Imagen de la vida en la novela y el arte de componerla estriba en reproducir todo lo espiritual y físico que nos constituye y nos rodea. B. Pérez Galdós. Discurso de ingreso en la R.A.E. (1889)
1. INTRODUCCIÓN
En los años que median entre 1861 y 1869 la literatura española se encuentra desprovista de obras de ficción, con la eminente excepción de algunas obras de Fernán Caballero, dos colecciones de cuentos de Trueba y las Escenas montañescas de Pereda. Este panorama literario estaba destinado a cambiar de configuración en 1870, fecha de publicación del primer libro de Galdós.
Benito Pérez Galdós había empezado a escribir en 1862, año en que se instala en Madrid. Tras el intento frustrado de terminar su carrera universitaria vuelca su talento en el periodismo, tan en auge en la segunda mitad del XIX. Desde sus primeras letras el canario se muestra como un escritor progresista, siempre preocupado por la política.
La literatura, en todas sus manifestaciones genéricas, fue otra de sus grandes pasiones, de esta suerte se entiende que a partir de 1892 emprendiera en solitario la reforma de nuestro teatro, agonizante y en estado de coma; igualmente, en 1870 se propuso la reforma de la novela. Fruto de esos esfuerzos son las dos representaciones teatrales de sus obras Electra (1901) y Casandra (1910), ambas produjeron una gran conmoción pública.
Terminó sus días repudiado de los círculos conservadores, ciego como Borges y prácticamente de forma patética y con él España dijo adiós a la novela de análisis y crítica social por mucho tiempo. Su vida es un proceso de concienciación política y social que se refleja en su obra literaria. Su evolución ideológica condicionará su trayectoria literaria. De igual modo en su evolución literaria se gestó un cambio paulatino desde la superación del vulgar realismo de la novela decimonónica, para ser sustituido por un realismo total.
En 1870 escribe su primera novela larga La fontana de oro y cuando muere cuenta en su haber con 77 novelas y 22 obras de teatro.
2. TEORÍA DE LA NOVELA EN GALDÓS
El autor vierte en diferentes documentos sus ideas, pero están dispersas y poco sistematizadas. Sin embargo, podemos señalar algunos textos que ofrecen información relevante sobre su teoría novelística:
– El ensayo titulado Observaciones sobre la novela contemporánea en España (1870): Las ideas fundamentales que ofrece aquí Galdós son la incapacidad de la novela para ser escrita y aceptada en España por la inaptitud del escritor español para la observación de la realidad que lo circunda, y la afirmación de que la fuente de inspiración de la novela debe ser la clase media y las costumbres urbanas contemporáneas, exceptuando de esta pléyade a Pereda y Cecilia Bölh de Faber.
– Prólogo a El sabor de la tierruca de Pereda (1881): En él apunta que la novela debe ser la reproducción del modelo natural, aunque debe contener asimismo dosis de ficción, y que se trata de un acierto literario introducir el lenguaje popular en el marco literario, siendo el diálogo el medio idea para ello.
– Discurso de ingreso en la Real Academia, La sociedad presente como materia novelable (1889): En él Galdós define la novela como “imagen de la vida, pues el arte de componerla estriba en reproducir todo lo espiritual y físico que nos constituye y nos rodea”.
– Prólogo a la tercera edición de La Regenta en el que establece los orígenes históricos del naturalismo y compara el naturalismo español con el francés e inglés.
Podemos concluir afirmando que Galdós es un escritor realista y un novelista microcósmico: no como especialista de una rama de la conducta humana, sino como quien aspira a crear un mundo ficticio total sacado de la observación directa de la realidad. De hecho sus maestros reconocidos transitaban la misma senda: Balzac y Dickens.
A pesar de todas las afirmaciones de Galdós, declarándose a sí mismo como un convencido escritor realista, persisten en su ideología determinados prejuicios difícilmente encajables con el realismo: tabúes antirrealistas (como el que atañe al sexo), la ausencia de determinados temas de interés social como la configuración de la sociedad industrial, el problema agrario o el interés por el problema educativo de España.
