La Lírica popular y la Épica son las formas más populares de las literaturas vernáculas. Su primacía cronológica excede en varios siglos al desarrollo de la prosa, vinculada mayoritariamente a la difusión escrita. Además en los primeros siglos medievales la escritura era un terreno prácticamente exclusivo del Latín, lengua de cultura por excelencia. No obstante, el gusto por lo narrativo es algo común a todas las épocas, y esta predilección tan remota como el propio hombre explicaría el incipiente desarrollo de la épica medieval como género narrativo por antonomasia, expresada no en prosa sino en verso.
A pesar de la gran estima y difusión cultural de la que goza la épica durante el medievo en la mayor parte de las literaturas occidentales, el género épico remonta sus raíces a la antigua Grecia, de donde precisamente aún conservamos modélicos testimonios escritos como La Odisea de Homero o La Eneida Virgiliana, ésta última en lengua latina.
De igual modo, el significado etimológico guarda un claro parentesco con el término griego epós, cuyo correspondiente latino sería ĕpicus, pues también se ha mantenido vigente hasta nuestros días.
Por otro lado, el contexto histórico medieval, protagonizado por guerras y hazañas militares, supone asimismo un punto obligado de referencia para entender el marco en el que se gesta y desarrolla la épica medieval. Así el propio Colin Smith señala la gran relevancia del contexto socio histórico de carácter belicista, para comprender la materia narrativa que configura el material épico. Y es que al fin y al cabo, a la colectividad social le interesaba conocer con detalle todo lo acontecido en el campo de batalla por sus compatriotas. Al mismo tiempo, se va fraguando una identidad común y nacional, un vínculo exaltado desde el punto de vista histórico y social.
A este respecto, también se ha pronunciado Menéndez Pidal delimitando la diferenciación que media entre Historia e historicidad de la épica. Ciertamente, establecer límites entre dos ámbitos tan fronterizos resulta muy complejo, pero debemos aclarar un punto de partida imprescindible para comprender cómo se articula el desarrollo narrativo de la épica, y en particular de la castellana, cuyo análisis abordaremos más adelante.
MenéndezPidal afirma que la Historia vivida por las gentes del medievo proporciona no sólo el telón de fondo de una hazaña heroica, sino que además, aporta los hechos históricos necesarios para conformar el poema épico. Aunque éstos serán manipulados literariamente por la intención concreta de un autor. En este sentido podría señalarse incluso, que los hechos históricos de la épica no sen arran tal y como históricamente sucedieron, sino como deberían haber sucedido para ensalzar aún más la figura del héroe, con el que a buen seguro, se identificará el resto de la colectividad a la que representa.
Asimismo, en el estudio de la épica como archigénero literario (uno de los tres géneros naturales junto con la lírica y la dramática), debemos tener en cuenta numerosos aspectos. Uno de ellos es precisamente la importancia del elemento difusor, es decir, del agente encargado de difundir entre las gentes y deforma oral, los hechos exaltados de un héroe colectivo. Nos referimos a los juglares o recitadores, de los que perviven correlatos como los Bardos en la India, o los Ruwat en el Oriente Próximo, los Skomorokis en la Rusia medieval, el Spabmacher en Alemania…etc, todos ellos continúan una larga tradición que se remonta a la de los aedos o rapsodas griegos, así como a los histriones latinos.
Los juglares se inscriben en un mester concreto, al que ellos mismo designan como opuesto al Mester de Clerecía, caracterizado en líneas generales por el empleo de la Cuaderna via o tetrásforo monorrimo, de versos isosilábicos. Por contraposición, el Mester de Juglaría se caracteriza por priorizar un tipo de difusión literaria de carácter eminentemente oral y a través de un verso anisosilábico o irregular (oposición dicotómica aportada por Menéndez Pelayo). Pero más allá de los moldes expresivos, lo que sí diferenciaba a ambos tipos de mesteres era el tipo de vida que implicaban. Así y en opinión de Menéndez Pidal, los clérigos eran los hombres de iglesia, siendo éste el núcleo cultural por excelencia durante la Edad Media; mientras que el modus vivendi de los juglares consistía en el recitado de los textos épicos ante un público muy numeroso, y en la mayoría de los casos más bien iletrado. En algunas ocasiones, los juglares podían recitar sus propios textos, con lo que no sólo merecían el calificativo de “juglares de boca”, sino también “de péñola” o de pluma.
