRODUCCIÓN

Alrededor de 1970, José María Gil Robles y Joaquín Chapaprieta, líderes políticos españoles de los 1933-1936, publicaron dos libros: No fue posible la paz y La paz fue posible. Obsesión comprensible, piensa Fierre Vilar (La Guerra Civil española, Crítica, 1986). Los años treinta en España pueden catalogarse como de años de esperanzas y decepciones. El momento en el que se inició y desarrolló la segunda gran época democrática de nuestra historia no coincidió en el mundo con un periodo de paz y estabilidad. En 1939 tan sólo 10 de los 27 estados europeos tenían regímenes democráticos y en 1941 sólo Suecia y Gran Bretaña continuaban con ellos. La Guerra Civil que se cierra en 1939 daba lugar a un régimen totalitario que perduraría todavía 36 años.

La llegada de este paréntesis democrático en la historia de España no puede ser atribuido a un resultado electoral adverso a las fuerzas establecidas en unas eleciones formalmente secundarias. Este mismo resultado electoral hubiese sido imposible de no producirse en el curso de un proceso largo de disolución del régimen de la Restauración y, menos aún, de no haber estado precedido de la manifestación contundente de fuertes comentes adversas al régimen que si hasta el momento había fracasado en sus proyectos de eliminarlo, estaban muy seguras de su arraigo en el país. El viejo sistema canovista pervivía a duras penas gracias al apoyo de la monarquía, la Iglesia y el ejército. Pero la sociedad española había cambiado (industrialización, urbanización -éxodo rural- y descenso del analfabetismo) y el caciquismo apenas podía continuar siendo el motor de funcionamiento del sistema. La sustitución de la Monarquía por la República es, en definitiva el último acto de un drama más largo, cuyo argumento no es, por cierto, el de un cambio de régimen político, sino el del agotamiento de todo un sistema social. En opinión de Julio Aróstegui (La república, Historia 16, Madrid, 1986) el advenimiento de la República se configuraba, en realidad, como un hecho revolucionario y, en sus precedentes, al menos, también insurreccional.

2 EL FIN DE LA MONARQUÍA ALFONSINA Y NACIMIENTO DE LA II REPÚBLICA

El gobierno del general Berenguer. compuesto por hombres que socialmente pertenecían a la alta burguesía y a la clase terrateniente, y políticamente eran, en su mayoría, afiliados al antiguo partido conservador, pretendía volver al viejo sistema suspendido en 1923. En realidad, el poder no había cambiado de manos, sino que se reorganizaba sin la ya molesta presencia de Primo de Rivera, e intentaba volver a legalidad constitucional.

Sólo el PSOE había mantenido su estructura de partido y su fuerza a lo largo de estos seis últimos anos. Su organización se había mantenido prácticamente intacta durante la Dictatura primorriverista, y en 1930 crecería. Distinto era el caso de la otra fuerza obrera, la CNT. La represión dictatorial no pudo impedir que en 1930 creciera como la espuma. En abril de 1930 pasaba a la legalidad y, en poco tiempo, contaba con más de cien mil afiliados sólo en Cataluña y en Andalucía. Aumentaron la conflictividad social y el número de huelgas durante este año de forma espectacular.

No sólo el movimiento obrero comenzaba a demostrar su potencia. Las fuerzas republicanas se organizaban y, lo que es más importante, se unían para preparar la posible toma del poder. En agosto tuvo lugar el histórico «Pacto de San Sebastián», en el que se encontraban representados los partidos y agrupaciones republicanas. Uno de sus objetivos más inmediatos era llegar a una unión de criterios con las fuerzas representativas del movimiento obrero: en octubre, el PSOE y la UGT daban el visto bueno a su participación en un movimiento encaminado a derribar la Monarquía y proclamar la República. La CNT se sumó algo más tarde.

El Comité revolucionario surgido de esta alianza de fuerzas señaló el 15 de diciembre como fecha para alzarse y proclamar la República. Por razones funda­mentalmente técnicas, en la noche del 12, la guarnición de Jaca se adelantó, y avanzó hacía Huesca para implantar el régimen republicano. Al quedar aislado, el movimiento fracasó, y los capitanes Galán y García Hernández fueron fusilados al día siguiente, tras un juicio sumarísimo. Si bien el movimiento insurreccional fracasa, una huelga general paraliza el 15 de diciembre la mayor parte del país, con algunos conatos de insurrección.

Los tres primeros meses de 1931 fueron de inusitada actividad por ambas partes, el poder y los que querían la República. En febrero, el rey intenta un último gobierno «avanzado»: encarga a Sánchez Guerra su formación. La reacción de éste evidenció de manera clara la situación política del momento: fue a la Cárcel Modelo a ofrecer carteras ministeriales a varios miembros del Comité Revolucionario que permanecían encarcelados por los sucesos de diciembre.

El rey llamó al almirante Aznar para la formación de otro nuevo gobierno. Aznar convocó elecciones en 1931. El primer paso que se habían marcado los gobernantes para ir hacia la normalidad constitucional fueron las elecciones municipales del 12 de abril. Después habría elecciones provinciales y, por último, legislativas. Como lo demuestran las memorias de varios políticos de esta época, se contaba con poder amañar las elecciones, y además se confiaba en el apoyo que encontrarían en las zonas rurales y, por tanto, más atrasadas del país. Se equivocaron: cuarenta y una de las cincuenta capitales de provincia y gran parte de los pueblos industriales votaron a candidatos republicanos. “¡Crisis;” Las palabras de Aznar revelan a las claras el estado de animo de momento “¿Quieren ustedes más crisis que la de un país que se acuesta monárquico y se levanta republicano?”. El 14 de abril de ese mismo año fue proclamada la II República española.

2.1. CONTEXTO SOCIOECONÓMICO

El advenimiento de la Segunda República española supone el primer esfuerzo por enfrentarse a los graves problemas de todo tipo que atravesaba la sociedad española de la década de los 30. Para una mejor comprensión de la política de la Segunda República (y por tanto de sus realizaciones y fracasos) vamos a comenzar por ofrecer unos datos elementales sobre la sociedad española en el año 1930, para de esta forma comprender los problemas principales a los que se enfrenta la República y poder así valorar sus realizaciones en su justa medida.

2.1.1. PROBLEMAS ESTRUCTURALES

En primer lugar se puede decir que la sociedad española, todavía en estas fechas, era básicamente agraria, si bien la producción industrial ya superaba a la agrícola. Como datos significativos veamos la estructura de la población activa, que se reparte de la siguiente forma: Sector primario 45,51 %; Sector industrial, 26,51 % Sector servicios 27,98 %. Y lo que es todavía más definitivo, el asentamiento de la población. En 1930 vivían en localidades de menos de diez mil habitantes unos trece millones de personas, para una población total española de 25 677 100 habitantes. En ciudades superiores a los cien mil habitantes vivían algo más de tres millones y medio de personas; y lo que resta, algo más de siete millones, vivían en localidades entre diez mil y cien mil habitantes. Es evidente, pues, que en la sociedad española de la época todavía era predominante la población agraria o los que dependían del campo.