El edificio social novelesco que trama con sus obras tiene dos soportes principales: la cuestión religiosa unida al análisis y crisis social.
Se han hecho muchos intentos de clasificación de su obra, pero ninguno es completamente satisfactorio. Lo que sí parece incontestable es que su obra se encuentra un punto crítico entre La familia de León Roch (1878) y La desheredada (1881), al tiempo que ocurre otro punto de inflexión entre Misericordia (1897) y Electra (1901).
Su trayectoria literaria se inicia con La sombra, novela corta, de género fantástico, escrita en 1867. Así, en su primer momento se inclina por la fantasía, aunque más tarde la dosis de realidad fuera tan grande que no dejase traslucir esta primera veta inventiva. La fontana de oro (1870) marca el principio de la novela moderna en España y el periodo histórico de Galdós, con frutos tan prolijos como la serie de Los episodios nacionales.
3. GALDÓS Y SU CONTEXTO HISTÓRICO
Para muchos críticos la gran aportación de Galdós al realismo español es la dimensión social e histórica de sus personajes. Estaba convencido de que la ficción verosímil ajustada a la realidad documentada puede ser en ciertos casos más histórica y más patriótica que la historia misma. Desde este convencimiento cada uno de sus textos es una entrega de la historia de este país. Todos los aspectos destacables del momento histórico que le tocó vivir están plasmados en su obra mediante unas líneas maestras que merecen ser destacadas:
– Parte de una visión de la sociedad como ente complejo y centra su atención en la clase media madrileña por su convencimiento de que dicho grupo social es la base del orden social y que en él está el hombre representativo del siglo XIX.
– Entre los diversos aspectos negativos de la sociedad que Galdós critica, destacan por su influencia la falta de autenticidad y la moral basada en apariencias (Misericordia, Miau), así mismo son motivos de análisis la intolerancia y el fanatismo religioso, así como el poder de la iglesia (Doña Perfecta).
– El anticlericalismo de nuestro novelista cambia de tratamiento según sus etapas: En las obras escritas entre 1970 y 1891 Galdós presenta un mismo tipo caricaturesco: sacerdotes sin vocación auténtica, carentes de las virtudes cristianas y de caridad, como don Inocencio en Doña Perfecta; por el contrario, en las novelas posteriores la excepción es el mal clérigo, pues normalmente el sacerdote aparece como individuo y no ya como variante de un tipo base, es decir, no se trata de un producto de esa sociedad, hecho a imagen y semejanza de ella, sino un antagonista, una persona que necesita enfrentarse a los valores que la constituyen para defender otros distintos en los que estriba la esencia del ministerio.
– Esta crítica a la sociedad no tiene un matiz revolucionario. Cuando critica los defectos que aprecia en las diversas clases sociales, no pretende la destrucción del orden social, sino que lo propugna, con la típica moral burguesa, es un mejor funcionamiento de cada uno en su puesto. La radicalización de sus posiciones en los últimos años importa más para su perfil personal que literario.
4. GALDÓS, NOVELISTA DEL REALISMO
Al igual que su maestro Balzac, Galdós no se limita a tocar un número reducido de parcelas de la realidad, en ellas discurre un verdadero mundo literario. Un verdadero cuadro de la época pintado con caracteres que, sin dejar de ser representativos de las tensiones históricas concretas, son profundamente universales. También como en Balzac, los personajes transitan de una novela a otra y el lector tiene la sensación de estar más allá de la literatura, en una cuarta dimensión de fantasía en la que las criaturas de ficción rompen los límites del libro y deciden vivir libremente. La idea estaba ya apuntada en Cervantes, pero es Galdós quien explota todas sus posibilidades.
Galdós, como otros novelistas de su generación (Pereda, Alarcón o Valera), practica el realismo como método de aprehensión artística. Al ser el más joven de su generación apenas sufre las influencias del Romanticismo, lo que conlleva que sus obras no caigan en el sentimentalismo y el melodramatismo. En cambio, sí podemos destacar como maestro de Galdós a Mesonero Romanos y su costumbrismo; de él aprende la técnica descriptiva y el gusto por el detalle.
