0. INTRODUCCIÓN
En primer lugar, conviene aclarar el concepto de texto y el de discurso, ya que no todos los autores coinciden en su definición. ¿Son términos sinónimos? De esta manera se relaciona la primera parte del tema con la última. A continuación, desde el enfoque comunicativo, se estudia el texto como unidad comunicativa y se introduce el concepto de contexto. Las propiedades del texto son: adecuación, coherencia, cohesión y corrección. En el tema se nos pide hablar sólo de una de ellas, la adecuación, las otras se tratan en otros temas de la oposición, concretamente en los temas 24 y 25.
Por tanto, a lo largo de esta exposición seguiré un orden distinto al del título ya que, para facilitar el desarrollo de la misma, parece ser lo más adecuado tratar el concepto de texto y el de discurso en un mismo apartado dada la proliferación de definiciones que se dan de los mismos y la confusión que ello acarrea puesto que según sea la escuela o el autor, se delimitan realidades distintas al hablar de uno u otro.
Así, el esquema que se deriva es el siguiente: en primer lugar, se aborda el concepto de texto frente al de discurso, a continuación, se analiza el texto como unidad comunicativa y sus elementos configuradores, lo que incluye el concepto de contexto y, por último, se explica uno de los elementos de su configuración, la adecuación. Añadir índice.
1. TEXTO Y DISCURSO
1.1. DEFINICIÓN DE TEXTO Y DISCURSO
Las primeras gramáticas tienen como unidad la palabra, conforme se van ampliando los estudios y descubriendo nuevos fenómenos lingüísticos ésta se desplaza a la oración, llega un momento en que estas teorías tradicionales no sirven para explicar ciertos fenómenos que aparecen en los textos desde la unidad oracional. E. Bermúdez habla de ello (1982), hace una enumeración de fenómenos lingüísticos que desde la oración no se pueden explicar como es el caso de la pronominalización, en la que se remite a elementos anteriores, ya dichos, o la interpretación de ciertas oraciones, que depende del punto de vista que se adopte, semántico o pragmático. Para dar respuesta a esos nuevos fenómenos se generan unas gramáticas que van más allá de la oración y que toman como unidad el texto. Dado que la definición de texto no es unánime, veamos qué opinan los estudiosos.
Lázaro Carreter, en su Diccionario de términos filológicos, lo define como “todo, conjunto analizable de signos”. Para los autores del Diccionario de Lingüística (Jean Dubois…), el Texto es “el con junto de enunciados lingüísticos sometidos al análisis: el texto es por tanto una muestra de comportamiento lingüístico que puede ser escrito o hablado”.
Estas definiciones consideran el texto como “cualquier producto de habla”; también como “un corpus” y finalmente como “producto escrito”. Por lo que no nos sirven como definición del texto tal como se ocupa de él la gramática textual.
Veamos otras posturas:
Algunos estudiosos como Rigau, Bernárdez, Lozano, Castellá, consideran que texto y discurso son términos sinónimos.
Otros, como Ha1liday, Widdowson, Van Dijk, tienden a diferenciar texto y discurso, aunque no coinciden en la definición de ambos; así, mientras que para Halliday, el texto es la materialización del discurso, para Van Dijk, el discurso es la realización observable en superficie de una construcción teórica llamado texto.
Dentro de esta tendencia distincionista, es muy interesante la propuesta de Payrató, según la cual el texto es una unidad supraoracional, pero independiente del contexto; es una unidad teórica caracterizada necesariamente por una coherencia semántica y sintáctica, en tanto que el discurso depende del contexto, afecta al nivel de actuación, se considera como unidad comunicativa en funcionamiento en una situación empírica determinada, que puede contener errores de construcción y cohesión, y que se produce por unos hablantes concretos que actúan con más o menos éxito y desenvoltura.
Podríamos sintetizar estas posturas desde dos perspectivas:
En realidad, el término “discurso” puede utilizarse como sinónimo de “texto” siempre que se haya superado la primera concepción del texto como encadenamiento de oraciones, pues lo que añade el término “discurso” es su consideración comunicativa que se produce en unas condiciones de interacción determinadas.