Veamos, en segundo lugar, la estructura económica y social de esta sociedad. En la agricultura, nos encontramos, por un lado, a casi dos millones de cam­pesinos sin tierra, y por el otro que unas diez mil familias poseían la mitad de la tierra catastrada y en algunas provincias bastante más. Por ejemplo, Ciudad Real 75,28 %, Cáceres 64,24 %, Badajoz 61,94 %. Si a estas características en la distribución de la propiedad de la tierra añadimos la insuficiente puesta en producción de las tierras y el monocultivo que se suele dar en estas zonas, podemos llegar a comprender el alto nivel de paro permanente y, sobre todo, «estacional» que se daba en la mitad sur de España. La estructura social del campo español (sobre todo en su mitad sur) era uno de los grandes problemas a los que debía enfrentarse la República; no sólo provocaba frecuentes insurrecciones campesinas, sino que, al mismo tiempo, impedía un mayor avance del sector industrial español, ya que para aumentar la producción industrial tenían que existir más compradores de dichos productos, y los bajos salarios y el paro de la población campesina impedían que éstos pudiesen comprarlos, dificultando de esta forma el desarrollo industrial. En la industria y el comercio nos encontramos con unos ciento veinte mil grandes propietarios frente a dos millones doscientos mil obreros en dichos sec­tores. Pero la cifra de propietarios puede resultar engañosa; de hecho, unos cien grandes capitalistas controlaban la mayoría de las industrias más importantes del país. Este control lo realizaban principalmente dominando los grandes bancos, de los que, en gran parte, dependían las industrias más importantes del país. Pero una estructura económico-social no sólo tiene importancia en sí misma, sino que a su vez influye sobre la organización política de la sociedad.

Y así nos encontramos, en tercer lugar, con un tipo de organización política que alcanza los mismos niveles de concentración de poder que en el terreno económico. La alta burguesía industrial y los grandes terratenientes, con el apoyo del ejército y la Iglesia, ejercían el poder político. Como ejemplos más evidentes de esta relación poder económico-poder político, podemos citar al conde de Romanones (dirigente del partido liberal y ministro del último gobierno de la monarquía) que poseía 15.132 hectáreas de tierra y figuraba en siete consejos de administración de empresas tan importantes como el Banco Hipotecario, Minero-Siderúrgica de Peñarroya, etc.; marqués de Hoyos (ministro del último gobierno de la monarquía) que poseía 5.051 hectáreas de tierra y era presidente de Minas de Potasa de Suria, consejero de Ferrocarriles catalanes, etc.

2.1.2. PROBLEMAS POLÍTICO-SOCIALES

Evidentemente, una sociedad de estas características había generado en su desarrollo histórico toda una serie de problemas (además de los ya citados) que la República hereda y a los que tiene que enfrentarse y dar algunas soluciones. Veamos los más importantes:

Un movimiento obrero que, habiéndose desarrollado de forma creciente desde fines del siglo XIX, no encontraba ninguna forma de participación o de incidencia en el poder político, viéndose de esta forma forzado a ejercer presiones sobre él a través de movimientos huelguísticos o de insurrecciones revolucionarias. Todo esto potenciaba que existieran dos problemas permanentes en la política española de la época, y a los que la República debía enfrentarse: los movimientos huelguísticos y, muy vinculado a ellos, el orden público.

El problema de las nacionalidades existentes dentro del Estado español, problema que, en el caso catalán ya venía de antiguo, y se había planteado con fuerza en la Restauración y en la Dictadura. Pero ya entrado el siglo XX había ido en constante auge el movimiento nacionalista vasco y, más tarde y con menor amplitud, el nacionalismo gallego. La República tendría que abordar este grave problema, en el que se cuestionaba la estructura centralista del Estado español y se reivindicaban estatutos de autonomía.

3 EL ADVENIMIENTO DE LA REPÚBLICA

Las condiciones internacionales en que se produce la llegada de la República no pudieron ser más desfavorables. Existen dos acontecimientos de decisiva importancia internacional que van a dificultar enormemente la evolución favorable de la República.

En primer lugar, la crisis económica internacional de 1929 va a ayudar a exacerbar los enfrentamientos de clase, ya que el peso de la crisis va a recaer principalmente en los trabajadores. Esto provocará un aumento de la conflictividad social en los años de la República. El único país que no experimenta la crisis es la Unión Soviética, que se alza cada vez más como opción a seguir por el proletariado.

En segundo lugar, porque la evolución política internacional parecía ser favorable al fascismo (con el fascismo ya asentado en Italia desde los años veinte y la sucesiva evolución de Alemania y Austria hacia él en los años treinta), mientras en España evolucionábamos en sentido inverso. Lo cual evidentemente favorecía el surgimiento de tendencias y grupos fascistas del país. El paralelismo entre la Alemania de Weimar y la II República es dramáticamente coincidente.

Pero aun con estas dificultades de orden internacional, la República no estaba condenada al fracaso por ello. La República, inicialmente, buscaría su apoyo en un bloque de fuerzas distinto al de la Restauración. Las fuerzas políticas tradicionales que habían dominado la España de la Restauración, antes de finalizar ésta, se encontraban ya en franca decadencia y descomposición, y la Dictadura acabó de destruir sus órganos de representación política: los partidos liberal y conservador; como, a su vez, la Dictadura no consigue reconstruir un nuevo partido que represente a estas fuerzas, la consecuencia es que las derechas se encuentran totalmente desorganizadas en los años 1930-1931, años en que la iniciativa correspondía a los partidos y organizaciones republicanas y obreras.

Esta iniciativa se plasmará en el Pacto de San Sebastián, que, a través de la victoria en las elecciones de abril de 1931 y de las posteriores a Cortes constituyentes, llevará a la alianza republicano-socialista al gobierno.

Sus pretensiones eran acometer una serie de reformas que democratizasen la sociedad española en su conjunto a través de una serie de medidas de orden económico, político y social que restasen poder a los sectores antes privilegiados y resolviesen los problemas más acuciantes heredados de la situación anterior. Las reformas se dirigían a restar influencia política y social a la Iglesia, a intentar apartar de la política a los militares, a proceder a una reforma agraria que resolviese el problema de los campesinos y disminuyera el poder social de la aristocracia terrateniente, a resolver el problema de las nacionalidades (en especial, el catalán), y, a través de todo ello, resolver el problema del orden público.