El Realismo reacciona contra “la evasión romántica”; la literatura no debe ser un medio para huir de la realidad, muy por el contrario, debe servir para reflejar en el terreno del arte esa misma realidad. La novela realista responde al espíritu de una burguesía que quiere comprender las tensiones y posibilidades de su tiempo histórico. El Positivismo, filosofía decimonónica que no valora lo que no puede ser objeto de experiencia, subyace en los postulados del Realismo. Posteriormente, el Naturalismo, concepción literaria que lleva al Realismo a sus últimas consecuencias, responde al extraordinario desarrollo de la fisiología y las ciencias sociales. Respecto a la novela, realiza un planteamiento extremadamente positivista: tarea del novelista es recoger hechos y presentarlos de una manera documental; el autor debe simular que desaparece para no mezclar sus juicios subjetivos con la objetividad de los hechos puros. Los argumentos deben sacarse directamente de la realidad sin caer en lo novelesco y potenciando la observación más que la imaginación. El mismo Zola, novelista francés inventor del Naturalismo, no llegó a cumplir íntegramente estos requisitos. En España el tema desató polémicas importantes y algunos novelistas de primera fila, como Clarín y Emilia Pardo Bazán, siguieron estos planteamientos naturalistas, aunque rebajados. En lo que se refiere a la obra de Galdós, son novelas de concepción naturalista La desheredada, Tormento, La de Bringas y Lo prohibido.
En sus primeros escritos teóricos reclama Galdós la necesidad de una nueva novela que se nutra y explore la realidad. Así, en 1866 exclama “Realidad, realidad… queremos ver el mundo actual tal cual es; la sociedad tal cual es…”, aspiración que se mantiene y evoluciona a lo largo de toda su obra. Sin embargo, aunque el Realismo galdosiano es amplio, está limitado a un tiempo. Es amplio en cuanto da cabida al mundo de los deseos y a manifestaciones del orden de lo real que pueden considerarse no evidentes, aunque sí explicativas de determinadas conductas de sus personajes; pero es limitado porque no refleja un orden social total, sino que se centra, tan sólo en una clase social: la burguesía, y en un espacio geográfico, la zona urbana de Madrid.
Su concepto de “realidad” va sufriendo una evolución constante, que se refleja en los varios modos de incorporar el mundo circundante al hombre dentro de la novela. Sin contar con la serie de Los Episodios Nacionales, podemos distinguir las siguientes etapas:
1. Visión esquemática de la realidad que comporta cierto grado de abstracción de los personajes y de la misma acción que se desenvuelve dramáticamente a través de reacciones tensas y conflictivas: Doña Perfecta.
2. Descubrimiento del mundo de los objetos externos (acercamiento al naturalismo) que tiene como consecuencia un alto grado de detallismo. Hay una representación de la vinculación entre la realidad humana y los procesos del fluir histórico y de la correspondencia entre las modalidades concretas del vivir y las formas sociales del momento: La desheredada.
3. Captación de contenidos interiores de conciencia que se encapan comúnmente al procedimiento de la observación directa de la realidad, que queda, ahora, casi exclusivamente reducida al plano de los hechos morales: Miau.
4. Retorno a la realidad social y objetiva, un esfuerzo creciente de supeditar lo puramente material a la esfera exclusiva del espíritu: Misericordia.
5. Encuentro del ser colectivo del pueblo: en su último periodo, Galdós intenta explorar la entraña viva de la nación. Lo hace hundiendo al héroe en el mundo mágico de los sueños. El protagonista regresa de esta experiencia abismática con un sentido de misión y programa de regeneración para él y para la nación: El Caballero encantado.
La técnica novelesca realista.
Para erigirse como el maestro de la novela relista española, Galdós evoluciona en su técnica novelística. Aunque la técnica varía en función de la actitud del autor frente a la realidad, algunas líneas maestras que conforman su quehacer literario son:
– Autor omnisciente: Desde esta tercera persona, que domina todos los hilos del relato, le novelista se inmiscuye constantemente en el relato, impidiendo el logro de un verdadero acontecer realista.
