1.- Formación y evolución del español.
De las lenguas prerromanas sólo tenemos noticias grecolatinas e inscripciones para su estudio. La distribución de tales lenguas se establece con el ibero en la zona levantina, el ligur en el nordeste; el turdetano en la Baja Andalucía y sur de la actual Portugal; el fenicio en las costas del sur y una serie de pueblos célticos en el cuadrante centro y oeste peninsular; y el vasco, que estudiaremos por separado, en parte de la zona norte. La continua superposición de gentes y lenguas hace que éstas tengan múltiples coincidencias. Su influencia queda hoy bajo una serie de sustratos. En lo fonológico se presentan una serie de influjos que propiciarán fenómenos propios del castellano: por ejemplo, el vasco no pronunciaba la f– inicial latina, y emitía indistintamente b y v como /b/, las oclusivas sonoras /b/, /d/ y /g/ podían decirse como fricativas en posición intervocálica, mientras que las sordas intervocálicas tienden a sonorizar; además cuenta con cinco vocales con tres grados de abertura. En lo morfológico, el celta tenía la terminación –os para nominativo plural y sufijos como –osco, –ona, –iego,… mientras que nos han quedado varias palabras prerromanas, algunas de las cueles ya pasaron en su día al latín hispánico: cerevisia > cerveza, lancea > lanza, carrus > carro, ibaiko > baika > vega,…
Con la llegada de los romanos hubo un tiempo de bilingüismo que culminó en la romanización cultural de la península, absoluto ya en nuestra era: en el siglo I Vespasiano concede el derecho general de ciudadanía y la cristianización, con la unión espiritual, latinizaría de modo completo. La romanización estuvo a cargo de legionarios y personal administrativo que trajeron sus sintopías y sincronías a la Península Ibérica, dándose ya un latín vulgar con regionalismos: en un extremo, la Bética era la más purista, mientras que la Tarraconense se consideraba la más innovadora, por influencia de la Romania Central. Es común a todas las variedades una serie de fenómenos claves en el latín vulgar y posterior formación de las lenguas romances: por ejemplo, empieza a aparecer a ante O.D. de persona, sonorizan las sordas intervocálicas, predominan las construcciones analíticas sobre las sintéticas en comparativos y superlativos y, sobre todo, cae el sistema de declinaciones por varios factores: se prefiere el uso de preposiciones al de casos, quedando solo el acusativo, que pierde la –m final, y se opta por el acento, dejándose de lado la cantidad vocálica. Al mismo tiempo se introducen numerosos helenismos: desde el distributivo cada, de /káta/, hasta léxico relacionado con la realidad material cotidiana: origanum > orégano, amphora > ánfora,…, y con el ámbito cultural: schola > escuela, scaena >escena,…; igualmente se produce una enorme renovación nominal: casa por domus, sobrinus por nepos,…
Entre los siglos V y IX, ambos inclusive se da lo que conocemos como época visigoda. Se da un protorromance que oscila entre un latín barbarizado y un ya romance visigótico: se iguala b y v como /b/ en amplias zonas, e y o breves diptongan, mientras que en la zona tarraconense monoptongan /ei/ > /e/ y /au/ > /o/ ( aurum > oro) y se reducen grupos como /mb/: plumbum > plomo. Con ellos empiezan a aparecer las primeras palatalizaciones por yod: apiculam > *abella; vetum > vetulum > *viello;… Los germanismos y goticismos pasaron ya al latín vulgar: orgoli > orgullo; guisa por mente; werra > guerra; spaiha > espía; helm > yelmo; cofea > cofia; y un buen número de antropónimos: All Wars > Álvaro; Gails Wers > Elvira,… y refuerza el sufijo patronímico de origen celta en –z y en –ici, que tendrá la misma evolución: Ramirici > Ramírez.