En cualquiera de los casos, la recitación siempre estaría presente como rasgo esencial a la profesionalidad del juglar, e implicaría además, la importancia de técnicas nmotécnicas, para facilitar la memorización del texto, así como para permitir la modificación de los mismos según el gusto subjetivo de cada juglar. Todo ello con el único fin de mantener viva la atención y el gusto del público.
Por lo que respecta a la clasificación de la épica, podemos destacar dos tipos fundamentales. En primer lugar la épica culta, que dimana de la tradición clásica latina, en concreto de “La Eneida” de Virgilio, donde se narra la fundación de Roma por mediación del heroico Eneas, especialmente dirigida a un público culto. La épica popular, en cambio, entronca con la tradición del relato odiseico o de Homero, y estaría pensada para destinatarios más iletrados.
De hecho esta clasificación aportada por el hispanista inglés, Alan Deyermond, atiende a dos criterios diferenciadores; por un lado, el tipo de público receptor; y por otro, la tradición en la que se inscribe cada tipo de narración, como continuadores de un único tronco épico.
Pero a pesar de la gran primacía de la épica grecolatina, todas las latitudes han experimentado esa necesidad, inherente al hombre, de relatar y sobretodo, de dar a conocer las historias que encomian a los héroes de una determinada comunidad. Así también nos encontramos poemas épicos en las letras occidentales como“El Cantar de los Nibelungos” y “Hildebrand” en Alemania, los “Edda” noruegos, “Mahabharata” y “Ramayana” en la Literatura sánscrita…etc.
No obstante, la épica debe diferenciarse de la epopeya, a pesar deque en la actualidad ambos términos se utilicen como sinónimos. Con mucha seguridad, la primera diferencia notable sea la gran amplitud de temas y hazañas recogidas por la epopeya, considerada una verdadera enciclopedia cultural de las civilizaciones iletradas. De hecho, la epopeya sería más bien un extensísimo poema épico abordado con un sentido mucho más amplificado, pues recoge tanto las hazañas de un héroe representativo como aspectos del origen de esa civilización, sus creencias religiosas…etc.
Mientras que la épica tan sólo desarrolla un aspecto más concreto de esa enciclopedia que es la epopeya. No en vano, la épica ha sido caracterizada y definida por A. Deyermond como “la consecución del honor a través del riesgo”, es decir, el honor perdido de un héroe que no duda en arriesgar todo lo que es para restablecer su dignidad personal, y más aún, su posición social.
Precisamente esa mayor concreción narrativa de la épica se materializa en el Cantar de Gesta. Dicha denominación redunda en el carácter oral(“cantar”), y privilegia su atención narrativa en los hechos seleccionados por ser considerados como los más representativos en la vida de un héroe, o incluso sólo los hechos relativos a alguna batalla relevante, es decir, alguna “gesta” (<* “gero” gr. ; “hacer”).
Pero más complejo que delimitar el origen etimológico ha sido desentrañar el proceso formativo de los cantares de gesta. De hecho surgen numerosas dudas en cuanto a su génesis literaria, su estamento productor y en cuanto al foco geográfico de difusión de los cantares de gesta.
Por lo que respecta a los dos primeros aspectos, el proceso formativo y el estamento protagonista, ambos podrían abordarse de manera conjunta, ya que las hipótesis sobre si los cantares de gesta fueron creados por juglares o por clérigos, es de por sí una duda irresoluble, y sólo nos queda la posibilidad de acudir a las teorías más difundidas. Por un lado, la Teoría Individualista de Bédier, quien en su obra de 1910 “Lèyendes èpiques”, alude a la importancia del “Cantar de Mio Cid” y la “Chanson de Roland” como los dos manuscritos de gesta iniciadores del género, en los que además la calidad compositiva y la unidad literaria demandarían igualmente la unicidad de autor. Así Bédier defiende la hipótesis de un único autor perteneciente al estamento clerical, tal y como evidencia el soterrado interés propagandístico en torno a las rutas de peregrinación que se vinculan en las hazañas de ambos cantares de gesta.