– Creación de un universo propio con personajes reincidentes en varias novelas: Al intercalar un personaje de una novela en otra el autor crea una ficción de realidad, porque el lector reconoce a un personaje de un universo ya dado, y con ello se juega con la existencia del mismo en la vida real.
– Prolongación de la imagen: Del simple símil, pasando por la metáfora, desemboca en el improperio y en la hipérbole para dar detalles subjetivos y de mayor realidad para el personaje.
– Uso del monólogo interior: Si bien se trata de un monólogo alejado del proceso del fluir de la conciencia, puesto que no está ordenado, filtrado y sin la complejidad del acostumbrado por los novelistas posteriores, la dotación de la palabra interior al personaje posibilita el conocimiento de sus entresijos más personales.
– El uso del lenguaje: En un principio la crítica no fue demasiado justa con este aspecto de la obra galdosiana, llegando incluso a achacarle una carencia absoluta de estilo. Sin embargo, estudios actuales como los de Guillén o Gilman han manifestado que Galdós fue un maestro en la trascripción de la lengua hablada, que cobra un papel decisivo en la caracterización de los personajes.
Galdós es un escritor más interesado por el contenido que por la forma, sus intereses son la descripción certera y animada de la sociedad de su tiempo, y otorgar el suficiente vigor dramático a las situaciones. De estos presupuestos básicos emana sus características de estilo. De este modo, su lenguaje se caracteriza por su estilo espontáneo, expresivo y ágil, un lenguaje coloquial regido por el imperativo de la verosimilitud, la precisión y variedad del ritmo, y la hábil aprehensión del lenguaje popular.
De su técnica narrativa caracterizada por dos procedimientos básicos: el retrato y el diálogo, podemos señalar la descripción dinámica, el uso de las imágenes continuadas, la preeminencia del narrador omnisciente y objetivo, y la explotación de los recursos del género epistolar.
5. TRAYECTORIA NOVELÍSTICA
Según lo expresado por él mismo en su discurso de ingreso en la Real Academia, su obra se caracteriza por una intensa y sistemática búsqueda de la verdad, siempre hermosa y fugitiva. Desde esta postura ética, podemos entender la sistemática atención a la historia que hace Galdós, una atención al pasado que en ningún momento significa huida de su problemática actualidad, sino que, muy por el contrario, es el mayor exponente de su inmersión en la misma, puesto que Galdós observa la historia de España como clave de la explicación del presente y faro de las generaciones futuras. En este sentido, la obra de Galdós puede dividirse en etapas según su concepción histórica y visión del mundo:
5.1. Primera etapa 1870-1879: Período realista: No es un hecho casual que dos de las primeras novelas de Galdós sean históricas: La fontana de oro (1870) y El audaz (1871). En estas primeras novelas se detecta cierto recelo y desconfianza en cuanto a la capacidad de los españoles para crear una democracia, mostrando su miedo al liberalismo exaltado y la proclama de la necesidad de un progreso lento. Para ello se fundamenta en unos principios de paz y orden. De esta manera, Galdós en esta primera etapa entiende el devenir histórico en términos de oposiciones ideológicas: libertad / oscurantismo; liberalismo / clericalismo.
A esta época pertenecen también las dos primeras series de los Episodios Nacionales, en las que se novelizan la etapa histórica de la Guerra de la Independencia y las luchas civiles entre absolutistas y constitucionalistas. Ambas series son de tono épico y tienen como elemento común la presencia de unos personajes centrales que encarnan los valores del héroe burgués.
Otras novelas de esta época son Doña Perfecta (1876), Gloria (1877) y La familia de León Roch (1878). En ellas se percibe cierta tendencia al esquematismo ideológico. Aquí plasma Galdós el choque entre dos concepciones del mundo radicalmente distintas a través del conflicto provocado por la intransigencia religiosa. En estas noveles los acontecimientos privados son sólo pretexto para el planteamiento de situaciones genéricas.
