Los cambios de sentido.
1.- La hiponimia.
Antes de abordar el estudio de las relaciones semánticas convendría recordar algunos de los tecnicismos que vamos a emplear en lo que sigue: entendemos por sema el rasgo mínimo de significado de una palabra. El semema es el conjunto de semas de una palabra. Si los sememas de dos o más palabras tienen algo en común, llamaremos a esa parte compartida archisemema, que tiene su correlato formal en el archilexema. Desde el punto de vista del fenómeno que vamos a estudiar, la hiponimia, esta parte común se llama hiperónimo.
Las palabras que comparten un mismo hiperónimo se llaman hipónimos y son entre sí cohipónimos: así, Danone, Yoplait, Clesa y Pascual son cohipónimos entre sí e hipónimos respecto a Yogur, que funciona como su hiperónimo.
Los hiperónimos pueden funcionar por los hipónimos, por eso Gaetano Berruto llama a aquél supraordenado y Palmer, hiperordenado. Por tanto, un hipónimo incluye su hiperónimo como sema genérico: Danone, Yoplait, Clesa y Pascual tienen cono sema genérico Yogur; por eso, mientras que la hiperonimia supone una relación de supraordenación, la hiponimia es una relación de subordinación, o inclusión extensional del hiperónimo en el hipónimo en la terminología de Lyons.
Cuanto menor sea el número de hipónimos de un hiperónimo, mayor será el número de semas específicos de éstos y, por tanto, mayor su precisión de significado.
La hiponimia es una implicación unilateral: un hipónimo supone su hiperónimo, pero no viceversa y los cohipónimos no se suponen entre sí y no son sinónimos los unos de los otros. Con todo, ello no impide que la norma haga que sea posible que un hipónimo neutralice su hiperónimo en el discurso: Me he tomado un danone [ por un Yogur que no es Danone ].
2.- La sinonimia.
Hemos de advertir que la relación que mantiene el signo lingüístico con la realidad es la designación. El significado es el modo en que un idioma ha concebido esa realidad en semas funcionales: así, H2O y agua comparten referente: designan lo mismo pero significan cosas distintas, para empezar el primero significa un compuesto químico, el segundo elimina esa precisión. A este fenómeno lo llamaremos sinonimia correferencial: existe identidad en los designados pero no en como han sido concebidos.
Por otro lado, entendemos, con Coseriu, que para que dos elementos entren en oposición han de pertencer a una misma lengua funcional: es decir, han de tener identidad de pertenencia a un mismo estilo, tiempo, espacio y grado de instrucción, o, lo que es lo mismo, han de ser homogéneos en su sincronía, sintopía, sinfasía y sinstratía: perro no se opone a can porque ambos no aparecen en un mismo punto de un discurso sinfásicamente elevado ni puede ser usado en un estilo sinstráticamente bajo. Entre ellos no hay oposición, sino contraste: son ejemplos de sinónimos diasistemáticos: comparten designado, pero no pertenecen a una misma lengua funcional.
La sinonimia lexemática comporta mismos significados, mismas relaciones sintagmáticas y paradigmáticas y pertenencia a idénticas lenguas funcionales. Es, por tanto, una neutralización de un hiperónimo por un hipónimo suyo, como en el caso al que aludimos antes: Me he tomado un danone [ por un Yogur que no es Danone ]. En este caso hay autores que mantienen que la sinonimia procede de la asimetría del signo lingüístico: a un significado le corresponden varios significantes, del mismo modo que la polisemia implica que de un significante partan varios significados.
La sinonimia lexemática sería la verdadera sinonimia, que para muchos existe en el sistema, pero se deshace en el uso y, por tanto, en la norma. Lo cierto es que la sinonimia pura, o total, raramente existe. Según Lyons, para que así fuera deberían compartir hasta sentidos potenciales: Quine subraya que no existen palabras, ni grupos de ellas con el mismo significado.
Por el contrario, para autores como Gauger y Müller la economía de la lengua impide que existan sinónimos perfectos: sostienen que no es necesaria una identidad absoluta de significados -ciertamente difícil-; es válida una coincidencia amplia de los significados que pudieran aparecer en los mismos contextos. Siempre van a existir semas específicos, estilísticos y connotativos -virtuemas- que van a diferir: así en portero / guardameta.
3.- La polisemia y la homonimia.