Por su parte, entre los siglos VIII y XI, la presencia árabe goza una gran influencia en lo que al léxico se refiere, hasta el punto de que los arabismos sean hoy la segunda fuente léxica del español, después del latín. Su influjo no sólo llega al ámbito de la cotidianidad – zanahoria, alfarero, azotea, aceite, jubón,… – sino al científico y administrativo – jarabe, algoritmo, alcalde, arancel,… -, incluso transmitieron palabras del sánscrito – ajedrez – y del persa – jazmín -. Su presencia se nota en los topónimos compuestos por el artículo al – cuyo valor de actualizador se pierde en romance -, medina – ciudad – y guada – río -, llegando a híbridos con el romance – Guadalupe -. La adaptación de la fonética árabe al romance hispánico se produjo eliminando o sustituyendo sonidos o grupos extraños para él, como el sonido gutural al´rde > alarde, o la monoptongación de /ai/ en /e/ y /au/ en /o/: aldeia > aldea. Morfológicamente se impusieron el sufijo en –í para gentilicios y adjetivos relacionantes – alfonsí, ceutí,…-; el patronímico ibn-, que pasa a ben– – Benavides – o el valor causativo de a– ante verbo – aminorar -. En lo sintáctico se extiende al romance culto el predominio de conjunciones copulativas o el orden de verbo + sujeto + complementos. La pérdida definitiva de la hegemonía militar, que se inicia en el XII, provoca la Desde el siglo X a mediados del XIII se da lo que conocemos como periodo arcaico del español. En el panorama peninsular, hasta el siglo XI se dan una serie de peculiaridades: de un lado tenemos el rusticus sermo, o latín arromanzado: tiene restos de declinación, partículas y vocablos cultos, pero presenta un gran número de soluciones propias de latín vulgar y de los incipientes dialectos romances. De otro lado, los romances ya se usan con plena conciencia, como lo atestiguan los fragmentos en navarroaragonés de las glosas silenses y emilianenses, de finales del X y principios del XI. Sin embargo no existía ningún tipo de fijación normativa, dándose continuos dobletes, ultracorrecciones,…
En la península encontramos encontramos a finales de este periodo seis grandes zonas: el mozárabe está aislado en Al Ándalus y evoluciona lentamente, presentado numerosos arcaísmos, y progresivamente irá siendo absorbido desde Toledo. En el oeste se reparte el territorio el gallego y el asturleonés, éste, en la zona asturiana y norte y oeste de la actual Castilla León; el castellano será el dialecto triunfante, abriendo una franja cónica desde Santander, que se va ensanchando a medida que avanza la conquista, tomando zonas del aragonés y del leonés; aquél se fusiona con el navarro en el siglo XI, ofreciendo soluciones intermedias entre el castellano y el catalán, que tenía un fuerte influjo provenzal. Salvo el castellano, estos dialectos presentan una serie de rasgos comunes: por ejemplo, mantienen f– inicial latina, el grupo ct pasa a it – lectem > leite -, l– inicial palataliza – lupus > llobu – y hacen el plural femenino en –es, no en –as: cases por casas; en el occidente y el sur no monoptongan ai y ei (Pampaneira, topónimo granadino, es mozarabismo). Por el contrario, el reino castellano fue desde siempre muy independiente: la romanización de los cántabros fue tardía y no conservadora, de modo que fue una modalidad que irradiaba soluciones innovadoras: por vasquismo, aspiraba f– inicial latina; redujo grupos como mb y ei o au; opta por el artículo masculino el;… . En torno a 1150 la Cronica Adefonsi Imperatoris llama al castellano nostra lingua. Castilla impuso su lengua como propia de la poesía épica desde fines del XII. La lírica, por el contrario se escribía en gallego y, en zonas catalanas, en provenzal. Con todo, es el castellano la modalidad triunfante a costa del detrimento del aragonés y el leonés.
Por otra parte, en la primera mitad del siglo XI Sancho el Mayor rompe con el aislamiento con Europa e introdujo la reforma cluniacense, que prefería la universalidad de la Romania frente a los particularismos regionales: de este modo, cae la escritura visigótica frente a la carolingia, que sustituye la grafía k por la c para el fonema /c/ y la ch para /c/. En cuanto a los finales de palabra, son problemáticos: en el siglo XII aún existen resto de –e tras r, s, l, n, d y z. Inmediatamente, el influjo ultrapirenaico propagará la apócope extrema desde finales del XI hasta 1270, cuando son ya raros los casos de –e tras z y d. La apócope hizo que /v/>/f/ nuve > nuf; /z/ > /s/ omenaje > omenax; mientras que /d/ vacila entre /t/ y /z/ poridad > poridat, lid > liz. Los pronombres enclíticos se fueron apocopando tras las formas no personales, otros pronombres y algunos sustantivos. El mismo fenómeno sufrirán los nombres propios ante apellidos patronímicos –Martino Antolínez > Martín Antolínez– , los finales en consonantes dobles –franc– y todo > tot y tanto > tant. Además de la consabida importancia del Camino de Santiago, no tenemos que olvidar la abundancia de enlaces reales, la inmigración procedente de Francia y la intercomunicación literaria entre trovadores y juglares en la adopción de soluciones foráneas.
