COMPETENCIA LINGÜÍSTICA Y COMPETENCIA COMUNICATIVA.
1. EL LENGUAJE
La definición más unánimemente aceptada de lenguaje es la que se refiere a su naturaleza de facultad semiótica manifestada en una actividad condicionada por las características biológicas de los sujetos y por la adaptación al canal de transmisión. En el ámbito humano el lenguaje es una capacidad sígnica, que se caracteriza por la asociación de un signo a un significado, y esta asociación la aceptan todos los miembros de una comunidad que son partícipes de ese sistema de comunicación.
El lenguaje propiamente dicho es la facultad comunicativa del hombre que se realiza en una pluralidad de lenguas. La ciencia que estudia el lenguaje desde esta perspectiva es la lingüística, que se ocupa del estudio de las lenguas humanas. En la lingüística se examina el mayor número posible de lenguas, y se extraen sus rasgos comunes para concluir que esos son los que deben estar presentes en todo sistema de comunicación que aspire a la denominación de lengua.
Saussure, en su Curso de lingüística general, enumeró las características del signo lingüístico, que son estas:
– Oralidad: El lenguaje humano, a través de una lengua cualquiera, transmite un mensaje de comunicación directa, ello implica que es oral.
– Linealidad: Los mensajes han de ser producidos e interpretados forzosamente en la línea unidimensional del tiempo, lo que provoca que el orden de los elementos lingüísticos pueda convertirse en una fuente de significado.
– Arbitrariedad: La asociación entre las dos caras de un signo lingüístico, esto es, su significante y su significado, es arbitraria, no esta fundamentada en virtud de ninguna razón previsible, es el fruto de un acuerdo tácito entre los usuarios, una convención. Es decir, a una silla le llamamos así en lengua castellana y le decimos chair en la inglesa porque sí, por un acuerdo, no por ninguna razón especial.
– Discreción: Las unidades lingüísticas son discretas en el sentido de discontinuas, es decir, entre ellas se establece una oposición basada en la presencia/ausencia de uno o varios rasgos distintivos. Es decir, una vocal implica no una consonante, por ejemplo.
Ninguna de estas características puede considerarse exclusiva de las lenguas humanas; por ello Andre Martinet, en sus Elementos de lingüística general, hizo hincapié en otro rasgo, que es la articulación del lenguaje humano. Esta propiedad del lenguaje humano consiste en su formación por sonidos articulados, que constituyen una cadena en la que cada sonido aislado posee un puesto fijo. Pero lo que distingue al LNH de cualquier otro sistema de comunicación por medio de signos es la doble articulación, esto es, el hecho de que cualquier secuencia emitida por un hablante pueda ser segmentada en un doble proceso. El LNH puede ser descrito como doblemente articulado en unidades mínimas significativas (los monemas) y en unidades mínimas distintivas (los fonemas). Las unidades distintivas son cada uno de los segmentos no dotados de sentido, pero si capaces de determinar y variar la significación de las unidades significativas. Las unidades mínimas significativas son segmentos con significado indivisible en otros segmentos menores significativos. La combinación de estas dos formas de articulación determina la naturaleza del LNH, de modo que lengua sólo se puede llamar a aquel sistema de signos que ofrezca una doble articulación.
2. DEFINICIONES DE LENGUAJE.
2.1. Saussure distingue en el lenguaje tres aspectos fundamentales:
– La facultad de hablar o facultad del lenguaje que implica todo el mecanismo psicofísico de la comunicación mediante sonidos articulados o signos fono-acústicos.
– El sistema de signos en que consiste la lengua; estos signos son fono-acústicos, articulados, convencionales, creados por la comunidad hablante y existentes en ella como una disponibilidad; expresan ideas distintas lo mismo que procesos y estados anímicos.
– La actuación de la facultad de hablar mediante actos de comunicación oral que podemos llamar habla. El habla es la utilización individual del sistema de signos de la lengua. Por ejemplo, un andaluz hace una utilización del sistema de signos diferente a la que hace un catalán.
De este modo, Saussure considera esencial la distinción entre lengua (“langue”) y habla (“parole”). Por este motivo el estudio del lenguaje conlleva dos partes: una esencial, la lengua, que es social en su esencia e independiente del individuo; la otra secundaria, tiene por objeto la parte individual, el habla . La lengua se convierte, entonces, en un producto social derivado de la facultad del lenguaje y de un conjunto de convenciones necesarias adoptadas por el cuerpo social, para permitir el ejercicio de esa facultad.