Por tanto, en la exposición del tema entendemos que texto y discurso son lo mismo ya que no hay una definición aceptada por todos. Y, de esta manera, queda expuesta también la última parte del título.
1.2. TEXTO Y enunciado
Por otro lado, el concepto de enunciado está relacionado con el de discurso y texto. Sin embargo, mientras que estos últimos términos son algo más que expresión lingüística, el enunciado es simplemente el producto de la actividad verbal en cuanto a expresión lingüística, es una unidad de habla, una proposición. Por su parte, un texto no es una suma de oraciones sino un conjunto formado por enunciados que tienen unas características (coherencia, cohesión, adecuación,…), esto es, una oración cuando forma parte de un texto deja de ser oración y se convierte en enunciado. Un enunciado es un acto de habla, un acto comunicativo, por lo que pertenece al ámbito de la pragmática, al uso que hace el hablante del lenguaje, mientras que el texto es un conjunto de enunciados.
1.3. TEXTO Y frase
Otro problema relacionado con la denominación es el nexo que hay entre texto y frase. Ambos términos, sin embargo, no son equiparables en la medida que pertenecen a dos campos de aplicación distintos; así, mientras que la frase puede depender comunicativamente de otras dentro del mismo texto (esa dependencia puede señalizarse formalmente o depender únicamente de la intención comunicativa del productor del texto), el texto se caracteriza porque no puede establecer dependencias con otros textos para poderse entender como texto íntegro, coherente…
En ese sentido, la frase establece relaciones de dependencia con otras frases, mientas que el texto, por definición, no puede hacerlo. Mientras que las frases se estructuran de forma rígida, formal, el texto establece un tipo de relaciones semánticas y pragmáticas de tipo más elástico dependiendo de la finalidad que se persiga.
2. EL TEXTO COMO UNIDAD COMUNICATIVA
2.1. CONCEPTO
La lengua es un sistema compuesto por diversos subsistemas (fonológico, morfológico, sintáctico y semántico), cada uno de los cuales está regido por sus propias leyes estructurales. Sin embargo, la lengua existe en la medida que estos subsistemas se integran en otros códigos de tipo semiótico, cultural y psicológico. De ahí que, principalmente, la investigación textual se inicie cuando la gramática oracional deja de proporcionar explicaciones adecuadas a los fenómenos lingüísticos.
El enfoque de la lingüística del texto como ampliación de la gramática oracional desató considerables críticas. El punto de partida de los defensores de esta gramática textual era el siguiente: del mismo modo en que es posible establecer un nivel morfémico que se integra en el nivel superior de las palabras, y éste a su vez en el del sintagma, constituyendo éstos el nivel superior de la oración, también es posible considerar que el nivel de las oraciones se integra en uno superior, el del texto.
El problema de este planteamiento radica en que el salto de la oración al texto es diferente al que se produce entre los demás niveles. No se trata de un cambio cuantitativo, sino cualitativo: el texto deja de ser considerado como mera unidad de orden superior a la oración; no se concibe como la suma de oraciones con una determinada estructura, sino que se pasa a considerarlo en una segunda y actual fase como unidad comunicativa, aunque posea, además, características de unidad lingüística. Como afirma Bernárdez un texto no es una cadena de oraciones, sino una unidad semántica-pragmática que se realiza o codifica en oraciones. El texto solo puede existir en el uso, mientras que es posible imaginar oraciones independientes de él.
Desde esta perspectiva el texto se concibe como la unidad mínima de información, de comunicación y de interacción social. De este modo podemos considerar que todo texto es un acto de habla o que los mensajes y actos de habla se ejecutan mediante textos.