De esta misma época es Marinela (1878), novela de tono lírico que desarrolla la melodramática historia de Nela la fea muchacha que ve cómo desaparece el amor que ha suscitado en el ciego Pablo en cuento éste recupera la vista. En esta novela se simboliza el triunfo frío e inevitable de la realidad y el progreso científico sobre la imaginación.
5.2. Segunda época (1881-1885): El Naturalismo: En 1881 La desheredada comienza a percibirse como el primer cambio importante en la novelística de Galdós. En dicha novela se supera el esquematismo de la novela realista y se inclina, el novelista, hacia un moderado naturalismo. En este período naturalista se integran seis novelas publicadas entre 1881 y 1885, con las que comienza el ciclo de 24 que constituyen las que el autor denomina novelas españolas contemporáneas. Estas seis novelas iniciales son: La desheredada (1881), El amigo Manso (1882), El doctor Centeno (1883), Tormento (1884), La de Bringas (1884) y Lo prohibido (1885). Estas novelas tienen algunas características comunes, entre las que cabe destacar:
– Galdós sitúa sus novelas en lugares concretos – al contrario que en la etapa anterior-, alzándose como el novelista del Madrid del siglo XIX. Se trata de una ciudad que contiene un mundo de transición, inestable, donde las cosas y los personajes cambian constantemente de lugar. En este Madrid los estamentos se están desmoronando. Se trata de una ciudad cargada de tipos sociales en franca decadencia y en pugna entre el ser y el aparentar.
– El problema económico es fundamental en una sociedad en la que sus múltiples relaciones se basan en la preeminencia del dinero.
– El diálogo se hace más realista y tiende a reproducir el habla y los modismos populares; hay una utilización sistemática de la técnica de reaparición de personajes; la acción se reduce y estiliza, toma un ritmo más pausado; la presentación de los personajes por medio de tendenciosas introducciones biográficas es reemplazada por una técnica más sutil de indicios.
– Hay un propósito didáctico permanente. Se trata de estudiar en los individuos el carácter nacional, de enseñarle a los españoles su verdadera imagen.
– Las novelas de esta época conllevan la desaparición de la tesis y el giro hacia el naturalismo como consecuencia del desencanto que le produjo a Galdós el fracaso de “La Gloriosa”. La seguridad que dejaba ver en la práctica de la novela de tesis se transforma ahora en un relativismo irónico, en un escepticismo velado, que, no obstante, aún le permite creer en la armonía entre la sociedad e individuo dentro de una ideología burguesa.
5.3. Tercera época (1886-1892): Naturalismo espiritual: La amargura y el desencanto por la evolución de la sociedad de la Restauración, que conlleva la lucha de clases y la imposibilidad de una alternativa socialista al poder, lo arrastra a la interiorización de la realidad y a la búsqueda de la verdad a partir de las intuiciones y los valores innatos del individuo.
Este cambio de dirección se inicia con Fortunata y Jacinta (1886) y se consolida con una novela bipolar La incógnita (1889) y Realidad (1889). En Fortunata y Jacinta el conflicto no es entre las dos protagonistas femeninas, sino de Fortunata consigo misma, un conflicto entre lo primitivo y lo social dentro de una misma persona. Explota el drama del individuo escindido entre el ser social y el ser personal, de modo que los condicionantes externos, como quería el naturalismo, no bastan para explicar los actos humanos. Esta novela ofrece la anatomía de una sociedad, la del Madrid del último tercio del XIX, desde la perspectiva del dominio ejercido por la burguesía: ésta aparece dominada por una moral de apariencias, de ocio anulante y el imperativo económico. Desde estos presupuestos, Fortunata, perteneciente a otra clase social, la más baja, se encuentra no aceptada por el resto de los personajes. Hasta el punto, de que ella engendra un heredero de la clase dominante, pero para que triunfe la posibilidad del acercamiento humano ella muere. En esta novela Galdós presenta un impresionante cuadro de los movimientos del alma humana, en la proximidad que existe entre bondad y maldad, locura y cordura. Los personajes se acercan y se funden, al tiempo que se enfrentan y repelen. Por ello, todo el censo de personajes se presenta en forma de parejas