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1. Escuela y Sociedad.
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Escuela y Sociedad |
Introducción
La educación es un proceso que promueve durante toda la vida del ser humano el desenvolvimiento pleno de sus potencialidades en los campos cognitivo, afectivo y ético, es por ello una necesidad y un derecho del hombre desde que nace.
En la Cumbre Mundial a favor de la Infancia, celebrada en 1990, se acordó la importancia de la supervivencia, la protección y el desarrollo de los niños y niñas, como elementos claves para su formación. Se recogió el compromiso de los Estados a ofrecerles un futuro mejor y se reconoció la necesidad de establecer políticas al más alto nivel en su favor, que a su vez garanticen sus derechos a la vida, a la protección y a su desarrollo.
En otros simposios internacionales como el realizado en Zurich, Suiza, en el 1999, donde se reunió a mas de 100 especialistas de educación inicial a nivel mundial, se planteó que …“Es necesario que cada nación plantée políticas y apoye programas de calidad que faciliten la salud, nutrición, educación y desarrollo de sus niños”. Se reiteró la relevancia de generar programas de calidad que desarrollen conocimientos, habilidades, actitudes e imaginación en los niños y niñas.
Este compromiso político, económico y social de los gobiernos, de los estados participantes en estos eventos, hacia los niños y las niñas del mundo, ha de cumplirse en este siglo, para que todos tengan igualdad de acceso no sólo al conocimiento y a la cultura de todos los pueblos, sino que crezcan como ciudadanos iguales de su país y del mundo, presentándose así el reto de ofrecer el mejor comienzo posible para un desarrollo completo.
Cómo ha de contribuir la escuela, la familia, la comunidad como parte activa de la sociedad, para lograr el objetivo de que la educación integral el hombre no sea una categoría abstracta, sino una realidad, constituye una tarea ingente de la actual sociedad.
Escuela y Sociedad
En la superestructura de una sociedad cualquiera, la escuela es una institución de crucial importancia, pues su misión social fundamental es la de formar junto con la familia al hombre nuevo, con las normas, valores, ideología que dicha sociedad necesita de sus ciudadanos.
La educación en el sentido amplio de la palabra, se entiende por el conjunto de influencias que ejerce la sociedad en el individuo con vista a la formación mas armónica y multilateral de su personalidad. Este significado implica que el hombre se educa durante toda la vida. Todos los ciudadanos tienen el derecho de asimilar la cultura humana, de desarrollar plenamente sus fuerzas y capacidades a la vez que participan activamente como constructores de la sociedad.
La educación consiste, ante todo, en un fenómeno social históricamente condicionado y con un marcado carácter clasista. Mediante la educación se garantiza la transmisión de experiencias de una generación a otra. Ella constituye parte inherente de la sociedad desde el momento en que surge y resulta, a su vez, esencial en el desarrollo sucesivo de la sociedad, a tal extremo que sin educación no se concibe el progreso histórico social.
J. Martí, insigne educador latinoamericano expresó: “Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido; es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive: es ponerlo a nivel de su tiempo, para que flote sobre él, y no dejarlo debajo de su tiempo, con lo que no podrá salir a flote; es preparar al hombre para la vida”.
La escuela es la institución a la que ha sido conferida la alta misión de guiar la formación de las jóvenes generaciones, para lo cual dirige el proceso docente- educativo y coordina el resto de las influencias educativas; y por tanto, prepara para la vida a los niños y jóvenes en correspondencia con las posibilidades creadas por el medio social y con vista a dar respuesta a las necesidades que supone su desarrollo.
Para lograr esta importante tarea que la sociedad le confiere, tiene entonces la escuela que trabajar conjuntamente con la familia, y las instituciones sociales de la comunidad.
La escuela en su labor social tiene diversas funciones, la primera y más importante es la de educar y para ello tiene que aunar los diversos agentes educativos (familia, instituciones sociales, religiosas y culturales de la comunidad, estructuras político-sociales, entre otros).