Sin embargo, la Teoría Tradicionalista de Menéndez Pidal defiende la aportación múltiple de sucesivos juglares en la recitación oral de ambos manuscritos. Por lo que tal afirmación le lleva a rechazar por completo la posibilidad de una única autoría. De hecho, Pidal se decanta más bien por la existencia de una poesía anónima modificada, consabida por el pueblo y alterada sucesivamente en cada nueva recitación, manteniéndose siempre de acuerdo con el gusto popular.
Además contraargumenta la Tesis de Bédier basándose en el hallazgo de la “Nota Emilianense”, donde se destaca la posibilidad, más evidente que incierta, de que los dos manuscritos ya mencionados sean los iniciadores del género en la épica medieval de occidente. Esta primacía cronológica estaría ocupada por un breve relato épico sobre la derrota de Roncesvalles.
De modo más breve cabe también destacar la Tesis de Gastón Paris y los románticos, quienes basan el origen de los cantares de gesta en las cantilenas, células de canto épico-lírico surgidas al calor de la guerra, y que siglos después de supervivencia en el acervo popular, serían englobadas en tiradas temáticas que conformarían la futura estructura estrófica de los cantares de gesta.
En cuanto al foco geográfico difusor, tres han sido los focos que hipotéticamente se han defendido como originarios para el desarrollo de los cantares de gesta, y más especialmente de los ciclos castellanos. El primer foco difusor habría que buscarlo en la vecina épica francesa, que si bien ha aportado elementos fantásticos a nuestras gestas, para Pidal las influencias galas vendrían introducidas a través de las peregrinaciones del Camino de Santiago, pero sólo a partir del siglo XII, fecha en la que los elementos sustanciales de nuestra épica ya estarían sobradamente constituidos.
Pero pesar de las interferencias hay numerosos aspectos que marcan las divergencias entre nuestra épica y la épica castellana. El primero de estos aspectos es la calidad de conservación de las obras. Ciertamente la inmanencia textual se ha visto perjudicada en lo tocante a la épica hispánica, pues los textos pasaban del escritor o amanuense al juglar recitador, sin preocuparse de su posterior conservación. Mientras que en Francia, muchos de estos textos se conservaban en bibliotecas privadas o en monasterios, dejando un legado fidedigno para las generaciones futuras.
Asimismo, señala Pidal que las influencias comunes entre las gestas castellanas y las gestas galas, se deberían más bien a la influencia común del segundo foco geográfico difusor; la épica germánica, de la que en las letras hispánicas pervivirían ciclos épicos visigodos como el relativo al monarca Rodrigo y Vitiza.
En último lugar estaría la tesis defendida por Eduardo de Hinojosa, quien avala la influencia de la épica árabe, y más en concreto la épica hispano-arábiga, ya que no se documenta que las letras árabes hayan desarrollado el cultivo literario de la épica, pero sí lo hicieron los musulmanes conversos asentados en territorio peninsular. De este influjo se explicarían, en opinión de Hinojosa, rasgos en el “Cantar de Mio Cid” como el epíteto dignificador del héroe “el que en buen hora cinxó espada”, o incluso episodios el de las arcas de arena, elcambio con losprestamistas judíos Raquel y Vidas, aspecto este último del que se deriva un claro antisemitismodel poema épico castellano.
No obstante, eldesarrollo de la épica castellana logrará alcanzar un sello propio ydiferenciado, frente a los restantes textos foráneos que hemos señalado. Dehecho en las letras hispánicas, los temas épicos rebrotan en nuevas formasliterarias, asegurándose de este modo su pervivencia futura. Quizás he aquí, elrasgo de inmanencia textual que no preocupó en su momento, pero que sí dejó elgermen para que el carácter de lo épico no se perdiera con el paso del tiempo.
Esto explicaría que elmotivo épico vuelva a estar presente en losromances, que muchoshan definido como la fragmentaciónmás inmediata de los cantares de gesta.