Este programa de medidas democratizadoras, como veremos, no fue muy lejos, tanto por el enfrentamiento de los sectores del régimen anterior que se oponían a perder sus privilegios como por la falta de decisión por parte del gobierno en llevarlo adelante. Lo que sí hizo realidad la República fue la democratización de la vida política, y esto supone un cambio fundamental con respecto a toda la historia contemporánea española anterior. En la Constitución que se aprobara en 1931 se creará una Cámara única: las Cortes, elegidas por sufragio universal (en 1933 se implantó el voto femenino, que no existía anteriormente). Esto suponía la desaparición del Senado, que era la cámara de los sectores privilegiados y no elegida democráticamente.

Las Cortes nombraban al presidente de la República, y éste al jefe de gobierno, que debería contar con la confianza de la Cámara. Esta forma de funcionamiento político debía ser la base que permitiese la aprobación de las transformaciones sociales necesarias en la España de la época. El presidente de la República fue, hasta abril de 1936, en que fue nombrado Manuel Azaña, Niceto Alcalá Zamora, republicano de tendencia moderada.

3.1. LAS FUERZAS POLÍTICAS EN LA II REPÚBLICA

No resulta sencillo clasificar de manera estricta las organizaciones políticas y clasificarlas en derechas o izquierdas. A lo largo del tiempo existen evoluciones y matices suficientes para hacer discutible cualquier clasificación. Con todo, podemos intentar definir el significado político de la izquierda como el de aquellos grupos partidarios de un cambio modernizador político o social (o ambos) en tanto que las derechas representarían la conservación de la tradición político-ideológica y la perpetuación en lo fundamental del orden social anterior. El abanico de posibilidades en los dos ámbitos se corresponde con la graduación y profundidad de los cambios o el grado de inmovilidad frente a los mismos. A pesar de que el resultado es forzosamente simplífícador, no cabe duda de que entre 1931 y 1936 las fuerzas políticas se fueron polarizando hacia uno y otro lado progresivamente, hasta el punto de que los partidos de centro se acabaron hundiendo irremediablemente. Si tomamos como punto de llegada el año 1936, podemos comprobar que las fuerzas de izquierda y las de la derecha aquí presentadas se alinearon respectivamente, salvo alguna excepción neutralista de escasa importancia, en cada uno de los dos bandos de la Guerra Civil.

3.1.1. DERECHAS Y EL CENTRO POLÍTICO

En primer lugar tenemos los partidos monárquicos: Renovación Española (RE), alfonsinos, se fundó en 23 de febrero de 1933; a ella pertenecían Antonio Goicoechea y José Calvo Sotelo. Defienden los intereses de los grandes propietarios agrarios y de la alta burguesía tradicionalmente asociados a la Corona. En 1936 es refundida como Bloque Nacional (BN). La Comunión Tradicionalista (T o CT) está formada por carlistas. Representada por el conde de Rodezno, que procedía del ámbito navarro, representante del ala electoral del carlismo, contemporizadora con los alfonsinos, con los que formó una coalición que concurrió a las elecciones y que se denominó Tradicionalistas y Renovación Española (TYRE). Formó también parte de CT Manuel Fal Conde, representante del carlismo andaluz, partidario de la exclusividad de la reivindicación dinástica y contrario a colaborar con otras fuerzas conservadoras de contenido social análogo.

Los partidos republicanos de derechas estaban integrados por miembros de las clases medias y profesionales liberales, como ahogados, catedráticos, intelectuales y médicos. Destacamos los siguientes: Partido Radical (PR), con Alejandro Lerroux, veterano agitador anticlerical y centralista, muy oportunista, se sumaba a derecha o izquierda según la evolución política. El Partido Progresista (PP), con Niceto Alcalá Zamora, fue un partido reformista de escaso contenido social y de orientación católica integrado por políticos activos durante la monarquía. Por su parte el Partido Republicano Conservador (PRC). representado por Miguel Maura, es análogo al anterior, con cuyos miembros llegó a militar en una organización política precedente: Derecha Liberal Republicana (DLR), que se acabó escindiendo más por cuestiones personales que por diferencias ideológicas. El Partido Liberal Demócrata (PLD), con Melquíades Álvarez a la cabeza, fue el gran defensor de los intereses del capital financiero, mercantil e industrial. Su base estaba reducida a la burguesía asturiana.

La mayor parte de los partidos confesionales eran de derechas como La Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA). Liderada por el abogado de los jesuítas José María Gil Robles, fue fundada en marzo de 1933: estaba organizada en torno al diario católico El Debate, de Ángel Herrera Oria. Aglutinaba a diversos grupos monárquicos, católicos (hasta entonces afiliados a Acción Popular) y agrarios.

Entre los partidos integrados por propietarios rurales, destaca: el Partido Agrario (PA), encabezado por José Martínez de Velasco, se dedicó a la defensa de los intereses de las patronales agrarias frente a los proyectos de reforma agraria, e intentó extenderse entre los pequeños y medianos agricultores de Castilla la Vieja y León.

Dentro de los autoritarios señalamos Falange Española (FE) de las JONS, que procedía de la fusión (el 11 de febrero de 1934) de FE de José Antonio Primo de Rivera, fundada el 29 de octubre de 1933, y las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS), organización creada por Ramiro Ledesma y Onésimo Redondo el 10 de octubre de 1931. Todas ellas eran organizaciones de corte fascista, basadas en la formación de grupos paramilitares de acción directa.

Por último, entre los regionalistas destaca Lliga Regionalista, de Francesc Cambó, defensora tradicional de los intereses de la patronal catalana.

3.1.2. LAS IZQUIERDAS

Dentro de los republicanos, integrados asimismo por miembros de las clases medias y profesionales liberales a las que nos hemos referido, destacan: Acción Republicana (AR), más tarde Izquierda Republicana (IR), de Manuel Azaña, claro defensor de una república laica, civil y de hondo contenido social. El Partido Radical Socialista (PRS), con Marcelino Domingo y Alvaro de Albornoz, estaba muy vinculados a la tradición de la Institución Libre de Enseñanza y en general era coincidente con Acción Republicana. Unión Republicana (UR), representada por Diego Martínez Barrio, antiguo colaborador de Lerroux, que se negó a secundar a éste Cuando abandonó lo esencial de la trayectoria del partido y se acercó a la mayoría católica tras las elecciones de noviembre de 1933.