Pero, sin duda, la primera gran fijación de una lengua romance en la península la lleva a cabo Alfonso X, hasta el punto de fijar un sistema, el alfonsí, que perdura desde mediados del XIII al siglo XIV inclusive. Dignificó el español frente al latín: lo convirtió en lengua de cultura y cancillería como castellano drecho. Para ello tomó como modelo el castellano de Burgos con concesiones a las modalidades de León y Toledo. En el siglo XIV el español toma la mayoría de las soluciones lingüísticas que lo van a definir normativamente en los siglos venideros. La obra de fijación de las grafías de Alfonso X va a perdurar hasta el siglo XVI: x marca la prepalatal, fricativa, sorda, mientras que g+e,i, i– y j, la sonora; c+e,i y ç son grafías para la dental, africada, sorda y z para su correlato sonoro; la apicoalveolar, africada se pronunciaba como sorda si no esta estaba en posición intervocálica. La b era grafema de /b/; u y v se podían pronunciar como un alófono fricativo de /b/, o bien como labiodental, fricativo, sonoro, especialmente en el sur – Toledo, Extremadura, Murcia y Andalucía-, donde hubo distinción hasta finales del XVI. Las grafías ll, ñ y rr se consolidan el XIV para marcar los fonemas /l/, /n/ y /r/, respectivamente. Y se fue especializando como consonante si era elemento de diptongo. La f– inicial latina se aspira como /h/, aunque en lo escrito permanezca hasta 1520; la h– inicial latina no se escribía porque no se pronunciaba.
Alfonso X, por el carácter propagador de cultura de su reinado introdujo enormes mejoras sintácticas, cuidando la expresión de conceptos a través de las subordinadas, generando nuevos nexos y locuciones conjuntivas; en el apartado léxico aparecen y se revigorizan numerosos tecnicismos y cultismos, fruto de su labor creadora y traductora.
En el siglo XV aparece lo que conocemos como español prehumanista. Se introduce literariamente a través de Dante, Petrarca y Bocaccio. El influjo italianizante trecentista compite ya con la influencia caballeresca y cortesana de Francia.Algunos hechos políticos y culturales coadyuvan a estos cambios: Alfonso V de Aragón conquista Nápoles en 1443, Enrique de Villena traduce La Eneida, y Juan de Mena su Omero romançado (La Ilíada): la Antigüedad ya no es tanto ejemplo moral como modelo de perfección ideal: tales usos se reflejan en los rasgos lingüísticos de este tiempo.
Las grafías alfonsíes se mantienen, aunque persisten una serie de inseguridades en lo escrito que reflejan cambios en la lengua oral: aún alternan –t y –d finales y f– y h– iniciales. Todavía existen dobletes que parecían superados, especialmente en grupos consonánticos internos: dubda / duda; omne / hombre,… Del mismo modo, conviven formas cultas con patrimoniales: planto / llanto; flama / llama,…
Es la sintaxis la que muestra un mayor influjo latinizante: el gerundio y la oración de relativo se sustituyen por el participio de presente: Fortuna triunphante es temerosa.; se traslada la oración de infinitivo con sujeto en acusativo latina: Homerum caecus esse dicitur > Se dice Homero ser ciego; y, tanto en este periodo como en el preclásico, se trastoca fuertemente el orden habitual del español: el verbo se sitúa normalmente al final de la oración por influjo latino; y el hipérbaton puede separar el sustantivo de su adjetivo, mientras que éste se refuerza en su posición antepuesta como epíteto literario.
En lo léxico se introducen numerosos latinismos, aunque poco fiables: inorar, cirimonia, perfeción,…; galicismos: dama, paje, galán, corcel,…; e italianismos: galera, corsario, bonanza, piloto,…
En el periodo llamado preclásico (1474 – 1525), las letras se introducen definitivamente en las cortes, se renuevan las universidades, se traen docentes italianos y humanistas en general. Elio Antonio de Nebrija, en su Gramática (1492) refuerza y sistematiza el español con un tratamiento impropio en lenguas romances, promueve la naturalidad selecta renacentista y reprueba los latinismos ajenos al español.
Se resuelven muchas de las dudas de la etapa anterior: la –t final cae a favor de –d, la conjunción e cae por y, non desaparece en favor de no y se generaliza h– inicial por f– definitivamente en 1520. Del mismo modo Cualquier resto de verbos acabados en –ades, –edes e –ides, pasan a –áis, –éis, e –ís, respectivamente.
Con todo, a pesar de la unificación lingüística llevada a cabo bajo el reinado de los Reyes Católicos, de las necesarias para la imprenta, y de las llevadas a cabo por Elio Antonio de Nebrija y otros, existen numerosas diversidades entre zonas: Castilla, Aragón y León no aspiran la [ h ] ni confunde /b/ y /v/, mientras que sí lo hacen las zonas meridionales. Pero la mayor diferencia estriba en el reajuste de sibilantes, que producirá el mayor reajuste en el sistema alfonsí: Castilla, Aragón y León ensordecen todas las sibilantes, con la consiguiente confusión de grafías: / s / y / z / > / s /: X, G, I, J, prepalatales, fricativas; / s / y / z / > / s /: C+e,i; Ç, Z, dentales, africadas; y / s / y / z / > / s /: S, en todas sus posiciones, geminada o no, son apicoalveolares y africadas. Por su parte, Andalucía Occidental hace interdentales y fricativas las antiguas dentales africadas (/ s / y / z / : C+e,i; Ç, Z) y se confunden con las apicoalveolares (/ s / y / z / : S-, -SS-, consonante + S y –S-, y, por tanto, también sus grafías) estos cambios se irán extendiendo a Andalucía Oriental y, con los descubrimientos, a Canarias y América.