Para Gindin “texto es todo aquello que el hablante considera texto”, es decir, es fundamental la intención comunicativa del hablante. Desde este punto de vista texto podrá ser una sola oración o una sucesión de oraciones, pues la base fundamental de su carácter textual no se encuentra en su forma sintáctica superficial, sino en la intención comunicativa del hablante. Un texto puede ser escrito o hablado, prosa, verso, diálogo, puede ser un proverbio o toda una obra. Es decir, un texto es toda aquella emisión hablada o escrita de cualquier longitud (desde un enunciado hasta un libro entero) que tenga unidad.
Las definiciones de texto son muchas y variadas, pero en general, coinciden en algunos rasgos comunes:
ü es una actividad comunicativa.
ü es producto de la actividad lingüística.
ü está íntimamente relacionado con el contexto o situación de producción.
ü está estructurado por reglas que le confieren una coherencia.
ü está determinado por procedimientos y estrategias del emisor y del receptor en los procesos de producción y recepción.
2.2. Texto e interacción social
Todo texto se refiere no ya a un tema u objeto, sino al trasfondo, al saber común sobre ese tema y objeto dentro de un grupo social, por tanto, a otros textos anteriores que han contribuido a configurar ese saber. Existen dos tipos de saberes que forman el trasfondo necesario para la comprensión de los textos:
A) Los adquiridos a través de la experiencia compartida en el seno de la vida social.
B) Los que forman parte de la ideología dominante y constituyen los valores de la sociedad.
El texto apela directamente a un interlocutor y el hablante cuenta siempre con su cooperación, que está presente en la configuración pragmática del texto. Al tratarse de una unidad de intercambio tiene presente por anticipado la contribución posible del receptor (ya sea real o virtual). En este sentido, podemos considerar que todo texto está inacabado, aunque el emisor ha dicho todo lo que tenía que decir el texto es incompleto porque otro emisor puede añadir nuevas perspectivas o aportar nuevos datos.
Según Bernárdez, diremos, por tanto, que “el texto es la unidad comunicativa fundamental, producto de la actividad verbal, que posee siempre carácter social; está caracterizado por su cierre semántico y comunicativo, por su coherencia debida a la intención comunicativa del hablante y a su estructuración mediante dos conjuntos de reglas: las propias del nivel textual y las des sistema de la lengua”.
Este autor destaca tres ideas fundamentales sobre el texto:
Ø El texto tiene un carácter comunicativo: es una acción o una actividad que se realiza con una finalidad comunicativa. Es decir, el procesamiento del texto es, por un lado, una actividad como lo pueden ser hacer gimnasia o cocinar un pollo al horno; y, por otro lado, también es un producto de comunicación como la visión de una película o de un cuadro o la contracción de un músculo para hacer una mueca.
Ø El texto tiene un carácter pragmático: se produce en una situación concreta (contexto extralingüístico, circunstancias, propósito del emisor, etc.). Los textos se insertan en una situación determinada, con interlocutores, objetivos y referencias constantes al mundo circundante, y no tienen sentido fuera de este contexto.
Ø El texto está estructurado: tiene una ordenación y unas reglas propias. Los textos también tienen una organización interna bien precisa con reglas de gramática, puntuación, coherencia, que garantizan el significado del mensaje y el éxito en la comunicación.
3. El contexto
El texto ocupa el lugar central en el esquema de la comunicación, en torno al cual se mueven y ejercen sus influencias los otros elementos. Fuera del texto, todo lo que queda es contexto. En general, se entiende por contexto el conjunto de conocimientos y creencias compartidos por los interlocutores de un intercambio verbal y que son pertinentes para producir e interpretar enunciados.
El lenguaje no es simplemente un código donde a cada signo le corresponda un significado fijo e invariable. Un enunciado como “Vente conmigo mañana” sólo cobra sentido si sabemos quién es el emisor, quién es el receptor y cuándo se produce el enunciado. Para dar explicación a los significados no explícitos en la propia asociación del significante con el significado, la lingüística actual deslinda el significado puramente predicativo de los enunciados (la información codificada en la expresión lingüística) del que hay que interpretar, que pone en juego los mecanismos pragmáticos. La interpretación puede definirse como una función entre el significado codificado en la expresión lingüística utilizada (o contenido semántico) y la información pragmática con la que cuenta el destinatario (con todos sus conocimientos, creencias, hipótesis sobre su interlocutor, etc.).