Ambos fenómenos obedecen, de nuevo, a la asimetría del signo lingüístico: dos o más significados remiten a un mismo significante. No obstante este hecho se bifurca en dos la polisemia y la homonimia. Hay varios aspectos que nos ayudarán a diferenciarlos:
La etimología común es propia de la polisemia: FOLIAM > hoja [de puerta] y hoja [de árbol] y la diversidad de origen, de la homonimia: gato [animal] y gato [ de coche ]. De ahí que dos términos homonímicos carezcan de semas comunes, a diferencia de dos palabras polisémicas, que sí la tienen: por ejemplo, banco [de peces] y banco [de dinero] comparten el sema común de conjunto.
Mientras que las palabras polisémicas pueden insertarse en un mismo campo léxico, han de compartir categoría gramatical y, por tanto, las mismas posibilidades de flexión y distribución en el sintagma. Las homónimas no cumplen ninguno de los requisitos anteriores: la preposición de y el verbo en presente de subjuntivo dé son, por tanto, homónimos porque no pueden tener las mismas posibilidades flexivas, no aparecen en los mismos contextos ni son de la misma categoría gramatical, por lo que no pertenecen a un mismo paradigma.
Por otro lado, los homónimos pueden ser entre sí homógrafos, si se escriben igual, y homófonos si reúnen las mismas cualidades fonémicas: por ejemplo, son homófonos y homógrafos, gato1 y gato2; pero son homófonos y no homógrafos hético y ético. Algunos de éstos suelen distinguirse en la escritura con la tilde diacrítica si hay posibilidad de confusión.
Resumiendo, la polisemia implica compartir étimo, campo léxico y paradigma, categoría gramatical, flexión, distribución sintagmática y algunos semas que los agrupa bajo un mínimo archisemema. Por el contrario, la homonimia incumple cada uno de los requisitos anteriores.
4.- La antonimia.
En opinión de Geckeler, la antonimia supone una oposición equipolente: la presencia de uno o varios semas en uno de los lexemas no presupone su ausencia en el otro: blanco no presupone negro; sin embargo ambos sememas se abordan en lo que difieren: no hay términos antonímicos sino perspectivas diferenciales.
Para Duchácek desde el punto de vista formal se pueden distinguir:
•Antónimos gramáticales: se indican mediante prefijo: moral / amoral.
•Antónimos lexicales: pueden ser absolutos se vienen de palabras monosémicas: blanco / negro y parciales si son al mismo tiempo polisémicas: huésped1 / huésped2
Pero desde lo puramente semántico serán:
•Antónimos perfectos: tiene un conjunto de acepciones distintas.
•Antónimos aproximativos: se oponen en el núcleo sémico.
•Antónimos parciales: solo tienen acepciones distintas.
Según Lyons, la antonimia hay que abordarla como relación de reciprocidad lógica: no hay antónimos sinon relaciones de contrariedad:
•Complementarios: la negación de uno supone la firmación del otro: No a implica b y viceversa: no moral implica amoral y viceversa.
•Antonímicos: La afirmación de a supone la negación de b, paro negar a no supone necesariamente b: animal implica no mineral; pero no animal no implica necesariamente mineral, también puede resultar gaseoso, por ejemplo.
•Inversos: Dos téminos se presuponen mutuamente si ambos se afirman o si ambos se niegan: Si hay ancho, hay largo; si no hay largo, no hay ancho.
5.- Los cambios de sentido.
5.1.- Cambios externos.
Según Stephen Ullmann y Meillet, se deben al principio de conservación del lenguaje: la lengua es más conservadora que la realidad a la que designa, de modo que un cambio en ésta no ha de implicar otro en aquélla; así pluma, no ha variado al ritmo de la realidad a la que designa: varía el significante a pesar de haber cambiado las relaciones de significación y designación. Coseriu subraya que el léxico es evolutivo y sus cambios son rápidos y continuos debido a la relación de designación que mantiene con la realidad, en continuo devenir. De ahí que el léxico de una lengua no se estructure por campos yuxtapuestos que se repartan zonas de significación, sino que haya inclusiones e intersecciones a cada paso que reflejan este dinamismo.
Para Lázaro Carreter los cambios semánticos siempre dejan intacto su correlato formal, el lexema, pero el semema, o conjunto de semas de una palabra, siempre varía al menos en un sema. Por eso cualquier causa, aunque no en origen, es en última instancia lingüística: ningún cambio externo es admisible si no lo puede recoger el sistema de la lengua.