Ya en los Siglos de Oro, este proceso de reajuste avanzará hasta culminar en 1650, determinando el estado actual de sibilantes en español: en la zona norte la prepalatal sorda se confunde con la alveolar por proximidad articulatoria y pasa a mediopalatal y, luego a velar /x/ para g+e,i, x y j, este hecho pasará al sur; la dental se hace interdental por influjo meridional, quedando /O/ para c+e,i y z; mientras que la apicoalveolar, también por influjo del sur, se hace fricativa, quedando s para /s/. Por su parte, llega al sur el ensordecimiento del norte, de modo que si c+e,i, z, s y z se pronunciaban como /O/ se daba el zezeo, pero si se emitía como apicoalveolar se producía el çeçeo; luego cayó la apicoalveolar quedando sólo /O/ y dándose el actual ceceo, pero también cabía la posibilidad de producirse un alófono dental [ s ], que originaría el actual seseo.
Durante los Siglos de Oro se producen casi todas las reformas que conforman el español actual, que reflejaremos en varios casos ilustrativos: los masculinos de personas en –a pasan tratarse con determinante masculino: el profeta, hecho que se extenderá al de cosas en el XVIII, al igual que quedan como hoy los sustantivos en –u, –e, –n,…: la pirámide; predomina el complemento agente precedido de por y desbancando a de,…
Por lo demás, en el siglo XVI predomina un criterio renacentista de naturalidad sintáctica, que se quiebra de modo claro en el Barroco. En cuanto al léxico, por lo procesos de conquista europeos y americanos se incremente de manera notable el caudal léxico de nuestro idioma, apareciendo italianismos: escopeta, capricho,…; galicismos: chapeo, sumiller,…; lusitanismos: menino, echar de menos,…; germanismos:bigote, brindis,…; flamenquismos: Finanzas, escaparate,… e indigenismos de América: chocolate, patata,…
En el siglo XVIII, con la fundación, en 1713, de la R.A.E. Se producen una serie de retoques en la correspondencia de fonemas y grafías: en 1726, el Diccionario de Autoridades fija la caída de ss sustituida por s, y de ç en favor de c+e, i y z+ a, o, u; u queda para vocal y v, para consonante. Para la duda de b o v se determinó que si el étimo era con b o p quedaría b, y si u o v, v, en caso de duda prevalecería b. Entre mediados de siglo y principios del XIX se determina que ph, th y ch (para el fonema /k/) desaparezcan en favor de f, t y c, respectivamente. Se elimina y si tiene valor vocálico – sýmbolo -; qu se limita ante e e i – así cae quatro por cuatro – y x, para los grupos /ks/ y /gs/, pero no para /x/, reservado para g+e, i, y j.
Por influencia de la Ilustración y el Romanticismo se introducen muchos términos de ciencias, política y economía: terrorismo, intervencionismo, tolerancia, moral , escéptico, ciudadano, libertad,… así como otros de la vida cotidiana: croqueta, satén, buró, galante, parlamento,… e incluso algunos galicismos sintácticos como el de sustantivo + a + infinitivo: táctica a seguir.
En el siglo XX, al margen de que en 1911 la preposición a dejara de llevar tilde, se ha venido tendiendo a la corrección de acentuaciones hiáticas – en la Ortografía de 1999, guión llevará tilde si se percibe hiato – y a la reducción de grupos extraños – obscuro por oscuro-.
2.- Formación y evolución del catalán. Sus variedades dialectales.
El catalán es el resultado de la evolución del latín en el nordeste peninsular. Su foco originario es la llamada Cataluña Vieja – de los Pirineos al mar, por las cuencas del Ter, el Llobregat y el Fluvia -. En un tiempo se la consideró como un dialecto provenzal traído del Rosellón. Pero con la reconstrucción de la situación lingüística de la Península Ibérica en el siglo X se ha demostrado la continuidad lingüística desde Cataluña y Aragón hasta León, Galicia y Portugal. En esta continuidad, la preeminencia del español, partiendo del ángulo septentrional de España, lanzó una cuña hacia el sur y, de esta manera, se separaron aparentemente Oriente de Occidente. El catalán es pues una lengua iberorrománica que históricamente ha mantenido estrechos contacto con la antigua Galia, especialmente con el ámbito provenzal y gascón, constituyendode este modo una lengua puente entre la iberorromania y la galorromania.
