ÍNDICE :
1. El texto narrativo
2. Recursos narrativos
3. Elementos de la narración
1. El texto narrativo
La narración es el relato de unos hechos -que pueden ser verídicos o imaginarios- ocurridos en un tiempo y en un lugar determinados. El principio de la acción es el que rige a los textos narrativos : contamos los hechos ocurridos a lo largo de un tiempo y espacio, de manera que al encadenarse unos con otros logran una nueva significación.
La Narratología es la ciencia que se encarga del estudio de todo lo relacionado con los textos narrativos o relatos, y cuyas investigaciones están íntimamente ligadas a la literatura y el folklore, siendo muy abundantes y complejas las propuestas de los diferentes autores.
El estudio de este tipo de textos se inició en 1928, cuando Vladimir Propp publicó su Morfología del cuento, resultado del estudio de un corpus de cien cuentos maravillosos de la tradición rusa. Propp reconoce treinta y una funciones que aparecen, casi siempre, en todos los cuentos, y que se relacionan entre sí mediante un vínculo de necesidad lógica y estética, cuyo significado varía en el decurso del relato. Estas funciones , según el autor ruso, se integran lógicamente en siete esferas de la acción o actantes : agresor, donante, auxiliar, princesa, mandatario, héroe y falso héroe, que aparecen en algunas de las secuencias de motivos narrativos que distingue, y que son las siguientes :
1. En una situación de equilibrio, de pronto ocurre algo que altera esa situación.
2. El héroe aparece con la intención de recomponer el equilibrio perdido.
3. El héroe se enfrenta con una serie de dificultades.
4. El héroe cumple su misión.
5. La situación inicial es restablecida y el héroe es recompensado.
El interés de los estudios de Propp radica en que tanto su metodología, claramente estructural, como sus conceptos fundamentales, sirvieron de inspiración a las propuestas de algunos de los más importantes narratólogos, entre ellos Bremond y Todorov.
Según Bremond, cada relato está dividido en secuencias, elementos superiores a las funciones que distinguía Propp. Cada una de ellas cumple dentro del texto narrativo tres oficios bien diferenciados :
1. La primera secuencia abre la posibilidad de una acción.
2. La segunda representa su actualización o no.
3. La tercera, cuya presencia depende del signo positivo o negativo de la anterior secuencia, refleja el resultado o sanción del proceso.
2. Recursos narrativos
Antes de adentrarnos en la exposición de los diferentes recursos narrativos, debemos establecer una distinción entre dos conceptos fundamentales, que tienden a confundirse : fábula o historia e intriga, trama o narración. Como se ha visto, los hechos constituyen el material básico del relato y, por consiguiente, su descripción puede muy bien funcionar como punto de partida en el análisis del texto narrativo. En este sentido, la teoría literaria del siglo XX ha propuesto esta distinción metodológica de gran trascendencia, aunque sus orígenes se encuentran en la Poética aristotélica.
En efecto, Aristóteles no sólo alude a dos momentos en la constitución del texto trágico-épico (el material objeto de la mímesis, las acciones, y su configuración dentro de la fábula), sino que aporta los criterios que van a regular la actividad de dicha constitución : causalidad o verosimilitud, paso de dicha a desdicha (o viceversa). Constitutivamente, por lo demás, la fábula, para ser completa, ha de tener principio, medio y fin.
Ya en el siglo XX, entre los formalistas rusos, Tinianov, al exponer la noción de construcción, comienza por establecer la diferencia entre el material y la forma que se le imprime, sentando las bases de la distinción. Tomachevski, partiendo de aquí, señalará que la historia representa el momento en que el material no ha recibido todavía una configuración dentro del texto narrativo. En ella los motivos -las unidades narrativas mínimas- se organizan de acuerdo con un patrón lógico y cronológico. La trama, por el contrario, alude a la etapa en la que el material se encuentra textualmente configurado, esto es, provisto de una forma.
Pero historia y trama se oponen en un sentido más : en el proceso de producción textual la historia se encuentra en el punto de partida, mientras que en el proceso de recepción la historia se alcanza únicamente al final del trayecto de lectura. Sólo una vez finalizado el proceso, el receptor puede reordenar los acontecimientos y dar con el material. En resumen, la fábula son aquellos elementos constitutivos del relato, los materiales sobre los que éste se fundamenta, mientras que la intriga es la forma de narrar dichos sucesos (no necesariamente mediante una ordenación lógica ni cronológica).
Otras nociones que convendría distinguir son las de autor y narrador. El autor real sería la persona física, el autor empírico que es ajeno al desarrollo del texto, que se convierte en escritor o autor literario cuando pone al servicio de su obra el bagaje cultural que posee. El narrador, sin embargo, es un ser ficcionalizado, inmanente al propio texto, el que lo manipula.