También encontramoscontinuaciones en el Teatro Nacional Barroco, con la obra deGuillén deCastro, uno de los seguidores del ciclo lopesco, “Las Mocedades delCid”, donde ya no se trata al héroe en su etapa de madurez, sino en sumocedad, en su plena juventud. También la dramaturgia francesa del barroco, harásuyo el legendario ejemplo del guerrero castellano, recuérdese “LeCid” deCornielle. Pero los ecos dramáticos de este héroe lleganincluso hasta los albores del siglo XX, buen ejemplo de ello son las obras deteatro histórico en verso, especialmente la titulada “Las hijas delCid”, deEduardo Marquina, donde el protagonismo se traslada noal mito épico, sino a sus hijas.
Además, el moldenarrativo propio de la épica alberga la pauta literaria para lacaracterización de lo paródico. Así porejemplo se podría comprender en mayor profundidad la óptica caricaturesca desdela que elArcipreste de Hitanos escribe, en su “Libro de BuenAmor”, la batalla entreDon Carnal y Doña Cuaresma, sometiendo aun enfrentamiento tan grotesco como paródico a sendos ejércitos, uno de carnes yotro de pescados. En esta misma matriz paródica también se inscribe la creaciónquijotesca, tan sólo nos bastaría comparar el famoso episodio del león en la segunda parte de la novela cervantina,con el correspondiente recogido en el “Cantar de Mio Cid”.
Incluso podría llegara afirmarse que la creación de personajes realistas, tan fecundos en nuestrahistoria literaria, continúan de algún modo, el ejemplo de verosimilitudnarrativa aportado por nuestro héroe,Don Rodrigo Díaz de Vivar. Sirvanpara el caso, enamorados tan ridículos comoCalixto, el cliente celestinesco, o el propioLazarillo de Tormes, sin duda alguna, la figura más antiheroica de laliteratura española en el siglo XVI.
Tras observar estasomera aproximación a las numerosas aportaciones literarias, sembradas el poemaépico más representativo de literatura española, es también lícito mencionar losaspectos queMenéndez Pidalconsidera definitorios de nuestra poesíaépica;historicidad,realismoyperduración, tanto formal como temática, configuran la pautanarrativa, descriptiva y lírica de un tipo de discurso, que incluso en nuestrosdías, ha logrado trascender a las pantallas del celuloide.
Pero si hay una notacaracterística y plenamente autóctona de nuestra épica, es la paulatinadesfiguración que ha sufrido el mítico protagonista. Nos referimos aDonRodrigo Díaz de Vivar, elCid, un personaje real del que sólo nosinteresan, desde el punto de vista épico, sus hazañas y hechos de madurez,selección que en parte, ha motivado el gran desajuste entre personaje históricoy personaje literario.
De hecho existennumerosas polémicas a este respecto. Ya en el siglo XIX, para el holandésDozy, el verdaderoesquilmador de iglesias y bienes, el auténtico guerrero, no sería elCidespañol, sino elCondotiero Gatamelata. Habría pues que esperar hastael siglo XX para quePidalvolviera a revitalizar la figura delCidcon todos sus atributos más humanos; valiente guerrero y estratega,amante padre y esposo, ferviente en sus creencias religiosas, vasallomodélico… y un sin fin de cualidades más.
Adentrándonos ya en el análisis literario del poema épico o el “Cantar de MioCid”, debemos en primer lugar establecer un marco de periodizacióncronológica sobre el comienzo, auge y decaimiento de nuestra ciclo épico. Así enla primera etapa cronológica de nuestras gestas, alrededor del siglo XII,aparecenbreves poemas épicos queoscilan entre los 500-600 versos de extensión, un ejemplo de tal caso loencontramos en el “Cantar de Roncesvalles”. En la segunda etapa deproducción literaria, asistimos al esplendor o florecimiento de la épica,momento coincidente con la fecha puntual de1236, en la que además unaobra historiográfica, “Chronicon Mundi” del obispoLucasde Tuy, sucumbe al peso literario delas gestas épicas, al utilizarlas como fuentes de información histórica.Precisamente en esta etapa de plenitud se documenta la creación del “Poemade Mio Cid”.