Como partidos autonomistas señalamos: Esquerra Republicana de Catalunya (ER), con Francesc Maciá, Lluis Companys, representantes del catalanismo de izquierdas (democrático y republicano). El primero fue un luchador nacionalista histórico y el segundo, un abogado laboralista. El Partido Nacionalista Vasco (PNV), con José Antonio de Aguirre, es un partido de corte conservador y profundamente católico que empujado al entendimiento con la izquierda debido a la intransigencia centralista de los partidos derechistas. La Organización Regional Autonomista Gallega (ORGA), encabezada por Santiago Casares Quiroga, muy vinculado a los partidos republicanos de izquierda.

En cuanto a las organizaciones obreras: Partido Socialista Obrero Español (PSOE), con Indalecio Pítelo y Julián Besteiro. Fue el único partido de masas de la izquierda. En octubre de 1932 contaba con 75.133 afiliados. Prieto era el principal representante del ala colaboracionista del socialismo con los republicanos, tesis que se impuso durante el bienio reformador cuando los socialista formaron parte de los gobiernos de Azaña. La Unión General de Trabajadores (UGT), con Francisco Largo Caballero como líder, era un sindicato filial del PSOE. En la misma fecha el sindicato ugetista tenía 1.041.539 afiliados, de los cuales 445.414 pertenecían a la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra (FNTT). Las zonas donde tenía mayor representación eran Vizcaya, Asturias y Madrid. La Confederación Nacional del Trabajo (CNT) era el sindicato anarcosindicalista, que había sido prohibido durante la dictadura y reapareció con la república. La dirección pasó a manos de los miembros de la Federación Anarquista Ibérica (FAI), una élite dirigente de activistas partidarios de la revolución social inminente. Entre sus líderes figuraban los hermanos Ascaso, Buenaventura Durruti o Federica Montseny. Hacia 1932 tendría aproximadamente un millón de afiliados, número similar al de la UGT. Su mayor implantación se encontraba en Cataluña, Levante v Andalucía. El Partido Sindicalista (PS), dirigido por Ángel Pestaña, veterano representante de la tradición sindical Genetista, que quedó desplazado la anarquistas de la FAI. quienes a partir de 1932 pasaron a controlar la organización. En abril de 1934 se fundó el partido de Pestaña, que tendría escasa repercusión. El Partido Comunista de España (PCE), con José Díaz y Dolores Ibarrur, surgió como una escisión del PSOE en 1921, no llegó a tener un apoyo de masas hasta después de iniciada la Guerra Civil. El Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). Liderado por Andreu Nin, que había sido secretario de Trotsky, y Joaquín Maurin, Ambos habían visitado Moscú en 1921 como enviados de la CNT y decidieron hacerse comunistas. Sus respectivos partidos (Izquierda Comunista y Bloque Obrero Campesino) acabarían fusionándose en 1935 en el POUM. un partido marxista antiestalinista que tuvo su campo de actuación en Cataluña.

4 PERIODOS EN QUE SE DIVIDE LA II REPÚBLICA

La Segunda República es dividida tradicionalmente en tres periodos, con unas características propias cada uno de ellos. El «bienio reformador» o «transformador», que dura desde el 14 de abril de 1931 hasta el 19 de noviembre de 1933, fecha en que unas nuevas elecciones darían el triunfo de las derechas, con lo que se abre el siguiente periodo. El «bienio radical-cedista» o «restaurador» o «bienio negro», para los historiadores y políticos de izquierdas, que alcanza hasta el triunfo de las izquierdas con el Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936. Y el tercer periodo, de gobierno del Frente Popular, que ocupa los escasos meses que van desde febrero a julio de 1936, fecha de comienzo de la guerra civil. Se añade un cuarto periodo que supone el prólogo del Gobierno Provisional. Veamos más en concreto la caracterización de estos periodos a través de la política que, ante todos los problemas enumerados anteriormente, desplegaron estos gobiernos.

4.1. EL BIENIO REFORMADOR

Este periodo de la historia de la República se caracteriza por basarse en la alianza republicano-socialista, que englobaba a la mayor parte de los partidos republicanos y a los socialistas. Conforme va avanzando, los radicales y otros partidos de la derecha republicana romperán con esta alianza y pasarán a la oposición. El jefe del gobierno, prácticamente durante los dos años, fue Manuel Azaña.

Pero los gobiernos de esta época tenían contradicciones graves en su propia política. Por un lado, movilizaban en contra suya a los sectores terratenientes y de la alta burguesía industrial y financiera, que se veían perjudicados por sus medidas, pero tampoco encontraba el apoyo necesario en la clase obrera y en el campesinado, debido a la falta de radicalidad y decisión en su política. Esta ambigüedad fue una de las causas principales de su fracaso. El problema en el que se puede ver más claramente esta política, y a su vez el de más trascendencia, es el de la reforma agraria.

4.1.1. LA REFORMA AGRARIA

En el campo español, junto al problema del latifundio (el más importante en general y sobre todo en la mitad sur del país) existía también el contrario: el del minifundio y el de los arrendatarios. Durante este bienio no se plantearán prácticamente estos dos problemas, y cuando se produzca, a lo largo de 1933, una baja de los precios agrícolas, en estos dos sectores (de influencia decisiva en Galicia y Castilla la Vieja) perderá influencia la alianza republicano-socialista y favorecerá el triunfo de las derechas en las elecciones de noviembre de 1933.

Pero veamos cuál es el comportamiento del gobierno ante el problema del latifundio. Recién asumido el poder, el gobierno promulgó una serie de decretos en abril y mayo de 1931, con los que pretendía impedir el boicot económico a la República por parte de los terratenientes, a la par que favorecían las condiciones de trabajo de los campesinos (Decreto de términos municipales, institución de los jurados mixtos, jornada de ocho horas, Decreto de Laboreo Forzoso, decreto sobre desahucio de arrendatarios, etc.). Estos decretos se completaban con la preparación de una ley de reforma agraria.

La elaboración y discusión de esta ley en las Cortes se prolongó hasta su aprobación en septiembre de 1932, debido al boicot constante de los terratenientes y por la falta de decisión del gobierno y de los partidos que le apoyaban. La ley establecía todo un conjunto de tierras expropiables con indemnización: las que estaban sin cultivar o mal cultivadas, las que quisieran sus dueños, las del Estado, las superiores a 600 hectáreas en terreno de secano, etc. Además se expropiaban sin indemnización todas las propiedades rústicas de los grandes de España. Estas tierras expropiadas se entregaban a las comunidades de campesinos, que decidían su forma de explotación (individual o colectiva). Para impulsar la reforma se creó el Instituto de Reforma Agraria (IRA)

Junto al intento de reforma agraria, dirigido a resolver el problema de los campesinos sin tierra y a restar poder social y político a los grandes terratenientes, el gobierno de Azaña, en este caso con su persona como principal protagonista, lanzará una ofensiva en dos sectores: el Ejército y la Iglesia, con el mismo objetivo de disminuir su poder en la sociedad.