En efecto, este idioma tiene rasgos que comparte con el provenzal y que lo separan del español: por ejemplo, no diptonga e ni o tónicas: portam > porta, pedem > pe; las misma vocales, en posición final y átonas, caen partem > part; no aspiran f– inicial latina: formicam > formiga; y los grupos cl y ly palatalizan en /l/: paleam > palla (cat.), palha (prov.). Pero igualmente el catalán tiene puntos de concomitancia con el español, por ejemplo en la palatalización de nn: annum > año (esp.), any (cat.), an (prov.); o en la monoptongación de au: causam > cosa (esp. y cat.), causa (prov.).
Si realizamos un breve bosquejo histórico, veremos que los copistas latinos del X intercalan algunas palabras en catalán y que ya aparecen comentarios enteros en ese idioma en el XI. De la segunda mitad del XII datan los textos más antiguos completos: una traducción del Forum Judicum y las Homilies d´Organya, colección de homilías. En ese mismo siglo caen los primitivos artículos derivados ipse e ipsa, es y sa, en favor de el y la. Por lo demás, la literatura catalana depende mucho de la langue d´oc provenzal, especialmente en la lírica, aunque desarrolla muestras propias en obras de Raimón Llull o Arnau de Vilanova. En el siglo XV, con la unión de la Corona de Aragón a la de Castilla el catalán queda reducido al ámbito coloquial, quedando como lengua de prestigio el castellano, hecho que se acentúa en el XVIII, cuando, por imperativo legal, se pretende convertir a los catalanes en hispanohablantes. Este influjo sociolingüístico ha quedado reflejado en el hecho de que la primera persona del singular del presente de indicativo haya adoptado la desinencia o – porto por port – o en la caída del pronombre de cortesía voste en favor de usted , así como en múltiples préstamos léxicos. En el XIX, con el movimiento romántico, se despierta una fuerte reacción contra el superestrato castellano conocido como Renaixença, con obras como Gramática i aplogia de la llengua catalana, de Pau Ballot. Se establece una discusión en torno a la normativa catalana entre popularistas y cultistas. Ya en el siglo XX se crea el Institut d´Estudis Catalans, con excelentes trabajos filológicos de Pompeu Fabra y Milá i Fontanals. La Segunda República aprueba el Estatuto de Autonomía, que tiene al español y al catalán como lenguas cooficiales. Tras la guerra civil se deroga el estatuto y se prohíbe cualquier manifestación pública en catalán, aunque desde 1950 se fuera publicando semiclandestinamente en tal idioma. Hoy es lengua cooficial con el español.
Según Badía Margarit, existen dos grandes zonas dialectales, la oriental y la occidental. El oriental presenta, a su vez cuatro subgrupos: el central: Barcelona, Gerona y este de Tarragona; el Balear, con los dialectos mallorquín, menorquín e ibicenco; el rosellonés, que ocupa la parte catalanoparlante de Francia y norte de Gerona; y el alguerés, hablado en la ciudad de Alguer, en Cerdeña. Por su parte, los dialectos occidentales se dos grupos: el occidental, propiamente dicho -andorrano, pallarés, ribagorzano y tortosiano -; y valenciano, en las provincias de castellón, valencia y Alicante. Los rasgos diferenciales que separan a estos dialectos son básicamente dos: la evolución de la e, abierta en catalán oriental; y el hecho de que en oriente la a y la e se confundan en una vocal neutra.
Hoy se percibe una cierta desunión normativa entre Baleares, Valencia y Cataluña: cada una de ellas camina hacia una normativa propia basada más en las diferencias que en las concomitancias que remiten sus dialectos al tronco común del catalán.
3.- Formación y evolución del gallego. Sus variedades dialectales.
El gallego, lengua del dominio iberorrománico, es el resultado de la evolución del latín vulgar en el noroeste peninsular. La romanización de la Gallaecia fue tardía, a finales del siglo I a. c., antes de la romanización, ligures y celtas actuaron como sustrato del latín, que fue traído por los soldados de la Bética. Tal modalidad meridional era muy conservadora, lo que explica que futuro dialecto romance galaico-portugués también lo fuera. Alfonso VI convierte Galicia en condado: las tierras al norte del río Miño se las entrega a su hija Umeca, mientras que las del sur pasan a a manos de su otra hija, Teresa. Esta frontera será la que ulteriormente divida Portugal de Galicia. Estas comunidades empiezan a diferenciarse de modo definitivo en el siglo XV, pero anteriormente existe una modalidad común que se extendía por Galicia, zonas conquistadas de Portugal, oeste de Asturias y noroeste de León. Este gallego-portugués se diferenciaba de los dialectos peninsulares en cuatro puntos: caída de l intervocálica y de l inicial en los artículos – o, os, a , as -, pérdida de n intervocálica con nasalización de la vocal precedente: lunam > lúa; palatalización de los grupos iniciales pl-, cl– y fl– en la palatal, africada, sorda /c/: flammam > chama, clavem > chave; y al uso de desinencias personales en los infinitivos: Eu quero que tu fazeres alguma coisa. La lengua, bastante unificada, cobrará prestigio como lengua de cultura, hasta el punto de ser el idioma lírico peninsular por excelencia hasta el siglo XV. Además comparte con otros dialectos peninsulares medievales el mantenimiento de f– inicial latina – faminem > fame-, el paso del grupo ct a it: lectem > leite, y de ly y cl a ll: oculum > oclum > ollo, o el uso del artículo ante posesivo: o meu neniño.