A partir de estemomento comienza el decaimiento de la épica, manifestándose primero en lasprosificaciones que testimonian las crónicas, buen ejemplo de ello, loencontramos en la “Primera Crónica General”, atribuida aAlfonso X “El Sabio”, obra que evidencia lairrupción de las gestas enel discurso cronístico. Ya en último lugar, elfragmentarismode lasgestas épicas se haría más que evidente con la perduración que aseguraban losromances épicos, perduración de motivos y formas que siglos después llegarían alas tablas, con obras representativas del teatro nacional barroco, por tan sólovolver a mencionar algunos ejemplos.
Por lo que respecta alestudio pormenorizado del “Poema de Mio Cid”, lo cierto es queéste logra aglutinar todos los elementosesenciales del género épico. En rigor, la obra responde al patrón épico desde elpunto de vista externo e interno.
Suscaracterísticas externasdelatan el uso de fórmulas enumerativas odeícticas, de origen francés según los estudiosos, para captar la atención delespectador (“mientras que viéredes”…). Asimismo destaca elanisosilabismo del verso épico, que generalmente oscila entre un cómputométrico de entre 10 y 20 sílabas, pero nunca se concluye en versos de sílabasregulares. Además y para facilitar el recitado de los textos, suele utilizarseunacesura intermediaque divide el verso en doshemistiquiosopartes de una extensión aproximada. De igual modo, lastiradas temáticasson de distinta extensión, puesto que no constituyen estrofas en el sentidométrico sino temático, con lo cual, la tirada se cierra sólo cuando se agote el tema.
Por otro lado, ladenominada“/-e/” paragógicase añade en los finales consonánticos (comoreacción a la apócope extrema de la época), aunque en opinión deMenéndezPidal, no se trataría de una “e” paragógica, sino más bienetimológica, como resto del primitivo romance castellano y que el poemaépico recoge para potenciar el valor arcaizante de los hechos narrados.
Elepítetoépicoes también otro de los rasgos definitorios del “Cantar de MioCid” como manifestación del género épico, de ahí su profusa utilizaciónen la obra;“el que en buen hora nació”…”el que en buen hora cinxóespada”…
Por lo que respecta asuestructuración interna,Menéndez Pidalestructuró el“Cantar de Mio Cid” en una división tripartita, quedando delsiguiente modo que ahora se refiere:
–Cantar del Destierro del Cid
–Cantar de las Bodas de las hijasdel Cid
(Von Richtophenseñala que éste es el verdadero núcleo narrativo).
–Cantar de la Afrenta de Corpes
El conflicto narrativosurge de laIRA REGIAimpuesta por el reyAlfonsoVI. El nuevo monarca no sólo ha usurpado ilegítimamente el trono trasasesinar a su hermano y anterior regenteSancho I,sino que ademásno duda en desterrar a todos los que noapoyaron su fraudulenta escalada al trono. El Cidpasa de disfrutar del prestigio en la corte a la condiciónde proscrito social. Se siente traicionado por losmesturerosde lacorte y sólo le resta la posibilidad de partir al destierro junto con sureducida mesnada de seguidores.
A partir de entoncesel propósito delinfanzón castellanoserá vengar su honra, ilegítimamentemancillada. Pero para ello no se comportará como el groseroCid delromancero, quien en la “Jura de Santa Gadea”, recordemos si acaso elcomienzo:
“…En Santa Águeda deBurgos
do juran losfijosdalgo
le toman la jura aAlfonso
por la muerte de suhermano…”
Sino más bien todo locontrario, pues elCid épicose comporta desde el comienzo de su deshonrade forma gloriosa y ejemplar. Aceptará su destierro como un vasallo modélico,emprendiendo desde una difícil situaciónsocial y personal, la recuperación delhonor a través del riesgo. Los riesgos son muy diversos, desde la encarnizadalucha que mantiene con el ejército de los moros en su lucha por la conquista deValencia, el cambio de las arcas de arena con los prestamistas judíosRaquel y Vidas, quienessuponían repletas de monedas de oro, o sobre todo, la dolorosa separación de sumujer e hijas en las dependencias del Monasterio de San Pedro de Cárdena, dondesabrá que estarán a salvo de cualquier peligro.