5.2.- Cambios de innovación lingüística por transferencias entre planos.
5.2.1.- Transferencias de significantes por semejanza de significados: es lo que llamamos metáfora, donde hay una intersección de semas entre dos palabras. Esta intersección puede ser sustancial si la semejanza es tal que una palabra puede funcionar por la otra: diente de ajo; me pica la nuez;…
Si un elemento, en virtud de su combinatoria, le atribuye valores sensoriales a otro que extralingüísticamente no se percibe de esa manera estaremos ante una sinestesia: carácter dulce.
5.2.2.- Transferencias de significantes por contigüidad de significados designados, o metonimia: se toma una cercanía espacial -por ejemplo, lugar por objeto: Pérgamo > pergamino; continente por contenido: plato > mi plato [la comida] favorito;…- o una proximidad temporal -así del latín VESPERA > vísperas como rezo de tarde-. O espacio-temporal, del tipo instrumento por acción: palo > dar palos [en vez de golpes].
5.2.3.- Transferencias de significados por semejanza de significantes: este fenómeno se da en las contaminaciones fonéticas y en la etimologías populares por parecidos entre parónimos: necromancia > nigromancia.
5.2.4.- Transferencias de significados por contigüidad de significantes en un mismo contexto, mediante la elipsis: un solo concepto puede ser expresado por uno o más miembros que forman un todo indivisible que no conviene a la economía de la lengua, por lo que acaece la elipsis: (puñetazo) directo.
La elipsis puede tener repercusiones en la transposición categorial de elementos -piso primero (adjetivo) > primero (sustantivo)- o en variaciones morfológicas -cabo de primera clase > cabo primera (femenino) > cabo primero (masculino)-.
5.2.5.- Transferencias complejas: reflejan un proceso en el que toman parte más de una de las transferencias arriba citadas: en Me he tomado un Jerez hay doble elipsis de vaso y de de vino y doble metonimia de continente por contenido -vaso por vino- y lugar por objeto -Jerez por jerez-.
5.3.- Cambios por ampliación o restricción de significados.
La ley de especialización de Bréal apuntaba que una palabra genérica al lado de una palabra especificadora pasa normalmente a ser una palabra especificada: operación quirúgica > operación. Ullmann la acepta y añade que este hecho es posible solo en un determinado ámbito social. Esta ley se relaciona con la de repartición del mismo Bréal: por el principio de economía, toda lengua tiende a deshacer sinónimos repartiendo entre ellos el significado común: así ocurrió con desviar y divertir, que hoy no son tenidos por sinónimos. Gregorio Salvador le señaló que esta ley se contradice con el hecho de que sea común lo contrario: palabras antes no sinónimos pasan hoy a serlo: hoy tema es sinónimo de asunto y antes, al parecer, no.
Para Ullmann hay extensión de significado por necesidad de palabras ómnibus en el lenguaje coloquial: cosa, algo, hecho,…; o bien por revitalizar alguna palabra que ha de servir para designar un nuevo término: así la red, entendida como web, hace referencia a la malla de intercomunicaciones de internet.
5.4.- Tendencias peyorativas y ameliorativas.
La tendencia peyorativa se da si un término pasa de un ámbito connotativo positivo a uno negativo, cargándose de connotaciones tabúes. La palabra ahora tabú se sustituye por un eufemismo: retrete > váter > servicio. En el caso de que se sustituya el eufemismo estaremos ante un disfemismo: estirar la pata por morir.
Según Sperber, el tabú y el eufemismo se relacionan con causas psicológicas: así en los centro de atracción, una persona está tan interesada en un asunto -es común al ser humano el sexo y la muerte- que compara éste con otras experiencias eufemística o disfemísticamente: en el Medievo, hacer el amor como luchar; de modo que se nombran hechos de gran interés psicológico mediante otras experiencias habituales. En el caso de los centros de expansión sucede lo contrario: se nombran experiencias habituales mediante hechos de gran interés psicológico: Me han jodido en el partido por Me han arbitrado injustamente.
La tendencia ameliorativa supone rehabilitar de connotaciones negativas una palabra: así nice en inglés tenía connotaciones de necio, mientras que fue pasando a cándido y de ahí a lindo, bonito; en francés regretter era lamentar una muerte y hoy significa sólo lamentar.