La tarea del destinatario consiste en intentar reconstruir la intención comunicativa del emisor de acuerdo con los datos que le proporciona su información pragmática. Siguiendo este planteamiento, la distancia que media entre la intención del emisor y el significado codificado de la expresión que ha utilizado da la medida de lo implícito. Esta distancia es la que debe salvar el destinatario apelando a su información pragmática. Para ello se ponen en funcionamiento una serie de leyes empíricas y de principios motivados por el objetivo al que se dirige el enunciado. Por ello las explicaciones pragmáticas son básicamente funcionales, entrando en juego factores no estrictamente verbales y que suponen una gradación dentro de un continuum de límites indeterminados. Veamos a continuación algunos de estos factores:
Comprender un texto no consiste solamente en recuperar significados, sino también en identificar referentes, para lo cual no se puede prescindir del contexto.
Existe en la lengua un tipo de palabras que por sí mismas no significan nada; nos referimos a los deícticos. Los deícticos no se pueden estudiar sin acudir al contexto, porque éstos establecen conexiones entre lo que se dice y entidades del contexto. En general, todos los tipos de deixis (de persona, de lugar, de tiempo, social y de discurso) se organizan de forma egocéntrica: el centro deíctico está constituido por el hablante, por el tiempo en el que el hablante emplea la palabra y por el lugar en el que se encuentra al hacerlo: yo – aquí – ahora. Este centro deíctico puede sufrir desplazamientos (establecer como centro temporal el pasado y no el presente, por ejemplo) y el conocimiento de estos desplazamientos es imprescindible para interpretar correctamente el mensaje.
Al usar el lenguaje solemos usar más significados de los que están contenidos literalmente en lo que decimos. En la conversación los hablantes dicen y además implican.
Graciela Reyes distingue tres clases de contexto:
Œ Contexto lingüístico: formado por el material lingüístico que precede y sigue a un enunciado (Es lo que Van Dijk llamó co-texto).
Contexto situacional: conjunto de datos accesibles a los participantes de una comunicación directa que se encuentran en el entorno físico inmediato
Ž Contexto sociocultural: es la configuración de datos que proceden de condicionamientos sociales y culturales sobre el comportamiento verbal y su adecuación a diferentes circunstancias (formas de saludo, protocolo…). Contribuyen activamente a la interpretación de los enunciados.
4. Las propiedades del texto
Cuando en páginas anteriores definíamos el concepto de texto se hablaba de una serie de características del mismo, estas características serán sus propiedades, requisitos que ha de cumplir cualquier manifestación verbal para poder considerarse un texto, y, por lo tanto, para poder vehicular el mensaje en un proceso de comunicación.
Las propiedades textuales son seis: adecuación, coherencia, cohesión, gramática o corrección, presentación y estilística. Cada una de estas propiedades se corresponde con un nivel de análisis lingüístico o extralingüístico y describe las diversas reglas que ha de cumplir el texto en aquel nivel. Obviamente, la frontera entre las propiedades es difusa y, en una parte, engañosa, ya que las seis propiedades se refieren a la misma realidad, el texto, y sólo tienen sentido en su conjunto global. Por otra parte, no todos los manuales y estudiosos añaden las seis y proponen diversas formas de agrupar estas características textuales.
La adecuación es la característica de los textos que están bien construidos desde el punto de vista comunicativo o pragmático; la coherencia es la propiedad semántica, inherente a todo texto, que hace que éste sea percibido como una unidad de sentido y, la cohesión, por fin, es la manifestación sintáctica de la coherencia, esto es, que un texto está bien cohesionado si hay mecanismos lingüísticos que revelan al receptor la relación coherente de sus partes.
Ø A continuación, en este tema, atendiendo al título del mismo, tratamos en primer lugar, la adecuación.