4.1.2. EL EJÉRCITO

El peso del Ejército en la vida pública de la nación ha sido históricamente muy importante; basta con recordar que la Restauración la trajo el general Martínez Campos, la guerra de Marruecos o la Dictadura de Primo de Rivera. Azaña se propuso acabar con este intervencionismo.

Los problemas que abordará Azaña en una serie de decretos, que se promulgan de abril a junio de 1931 son: el exceso de oficiales en relación con la tropa y la «republicanización» del Ejército. Sus medidas más importantes fueron: el ofrecimiento a los oficiales de la posibilidad de retirarse con el sueldo completo; el cierre, por antirrepublicana, de la Academia General de Zaragoza, que dirigía el general Franco; las facilidades dadas a los suboficiales para su ascenso a oficiales; y la creación de la «Guardia de Asalto», para evitar la intervención del Ejército y de la Guardia Civil en los asuntos de orden público.

Toda esta serie de medidas provocaron un efecto contrario al deseado; se retiraron muchos oficiales no hostiles a la República, mientras que permanecerán muchos de los más identificados por la tradición militarista, y amplios sectores del Ejército irán evolucionando del antiazañismo al antirrepublicanismo a lo largo de la República. En agosto de 1932, el general Sanjurjo iniciará un levantamiento militar en Sevilla, y aunque abortado de inmediato dejará de manifiesto estos sentimientos. Pese a todo, el abortado golpe de estado provocará un impulso reformador en el gobierno.

4.1.3. LA IGLESIA

Mantuvo una postura de oposición a la política desarrollada en este bienio por los gobiernos de la República. Esto se concretó en el apoyo a la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas). La República intentará disminuir la influencia política y social de la Iglesia: en primer lugar, en la Constitución se declarará el Estado no confesional, separando Iglesia y Estado, y, como consecuencia, aprobará después el matrimonio civil, el divorcio, etc.; en segundo lugar, a través de la ley de Congregaciones Religiosas, de junio de 1933, disponía el cese de la actividad docente de la Iglesia a partir de octubre de 1933; en tercer lugar, disolvía y confiscaba los bienes de la Compañía de Jesús, la orden más poderosa económicamente y con mayor influencia en el terreno educativo.

4.1.4. LOS NACIONALISMOS

Se puede decir que en el primer bienio el único nacionalismo al que había que dar una respuesta inmediata era el catalán. Los nacionalismos vasco y gallego se encontraban mucho más retrasados en su desarrollo, lo que se reflejaría en la aprobación tardía del estatuto de autonomía vasco, el 1 de octubre de 1936, con la guerra ya empezada, y la no entrada en vigor del proyecto de estatuto gallego. Así, pues, sólo nos referiremos al estatuto catalán.

La aprobación del estatuto catalán, que se produjo en septiembre de 1932, era el fruto de la lucha por la autonomía del nacionalismo catalán en los últimos años. De acuerdo con la Constitución, el 3 de agosto de 1931 se celebra un plebiscito, en el que la población de Cataluña aprueba con un 97 por 100 de votos a favor un proyecto de estatuto. El estatuto de 1932 concedía a la Generalitat amplias facultades legislativas y ejecutivas en hacienda, economía, educación, cultura, comunicaciones y orden público.

La Generalitat, órgano de gobierno en Cataluña, se componía de un parlamento elegido en sufragio universal; un presidente de la Generalitat, elegido por el parlamento, y un consejo ejecutivo o consejo de ministros catalán.

Los éxitos políticos del bienio reformador fueron principalmente la solución del problema catalán, los grandes avances en materia educativa (construcción de escuelas y mejora de la enseñanza) y los importantes progresos en el orden social, dirigidos por el ministro de Trabajo socialista Largo Caballero. Pero estas importantes realizaciones no nos pueden ocultar sus fallos, ya apuntados anteriormente, y debido a esa ambigüedad latente en los gobiernos de este bienio. No podemos olvidar la importancia que tuvieron en el desarrollo de este periodo dos factores: en primer lugar, la oposición constante a la política gubernamental por parte de los privilegiados del régimen anterior a través de los partidos políticos que los representaban, las organizaciones patronales, etc.; en segundo lugar, la actitud de la CNT hacia la República. Esta actitud es fruto del triunfo en el seno de la CNT de las facciones más puramente anarquistas frente a las sindicalistas y a las anarcosindicalistas. Los conflictos de Castilblanco, Arnedo o Casas Viejas suponen la puesta de manifiesto del abandono social de la República por parte del anarquismo.

4.2. EL BIENIO RADICAL-CEDISTA

Este periodo, que ocupa desde el triunfo de las derechas en las elecciones de noviembre de 1933 hasta su derrota en las de febrero de 1936, se basa en la alianza de los radicales con la CEDA.

En la CEDA se encontraba representada la gran propiedad agraria, y, conse­cuentemente con esto, sólo podía prestar apoyo a un gobierno que diese marcha atrás en las medidas de reforma agraria adoptadas en el bienio anterior, pero en general a lo largo de todo este periodo se produce un fenómeno de marcha atrás en las medidas reformadoras anteriores. El nuevo gobierno será presidido por Lerroux, miembro del partido radical republicano de derechas apoyado por la CEDA. Llevó a cabo una tarea de desmantelamiento de todas las medidas que habían sido adoptadas en el periodo anterior: Derogación de la Ley de términos municipales; No aplicación de la Ley de salarios mínimos; Búsqueda de una relación favorable con el clero y con la Iglesia. Se amnistió a los implicados en la sublevación de Sanjurjo en agosto de 1932, se reintegraron las fincas expropiadas sin indemnización, se desahució a gran cantidad de arrendatarios, se volvieron a pagar los haberes al clero, etc., finalizando todas estas medidas con la aprobación, en agosto de 1935, de una ley de reforma agraria (auténtica contrarreforma) que eliminaba la de 1932.

Por la puesta en práctica de esta política el gobierno se va a ver enfrentado a dos importantes enemigos: el movimiento obrero y el movimiento catalanista, que confluirán en los acontecimientos de octubre de 1934.

Mientras en Madrid gobernaba la derecha republicana, en Cataluña, debido a su estatuto de autonomía, el gobierno era de la Esquerra Republicana. Esta diferencia iba a degenerar en conflicto.

Por otro lado, los partidos obreros, a raíz de esta ofensiva derechista, radica­lizarán sus posiciones y empezarán a construir un organismo unitario: las alianzas obreras. En ellas confluirán los socialistas (que habían virado considerablemente hacia la izquierda), los comunistas y hasta en algunas zonas, como Asturias, los anarquistas. Estas alianzas, ante el cariz que tomaban los acontecimientos, se preparaban para un movimiento insurreccional.