Ciertamente el dolorque le causan la despedida de los suyos y de su tierra, motiva la creación deuno de los fragmentos más líricos y audazmente próximos al discursocinematográfico, que reza del siguientemodo:“..De los oios tan fuertemientre llorando…”
No obstante en suarriesgada lucha por restablecer su honor no estará solo, pues al destierroparte acompañado de su reducida mesnada, en la que su leal compañeroAlvarFáñes de Minaya, no sólo será su mejor fulcro en la contienda, sino tambiénla garantía de un éxito anunciado, tal ycomo aseguraFosteren su estudio teórico delaNarratología.
Asimismo y paracomprender el dolor delCid, partimos de la información históricaaportada por la “Crónica de los veinte reyes”, gracias a al cualse han podido reconstruir los aproximadamente 150 versos perdidos del comienzo,y que sirven para justificar el comienzo del poemain medias res. Ademásel estudio de las anotaciones finales, recuérdese el cierre de la obra;
“…Per Abbat
lo escrivió en elaño.XXLVI…”.
Estos datos hanempujado a muchos estudiosos, comoAlarcos, a inclinarse por la existencia de un simplecopista “Per Abbat”) como autor que desde un manuscrito originario, hoyperdido, copiaría el texto conservado; (nótese el sintagma “lo escrivió”,que en la Edad Media se utilizaba en el sentido de hacer letras, copiar, y no decrear, concepto designado por el término romance “fazer”).
Asimismo, la raspadurade la fecha, representada por un punto, indicaría que la copia conservada es delaño 1307 aproximadamente.
Pero en opinión deMenéndez Pidal, el problema de la autoría delC.M.Cnoquedaría reducida a la de un simple copista. Por ello, defiende laexistencia de dos redacciones nosimultáneas. La primera vinculada a unjuglar de Medinaceli, alque se le atribuirían los aspectos más informativos, y una segunda redacción,vinculada a unjuglar de San Esteban de Gormaz, presunto autor delos rasgos más novelescos, como elfabuloso episodio del león, la dilatacióncronológica de la conquista de Valencia.
Ciertamente son muchoslos personajes que pueblan la obra, configurando un pequeño microcosmos, pero seobserva una división y caracterización muy maniqueísta. De hecho, los personajesvinculados estrechamente con el protagonista, presentan una dependencia tanacentuada, que acaban reduciéndose a merosatributos positivosdelpropioCid,ponderando de forma indirecta su grandeza épica,AlvarFáñez de Minaya, sus hijas, Doña Elvira y Doña Sol, su esposa DoñaJimena…etc.
Mientras que lospersonajes caracterizados negativamente, adquieren tal degradación que inclusosuelen construirse formandoparejas antitéticas al Cid. El ejemplomás representativo lo encarnan losInfantes de Carrión, quienes sintiéndose presos del temor ante la fugainesperada del león, o ante el ajuste de honor ante elCid, no dudan enacudir a su hermano,Asur González, para defenderse de su humillaciónpública en la corte.
Pero si algúnpersonaje adquiere relevancia por sísolo, ése es el fraudulento monarca,Alfonso VI,cuyo rango divino, le permite aparecer caracterizado sinnecesidad de vincularlo a la figura del héroe protagonista. De hecho, será elpropio rey, quien haciendo uso, y al comienzo, también abuso, de su naturalezadivina, ordenará el destierro inmediato delCid. Acción regia queconlleva a su vez, ladesestabilización del orden feudal, del queelCidya no forma parte. Y es que el monarca alfonsí, empujado por laenvidia de losmesturerosdesencadena laIRA REGIA, cuyaconsecuencia más inmediata será el yacomentado destierro.
Sin embargo, resultaimprescindible aclarar que el concepto deIRA REGIAno connotaningún tipo de odioso sentimiento real por parte deAlfonso VI, sino másbien un determinado desprecio feudal, que en el Edad Media estaba cargado deperjuicios, primeramente legales, y en consecuencia, también personales.
Esto explicaría laférrea actitud mantenida por elCida lo largo de toda la obra, pues sushazañas épicas vendrían a demostrar sus lícitos propósitos, por recuperar suhonor a través del riesgo. Sólo así es posible, dentro del contextosociocultural de la Edad Media, restablecer el orden social y familiar.