simbólicas, antitéticas: Fortunata (amor pasión) / Jacinta (amor dulce). En cambio, en Miau (1888) la perspectiva es diferente; aquí la realidad no tiene sentido y, por tanto, el individuo no cabe en ella. La angustia se convierte, entonces, en elemento positivo que permite que el personaje tome plena conciencia de su condición ontológica de cesante. Galdós ha descubierto al individuo problemático en toda su riqueza y plenitud y se ha dado cuenta de la insuficiencia de los procedimientos naturalistas para acercarse a la comprensión de la realidad. A la observación positiva de la realidad externa es preciso contraponerle el interior, la otra mitad, es decir, el alma. A este respecto es significativo el conjunto formado por dos novelas La incógnita y Realidad. Ambas narran el mismo suceso, pero desde perspectivas distintas: la primera de forma epistolar como forma exterior y objetiva, sin lograr dilucidar la incógnita. Sólo la mirada interior, profunda, la penetración directa en la interioridad del personaje puede descubrir la realidad. Por tanto, en esta última novela, Realidad, se empieza a manifestar la tendencia a un tipo de novela más condensada, basada en los diálogos y monólogos de los personajes y, por ende, de contextura dramática. El divorcio entre individuo y realidad, entre realidad espiritual y realidad material vuelve a manifestarse en la primera novela de la serie Torquemada. Sin embargo, en Ángel Guerra (1891) descubre Galdós la solución que centrará sus últimas novelas: la ideología del amor con la que el héroe espiritualista se vuelve a abrir al mundo tratando de imponer la realidad de su utopía. Utopía basada en una filosofía irracionalista ya que implica la creencia en la conversión al amor de todos los miembros de una sociedad, como única vía de modificar los aspectos negativos.
5.4. Cuarta época (1895-1918): Disolución del Realismo decimonónico: A partir de Realidad y Ángel Guerra se produce una interiorización de la realidad en as novelas de Galdós que inicia el proceso de disolución del Realismo decimonónico. El Realismo como expresión artística de un período histórico corresponde al proceso de toma de poder y de progresiva consolidación de la burguesía. La filosofía del amor y de la fraternidad como instrumento de transformación de la realidad es más una religión que un programa social y refleja a un escritor que, ante la crisis de la ideología de su clase, busca desesperadamente una proyección social de los valores del yo, tal y como reza en el humanismo cristiano.
El nuevo héroe filantrópico está representado por el protagonista de Nazarín (1895), que ostenta una actitud quijotesca que provoca el rechazo social. Del mismo modo será encarnado por la Benigna de Misericordia (1897). Ella realiza el ideal del amor humano al margen de la sociedad, encontrando el camino de su realización personal en el amor fraternal. Esto mismo es lo que ocurre en El abuelo de 1897.
El desengaño de Galdós ante el fracaso de las ilusiones políticas puestas en la Restauración se incrementa ante los acontecimientos de 1898. Esta última época incluye las últimas series de los Episodios Nacionales y sus tres últimas novelas: Casandra (1905), El caballero encantado (1909) y La razón de la sinrazón (1915). Se da en ellas un oscilamiento entre la comprensión de la injusticia de la sociedad española y de la necesidad de una regeneración nacional y la imposibilidad de creer en fórmulas político colectivas o de contar con un determinado partido o programa. De modo que se asienta en una postura espiritual llegando al descrédito de la realidad.
Casaldureo explica cómo en los últimos diez años de su producción (1908-1918) la actitud de Galdós cambia: continúa el pesimismo respecto a la realidad política del país pero desaparecen la crisis y las dudas. El novelista se aparta de la postura inactiva de cronista de la historia para intentar, ahora, cambiarla, por ello vuelve los ojos a lo que Unamuno denominará intrahistoria. Lo que lo preocupa es la España intemporal, eterna y lo que lo mueve una actitud didáctica.
Con su última novela La razón de la sinrazón (1915) acentúa su carácter de utopía, de sueño de un mundo feliz. Con ella su labor novelística abriendo el camino del teatro, cuya forma de expresión, el diálogo, culmina la tendencia a la desnudez que se había iniciado en Realidad.
