1.- Introducción. El texto que vamos a comentar se estructura en dos partes narrativas divididas por una dialogada. A continuación vamos a tratar qué intención es la que subyace a todo el texto y qué recursos lingüísticos ha usado el autor para lograrlos. Comenzaremos por el plano fonemático.
2.- Plano fonemático.
2.1.- Plano fonológico. En lo fonológico comprobamos que todas las grafías corresponden a la representación gráfica del español normativo actual. La idea de que el texto se ha escrito según la norma vigente se refuerza por la ausencia de rasgos diatópicos, diastráticos y diafásicos de tipo fonológico. El autor no ha pretendido transcribir la pronunciación de fonemas o sonidos de ningún dialecto, jerga o estilo particular. No obstante, sí se ha planteado usar diferentes entonaciones que nos van a sugerir algunos aspectos.
2.2.- Plano prosodemático. En efecto, este apartado sí nos va ser más rentable. Estudiaremos los grupos de intensidad, tónico y fónico, las curvas de entonación y algunas implicaciones interesantes que se van a derivar de su estudio.
Entendemos por grupo de intensidad el conjunto de sonidos pronunciados en torno a un mismo acento expiratorio. Este hecho divide las palabras en proclíticas o enclíticas quedando en medio de ellas la que lleva el acento principal. Es ésta la que normalmente lleva una carga informativa mayor. Esto se ve especialmente en las intervenciones cortas de los diálogos, donde el acento principal corresponde a la palabra que más énfasis informativo aporta; así, en ¡Por mangante! es la preposición la que queda en posición proclítica subordinada al sustantivo mangante porque es ésta el calificativo que la dueña desea recalcar. Del mismo modo ocurre, por ejemplo, con ¿Le has arreado?, donde es el participio del verbo, arreado, el que aporta la intención agresiva de su emisora. Podemos concluir afirmando que el autor se ha valido, en los diálogos de intervenciones cortas, de los grupos de intensidad para recalcar la intención inquisitiva de la dueña recalcando las palabras que más reflejan tal actitud.
En cuanto al grupo tónico, es decir, el grupo de sílabas entre las que destaca una por su tonicidad, observamos un absoluto predominio de la acentuación llana: si tomamos como muestra el primer renglón veremos El camarero entra en el café. Se siente, de golpe, el calor en la cara. En este fragmento enumeramos cinco palabras llanas y sólo dos agudas, es decir lo propio del español normativo, lo que refuerza la idea que apuntamos en el plano fonológico: el texto ha sido escrito según la norma española vigente.
En lo que respecta al grupo fónico, esto es, la porción de discurso delimitada por dos pausas sucesivas, lo estadísticamente normal en español es que sea de entre ocho y once sílabas. En nuestro texto tenemos que diferenciar entre la parte dialogada y la narrada.
El diálogo contiene un grupo fónico medio de entre seis – Oye, ven acá – y una sola sílaba – como en Dos-. La creación de grupos fónicos responde a una intención del emisor. Aquí el diálogo es de frases breves, lleno de elipsis, como veremos en el apartado oracional. El autor ha creado estos grupos para reflejar un diálogo tenso, dinámico, donde se elimina todo lo que no tenga valor informativo: la dueña quiere saber qué ha pasado y su subordinado se limita a responder.
Según Bernstein, el uso de grupos fónicos breves es propio del código restringido y de los textos dialógicos. Adelantamos esta idea que luego iremos corroborando en los sucesivos planos: en efecto, la situación es tensa. La dueña de un café pregunta despóticamente a un asalariado suyo si ha agredido tal vez a un cliente moroso. Ambos quedan determinados diastráticamente en un código restringido, coloquial y, tal vez, vulgar.
Por el contrario, las fases narrativas no presentan unas pausas tan breves: como para arrancar esa flema que posó en la garganta el frío de la calle, es un ejemplo extremo que tiene veintitrés sílabas. El narrador, si seguimos las teorías de Bernstein queda encuadrado diastráticamente dentro de un código elaborado, propio de los textos informativos como éste.
Si subimos un peldaño más en el estudio prosodemático y llegamos a las curvas tonales del texto veremos cómo vamos enriqueciendo las conclusiones parciales a las que hemos ido llegando.
En las franjas narrativas observamos un absoluto predominio de la curva tonal enunciativa, caracterizadas por carecer de puntos de inflexión salvo al final de la oración: sírvanos como muestra: Al camarero le da un repeluco por el espinazo, o La dueña se ríe por lo bajo con una risita cruel. El predominio de esta entonación enunciativa es propio de los códigos elaborados, como apuntamos antes, pues corresponde a los textos expositivos, argumentativos o, como es nuestro caso, narrativos cultos. Esto se ve aumentado por el predominio que hay en toda esta franja de la función referencial: el autor no muestra sentimientos, ni ruega: se limita a constatar con cierto distanciamiento una situación desagradable.
El fragmento dialógico identifica a los que intervienen por las curvas tonales. La dueña hace uso de la entonación exhortativa una vez: Oye, ven acá. En ella predomina la función conativa, que en nuestro caso no es de ruego, sino de mandato. Esta intervención, que abre el diálogo establece la posición diastrática de los personajes: ella queda retratada como dominante. Además, el autor del texto ha hecho que la dueña emplee otras dos entonaciones propias del código restringido. Por tres veces entona interrogativamente, se refleja gráficamente con los signos de interrogación y con una curva de entonación que en español es circunfleja, es decir, se inicia con una elevación tonal que baja para finalmente ascender: por ejemplo en ¿Le has arreado? La dueña cierra su intervención con una curva tonal exclamativa, marcada como es normal en español con los signos de admiración ¡Bien hecho! ¡Por mangante! Estas curvas indican fuertemente la actitud del hablante porque en ellas predomina la función emotiva: la dueña se recrea en la agresión y la aprueba, expone su interioridad de un modo cruel. Por tanto, esta mujer queda definida, por sus curvas tonales, como usuaria de un código restringido, que apenas refleja la función referencial, sino exhortativo de mandato, interrogativo y emotivo. Nótese cómo ella reduce la longitud de sus entonaciones para recalcar el núcleo informativo de interés. Es un fenómeno llamado realce tonal, propio de los códigos menos elaborados.
Por el contrario, el camarero responde con brevísimas curvas enunciativas afirmativas en tres intervenciones: Sí, señorita, Dos y Donde pude, en las piernas. Ello refleja a un hablante sumiso, que se limita a responder con entonaciones enunciativo-afirmativas a los requerimientos exhortativos e interrogativos de su superior.