A su vez, tiene que desarrollar una labor educativa con los padres, utilizando de manera creadora las diversas formas de trabajo de la educación familiar, la manera de establecer relaciones sobre la base del respeto y la exigencia para así garantizar unidad de criterios en la educación de los niños y niñas.
De igual manera, trabajar en y con la comunidad en beneficio de la educación de los niños y las niñas, pues la escuela generalmente es el centro de cultura más importante en cualquier grupo social.
En la escuela el niño y la niña no solo aprenden y se apropian de conocimientos, hábitos y habilidades: sino que asimilan también un
comportamiento social. En este sentido, el papel de la escuela es servir de vía para la vida social de sus alumnos, pues es allí donde se amplía el círculo de sus relaciones sociales, encuentran personas que no son ni sus vecinos, ni su familia, con adultos distintos, se relacionan con sus coetáneos, y, sobre todo, se relacionan con un personaje para él idealizado, que es la maestra o el maestro, que es aquella persona que lo guía, que le enseña, que está junto a ellos.
La escuela educa desde un nivel muy consciente, de una manera sistemática, con objetivos y planes de estudio científicamente fundamentados y esto, por supuesto le da una gran ventaja con respecto a la familia, que aunque es insustituible por las vivencias emocionales y de afectos que les garantiza al niño y a la niña, no tiene indudablemente la gran potencialidad desde el punto de vista educativo que tiene la escuela y en ocasiones también del afecto en el caso de las familias disfuncionales, es decir, aquellos hogares que no cumplen con su función educativa y afectiva, y donde los niños y niñas encuentran entonces en la escuela y en sus maestros, estas fuentes de apoyo, de seguridad y de estabilidad.
La escuela cuenta con un programa que está estructurado no solo para desarrollar conocimientos, hábitos y habilidades sino para la formación de valores y normas de comportamiento, siendo por tanto un medio del cambio social, que en el devenir histórico de la sociedad debe responder a las exigencias de su época.
Época actual que requiere de una escuela activa, que conciba al alumno como un decidido constructor de sus aprendizajes, criterio que debe guiar el desarrollo de todo currículo en educación infantil, ya que por medio de él se asienta el concepto de hombre y niño que se desea favorecer: transformador, con iniciativa, creador, con criterio, en definitiva, un descubridor y realizador, que asume su rol (papel) protagónico en sus destinos personales y colectivos.
En tal sentido, debe ser una preocupación permanente, procurar que todo tipo de programa infantil promueva este enfoque de un niño activo en el pensar, sentir y actuar, ya que es aportador al concepto de Hombre y de ciudadano que se desea para la sociedad.
Como institución educativa, la escuela tiene que ofrecer al niño y a la niña seguridad, esa estabilidad que encuentran en la escuela, donde su vida se desarrolla de una manera estable, donde se hacen con regularidad diferentes actividades, y que forma parte de su preparación para vivir en sociedad.
El maestro tiene un grupo de niños que son diferentes cada uno de ellos y que ella o él los tiene que conocer, que diferenciar, responder a su necesidad de afecto, que ha tenido en su familia y que la escuela tiene que seguir proporcionando, de manera que ellos ganen en autonomía, en sentirse bien y felices, en sentirse aceptados, con lo que se consigue que la escuela sea una prolongación de su casa, y hace tan importante la labor del educador.
Otra función de la escuela en estas edades tempranas es elevar la preparación psicopedagógica y de salud de los representantes de la familia, para que estos puedan de manera eficiente contribuir a la educación y a todo el proceso de formación de los hijos en estas primeras edades.
En las condiciones actuales del desarrollo social, inciden sobre la educación de la personalidad de las nuevas generaciones todo el conjunto de influencias de la sociedad, no siendo esta, por tanto, una tarea exclusivamente de la escuela o la familia, como pudiera haberse pensado hace algún tiempo.