Así que sus gestas enel destierro tratarán de ensalzar la figura de un vasallo modélico, que a pesarde estar excluido del sistema feudal, sigue enviando a su monarca, los pagosestipulados por elQUINTO REAL. Ante tal actitud,AlfonsoVIsólo podrá optar por perdonarle e integrarle de nuevo en el ámbitosocial. Sin embargo la magnanimidad del rey, se verá mermada por la tardanza deun perdón que parece no llegar nunca, levantando así numerosas críticasantialfonsinas, tal y como demuestra el controvertido verso 23 ;“¡Dios, québuen vasallo si oviesse buen señor!”.
Pero una vez que elCidha conseguido restablecer suorden social,paradójicamente se resquebraja suhonor personal o familiar(Cantar II), garantizado también el recurso de la intriga narrativa. El reyconcierta matrimonios para las hijas del héroe con losInfantes deCarrión, nupcias que alCidno llegan convencerle del todo, pero accede sólo en señal de gratitud yvasallaje a su rey. Sin embargo, losInfantesno pueden olvidar elhumillante y bochornoso episodio del león, por el que juran vengarse.
La escena delRobledal de Corpes, lugar en el que abusan de las hijas delCid, es un consumado ejemplo delirismo dramático, pues la estampa del espeso bosque, ilustrado con árboles degigantescas dimensiones, enlaza con la tradición medieval, por la que seidentificaba éste paraje de la naturaleza, con la representación terrena delinfierno.
Tras elultraje deCorpes(Cantar III), el Cid no se venga directamente por su mano, sino queuna vez más, ejerce como vasallo ejemplar, acudiendo al rey para reclamarlejusticia. El duelo final entre ofensores y ultrajados culmina con el rotundoéxitodel Cid, quien no sólo ensancha su fama bélica, sino que ademáslograrestaurar el orden familiar, emparentando a sus hijas conrealezas de reinos vecinos.
Ciertamente, la famaépica delCidse ha dilatado a través de los tiempos y los espacios literarios. Han sido muchas lasinfluencias de una historia tan legendaria como mítica. Su perduración se haasegurado en elfragmentarismo lírico,novelesco o juglarescodelRomancero Viejoe incluso delModerno. También en el teatro ha sabido adquirir un honorífico lugar. Ypor qué no decirlo, aún hoy, son muchas más las historias cotidianas, en las quetodavía late un gloriosoCid Campeador.
Pero sin lugar adudas, la más fructífera aportación al campo de la Literatura Española, fue lafulgurante irrupción de una fecunda matriz literaria. Ya que de la épica, del cantar de gesta, llegamos a lanovelade caballerías, en la que elgénero narrativose consolida como la forma literaria autónoma que es hoy día.
Seguramente laescisión delcomponente narrativo, inherente alArchigénerode la Épica, que junto con laLíricay laDramáticaconfiguraban laTeoría Platónicade los Géneros Literarios, estaba ya presente en le primero de nuestrostextos hispánicos.
BIBLIOGRAFÍA
Para elaborar elpresente tema he consultado el material de consulta que a continuación serefiere:
–Alborg, J. L. ;Historia de la Literatura Española
–Menéndez Peláez, J. ;Historia de laLiteratura Española Medieval. Vol. I. Ed.Everest
–Deyermond, A.;Historia de la Literatura Española. Ed. Ariel
–Poema de MioCid; EdCrítica deColim Smith
–Poema de MioCid; Ed.Crítica deMenéndez Pidal
(Pagina muy variada yamplia, recoge prácticamente toda la literatura castellana)
(Página de Jesús Herrera Peña. Muy completa y ademásoriginal pues cada poema suele aparecerilustrado con un cuadro representativo de época. Correspondencia,pintura-literatura [=Ut pictura Poiesis] ;-)!)
(Página muy variada ycompleta)
www.spanish-books.net/literature
(Página enunciada eninglés pero con textos, biografías y obras en español. Muy completa e ilustrada)
(Página de VíctorVilloria. Muy completa; incluye monografías, Poemas, enlaces de interés…)