A partir de esta centuria, las diferencias entre el castellano y el portugués van aumentando hasta llegar a las diferencias actuales: al margen de las diferencias léxicas, el gallego tiene siete vocales, frente a nueve del portugués: éste diferencia /b/ y /v/, a diferencia del gallego; la interdental, fricativa, sorda /O/ existe en gallego como préstamo del español, pero no en portugués, donde ç y c+e, i se pronuncian como apicoalveolar /s/ . Para la representación de /l/ y /n/ el gallego optó por la solución castellana, ll y ñ, mientras que el portugués prefirió la provenzal lh y nh.
Como ocurrió en Cataluña, con los Reyes Católicos se prohíbe el uso público del gallego, iniciándose una decadencia que perdurará hasta el siglo XIX. En esta centuria, con los nacionalismos románticos se produce un movimiento de revitalización de la cultura gallega, el Rexurdimento, en el que participan desde Rosalía de Castro a Lamas Carbajal o Curros Enríquez. No obstante, el resurgimiento pretendido no va a dar los frutos deseados ante la falta de conciencia sociolingüística de los gallegoparlantes, con un porcentaje muy alto de analfabetismo: siguió vigente la idea de un gallego propio de los ámbitos rurales y pesqueros y de un castellano como lengua de cultura escrita y de las administraciones. A pesar de todo, los intentos nacidos con el Rexurdimento no cesan en el siglo XX: en 1906 se crea la Real Academia Gallega y en 1916, las Irmandades da fala. Durante la Segunda República se inició una efervescencia truncada por la victoria del bando franquista. En 1978, la Constitución la reconoce como lengua española y, en 1980, el Estatuto de Autonomía de Galicia la sitúa como lengua cooficial junto al español.
Hoy el gallego lo hablan tres millones de personas en Galicia, Asturias hasta Navia, en León hasta Ponferrada y en Zamora hasta Padornelo y se han registrado medio millón más, emigrantes en el extranjero, que aún cultivan y fomentan su idioma. Zamora Vicente propone dos zonas dialectales: la occidental, que ocupa Pontevedra y sur de La Coruña se caracteriza por convertir los sufijos latinos –anu y –ana en –án y –á, respectivamente: germanus > irmán, irmá; el plural de los vocablos acabados en –n es –ns: pantalons; existen zonas de seseo, como en portugués, que no aceptaron la interdental española /O/ y, por último, se da la geada, o paso de la velar, oclusiva, sonora /g/ a fricativa, sorda /x/: gato > /xáto/. En el gallego oriental – Lugo, Orense y las zonas de Asturias, Zamora y León – no existe la geada ni el seseo ni los finales en –ns, mientras que el sufijo –anus pasa a –ao: germanum > irmao. Hoy el peso del español es muy fuerte en las zonas urbanas, donde aún convive en situación de desigualdad con el gallego. Con todo, se está produciendo una renovación sociolingüística en todos los ámbitos: informativos, docentes, literarios o administrativos que auguran vitalidad a esta lengua.
4.- Formación y evolución del vasco. Sus variedades dialectales.
Los vascos son un pueblo prerromano cuya lengua a pervivido hasta hoy sin grandes modificaciones. El origen del vasco, tanto del pueblo como de su lengua, está aún por esclarecer. Hoy se barajan dos opciones: un origen beréber y otro nórdico y caucásico – finougrio y uraloaltaico, respectivamente- por las concomitancias que presentan tales idiomas con el euskera, que tendrían una localización común antes del neolítico. Su extensión primigenia se expande un poco más que en la actualidad: País Vasco, zona pirenaica hasta Huesca, País Vasco francés, sur de Álava, Navarra, noroeste de La Rioja y este de Burgos. Su presencia como adstrato se deja notar ya en topónimos en –én, –éno y –ena y en compuestos de apellidos y topónimos con berri – nuevo -, herri – pueblo – o gorri – rojo-. Incluso ostentaba algunas concomitancias con el español – o bien influyó en él, según algunos filólogos -: aspiraba f– inicial latina (de hecho en La Rioja desapareció ya en el siglo XI), tenía cinco vocales con tres grados de abertura, podía fricatizar las oclusivas sonoras /b/, /d/ y /g/, sonorizar las sordas intervocálicas y conocía la vibrante múltiple. Además, el grupo ct latino podía pasar a la palatal, africada, sorda /c/, según atestiguan inscripciones galas.