5. LA ADECUACIÓN
Es la propiedad que da cuenta de la relación del texto con el contexto, de qué manera el texto, entendido como un conjunto de oraciones o enunciados que funcionan conjuntamente como unidad comunicativa, se interpreta en relación a un conjunto de elementos extralingüísticos. Es la propiedad por la cual el texto se adapta camaleónicamente al contexto comunicativo, en una relación ecológica entre el texto y su función social. Se le llama también coherencia externa. Mediante ella se destaca la visión del texto como unidad funcional, es decir, dotada de una función social y como medio por el cual el ser humano lleva a término acciones en interacción con los otros. Es la propiedad más sociolingüística y pragmática de todas.
La adecuación exige que el emisor seleccione el tipo de lenguaje apropiado para cada situación comunicativa. Ser adecuado significa saber escoger de entre todas las soluciones lingüísticas que te da la lengua, la más apropiada para cada situación de comunicación. Así, es necesario utilizar el dialecto local o el estándar más general según los casos, (ej. los hablantes de las Islas Canarias esperan la guagua o utilizan baldes, cuando hablan entre sí; pero tienen que esperar el autobús o usar cubos si quieren, que los castellanohablantes de la península los entendamos); y también es necesario dominar cada uno de los registros más habituales de la lengua, los medianamente fórmales, los coloquiales, los especializados más utilizados por el hablante, etc. Esto implica tener bastantes conocimientos, aunque sean subconscientes, sobre la diversidad lingüística de la lengua. Por ejemplo, saber qué palabras son dialectalismos locales, y que, por lo tanto, no serían entendidas fuera de su ámbito, y cuáles son generales; o darse cuenta de las connotaciones que hay entre dos expresiones aparentemente parecidas.
5.1. La variedad lingüística
Si la lengua ha de adaptarse, toda adaptación lleva consigo una posibilidad de cambio, de variaciones. Hay que hacer una distinción entre USUARIOS y USOS. Dentro de los primeros distingue tres variedades, la variedad individual o idiolecto, la variedad en el eje sincrónico, que, a su vez, incluye tres, la geográfica o dialecto, la histórica o cronolecto, la social o sociolecto. La última variedad es la estándar o norma.
Las variedades asociadas a los usos se llaman registros o variedades funcionales. De ellas trataremos a continuación.
5.2. El registro
Los registros son formas lingüísticas correspondientes a funciones determinadas de la lengua dentro de la sociedad. El lenguaje aparece usado en situaciones comunicativas concretas dentro de los diversos ámbitos sociales. Cada ámbito exige, por convención, un determinado tipo de lengua, desde el coloquial al formal. Además, en cada momento de producción de textos orales o escritos intervienen factores que lo condicionan: tiempo de que se dispone, tipo de relación con el interlocutor, el tema de que se trata… factores que influyen decisivamente tanto en el proceso de elaboración como en la forma final que presenta.
La variación lingüística se puede observar desde dos puntos de vista: desde la evolución de la lengua en el tiempo y desde un momento lingüístico puntual, la variación sincrónica. Ésta se puede estudiar desde tres ejes:
Los elementos de la realidad contextual que conforman los registros pueden agruparse en cuatro apartados:
Œ El tema o campo. Es el campo de la realidad a que se refiere el texto. Podemos considerar una división básica entre textos de tema general y de tema específico. Los temas específicos conducen a lenguajes especializados, cuyo indicador máximo es el léxico, y que toman la forma de tecnicismos. No hay, sin embargo una división rígida entre ambos campos sino gradual, desde el lenguaje profesional hasta el simbólico, no estando ausentes estos tecnicismos incluso en el lenguaje corriente.
El canal de producción, transmisión y recepción del texto o modo. Es el medio a través del cual se emite, se transmite y se recibe el mensaje. Éste impone también sus exigencias de registro. La diferencia fundamental radica en la que existe entre la lengua oral y lengua escrita, y dentro de ellas caben muchas posibilidades. Lo escrito implica un canal visual, suele ser diferido en el tiempo, utiliza más las convenciones normativas y gramaticales, y permite un grado más de elaboración. Lo oral utiliza el canal auditivo, suele ser inmediato y efímero, hace más uso de los códigos no verbales y suele seguir menos la normativa; explota al máximo las posibilidades estructurales y prosódicas, mientras que el escrito explota las léxicas.
