1.- La coherencia y la cohesión en el texto.
La coherencia de un texto es lo que determina que éste pueda ser comprendido por el oyente como una unidad cuyas partes se relacionan entre sí y como emisión adecuada a un contexto. Por eso, según Coseriu, tiene que adecuarse a lo que dicta la norma de una comunidad. En este sentido, lo normativo no solo toca a las estructuras lingüísticas que, en forma de actos de habla, son más comúnmente emitidas por una comunidad: la coherencia de un texto radica igualmente en la adecuación de éste a la cosmovisión del mundo que tenga esa comunidad: Me he comido el corazón de él, será emisión adecuada a la cosmovisión de las lenguas de comunidades caníbales; en español sería tomada como una desviación de la norma, literaria o estilística. Por eso la coherencia está estrechamente ligada a la pragmática, a la retórica y a la semántica.
La cohesión es, por su parte, el conjunto de elementos lingüísticos que cuyas funciones revelan sus relaciones mutuas: se relaciona, pues, de modo directo con la morfosintaxis. No obstante, la cohesión garantiza la gramaticalidad de un texto y ello no nos da certeza de la coherencia o incoherencia del mismo: El picaporte bilingüe descifraba su tristeza es desde el punto de vista normativo incoherente aunque cohesionado.
Con todo, coherencia y cohesión no pueden separarse. Un texto coherente sólo puede ser expresado a través de una buena cohesión. La cohesión de un texto viene dada precisamente por las estrategias comunicativas de un emisor: en términos generativistas, la estructura profunda, con sujeto y predicado lógicos, guarda la intención comunicativa primaria. El emisor tiene que cerciorarse de que el receptor la capte. En pro de esa intención, cohesionará la la estructura superficial. En última instancia, el oyente percibirá analíticamente la coherencia de esa intención a través de la cohesión del texto.
Por eso la coherencia y la cohesión se relacionan directamente con la competencia comunicativa de los integrantes en la comunicación, o lo que es lo mismo: con la capacidad que tienen emisor y receptor para emitir y comprender secuencias inéditas y adecuadas a la norma de su lengua y alos contexto en que tales emisiones pueden realizarse.
2.- La coherencia: el núcleo informativo fundamental del texto.
Aquello que hemos llamado intención comunicativa primaria del oyente es lo que va a marcar la coherencia de un texto: es ella la que marca el núcleo informativo fundamental del texto. Este núcleo ha recibido diversos nombres según escuelas: macroestructura, tópico de conversación, tema o marco integrador global (Lang y Bernárdez) Llamaremos a este núcleo informativo fundamental del texto con este último término, que lo abreviaremos como MIG en adelante. Éste supone que el texto no es una mera suma de significados de proposiciones: cada una de éstas se define por la relación que mantiene con las demás y por la posición que ocupa en el texto. Entre todas forman una gestalt, o unidad de significado para todo el texto: el MIG.
No obstante, recordemos que, como dijimos arriba, un texto cohesionado y con una coherencia textual puede no tener éxito comunicativo si no se adecua a la cosmovisión del mundo que tiene la comunidad lingüística del idioma que emplea el emisor y entiende el receptor. Aquí llegamos a un punto en el que la pragmática -entendida como las relaciones del signo con el sujeto que lo usa- fiscaliza las emisiones. En este sentido hay emisiones que no son ni verdaderas ni falsas: por ejemplo, en español El rey de Navarra no viajará hoy en metro, no es ni verdadera ni falsa en cuanto la cosmovisión del mundo que tiene nuestro idioma excluye un rey de Navarra.
3.- El marco contextual.
No tenemos que confundir éste con el MIG. El marco se refiere a las coordenadas espacio-temporales donde se emite un acto de habla. En este sentido tendremos, por un lado, emisiones adecuadas e inadecuadas y, por otro, actos de habla que adquirirán un significado u otro dependiendo en qué contexto, o marco, se enuncien.
La adecuación tiene sus determinantes socioculturales: pongamos por caso que el acto de habla Yo os declaro marido y mujer sólo es adecuado en el marco contextual de una ceremonia nupcial y emitido por un sacerdote. Fuera del mismo se evidenciará como una emisión inadecuada y sin efecto si la intención comunicativa primaria era la unión sacramental. Ahora bien, dicho en un contexto lúdico, por ejemplo en un bar, adquirirá un nuevo significado: el de, tal vez, una broma a una pareja: el contexto deja claro que la intención no era la unión nupcial verdadera.
Las emisiones que suponen un desvío de la norma, por razones estilísticas o literarias, se reconocen como adecuadas precisamente por su contexto: si leemos en Poeta en Nueva York, de Lorca, que La aurora de Nueva York tiene cuatro columnas de cieno y un huracán de negras palomas que chapotean entre las aguas podridas, le otorgaremos coherencia en el marco contextual del poemario en el que se integra: fuera de él, además de inadecuada sería incoherente.