No es menos cierto, sin embargo, que estas dos instituciones desempeñan un papel fundamental en el logro del fin de la educación, en el objetivo de educar un ciudadano con las mejores cualidades; que se desarrolle intelectual, moral, estética, laboral y físicamente, lo que hace que coincidan plenamente los intereses de la sociedad, la escuela y la familia.
Se reconoce cada vez más que los primeros años de la vida resultan decisivos para la ulterior formación del niño y la niña, ya que en ellos se crean las bases de todo el desarrollo físico, psíquico y social.
Múltiples investigaciones han demostrado, y especialmente las realizadas en las neurociencias, la enorme significación de los primeros años de la vida, desde el punto de vista afectivo, cognitivo y motriz. Es por ello fundamental la estimulación del desarrollo desde las edades más tempranas y en las edades subsiguientes, además de promover adecuados niveles de salud, nutrición, que en su conjunto constituyen la garantía del bienestar infantil.
Estas razones determinan la urgencia de diseñar programas y estrategias de atención a la primera infancia, como una inversión que no sólo beneficia al individuo sino al progreso social de las naciones.
En la actualidad en muchos países a partir de documentos suscritos en las diferentes cumbres mundiales a favor de la infancia, es un reclamo social la atención a los niños de 0 a 6 años, fundamentalmente por el estado de desamparo y pobreza existente y la falta de instituciones educativas para estos niños y niñas. Es por ello que los gobiernos ante esta urgente necesidad se han proyectado por desarrollar sistemas alternativos de educación diversos (vía no escolarizada, semi-escolarizada y otras tantas modalidades de atención).
Estas nuevas vías en sus diversas modalidades posibilitan la ampliación de la atención educativa a los niños y niñas que no asisten a las instituciones educativas, y constituyen alternativas de la escuela que persiguen los mismos fines impuestos a esta.
Al hablar entonces de la escuela y la sociedad hay que destacar la labor del maestro y de todo el equipo educativo por establecer las necesarias interrelaciones con la familia y todos los agentes educativos de la comunidad donde se encuentra enclavado el centro infantil.
El equipo educativo y sus funciones.
Los primeros años de la vida del niño y la niña, desde el nacimiento hasta los seis-siete años de edad, establecen los cimientos para un desarrollo saludable y armonioso. Es por ello fundamental que el equipo educativo de la educación infantil esté debidamente preparado para enfrentar esa gran tarea de educar.
La Educación Infantil complementa al hogar proporcionando la atención y educación adecuadas para la promoción del desarrollo total del niño y la niña, y ha de ser eje de formación no sólo de ellos, sino de la familia.
Para una correcta educación infantil el maestro o la maestra han de tener en cuenta aspectos fundamentales tales como la responsabilidad de ellos y de los padres y madres de aportar al niño o la niña, en cada momento, aquello que necesitan, sin que en ningún momento se inhiba su independencia. Hay que ofrecer en cada instante una educación acorde con sus necesidades, respetando siempre las características del desarrollo en el momento evolutivo de cada niño o niña, y proporcionándoles un modelo a imitar, que les sirva de ejemplo en su proceso evolutivo.
La educación ha de hacerse dentro de un contexto de afectividad, de modo que el niño o niña se encuentren en cada momento inmerso en un mundo amoroso y cariñoso, para que ello motive y estimule sus capacidades potenciales, y creando un clima emocional y educativo positivo.
De esto se desprende que un propósito fundamental de los educadores y otros profesionales del centro infantil, lo constituye el ofrecer un entorno estimulante, que posibilite la libre expresión de los niños y niñas, y les dé oportunidades de demostrar sus propias capacidades, y estimular sus potencialidades.
Otro propósito importante es lograr la continuidad del proceso educativo del centro infantil y la familia, para evitar contradicciones en cuanto a cómo educar y cuidar, en fin, a la atención integral de los niños y las niñas.