Las primeras noticias las tenemos en algunas palabras sueltas aparecidas en las Glosas Emilianenses, del siglo X y en una guía de peregrinos compostelanos del XIII. No obstante, el vasco no empezó a ser bien conocido hasta la aparición de unos poemas de Dechepare en 1545, y del Nuevo Testamento vasco de Leizarraga, de 1571. La unidad que produce la lengua es tal que Euskalherría significa pueblo que habla vasco, a pesar de que la falta de una norma durante siglos ha hecho que esta lengua presente una enorme fragmentación para tratarse de un territorio tan reducido. De hecho, en el País Vasco se da un hecho paradójico: aunque hay un fuerte sentimiento del idioma como vinculación a la nacionalidad vasca, persiste la diglosia en las ciudades y en las localidades industriales. Además, la presencia de inmigrantes y generaciones nacidas de éstos hace que el aprendizaje del vasco sea difícil por sus enormes diferencias con el español.
En favor de la creación de una norma unitaria el artículo 6º del Estatuto del País Vasco instituye la Real Academia de la Lengua Vasca –Euskaltzaindia– como institución consultiva oficial en lo referente al euskera. En Navarra, la Ley orgánica de amejoramiento del Régimen Foral de Navarra, tiene en su artículo 9º al castellano como lengua oficial, aunque compartirá cooficialidad con el euskera en sus zonas vascoparlantes.
Este idioma presenta un problema de base: una gran fragmentación dialectal en un territorio tan pequeño. De ahí que el lingüista Koldo Michelena consiguiera que se postulara como norma el euskara-batua, que tiene como base el navarro-guipuzcoano con elementos del labortano. El esuskara-batua toma como modelo las autoridades de la literatura labortana de los siglos XVI y XVII, frente al purismo del XIX. De ahí que en las primeras etapas del sistema educativo se siga un modelo mixto, como el catalán, en las ikastolas, mientras que su implantación es difícil en niveles superiores. Por otro lado su presencia en los ámbitos socioculturales es satisfactoria, aunque lastra el haber carecido de una sólida tradición escrita. Casi no existen medios de comunicación íntegramente en vasco: Deia, Ara, o Euskal Telebista.
5.- El asturleonés.
También llamado leonés, hoy se da en zonas del este de Galicia, Asturias, oeste de Cantabria y León y en partes de Zamora, Salamanca y Cáceres. En algunas zonas se mezcla con el gallego, como en zonas de Galicia, León y Zamora. En aldeas de Zamora, Salamanca y Cáceres se habla, incluso, junto al portugués. Hoy se divide en tres grandes zonas: el occidental presenta una fuerte influencia gallega y mantiene los diptongos ei y ou; por el contrario, el oriental tiene mayor peso del castellano, por eso pierde f– inicial latina; el central es donde se da en estado más puro, a pesar de que no cuente con una gran cohesión, salvo en el bable, o leonés hablado en Asturias.
Algunos de los rasgos son los que siguen: diptongación de e y o breves latinas ante yod –viengo -; conservación de f– inicial latina – farina -, no se reducen los diptongos ie, ei y ou – queiso, cousa, castiello -; palatalización de l– inicial – lucem > lluz -; paso de pl-, cl– y fl– a palatal, africada, sorda – clavem, plorare y flammam pasan , respectivamente, a chave, chorar y chama -; o el paso de illum a artículo como lo: lo llobu por el lobo.
6.- El aragonés.
El antiguo dialecto románico medieval pervive hoy en los valles pirenaicos de Ansó, Hecho, Biescas, Sobrarbe y Ribagorza. Este arrinconamiento se debió al fuerte influjo del castellano que acabó en el XV con el relativo florecimiento que mantuvo, incluso como lengua literaria, desde el siglo XI. Presenta hoy una serie de peculiaridades que lo distinguen del castellano, pero lo asemejan al leonés, como el mantenimiento de f– inicial latina, la diptongación de e y o breves ante yod – foliam > fuella -, o el paso de illum a artículo lo u o. Sin embargo, otros rasgos le son bien propios: g– y j– iniciales palatalizan: choven por joven o chente por gente; no sonorizan las sordas intervocálicas: napo, lacuna,…; hombre y cosa predominan con valor de pronombres en detrimento de nadie y nada.
No hay que confundir el aragonés con el español hablado en Aragón, o baturro. Éste presenta algunas características propias, como el paso de esdrújulas a llanas: médico > medico; abundante metátesis – pedricar por predicar – o la abundancia del diminutivo estilístico ico: mañico.
7.- Variedades dialectales del español actual.
7.1.- Variedades septentrionales: navarro y riojano.