Las bases estaban sentadas para que una chispa hiciera explotar la situación, y la chispa fue la entrada de la CEDA en el gobierno, en octubre de 1934. La CEDA representaba para las izquierdas republicanas el intento de destruir la República desde dentro, y para los catalanes una amenaza contra su estatuto. El 5 de octubre se produce una huelga general revolucionaria en gran parte de España, acompañada de insurrecciones armadas en algunas zonas y tomas de los ayuntamientos dirigidas por las alianzas obreras; al tiempo que la Generalitat proclamaba «el Estado catalán de la República federal española». Estos movimientos serán reprimidos por el Ejército de inmediato, y sólo resistirá Asturias, que será vencida tras catorce días de intervención del Ejército y duros enfrentamientos armados. A partir de los acontecimientos de octubre de 1934, y hasta las elecciones de febrero de 1936, la convivencia entre derechas e izquierdas será difícil, y el país se dividirá en dos grandes bloques, que serán los que se presenten a las elecciones de 1936: el Frente Popular y el Frente Nacional. En el primero se agrupaban todos los grupos republicanos de izquierda más socialistas y comunistas, y en el segundo la CEDA, los monárquicos y los tradicionalistas. Con el triunfo de los primeros se abre un nuevo periodo en la historia de la República.

4.3. EL GOBIERNO DEL FRENTE POPULAR

El gobierno del Frente Popular, encabezado por Azaña, se dedicará de inmediato a poner en práctica todo su programa electoral, amnistía para los implicados en los acontecimientos de octubre de 1934, reapertura del parlamento catalán (que había sido cerrado a raíz de los hechos de octubre), vuelta a poner en vigor la ley de reforma agraria de 1932 y toda una serie de medidas a favor de los campesinos.

En el periodo que va desde febrero al 30 de junio de 1936 fueron expropiadas 232.000 hectáreas de terreno y distribuidas entre setenta y dos mil familias campesinas. Pero ya, desde el triunfo electoral, la derecha y la extrema derecha comienzan a preparar la sublevación. Los monárquicos, la Falange y los tradicionalistas se prepararán de inmediato para el alzamiento, y la CEDA, en este periodo, evolucionará rápidamente hacia la derecha, y algunos sectores de ella (sobre todo sus juventudes) participaron desde sus comienzos en la conspiración. Junto a todo ello, comienzan las reuniones de generales «para acordar un alzamiento que restableciera el orden en el interior».

El gobierno del Frente Popular intensificaba su política reformadora. Reformas que dañaban el poder económico y social de las clases privilegiadas. La sociedad española, si se encontraba ya polarizada en febrero de 1956, en el periodo subsiguiente no hizo más que aumentar dicha polarización, por lo que la guerra civil era una salida inevitable. El 18 de julio de 1936 lo demostraría.

5 LA SUBLEVACIÓN Y LA RESPUESTA DEL FRENTE POPULAR

En la noche del 17 de julio, conforme a lo previsto, se inició la sublevación en Marruecos. Durante tres días tienen lugar en toda la extensión del temtorio español una serie de movimientos insurreccionales y no una guerra en el sentido usual del término.

Aunque algunas fuerzas políticas actúan con vacilaciones, apoyan al gobierno todos los partidos del Frente Popular y parte de los centristas radicales (sobre todo, los regionalistas de Valencia), así como las fuerzas nacionalistas vascas y catalanas — incluso un partido confesional como el PNV—, debido a la oposición de los sublevados hacia cualquier vestigio de aspiraciones autonomistas.

El Ejército quedó aproximadamente dividido en dos, si bien entre los altos cargos predominaban los adictos al Gobierno, y entre la oficialidad joven los simpatizantes del levantamiento. En la Guardia civil, una mayoría apoyó el movimiento. y entre los guardias de asalto sucedió el fenómeno contrario.

Durante los días 17 y 18, el Gobierno, formado por las fuerzas moderadas del Frente Popular (Izquierda Republicana, Unión Republicana, Esquerra), pretendió sofocar el levantamiento a base de concesiones y, ante todo, sin recurrir a la movilización de los partidos y sindicatos obreros, por temor a perder el control de la situación. Los intentos de negociación con los generales sublevados fracasaron, y se formó un nuevo Gobierno, que entregó armas a los obreros. Ante la situación de alerta y la necesidad de defender la República los partidos proletarios piden al gobierno armas para los trabajadores. Será bajo el gobierno de Giral que esta acción se llevará a cabo.

Las ciudades y los pueblos fieles a la República se organizaron en Comités Locales de Militares de los Partidos.

A pesar de estos dos días de intentos de negociación gubernamentales, la mo­vilización de los partidos y sindicatos obreros integrados en el Frente Popular y de la CNT impidió la posibilidad de una rápida victoria de los sublevados, viéndose éstos obligados a variar sus planes. Al final de estafase insurreccional de la guerra, el Gobierno controlaba la mayor parte del territorio, la mayoría de las ciudades grandes y prácticamente todas las zonas industriales y mineras. Los partidos del «Movimiento» controlaban las principales zonas productoras de alimentos básicos y contaban con una retaguardia muy segura en Marruecos.

Tras el “alzamiento”, el gobierno constituido de la República presentó su dimisión. Se formaran nuevos gobiernos con Martínez Barrios primeramente y con José Giral (más radical) tras la dimisión del anterior. Desde septiembre formará gobierno el socialista Largo Caballero y en 1937 presidirá el gobierno republicano Juan Negrín con el apoyo del PCE y de la URSS. La máxima magistratura, la presidencia de la República siempre estará en manos de Manuel Azaña, desde mayo de 1936.

El general Queipo del Llano se apoderó del valle del Guadalquivir con las tropas africanas y desde Sevilla los nacionales ocupan Extremadura. Ante el asedio de los nacionales a Madrid, comunistas y anarquistas se unen en la defensa de la capital. El grito de Dolores Ibarruri “No pasaran “será la consigna que ayude a detener el ataque fascista. Lo que comenzó como un alzamiento contra el gobierno decidido a triunfar en escasas semanas se transformó en una guerra civil que duraría tres largos años.