La observación continuada del educador de cada niño y niña en particular, y del grupo como un todo, son esenciales para la recopilación de la información necesaria para la planificación, ejecución y evaluación del proceso educativo. A su vez, el grado de coparticipación que se logra entre todos los miembros del equipo educativo, arroja también elementos importantes al respecto.
La tarea principal de los educadores y de todo el equipo educativo, es la creación de un ambiente humano positivo, en el que se encuentren sentadas las condiciones afectivas para un desenvolvimiento apropiado del aprendizaje y para la formación del sano desarrollo de la personalidad de sus niños y niñas.
De acuerdo con lo anteriormente expresado se concretan así las funciones principales del maestro y de todo el equipo educativo, de la escuela, teniendo en cuenta que las mismas sean aplicadas de acuerdo con las condiciones específicas de cada centro infantil.
Comunidad, familia y centro educativo infantil: su influencia en la educación de los niños y las niñas.
Un criterio importante a tener en cuenta por la escuela es el referido a la integralidad, que supone tener presente las dos dimensiones que puede asumir: por una parte el que toda acción educativa debe abarcar e integrar los diversos aspectos del desarrollo del educando, y por otra, evidenciar que para ello es necesario la participación de diferentes agentes educativos, ya que a través de ellos se va a posibilitar esa vinculación con la realidad social, que no se puede obtener de la acción aislada de un miembro de la sociedad.
Esto último se fundamenta en que por muy bien intencionada que sea la actuación educativa de una persona, o una institución, no puede suponerse que ella conjugue los aportes que otros miembros e instituciones de la sociedad pueden ofrecer. A esto se suma el hecho de que la labor de educar a las nuevas generaciones deber siempre una responsabilidad compartida de todos, partiendo por la familia.
En algunos forum internacionales se ha planteado que existe una falta de equilibrio entre el componente teórico y el práctico en las estrategias de los diferentes agentes y actores educativos para el desarrollo integral del niño y la niña, lo que evidencia la carencia de estrategias informativas y de intercambios sistemáticos de las mejores experiencias y sus resultados en el ámbito local, nacional e internacional que les permitan una retroalimentación y superación permanentes.
De igual forma se ha valorado que no siempre el trabajo comunitario conformado en los programas y/o proyectos educativos del niño y la niña se sustentan en la coparticipación necesaria a tales fines, desde la concepción, la investigación, hasta la evaluación.
En este sentido se hace evidente la necesidad de cohesionar las acciones, tomando como punto de partida el conocimiento de las particularidades de los niños y niñas de estas edades; el reconocimiento de las fortalezas y carencias de la familia, respetando y aprovechando sus tradiciones, costumbres, patrones de crianza, etc.; la concepción de los programas y proyectos con un enfoque integrado e integral, para lo cual se requiere un diseño de capacitación sistemático, diferenciado y que propicie el intercambio de información, métodos y procedimientos, que logre así la participación coherente de todos los agentes educativos.
En el orden de las políticas educacionales existen deficiencias en el reconocimiento del papel de los agentes educativos para el desarrollo de las fuerzas técnicas, en la preparación de las familias y en el diseño de los programas, en la investigación, en su seguimiento y evaluación.
Este aspecto debe ser analizado con la óptica de que en primer lugar se identifiquen a las figuras que con diferentes potencialidades y disposición pueden y de hecho son agentes o actores educativos en cada uno de los
contextos, de que en los sectores, instituciones, organismos, organizaciones, entidades, etc., que tienen entre sus objetivos la atención a la infancia en estas edades las principales figuras tengan en cuenta en sus estrategias de trabajo la capacitación diferenciada e integral para el trabajo con la familia, tanto en la concepción de los programas, como en las líneas de investigación.
En el logro del fin de la educación, en el objetivo de educar un ciudadano con las mejores cualidades; que se desarrollen intelectual, moral, estética, laboral y físicamente, coinciden plenamente los intereses de la sociedad, la escuela y la familia.
