– El nivel léxico del narrador corresponde a un código culto: usa de un léxico preciso y concreto –le temblaba un destellito de lascivia en el bigote– y emplea metáforas y otros recursos expresivos no fosilizados por el uso: como para arrancar esa flema que posó en la garganta el frío de la calle, evitando palabras y expresiones ómnibus.
Por el contrario éstas sí son usadas por los dialogantes: ¡Bien hecho!, Sí, señorita,… e igualmente emplean fórmulas hechas, lo que refleja la falta de recursos lingüísticos de propia creación para expresar pensamientos propios: ¡Por mangante!. Por tanto, podremos encuadrarlos diastráticamente en un código coloquial-vulgar, especialmente a raíz del uso metafórico de arrear que hace la dueña: ¿Le has arreado? Donde se aplica el significado de “golpear a un animal para que camine” al lógico de agredir, aprovechando, como ocurre con la metáfora, la intersección de semas, en este caso “golpear”, para animalizar al agredido.
Hemos ido viendo cómo el autor empleaba diversos recursos lingüísticos para hacer partícipe al receptor de determinadas sensaciones. Esta intención comunicativa se desarrolla ampliamente en este plano. De un lado, el autor genera un grupo de sustantivos que comparte el sema – o rasgo de significado común- “partes del cuerpo”: cara, garganta, sienes, bigote, piernas y espinazo. De otro lado, todos ellos, en virtud de tal archisemema – o grupo de semas comunes -, acompañan a verbos que admiten su combinatoria con producir sensaciones: se siente, posó, dolían, temblaba, arrear y dar un repeluco, respectivamente.
Es decir, el archisemema combinatorio “producir sensaciones en determinadas partes del cuerpo”, genera una disposición semántica que se subraya aún más si reparamos en que el autor selecciona los dos extremos térmicos para oponer el caluroso y súbito ambiente exterior del café y el desagradable frío de la calle, donde se ha producido la agresión: El camarero entra en el café. Se siente, de golpe, en calor en la cara y (…) que posó en la garganta el frío de la calle. Por tanto, podemos concluir en que el autor ha procedido a seleccionar dos términos antonímicos, el frío y el calor, para resaltar lo desagradable del contraste sensorial.
Los textos literarios se caracterizan por una apertura semántica: una ampliación connotativa del significado: en los rasgos semánticos que hemos estudiado arriba se añade el virtuema – o rasgo de significado connotativo -, “sensación desagradable”: arrancar esa flema, le dolían las sienes, se siente, de golpe – es decir, súbitamente- el calor en la cara.
Por otro lado, es igualmente llamativo el uso que hace el autor de la hipálage: diversos núcleos sintagmáticos rigen elementos que no son pertinentes en la expresión de juicios lógicos: destellito de lascivia, risita cruel, les divierte ver pasar calamidades a los demás, regalos viejos o emoción a domicilio. Todos los núcleos deberían tener modificadores o complementos que tuvieran el sema de “situación u objeto agaradable”. Sin embargo, el autor recurre de nuevo al contraste y todos los modificadores y complementos llevan semas o virtuemas de “sensación desagradable”. Este contraste se crea por hipálages irónicas, en cuanto la ironía está presente en los diminutivos connotativos: risita, destellito, y por medio del simple contraste en los demás. De este modo el autor consigue crear en el receptor la sensación de una atmósfera negativa mediante el campo semántico de “sociedad degradada moralmente”.
En relación con lo anterior, el autor designa a los personajes por su cualidad predominante. En cuanto a los actantes no presentes en el diálogo, extrae de ellos el sema que mejor los caracteriza, de ahí que use como significantes adjetivos sustantivados, es decir, cualidades tratadas en sí mismas: mangante – éste, a su vez animalizado, mediante el uso de arrear, según dijimos -, miserables y moribundos. Todos ellos son cohipónimos respecto al hiperónimo “cualidades de gente marginal”.
Los personajes presentes en el diálogo son designados con palabras que denotan “jerarquía laboral”. Del camarero no conocemos su nombre: es el camarero, a secas. Privarle de otra palabra que lo designara significaría no resaltar su condición de asalariado: por eso el narrador repite, anafóricamente, tal condición al inicio de cada franja narrativa: El camarero entra en el café, el camarero se le acercó y al camarero le da un repeluco por el espinazo.
La señora se designa, en esta misma línea, con tres cohipónimos del hiperónimo “mujer socialmente dominante”: La dueña, que recalca su sema de dominante respecto a su empleado, doña Rosa y señorita, que hace hincapié en respectivas formas de tratamiento propias de personas respetables, contrastando con el tratamiento que recibe el resto de los personajes.
Resumiendo, de un lado, el autor genera un grupo de sustantivos que comparte el sema – o rasgo de significado común- “partes del cuerpo”. Por otro lado, todos ellos, en virtud de tal archisemema – o grupo de semas comunes -, acompañan a verbos que admiten su combinatoria con la marca semántica de combinatoria “producir sensaciones”, que en nuestro caso se actualizan, aun por virtuemas, como “desagradables”.
Podemos concluir en que el autor ha procedido a seleccionar dos términos antonímicos para resaltar lo desagradable del contraste sensorial térmico.
Este contraste se crea por hipálages irónicas, en cuanto la ironía está presente en los diminutivos connotativos: risita, destellito, y por medio del simple contraste en los demás. De este modo el autor consigue crear en el receptor la sensación de una atmósfera negativa mediante el campo semántico de sociedad degradada moralmente. El autor designa a los personajes por su cualidad predominante. En cuanto a los personajes no presentes en el diálogo, todos ellos son cohipónimos respecto al hiperónimo “cualidades de gente marginal”. Los personajes presentes en el diálogo son designados con palabras que denotan “jerarquía laboral”.
A una situación degradada moralmente le corresponden sensaciones físicas desagradables: éstas son una alegoría latente de aquélla. La sensación de cómo las personas sufren moral y físicamente en condiciones indignas está bien descrita mediante estos recursos.
Plano pragmático.- El autor, para conseguir llevar a cabo todas las intenciones que hemos venido señalando se apoya en la organización del texto. En el nuestro encontramos en la franja narrativa cómo el primer párrafo alude a la entrada del camarero en el café y a las sensaciones físicas que le produce.
Tras una transición de dos renglones dialógico y narrativo, que sirven de enlace, se nos plantea un diálogo donde se recrea la dueña en una agresión. Esta conversación refleja el ambiente degradado de la España de posguerra de un modo práctico: se nos pone un ejemplo de tal atmósfera.
Tras unos renglones donde el narrador ya no narra, sino que reflexiona acerca de la esencia de los personajes. Si fuese un hombre decidido, hubiera ahogado a la dueña; afortunadamente no lo es, la voz narrativa extrapola las conclusiones de un ejemplo concreto a un marco general en el que éste se integra: el de las gentes. Es decir, el autor ha seguido un esquema sintético: la idea general se expone en la última parte del texto: la sociedad degradada de la España de posguerra. Finalmente alude a Doña Rosa como figura sintetizadora de ella. De ahí ese final de suspensión que intensifica la crueldad de aquellos tiempos: Doña no llega ni a esa categoría. Doña prefiere la emoción a domicilio, ese temblor,…