Ž La relación interpersonal entre los interlocutores o tenor interpersonal. Las relaciones entre los interlocutores son el factor que condicionan el grado o nivel de formalidad. Según el conocimiento personal y la confianza en el trato, así como el lugar y la situación en que se encuentren, el texto puede ser más o menos formal. La formalidad es un continuo que puede oscilar entre la máxima familiaridad a la máxima solemnidad. Los registros informales suelen corresponder a usos privados y los más formales a usos públicos, aunque esta correspondencia tampoco es matemática.
Los indicadores lingüísticos principales de la formalidad son:
ü El tratamiento (tú, usted, vos).
ü Las fórmulas de cortesía (quiere hacer el favor, le ruego que) o de confianza (hombre, ¡no fastidies!
ü El grado de implicación personal del emisor en el mensaje (modalización), que divide los textos en subjetivos y objetivos.
En los textos familiares, generalmente subjetivos, encontramos la primera y segunda verbal y formas expresivas del lenguaje como exclamaciones, vocativos, etc.
El propósito o intención del emisor del texto o tenor funcional. Todo texto se produce, desde su concepción en la mente del emisor, de acuerdo con uno o unos objetivos determinados: informar o pedir información, conseguir que otros realicen una acción, obtener un objeto o servicio, hacer reír, mostrar alegría o enfado, y una larguísima, si no infinita, lista de posibles intenciones. Incluso cuando un discurso no transmite ningún contenido (ascensor) tiene un propósito que es mantener el contacto social o evitar el silencio, que en la mayoría de las culturas se interpreta como señal de hostilidad.
5.3. El principio de cooperación
Es una teoría propuesta por Grice, para quien lo comunicado depende de lo dicho y de otro tipo de factores. Se trata, por tanto, de un contenido implícito que recibe el nombre de implicatura, y que el destinatario infiere a partir de un acuerdo tácito entre los hablantes, que Grice llama principio de cooperación. Son máximas o principios no normativos que aceptan tácitamente los participantes en cualquier conversación.
Este principio se desglosa en cuatro categorías:
6. CONCLUSIÓN
Las definiciones de texto desde el enfoque comunicativo son diversas si bien se pueden extraer características comunes y seguir la línea de Bernárdez, apta para nuestro propósito, y a la cual nos hemos ceñido en el desarrollo del tema. Desde este punto de vista se valoran los elementos comunicativos, verbales y extraverbales, que intervienen en el acto comunicativo, entre ellos el contexto, despreciado anteriormente por la gramática tradicional, y que ahora es destacado como uno de los factores principales en la producción y recepción de los textos y relaciona la lingüística con otra ciencia, la pragmática.
Asimismo, la adecuación constituye una de las propiedades del texto y en relación de éste con el contexto se han establecido los registros y el principio de cooperación en la conversación. Se deduce, pues, que la adecuación es la propiedad que hace que los textos sean apropiados a la situación comunicativa en que se emiten y se adaptan a ella (adecuación a un interlocutor concreto o adecuación a un ámbito concreto).
7. BIBLIOGRAFÍA
BERNÁRDEZ, E. (1982): Introducción a la lingüística del Texto. Ed. Espasa – Calpe. Madrid.
CASTELLÁ, J. M. (1992): De la frase al texto. Ed. Empúries. Barcelona.
DIJK T.V. (1983): La ciencia del texto. Un enfoque interdisciplinar. Ed. Paidós. Barcelona.
DIJK T.V. (1984) Texto y contexto. Semántica y pragmática del discurso. Ed. Cátedra. Madrid.
LYONS, J. (1977): Lenguaje, significado y contexto. Ed. Tedie. Barcelona.