5.1. OFENSIVAS MÁS IMPORTANTES

Las etapas en las que se divide la guerra son las siguientes: 1) Sublevación o “Alzamiento” y avance hacia Madrid: guerra de columnas(julio-octubre de 1936). 2) Estabilización del frente y guerra en torno a Madrid (invierno de 1937). 3) La campaña del norte (primavera de 1937). 4) Campaña de Aragón (verano de 1937-1938). 5) Avance hacia el Mediterráneo: Batalla del Ebro (1938); 6) Ofensivas finales (1939). Las principales batallas fueron: la Defensa del Alcázar de Toledo, victoria nacional; la Batalla del Jarama y la de Guadalajara: éxitos republicanos, la Batalla de Brúñete: éxito nacional; el dominio de Málaga y provincia a manos de las tropas de Queipo del Llano; el dominio de la zona norte de España por los generales Mola y Dávila; la Batalla de Belchite (Zaragoza) fracaso republicano, las batallas de Teruel, unas veces ganadas por los republicanos, aunque al final será ocupada por los nacionales; la Batalla del Ebro: ofensiva final que duró casi cuatro meses de lucha tenaz y que acabó siendo otro fracaso para el bando republicano.

Cataluña resistió prácticamente hasta el final de la guerra, y Madrid fue la última ciudad española en rendirse. Malefakis, entre otros, ha explicado el fracaso republicano en relación con gran diversidad de los intereses que se defendían, que en muchas ocasiones pudieron ser motivos de falta de unificación. Por otro lado, buena parte de las fuerzas armadas nacionales estaban del lado nacional, con lo que esto implica de mayor conocimiento de la táctica, la estrategia y la disciplina militar.

5.2. DEMOCRACIA Y REVOLUCIÓN EN LA ZONA REPUBLICANA

Tal como preveían los sectores moderados del Frente Popular, la entrega de armas a los obreros, y el hecho de que fueron éstos los que sofocaron el levantamiento en muchos lugares, los hizo dueños de la situación durante algunas semanas o meses, según las zonas. Los socialistas y comunistas utilizaron ese poder para impulsar su participación en los organismos gubernamentales al lado de las restantes fuerzas republicanas, mientras los anarcosindicalistas de la CNT pusieron en práctica una serie de experiencias revolucionarias que sólo duraron algunos meses: la autogestión en las fábricas de Cataluña y la colectivización en el campo aragonés.

Inmediatamente surgió la gran polémica: ¿revolución o guerra? ¿Había que hacer la revolución para ganar la guerra? Así opinaban la CNT, algunos sectores de la izquierda del PSOE y el POUM —grupo comunista no adscrito a la Tercera Internacional—. Por el contrario, la mayoría del PSOE y el PCE eran partidarios de conservar la alianza con los republicanos con el objeto de ganar la guerra, y aplazar la revolución para más adelante. Se impuso esta segunda tesis, pero éste fue un factor continuo de división en el campo republicano, que ocasionó incluso incidentes sangrientos.

Como resultado de esta opción, a lo largo de toda la guerra, incluso cuando la influencia del PCE llegó a ser mayor, toda la estructura socio-política de la República permanecía apenas intacta, salvo medidas contra los que habían participado en la rebelión, y con la gran excepción de la reforma agraria, que entregó el 60 por 100 de las tierras cultivadas a los campesinos. Todas las libertades públicas siguieron en vigor hasta que, casi al final de la contienda, fue declarado el estado de guerra; la prensa siguió siendo libre para los que no participaron en el alzamiento, las Cortes siguieron existiendo, si bien su papel real quedó muy limitado.

5.3. UNIFICACIÓN Y DISCIPLINA EN LA ZONA FRANQUISTA

Frente a la pluralidad y las consiguientes disensiones que caracterizaban a la zona republicana, en el otro campo se impone desde muy temprano la unificación en todos los terrenos. La primera medida de las autoridades militares allí donde triunfa el levantamiento era declarar el estado de guerra, suspendiendo todas las garantías.

El 24 de julio de 1936 se constituye en Burgos la Junta de Defensa Nacional formada por los más importantes generales de la zona norte: Mola, Cabanellas, Kindelán, etc. El creciente prestigio de Franco, al frente del Ejército más aguerrido, el de África, le valió ser nombrado el 29 de septiembre jefe del Estado y de todos los ejércitos, sin ninguna limitación de poderes. La Junta de Defensa desaparece, y Franco se rodea de una Junta Técnica (que hace las funciones de gabinete ministerial), hasta el 30 de enero de 1938, fecha en que nombra su primer gobierno, donde están representadas todas las fuerzas que han apoyado el levantamiento.

Estas fuerzas políticas (monárquicos, carlistas, Falange, CEDA, y una gran parte de los militares) habían sido unificadas, por decreto del 19 de abril de 1937, en un partido único: FET y de las JONS. No sin dificultades se consiguió esta unificación: destierro de Fal Conde, líder carlista; destierro de Gil Robles, líder de CEDA; condena a muerte de Hedilla, líder de la Falange. Pero de esta forma se consiguió eliminar las discrepancias abiertas en el seno de la zona franquista, facilitando la toma rápida y disciplinada de decisiones, tan útil tratándose de una guerra.

La labor político-social del gobierno de Franco durante la guerra es un avance de la que continuará desarrollándose al terminar ésta, y tiene dos vertientes que se complementan. Una es la anulación del sistema republicano: supresión de garantías constitucionales, prohibición de partidos y sindicatos, contrarreforma agraria, depuración de los funcionarios no adictos al movimiento, disolución de los guardias de asalto, abolición de los estatutos de autonomía catalán y vasco, nueva autorización de los jesuítas, ley de responsabilidades políticas para los republicanos y represión contra el Frente Popular, partidos y sindicatos.

La otra vertiente es la construcción de un orden nuevo, inspirado fuertemente en los modelos de la Alemania de Hitler y la Italia fascista —aunque con un peculiar componente católico—. Sus rasgos básicos son: gran importancia de la Iglesia, unificación total de poderes, partido único, preeminencia de la justicia militar, Fuero del Trabajo de tipo corporativista, sindicato obligatorio y vertical, etc.

5.4. LA INTERVENCIÓN EXTRANJERA

La guerra civil transcurrió en unos momentos en que Hitler iniciaba su ex­pansión por Europa: 1936 es el año de la remilitarización de Alemania —desarmada desde su derrota en la Primera Guerra mundial—; en 1938 se anexiona Austria, los Sudetes y Checoslovaquia; también Mussolini se anexionó Abisinia en 1936. Las democracias occidentales pensaron que cediendo a las ambiciones de estos dos países evitarían la guerra; en consecuencia, aceptaron la ficción de la «no intervención» sin reaccionar ante el apoyo germano-italiano a Franco y, más tarde, cedieron en la conferencia de Munich de 1938.

Desde el primer momento, este apoyo fue decidido. La ayuda de Alemania fue parca en hombres; centrada en proporcionar material de guerra y personal cualificado. La de Italia, por el contrario, fue abundante en tropas: cerca de cien mil hombres. Por otra parte, Portugal facilitó las comunicaciones de los franquistas cuando el territorio estaba aún dividido en dos.