2.2. Hall (1968): “El lenguaje es la institución con que los seres humanos se comunican e interactúan entre sí por medio de símbolos arbitrarios orales y auditivos de uso habitual.”
Resalta en su definición el hecho de que el lenguaje sea una institución humana y nada mas, de ello se deriva que la lengua que emplea una determinada sociedad forma parte de la cultura de esa sociedad. Por otra parte, parece incorrecto hablar del lenguaje empleando el término “de uso habitual” ya que la lengua no se emplea como simple hábito, como resultado de un estímulo, sino que no cabe predecir un comportamiento habitual de un hablante en las mismas situaciones; desde luego el uso de la lengua es independiente de cualquier estímulo.
2.3. Chomsky: El lenguaje es una capacidad cerebral que se materializa en el uso de las distintas lenguas, a su vez Chomsky considera que una lengua es “un conjunto infinito de oraciones cada una de ellas finita en longitud y compuesta por un conjunto finito de elementos”. Luego centra su atención en las propiedades estructurales de las lenguas para llegar a una definición del lenguaje, como si éste fuera la cantidad de reglas transformativas que el ser humano tiene inscritas en su cerebro ya en la etapa pre-lingüística y que lo capacita para ser, después, un hablante. El paso desde el lenguaje como capacidad a la lengua como acto se da en virtud de la competencia lingüística que posee todo hablante. Ésta se define como el dominio que una persona tiene de una determinada lengua. Chomsky distingue entre competencia y actuación. Así, cuando decimos que alguien habla español, queremos decir una de estas dos cosas:
– Que de un modo habitual u ocasional se entrega a un determinado comportamiento (actuación)
– Que tiene la capacidad de emprender este particular tipo de comportamiento (competencia).
2.4. Hockett (1960): En su estudio del lenguaje diseña unos rasgos que se dan en cualquier tipo de comunicación, por lo que no se circunscribe al ámbito humano, aunque es muy clarificador el análisis de esas propiedades de diseño de la comunicación, porque de él se deduce la particularidad del LNH frente a otros sistemas de comunicación. Estos rasgos son: vía vocal auditiva, transmisión irradiada y recepción dirigida (la señal es una onda sonora que se expande en todas direcciones; la recepción depende de la estructura del órgano receptor; lo que significa que la audición está orientada en relación con la localización de la emisión, por lo que el receptor puede localizar al emisor por la dirección de la onda), evanescencia, intercambiabilidad, retroalimentación total (el emisor oye todo lo que emite, lo que contribuye al desarrollo de la capacidad de comunicación), especialización (capacidad de crear mensajes con referentes infinitos, no subordinados a una comunidad biológica, como en los animales), semanticidad, arbitrariedad, discreción (cuando las señales de un sistema son claramente separables en elementos distintos decimos que el sistema es discreto; los sonidos de una lengua son perceptibles por el oyente como unidades diferentes), desplazamiento (cuando las señales, signos, etc., pueden referirse a cosas lejanas en el espacio y tiempo), dualidad (un sistema de comunicación que se organice de acuerde con dos niveles, uno en el que los elementos mínimos carecen de significado y otro en el que esas unidades son significativas), productividad (el sistema de la lengua permite un número infinito de nuevos mensajes; ello es posible porque las reglas de la gramática se aplican recursivamente), transmisión cultural (la lengua tiene un carácter cultural, es algo propio de una vida social con sus convenciones particulares, que se transmite de una generación a otra como parte de la cultura), prevaricación (consiste en la posibilidad de emitir mensajes falsos), reflexibidad (un sistema de comunicación permite referirse a él mismo, es decir, posea la función metalingüística), secuencialidad o linealidad, traducción e interpretación de otros sistemas, argumentabilidad (este rasgo es el resultado de la retroalimentación, la tradición y la reflexibidad).
3. TEORIA DE LA COMUNICACIÓN.
La teoría de la comunicación es una incorporación novedosa a los estudios lingüísticos y surge como una necesidad frente a los avances tecnológicos. La comunicación asegura la transmisión de los conocimientos, de la información y de la experiencia, así que permite la perpetuación de la comunidad. Los procedimientos por los que se da la comunicación son de índole muy diversa, porque todos nuestros sentidos están preparados para la comunicación.