Las categorías de autor implícito, narrador y autor real han encontrado su correlato en el marco del enfoque comunicativo, en especial por parte de la Estética de la Recepción, surgiendo los conceptos de lector implícito, narratario y lector real. El primero se corresponde estrechamente con el autor implícito y alude al hecho de que todo mensaje permite reconstruir la imagen del lector en términos de sistema de valores -culto o poco instruido, de un determinado estatus social o económico, defensor de ciertas ideas, etc.- al que se dirige. Cada mensaje, por tanto, selecciona un tipo de lector específico. Al igual que el autor implícito, el lector implícito puede estar o no representado en el texto y es reconstruible únicamente a través del proceso de lectura. Sin embargo, se encuentra permanentemente presente en la mente del autor real hasta el punto de convertirse en uno de los factores que dirigen su actividad.
El narratario, por su parte, se corresponde con el narrador : puede disponer o no de signos formales, aunque siempre es una realidad cuya presencia se hace notar. Se trata de uno de los procedimientos por medio de los cuales el autor implícito orienta al lector real sobre cuál es la actitud más adecuada ante el texto en cuestión. En este sentido hay que interpretar los “vuestra merced” del Lazarillo, el “lector carísimo” o “desocupado lector” del Quijote y el “señor” de La familia de Pascual Duarte, por poner algunos ejemplos. El narratario se sitúa en el mismo nivel diegético que el narrador y puede haber más de uno en el texto : un personaje, alguien ajeno a la historia e incluso el propio narrador (como ocurre en el caso del diario). Entre las funciones del narratario cabe destacar la de ser el intermediario entre el narrador y el lector, además de hacer progresar la intriga, poner en relación ciertos temas, determinar el marco narrativo, actuar de portavoz moral de la obra, etc.
El lector real, por su parte, es una persona de carne y hueso al igual que el autor real y, como él, una realidad extratextual. El narrador constituye sin duda el elemento central del relato. Todos los demás componentes experimentan de un modo u otro los efectos de la manipulación a que es sometido por él el material de la historia. Se trata de una realidad reconocida de forma explícita por la inmensa mayoría de las corrientes teóricas interesadas en el relato, aunque no todas coincidan en el papel y capacidad asignables al narrador.
El narrador puede emplear técnicas diversas para contar lo sucedido; es lo que se llama el punto de vista narrativo y que no es otro que la inteligencia central, la persona que ve, recoge la acción y después la comunica al lector.
La clasificación de los diferentes tipos de narrador -objetivo o subjetivo, testigo directo o indirecto de los hechos, protagonista o no- se fundamenta en su capacidad informativa y en el modo de introducir nuevos datos dentro del relato. Así, para los narratólogos franceses, el narrador se define preferentemente por su grado de conocimiento de la realidad representada. Para unos esta capacidad depende directamente del punto de observación elegido para transmitir la información (Pouillon, Todorov), mientras que para otros este hecho está asociado estrechamente a la presencia o ausencia de un filtro. En este caso caben dos opciones : en la primera, el volumen de información transmisible se ve condicionado por las posibilidades del foco; la segunda, en cambio, se decanta por una información sin límites (omnisciencia). En suma, para las corrientes estructuralistas, el narrador se comporta como un “sabedor”, pero se insiste al mismo tiempo en su papel de realidad configuradora de la estructura narrativa.
Brevemente, podemos señalar las diversas modalidades de puntos de vista narrativos. La mayor parte de la crítica ha reconocido :
I. Narración en primera persona : es cuando se narra una acción utilizando el punto de vista de la primera persona gramatical, “yo”. Aquí, el autor, el narrador y el protagonista están plenamente identificados. Puede ocurrir que un personaje sea el que cuente la historia, como si le hubiese sucedido a él mismo (las narraciones autobiográficas, como El Lazarillo de Termes) o como testigo. En este caso, el narrador sólo conoce una parte de la historia, es decir, no es omnisciente. Las crónicas o memorias (Verdadera historia de la conquista de la Nueva España, de Bemal Díaz del Castillo), y las confesiones (Libro de mi vida, de Santa Teresa), son otros ejemplos de esta forma de narrar, que encuentra uno de sus mayores pilares en el interés que suscita el relato, pues da la apariencia de algo vivido y experimentado personalmente.
I. Narración en tercera persona : es la forma más común, la que emplea la tercera persona gramatical, “él”, “ella”, “Vd.”. Asume distintas formas :
1. Punto de vista del autor omnisciente : cuando el narrador demuestra un conocimiento total y absoluto de todo lo narrado, es decir, conoce los sucesos exteriores y también los sentimientos más íntimos de todos los personajes. Es como un dios que todo lo ve y todo lo sabe.
2. Punto de vista de la tercera persona limitada : el narrador es aún el que ve y cuenta la acción, pero no con un conocimiento absoluto como el del narrador omnisciente, sino que asume sólo la función de un observador de los hechos y, como tal, está limitado por los naturales medios de información. En este punto de vista hay cosas que el narrador ignora, por no tener conocimiento personal de lo sucedido ni haber obtenido información sobre ellas.
3. Punto de vista del narrador-testigo : quien narra no es el narrador directamente, sino que lo hace a través de un personaje que cuenta, en tercera persona, todo lo que ve y observa.
III. En la narrativa contemporánea se observan otras modalidades :
– La narración en segunda persona, dondde el narrador es también narratario, es decir, se cuenta a sí mismo los sucesos (como en Señas de identidad, de J. Goytisolo).