6. GALDÓS EN RELACIÓN CON OTROS ESCRITORES REALISTAS.
Galdós es encuadrado tradicionalmente en la llamada generación del 68, fecha simbólica de la Restauración. En esta generación se encuentran los primeros escritores realistas: Valera, Pereda, Clarín y Pardo Bazán. El panorama novelístico precedente es decepcionante y estos escritores van a dar un giro nuevo a nuestra novelística. Galdós es el más joven, pero el primero que publica novelas largas, asumiendo las diferencias técnicas e ideológicas con sus contemporáneos, sobre todo Pereda y Valera.
Si bien el realismo de los precursores de Cecilia Böhl se basa en gran parte en el intento de presentar una visión objetiva del mundo circundante, como reacción a lo mítico y sobrenatural de la visión romántica, el realismo galdosiano acepta la imposibilidad de ser totalmente objetivo. El narrador suele contentarse simplemente con dar impresión de serlo, dejando, muchas veces, que los personajes mismos introduzcan lo más oscuro de la realidad.
Nos hallamos frente a un arte que propone ser una representación fiel de la realidad, pero que insiste, al mismo tiempo, en su carácter estricto de ser una obra de ficción. Es Galdós de entre todos los realistas, quien mejor refleja el conflicto político, histórico, social y religioso inherente a la revolución del 68. Él es quien incorpora a la novela las promesas y desengaños que acompañan al movimiento revolucionario, inyecta en ella una tensión ideológica que no es sino reflejo de la radicalización que se ha producido en el mundo real y que el propio novelista sostiene una aguda intensidad.
Relación con otros autores y movimientos
Sin duda el maestro de Galdós es Balzac, de él aprende y con él contrae determinados débitos. Entre las coincidencias de ambos podemos señalar:
Þ No tocan parcelas estancas de la realidad, sino que aspiran a la creación de un universo literario total.
Þ Los personajes deambulan de novela en novela para dar cohesión interna a ese universo ficticio pero integrador.
Þ El narrador realiza interpolaciones de reflexiones morales hacia el lector.
Þ Ambos conceptos de novela descansan en la base del microcosmos.
También existen algunas diferencias entre él y su maestro:
Þ El tratamiento de la importancia o no del tema económico es muy acusado en Galdós y no en Balzac.
Þ En Galdós no aparece el desborde imaginativo que caracteriza al francés.
Con Dickens también se aprecian determinadas semejanzas:
Þ El uso del humorismo como resorte de la ternura.
Þ La facilidad para conseguir desenlaces imprevistos y plausibles.
De la novelística rusa toma Galdós el espiritualismo de una fase de su producción novelística y la técnica para crear personajes redondos y no planos.
7. CONCLUSIÓN
La obra de Galdós es el legado más preciado que poseemos sobre la sociedad española decimonónica, amén de ser uno de los pilares de la narrativa moderna de España. Se trata de una obra dinámica, en continua evolución. Para Ángel del Río esta evolución se rastrea en varios ejes:
a) De lo histórico y social a lo individual.
b) De problemas generales abstractos a problemas particulares del individuo y del alma humana.
c) Del realismo, que trata de revelar lo interior por la descripción municiona y detallada de lo externo, al análisis psicológico que penetra en el interior de la conciencia de sus personajes.
d) De lo material a lo espiritual y de un concepto positivista de la vida, que busca la verdad en los datos recogidos por la pura observación social del presente, a un espiritualismo religioso que ve en el presente y en la realidad simples manifestaciones temporales de los valores eternos, que dan sentido a la vida humana: amor, justicia, hermandad entre los hombres.
La clave de su éxito está en la importancia de la multiplicidad de elementos que la integridad. Ostenta una gran riqueza de formas novelísticas: histórica, epistolar, psicológica, etc. además es capaz de absorber todas las tendencias novelísticas de su época, así como las distintas tendencias ideológicas. Por otro lado muestra una extraordinaria exactitud en la descripción de personajes, ambientes físicos y sociales. Su obra es un monumento de protesta frente a los abusos políticos con precisión lingüística y variedad temática.