¿Qué padre no desea que sus hijos crezcan fuertes, sanos, que aprendan bien y se preparen para, llegado el momento, incorporarse exitosa y activamente a la vida social? Esta es una aspiración legítima y posible de alcanzar solo en una sociedad, en la cual la función educativa de la familia se afianza y robustece. Al aumentar el nivel cultural de sus miembros se crean condiciones para que eduque a su descendencia en un ambiente cultural superior y cumpla cabalmente con las funciones que le han sido asignadas.
Ahora bien todos los padres, independientemente de su nivel cultural y ocupación, son los primeros educadores de sus hijos, aunque no es menos cierto, que tan importante y decisiva tarea la asumen, en muchos casos, sin poseer los conocimientos para ello, comprometiendo el futuro de los que tanto quieren.
¿Por qué se dice que son los padres los primeros educadores de los hijos, que es la familia la primera escuela? Porque la educación que se recibe en el hogar, aún cuando no tenga el mismo carácter que la escolar, es de gran valor en el proceso de formación, consolidación de sentimientos, de principios morales y de la orientación social de la personalidad. La familia es y seguirá siendo un factor insustituible en la formación de los sentimientos más elevados del hombre y la transmisión de la experiencia social. En el seno familiar vive casi siempre durante toda la vida, el individuo, allí busca su bienestar emocional, su felicidad más íntima.
Son funciones históricamente asignadas a la familia como institución social, la función biológica y reproductora o de crecimiento demográfico; la función económica, de manutención o satisfacción de necesidades materiales de la prole y la función educativa, de satisfacción de necesidades afectivas y espirituales de sus miembros.
La acción educativa de la familia es decisiva en la formación física, moral, laboral y social de cada uno de sus integrantes, su responsabilidad es indelegable. En ella se genera el desarrollo del hombre como agente primordial de las relaciones sociales y eslabón principal de las fuerzas productivas de una sociedad.
Todos estos elementos influyen poderosamente en la educación de los más jóvenes. Investigaciones realizadas han evidenciado la relación que existe, por
ejemplo, entre deficientes condiciones materiales de vida (promiscuidad, hacinamiento) y el desarrollo asocial e inclusive biológico de los niños y las niñas.
La estabilidad del núcleo familiar, la cantidad de adultos que intervienen en la educación de los hijos, la forma en que la familia participa en la vida de la comunidad y en que se incorpora a las actividades sociales, es determinante en la formación de actitudes y sentimientos de los que en ella se educan.
Estas estructuras interactúan con sus características e interacciones y definen el carácter subjetivo, psicológico, de la comunidad, y a su vez influyen de una manera u otra en el carácter objetivo, material, de la familia, en dependencia de su organización y su posición activa o pasiva respecto a las condiciones donde transcurre su vida y actividad.
A cada centro educativo infantil acuden niños y niñas que aunque procedentes a veces de una misma comunidad, son criados en el seno de muy variadas familias, en las cuales se opera un proceso educativo particular que es enfocado como la actividad de un grupo socialmente condicionado con determinadas referencias.
Es decir, las condiciones en que se educan los menores están en concordancia con el micro medio en que esta célula primaria de la sociedad se mueve y desenvuelve, en relación con su comunidad.
El centro educativo, a su vez, está ubicado físicamente en un contexto comunitario determinado del cual proceden a veces los educandos y quizás una parte de sus propios trabajadores, y debe ejercer una influencia hacia esa comunidad.
Incluir en la trilogía familia-hijos-centro infantil- a la comunidad esta dado porque, indiscutiblemente, los procesos culturales sociales, que en general acontecen en la comunidad trascienden y repercuten de una u otra forma en el centro infantil, ya porque de ellas son actores los propios miembros de la familia de los niños y niñas que allí se educan, o porque generan ideas, actuaciones o respuestas que, de no conocerse su procedencia, pueden ser inexplicables para los adultos educadores.