Para que una persona comprenda lo que se pretende comunicar necesita poseer una mínima cantidad de supuestos culturales, psicológicos y sociológicos, y para que la comunicación se establezca son imprescindibles un emisor que transmita la información, un receptor que la reciba y el mensaje que se comunique. La necesidad del emisor y el mensaje se percibe claramente, pero la del receptor es al mismo modo fundamental, porque sin él no hay sino mensajes abortados. Por otra parte, tanto emisor como receptor deben tener unos conocimientos previos de diverso tipo, que garanticen el triunfo de la comunicación si parte de estos conocimientos son compartidos por ambos.
El mensaje se define como una información comunicada. Esa información podemos considerarla en dos vertientes: contenido y forma. El contenido es la idea que queremos comunicar. La forma son los elementos materiales portadores de esa idea, aunque también la posibiliten y maticen. En el caso del LNH, nosotros hemos aprendido una serie de combinaciones de sonidos que utilizamos para componer un mensaje. Cada uno de esos elementos que nos llevan al conocimiento de algo se llama signo. Hay muchos tipos de signos, éstos pueden darse de forma aislada o en relación con otros, en este segundo caso los signos entran a formar parte de un sistema. El sistema se organiza de acuerdo a un código, unas leyes de funcionamiento, que actúan en dos sentidos: por un lado, regula la relación de los signos con lo significado (aquello a lo que sustituye), por otro, el código regula la relación y combinación de los signos integrantes del sistema entre sí.
Para construir un mensaje el emisor necesita codificarlo, es decir, emplear el código (que debe conocer imprescindiblemente) para escoger y combinar los signos necesarios. El receptor realizará la operación contraria, descodificará el mensaje: localizará las combinaciones de signos y aprehenderá su significado.
A la perspectiva del emisor se denomina en lingüística onomasiología y a la del receptor, semasiología.
3.1. Los elementos de la comunicación según Jakobson
Además de los ya vistos (emisor, receptor, mensaje y código) tenemos los siguientes elementos de la comunicación:
– Canal: Es el medio físico a través del cual se transmite la señal, si hablamos es el aire; si conversas por teléfono es el cable…
– Contexto: Aunque no es un componente intrínseco a la comunicación, sí es un factor determinante en la interpretación correcta de la comunicación; de un modo más general se entiende por contexto todos aquellos factores extra-lingüísticos o externos al código, que rodean a un acto de comunicación; a pesar de ello, la palabra “contexto” puede desdoblarse en dos acepciones: Contexto lingüístico: en los casos donde un mensaje está formado por mas de un símbolo, cada uno de ellos tiene por contexto a los restantes; en los mensajes lingüísticos esta acepción de contexto se identifica con las relaciones sintagmáticas; Contexto del acto de la comunicación o situación comunicativa: todo acto de comunicación se realiza en un contexto situacional, constituido por todos los elementos que rodean y enmarcan el acto de la comunicación; este tipo de contexto condiciona fuertemente el proceso de comunicación, determinando el empleo del canal, el uso de un código u otro; las circunstancias propias de cada situación son las que, en definitiva, permiten interpretar unívocamente su información.
– Redundancia y ruido. En la teoría de la comunicación, “ruido” es cualquier posible alteración producida en la señal en su proceso de transmisión desde el emisor al receptor. La pérdida o alteración de la información puede darse por varios motivos de interferencias en alguna de las fases del proceso de la comunicación. Ruido puede ser, por ejemplo, si escribes una nota en un papel y el agua borra algunas letras. Dada la existencia del ruido, los códigos inventan mecanismos compensatorios. La redundancia es uno de estos factores de seguridad de la comunicación; se trata de información no necesaria que se da en los mensajes y que puede ser omitida sin que por ello varíe significativamente el contenido informativo. Redundancia es, por ejemplo, lo que hay en esta oración: ellos comen, tenemos dos veces referencia al plural y a la tercera persona.