Incluso un texto de cohesión y coherencia precarias en primera instancia pueden ser coherentes dependiendo de su marco contextual: Ha dimitido el ministro de Educación. El terremoto de Granada no ha causado víctimas. El paro bajó un 3 % carece de coherencia salvo si es el conjunto de titulares de un noticiero radiofónico.
4.- Implicaciones y presuposiciones.
La coherencia textual depende, en gran medida, del tejido de implicaciones lógicas y semánticas que los elementos léxicos de un texto contengan: La Juventus ganó al Milán implica que El Milán ha perdido; Tu amante tiene halitosis presupone que Tú tienes un amante. La implicación, en sentido lógico se explica como si P es verdadero entonces Q también lo es; la presuposición se enuncia como P es verdadero o falso sólo si es verdadero Q.
No obstante, no podemos olvidar que mientras que la lógica trabaja con operadores abstractos, los enunciados de un idioma, como dijimos, están sujetos a la cosmovisión del mundo de esa lengua. En este sentido recordemos que hay emisiones que no son ni verdaderas ni falsas: recordando el ejemplo anterior, en español El rey de Navarra no viajará hoy en metro, no es ni verdadero ni falso en cuanto la cosmovisión del mundo que tiene nuestro idioma excluye tal monarca También quedan fuera de implicación y presuposición las emisiones acordes con la norma -salvo las desviaciones estilísticas y literarias- que incurran en incompatibilidades de valencias semánticas: Los niños fueron pavimentados con diligencia, no implica ni presupone nada: es inaceptable en cuanto pavimentar exige, en este caso, un sujeto paciente cuyo sema genérico no sea humano.
Otras emisiones guardan unas implicaciones latentes: Hoy no te he matado es cierto, pero mi cosmovisión del mundo me dice que nadie enuncia tal perogrullada: permanece latente que ha contemplado la posibilidad. De ahí que las implicaciones latentes tengan una serie de efectos en la manipulación informativa: El alcalde desmiente estar implicado en el escándalo del tráfico de influencias deja latente que ha habido indicios de implicación. Ello demuestra que las lenguas van más allá de emisiones enunciables en términos de lógica.
Por último, los actos realizativos implican su ejecución: va pareja a su emisión, como el anterior: Yo os declaro marido y mujer , o los relacionados con promesas u otras actitudes parecidas: Lo siento mucho. En este sentido hay emisiones cuya verificación depende de que sean corroboradas por el tiempo, como las promesas y los pronósticos: Te prometo que iré contigo o Mañana lloverá en el sur.
5.- La deíxis.
Si entendemos que todo acto de habla se sustenta en un marco contextual, convendremos en que siempre se realizan en una situación comunicativa que comparten emisor y receptor. Con todo, hemos de advertir que las barreras temporales pueden romperse a veces sin que se anule la comunicación, como en la correspondencia epistolar, y que lo mismo puede ocurrir con las espaciales, como en las videoconferencias, por ejemplo; también emisor y receptor pueden coincidir en el monólogo
No obstante, la situación comunicativa típica siempre tiene al emisor como referencia espacio-temporal absoluta, aun en los casos anteriores. La deíxis es por tanto la relación de indicación que mantienen los elementos lingüísticos con en el entorno espacio-temporal que, en última instancia, remite al del emisor. Tal deíxis puede ser espacial, temporal y personal.
Los deícticos espaciales marcan el tiempo en relación con el aquí del emisor: los adverbios, ahí, allí,…; los demostrativos: este, ese, aquel,…; … Los temporales indica el tiempo respecto del ahora del emisor: los adverbios: mañana,…; los tiempos verbales: diré,…;… La deíxis personal se refiere, fundamentalmente, a los pronombres personales, cuyos referentes dependen del emisor, incluyéndose aquí la deíxis social, es decir, la referida al tratamiento, que marca la posición del emisor respecto a los otros: Yo, tú, usted,…
6.- La foricidad.
En este caso estamos, por así decir, ante una deíxis textual, es decir, hablamos de la relación que mantiene un elemento del discurso con otro que aparezca en el mismo texto, no necesariamente en el contexto espacio-temporal del emisor, como en la deíxis.
Cuando un elemento se refiere a otro aparecido anteriormente estamos ante la anáfora: Juan estuvo contigo. Lo vi bien. Aquí, el pronombre personal lo hace referencia a Juan. Si sucede lo contrario, es decir, un elemento anuncia a otro que va a aparecer se da una catáfora: Te lo dije: él iba a venir, donde lo anuncia la oración él iba a venir. En el caso de que el sustituto sea Ø estaremos ante una anáfora elíptica: Ya Ø sé: él iba a venir, donde Ø sustituye a él iba a venir.