Importante fue para Franco la ayuda incondicional de las compañías petroleras norteamericanas, que le garantizaron el suministro de combustible, mientras ponían dificultades a la República. Asimismo, el ejército franquista reclutó una gran cantidad de hombres para sus tropas entre la población de los territorios colonizados en Marruecos.

El régimen republicano apenas consiguió recibir ayuda material de las demo­cracias occidentales (Francia, Inglaterra, Estados Unidos,…), que se limitaron a cumplir el pacto de «no intervención». Solamente la Unión Soviética proporcionó ayuda en material bélico y en personal militar cualificado.

La única ayuda en hombres que recibieron los republicanos fue la de las Brigadas Internacionales, formadas por voluntarios de diferentes países, venidos a España como consecuencia de la propaganda antifascista desarrollada en Europa por socialistas, comunistas y sindicatos. Una parte de ellos eran exiliados políticos de Alemania, Italia y otros países de Europa oriental ocupados por el fascismo; la mayoría de los puestos clave de las Brigadas Internacionales estaban ocupados por comunistas. Desfilaron por ellas, a lo largo de toda la guerra unos dieciocho mil hombres.

5.5. LAS CAUSAS DEL DESENLACE

Entre los sectores que componían el Frente Popular, los partidos republicanos y nacionalistas tenían miedo de quedar desbordados por los partidos obreros, que se iban haciendo más fuertes en el transcurso de la guerra. Aunque opuestos por principio al sistema político autoritario que los sublevados querían imponer, estuvieron dispuestos en muchos momentos a intentar una negociación con ellos, en parte por falta de confianza en sus fuerzas y en parte para evitar la revolución en su propio campo. Porque, además, a falta de un fuerte aparato estatal que impusiera una disciplina — similar a la del campo franquista—, sólo un apoyo popular grande podía darles la victoria; pero sus medidas sociales eran demasiado moderadas como para obtener ese apoyo.

En cuanto a los partidos y sindicatos obreros, estaban divididos en dos grandes bloques: socialistas y anarcosindicalistas; y crecía en fuerza un tercero: los comunistas; cada uno tenía planteamientos distintos ante la guerra y la política interior, y ninguno consiguió arrastrar a su táctica a los otros con fuerza suficiente para formar un bloque unido que pudiera imponerse a los partidos republicanos. En resumen: del lado republicano nadie fue capaz de agrupar unánime y disciplinadamente a todas las fuerzas sociales y políticas con la cohesión que ganar la guerra requería.

Por el contrario, en el otro lado, la figura de Franco-Caudillo impuso desde el primer momento una disciplina y una unidad que fue generalmente aceptada o acatada. Las diferencias políticas fueron borradas en pro de un objetivo común: ganar la guerra, lo que equivalía a acabar con el régimen democrático republicano, y eliminar los partidos obreros y nacionalistas, los dos grandes enemigos de la derecha española.

Por último, aunque como factor de orden secundario, conviene reseñar que el apoyo de Hitler y Mussolini a Franco fue muy decidido desde el principio al fin de la guerra, mientras que el Gobierno republicano no consiguió ningún apoyo efectivo de Inglaterra ni de Francia, y el de Rusia no pudo ser muy importante al principio ni al fin de la contienda, alcanzando sólo intensidad en su fase media.

El final de la guerra tuvo como epílogo el golpe de estado dado por el Coronel republicano Casado dentro del propio gobierno republicano. Tras la caída de Cataluña en manos de los nacionales, el entonces presidente de la República, Negrín, continuaba resistiendo (esperaba el desencadenamiento de una lucha mundial contra el fascismo). El golpe de Casado contra el gobierno, apoyado por sectores enemigos de los comunistas (incluida la CNT) se hizo en forma de denuncia y de represión contra la sublevación de las unidades comunistas madrileñas. Casado esperaba un reconocimiento por parte de Franco al haber facilitado la toma de la capital. Únicamente halló su ejecución como traidor.

Cuando el régimen franquista fue reconocido por Francia y por Reino Unido (preferían un gobierno militar a uno comunista) el presidente del gobierno presentó su dimisión. Casado haciéndose cargo de la situación a la deriva de Madrid, intentó negociar con Franco pero este no admitió condición alguna y exigió la rendición absoluta del republicanismo. Todos los miembros del Consejo huyeron, con la digna excepción de Besteiro. Los nacionales habían tomado Madrid y desde ese momento el país se convirtió en un estado militarizado con un único jefe: el generalísimo Franco, que en breve asumiría el poder político supremo y todos los poderes del Nuevo Estado.

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Especial sobre la II República del diario “La Voz de Galicia”: http://www.lavozdegalicia.com/reportajes/republica/

Documentos, artículos y entrevistas sobre la II República: http://www.arrakis.es/%7Ecorcus/republica/index.htm

La Guerra Civil española: http://www.guerracivill936.galeon.com/

Otra interesante página sobre la Guerra Civil española: http://www.guerracivil.org/

Archivo General de la Guerra Civil Española (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte): http://www.cultura.mecd.es/archivos/jsp/plantillaAncho.jsp?id=64

El drama de la Guerra Civil española según Robert Capa: http://encina.cnice.mecd.es/~fvabQ001/capa/index.htm

La guerra de nuestros abuelos (Memorias de un tiempo de hambre y de miseria): http://platea.pntic.mec.es/~anilo/abuelos/primera.htm

La Cucaracha, otro sitio sobre la Guerra Civil: http ://lacucaracha. info/

Y otro más sobre la Guerra Civil: http://usuarios.lycos.es/guerracivil/

Fundación Andreu Nin (Memoria del POUM): http: //www. fundanin. org/

Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica: http://www.memoriahistorica.org/

Foro por la Memoria (PCE): http://www.pce.es/foroporlamenioria/inicio.htm

Asociación Guerra y Exilio: http://www.nodo50.org/age/

Asociación de los Caídos por la Libertad (1939-1945): http://www.galeon.com/murcial939/

Asociación de amigos de las Brigadas Internacionales: http://www.brigadasinternacionales.org/

Asociación Manuel Azaña:

http ://www. asociacionmanuelazana.com/

Fundación Francisco Largo Caballero: http://www.ugt.es/fflc/

Milicianas: http://usuarios.lycos.es/milicianas/index.htm

Altavoz del Frente, canciones republicanas de la guerra civil: http://www.altavozdelfrente.tk/htnil/

Europa y la Guerra Civil Española: http://www.eun.org/eun.org2/eun/en/vs-history/content.cfm?lang=en&ov=17072

Libro “La revolución y la guerra de España” (1962) de Fierre Broué y Emile Témime, completo:

http://www.elmundoalreves.org/libro.php?id=espania