El navarro y el riojano presentan algunas características que los asocian al antiguo leonés y aun al gallego: así, mantienen el grupo mb latino – palomba -, conservan la f– inicial – facer -, palatalizan la l– en posición también inicial: lupus > llobo, diptonga ante yod – hodiem > huey – y mantienen artículo ante adjetivo posesivo antepuesto. Sin embargo, también posee rasgos que lo diferencian de otras modalidades: conservan la l en posición implosiva: salicem > salce, que no llega a sauce – y se pronuncia la vibrante múltiple como fricativa y ensordecida. El riojano se considera, más que un dialecto, un conjunto de hablas de tránsito entre el navarro, el aragonés y el español norteño.
7.2.- El extremeño.
Hay dos zonas claramente diferenciadas, debido a que el extremeño, como el navarro, se considera un grupo de hablas de tránsito entre el leonés y el andaluz: mientras que Cáceres es más dada al acogimiento de soluciones leonesas y de arcaísmos, Badajoz toma rasgos más propios del ámbito meridional andaluz. Una muestra de arcaísmos en cacereño sería la pronunciación sonora de s intervocálica y de z medial, o el mantenimiento del fonema labiodental, fricativo, sonoro /v/. Igualmente presenta leonesismos, como el cierre de e y o finales en i y u, el mantenimiento del grupo mb latino o la preferencia por el sufijo diminutivo en –ino. Por el contrario, en Badajoz se produce, como en el Mediodía español, la aspiración en [ h ] de /x/ y de h procedente de f– inicial latina, se confunden las líquidas implosivas –cardo por caldo – y hasta existen casos de yeísmo y de alternancia de seseo y de ceceo.
7.3.- El murciano.
Es también un conjunto de hablas de tránsito entre el catalán y el valenciano, el aragonés, el castellano y el andaluz. De hecho, es propio del murciano, por aragonesismo y catalanismo, la palatalización de l– inicial o el mantenimiento de grupos iniciales con l latinos: clavem, no pasa a llave, sino a clau. Por el contrario, tiene como meridionalismos la aspiración y pérdida de s implosiva, la confusión de líquidas o el seseo y el yeísmo propio de Cartagena. Se debe a mozarabismo la ausencia de diptongación – novo – o la conservación de sordas intervocálicas latinas, como en acachar por agachar.
7.4.- Variedades meridionales: el andaluz y el canario.
Por las razones diacrónicas producidas entre los siglos XV y XVII, a la que aludimos arriba, andaluz y canario comparten una serie de rasgos que los agrupa junto al español americano como la gran zona meridional de nuestra lengua. No hay que olvidar que nuestro idioma se llevó a las islas entre 1478 y 1483, mayoritariamente por colonos andaluces. De este modo aspiran la h procedente de f– inicial latina, s en posición implosiva y /x/ de las grafías j y ge y gi -[ hénte ] – y es muy común el seseo (pero no el ceceo en Canarias, aunque sí en Andalucía, como veremos). De un modo más generalizado en Andalucía que en Canarias se da el trueque de líquidas implosivas – [ árma ] por alma -, la aspiración ante nasal -[káhnne ] por carne -, o el yeísmo, que en Canarias es mediopalatal.
Por el contrario, es propio canario el alófono de la palatal, africada, sorda como sonora fricativa – como en chico, pronunciado casi como *llico – , el trueque del pronombre enclítico nos por los – vámolos por vámonos – o los usos de haber por tener, o de ser por haber, tal vez por arcaísmo debido al aislamiento insular, de este modo encontramos ejemplos como ¡Que hayan suerte! o Soy nacido en La Gomera. Los guanchismos – de la lengua guanche, anterior a la conquista – quedan sólo como sustrato en el caudal léxico: gofio – dulce típico – o chenique – piedra – son ejemplos de ello.
El andaluz, igualmente, presenta rasgos ausentes en Canarias. En la zona oriental la s implosiva es aspirada y en posición final llega a caer, en ambos casos provoca la abertura y alargamiento de la vocal precedente un grado: por ejemplo ¿Qué haces? como [ké xázÆ]; mientras que en la parte occidental suele producirse una aspiración con reduplicación de la consonante siguiente: las casas [lahk kásah]. Igualmente se pueden recoger, en la misma zona, casos muy abundantes de sonorización de la sibilante en posición intervocálica, como en el ejemplo anterior. Es también común la sustitución de ustedes por vosotros, pero combinado con el paradigma de éste: ¿Ustedes os venís? por ¿ustedes se vienen?. El ceceo ocupa, el sur de Huelva, Cádiz, sur y centro de Sevilla y Málaga y costas de Granada y Almería hasta Berja, el resto de Andalucía es seseante, salvo la zona norte de Córdoba, Jaén, Granada y la mayor parte de Almería, que distinguen la sibilante de la interdental, sorda.