4. COMPETENCIA LINGÜÍSTICA Y COMPETENCIA COMUNICATIVA
4.1. Competencia lingüística
Se entiende por competencia lingüística el hecho de saber una lengua, es decir, poseer un conjunto más o menos explícito de conocimientos acerca del valor significativo de los signos que componen una lengua y de sus reglas de combinación para formar mensajes.
El concepto en sí es acuñado por la Gramática Generativa iniciada por Chomsky para definir el conocimiento intuitivo que el hablante nativo tiene acerca de la estructura y de las condiciones de uso de su lengua.
La competencia lingüística en su vertiente de conocimiento debe abarcar varios niveles o componentes:
– El componente fonológico: comprende las reglas en este nivel de combinación fonemática, así como de pronunciación de las representaciones lingüísticas.
– El componente sintáctico: conformado por las reglas que gobiernan la combinación de morfemas y palabras en unidades significativas como las oraciones y los discursos y que, por tanto, determinan la estructura de los enunciados verbales.
– El componente semántico: constituido por las reglas mediante las cuales se asigna significado a cada enunciado verbal y se establecen relaciones semánticas.
– El componente léxico: en él están representadas las propiedades lingüísticamente relevantes de las palabras.
– El componente morfológico: se basa en las reglas que rigen la formación de palabras, a partir de las unidades morfológicas.
Dentro de un paradigma lingüístico formal, es decir, de aquellas tendencias cuyo propósito fundamental es la descripción del sistema de unidades lingüísticas que conforman la lengua o código como producto (tanto el estructuralismo como la gramática generativa entrarían en él), el concepto de competencia lingüística se limita prácticamente al conocimiento de unos signos y de unas reglas de combinación entre ellas.
Se ofrece así una visión de la lengua autónoma y aparentemente fragmentada en niveles –fónico, sintáctico, léxico- que no resulta suficiente para explicar por que dos personas se entienden cuando usan la lengua para comunicarse. En primer lugar, porque una observación del uso real de la lengua por los diferentes hablantes en diferentes situaciones comunicativas hace insostenible el mito de la lengua unitaria (hay diferencias geográficas, sociales, comunicativas e incluso puramente individuales); en segundo lugar, porque, además de los saberes estrictamente lingüísticos (del código), un uso real de la lengua requiere un conocimiento de estrategias comunicativas de carácter pragmático y discursivo que van mucho más allá de lo que el concepto de competencia lingüística abarca. De ahí que en las últimas décadas las tendencias más innovadoras hayan acuñado el concepto de “competencia comunicativa”, mucho más amplio que el de “competencia lingüística”.
4.2. Competencia comunicativa
Debemos a Hymes la teorización mas difundida y, en general, aceptada de este concepto. En esencia supone considerar que el conocimiento de un hablante acerca de su lengua, además de un componente “gramatical” en el sentido de la lingüística formal, posee un componente funcional y sociolingüístico, en el sentido más amplio de sociocultural.
La competencia comunicativa se define como la capacidad de elaborar, producir y codificar mensajes, discursos coherentes, tanto en el ámbito de la oralidad como de la escritura. Mensajes que amén de la corrección lingüística cumplan con la eficacia comunicativa, en el sentido de interacción con las demás personas de su entorno. La competencia comunicativa supone, así mismo, poder manejar distintos niveles del código según las situaciones comunicativas en las que deba desenvolverse un hablante. Por tanto, la competencia comunicativa presupone: competencia gramatical, sociolingüística, discursiva y estratégica.
En este sentido, Glinz distingue entre:
– Una competencia receptiva: Capacidad de entender lo exteriorizado por otro.
– Una competencia productiva: Capacidad de manifestarse uno mismo. La competencia productiva se llama también tradicionalmente “posesión activa de la lengua”.
La “lengua”, si se entiende como un conjunto de competencias, es más o menos diferente –ideolectal- en cada interlocutor, como lo son sus competencias culturales, los perfiles psíquicos y las restricciones que impone el universo del discurso –condiciones concretas de la comunicación y limitaciones temático-estilísticas- a cada uno; entre las últimas hay que tener muy presente el componente ilocutivo o intencional. En conclusión, según la propia autora:
“Interpretar un texto es intentar reconstruir por conjetura la intención semántico-pragmática que presidió la codificación […]. En otros términos, un texto quiere decir lo que A [locutorio] supone que L [locutor] ha querido decir en (por) ese texto.”