– El narrador expone el punto de vista de cada personaje; es el llamado enfoque narrativo múltiple, donde se presenta la misma acción desde diferentes perspectivas.
– El narrador relata objetivamente iguaal que lo haría una cámara fotográfica, de cine o televisión.
Estas modalidades exigen un lector activo que interprete y saque sus propias conclusiones.
3. Elementos de la narración
Son, fundamentalmente, cuatro : acción (lo que sucede), tiempo (cuando sucede), caracteres (personajes que la realizan) y ambiente (medio en que se produce dicha narración) :
I. La acción. El movimiento es una de las leyes fundamentales de toda narración, ya que de forma progresiva concatenamos unas escenas con otras hasta llegar al desenlace. Pero esto ha de lograrse con habilidad, de un modo tal que excite y mantenga el interés y la curiosidad del lector, porque es en este aspecto de carácter psicológico donde descansa el verdadero arte de narrar.
En este sentido, el orden resulta imprescindible, ya que la confusión desorienta al lector. Así, la estructura más simple del texto narrativo será aquella que exponga los sucesos según su desarrollo cronológico, presentando los diferentes personajes conforme vayan apareciendo en la historia. Así, la estructura de la narración suele dividirse en tres partes : exposición (presentación de hechos, personajes y ambientes); nudo (desarrollo de los hechos en serie) y desenlace ( solución de la situación planteada).
Podemos ordenar, de este modo, los sucesos de acuerdo con un criterio cronológico y causal (causas > sucesos > efectos) o podemos romper esta secuencia, empezando por el medio o el final, o en forma zigzagueante. A la primera forma de narrar se le llama composición lógica; a la segunda, libre o artística.
Al elemento central de interés que mueve la acción se le llama conflicto de fuerzas, y es el móvil principal que incita a la acción. El conflicto puede ser extemo (entre dos o más personas; de un personaje con su ambiente…) o interno (estados de consciencia o vida interior).
II. El tiempo. En toda narración existen dos clases de tiempos : aquel en el que se desarrolla la historia o la fábula, y aquel otro en el que se desarrolla la intriga o relato. Dependiendo de estos tiempos, el relato puede incluir ciertas variaciones en su ordenación : * orden lineal de los acontecimientos; * información sobre hechos pasados – “analepsis” según Genette -; * “prolepsis” o anticipación del futuro; * anacronía – desajuste entre el orden de los sucesos y de lo narrado -. Y también en su duración : * elipsis; * sumario retrospectivo – resumen de acontecimientos pasados -; * sumario progresivo – anticipación de acontecimientos futuros -; * escena – coincide el tiempo de los sucesos con el tiempo de la narración; * extensión – cuando el tiempo del relato es mayor que el de los acontecimientos porque, por ejemplo, el autor se detiene en descripciones o análisis de lo sucedido -.
III. Los caracteres. En toda narración se cuentan hechos en los que intervienen personas, aunque también puede darse el caso de que aparezcan animales o cosas personificadas con cualidades humanas (por ejemplo, en las fábulas). En el proceso de creación de los personajes el autor ejerce una labor meticulosa de observación, introduciéndose dentro de su personaje y presentándolo como un ser vivo, capaz de motivar y ser motivado, de sufrir y hacer sufrir, con todas las contradicciones, vicios y virtudes propias de un hombre de carne y hueso.
En la mayor parte de las ocasiones, los rasgos físicos y psicológicos del personaje se reducen a los más significativos y definitorios de su carácter y condición, pues su personalidad se irá revelando conforme avance el relato. En los planteamientos teóricos del siglo XX las posturas sobre el personaje se diversifican fuertemente. No faltaban quienes lo seguian contemplando como un trasunto de las preocupaciones del hombre de la calle y, en definitiva, de la condición humana. Otros tienden a ver en él – y en este punto es necesario valorar en toda su importancia el cambio de enfoque operado por el Romanticismo – la expresión de conflictos internos característicos del ser humano de una época o el reflejo de la visión del mundo del autor o un grupo social (se trataba de las orientaciones psicológicas e ideológico-axiológicas sobre el personaje). Finalmente, para otros, el personaje no es más que (siguiendo a Aristóteles) un elemento funcional de la estructura narrativa o, de acuerdo con el enfoque semiótico, un signo en el marco de un sistema. Tampoco falta quien alude a la muerte del personaje narrativo (por ejemplo, J. Ricardou).
IV. El ambiente. En el desarrollo del carácter humano influyen múltiples factores de orden fisiológico, sociológico o hereditario. Pero, además, el hombre está condicionado por las circunstancias que lo rodean, por el ambiente histórico y social en el que vive : el medio contribuye a modelar su moral y su psicología. Es esta la razón de la importancia del ambiente dentro de la narración, y es que la creación de un buen marco espacio-temporal le da a lo narrado un fondo de autenticidad, una tercera dimensión, que de otra forma no lograría. Como es lógico, los tres elementos citados, acción, caracterización y ambiente, no tienen que estar necesariamente equilibrados en una narración. Habrá siempre un elemento que predomine sobre el otro, según la narración y el punto de vista del narrador.