La importancia del desarrollo socio-cultural comunitario en la educación y la enseñanza de los niños y las niñas en las edades tempranas, es conocida por todos los educadores.
Entre los primeros años de la vida, en la mayoría de los países, generalmente los pequeños permanecen en el hogar al cuidado de algún adulto, y sólo una parte de ellos acceden a la institución educativa, y si lo hacen es casi siempre a partir de los tres o cuatro años de edad. Sucede que para esos niños y niñas su mundo conocido más allá del propio hogar, es el área que puede transitar acompañado del adulto que lo cuida. Si ese área es portadora de elementos
estimuladores del desarrollo, y que puede que no estén presenten en el hogar, entonces eso enriquece el desarrollo del menor.
Es un reto para los educadores hacer más valioso lo que en cada diferente entorno social existe y no puede ser cambiado por la institución educativa, y se inserte la comunidad, en la trilogía familiar, hijos y centro infantil pues son todos elementos de peso en el proceso de socialización de los más pequeños.
La vinculación familia-institución educativa tiene una doble proyección, a saber:
Ø La institución proyectándose hacia la familia para conocer sus posibilidades, necesidades, condiciones reales de vida y orientar a los padres para lograr en el hogar la continuidad de las tareas educativas.
Ø La familia, ofreciendo a la institución información, apoyo y sus posibilidades como potencial educativo”.
La proyección del centro infantil hacia la familia tiene un “carácter activador” del proceso educativo intrafamiliar, y su objetivo principal es lograr la convergencia de las acciones sobre el desarrollo de los niños y niñas, lo cual por tratarse de madres y padres de niños de la primera infancia adquiere una mayor dimensión pues, en la mayoría de los casos, son personas aún muy jóvenes, con un probable desconocimiento apropiado del papel, o se sienten inseguros en cómo ejercer responsablemente su función, porque generalmente no fueron preparados para ello.
No se puede desconocer que, al constituirse una pareja como familia, ambos miembros traen a esa unión los valores, formas de actuar, de pensar que adquieren en sus respectivos hogares y, ya desempeñándose como padres, van acoplando sus concepciones al respecto, sin que a veces lleguen a una real unificación de criterios acerca de cómo enfrentar la delicada tarea de educar a sus hijos y desconozcan, en no pocas ocasiones la gran importancia de esto para la formación del hijo.
En la institución educativa que recibe al menor, los educadores aprecian rápidamente cual ha sido la influencia de la familia como elemento mediatizador en la adquisición del niño o niña en los modos de actuar con los objetos, de relacionarse con las personas, de actuar en diferentes situaciones.
Al centro educativo infantil, le corresponde una acción marcadamente dirigida a desarrollar en el niño y niña habilidades, modos de actuar, hábitos culturales y de aseo, entre otros, para ello es evidente contar con los padres que han de darle continuidad a este proceso, a partir de su comprensión de la necesidad de que el sistema de influencias del hogar no contradiga lo que se establece en la institución.
La proyección del centro educativo hacia la familia puede resumirse en dos palabras: conocer y orientar.
Para conocer aspectos importantes del funcionamiento educativo familiar es necesario la exploración del sistema de vida familiar, mediante diferentes formas de indagación, y donde el equipo educativo de pedagogos, psicólogos, y otros técnicos del centro infantil, pueden abordar este diagnóstico de forma interdisciplinaria que revele con mayor amplitud y precisión la situación familiar.
Son alternativas para lograr el conocimiento del sistema familiar procedimientos tales como la observación de la vida y el funcionamiento familiar, la encuesta o cuestionario, la entrevista a la familia, así como la aplicación de pruebas proyectivas a sus integrantes.
El trabajo de educación familiar consiste fundamentalmente en orientar a los padres en aspectos relacionados con la forma en que ellos pueden y deben darle continuidad al trabajo educativo del centro; lograr que adopten una actitud de cooperación y participación activa de sus hijos menores en la institución, y apoyen sus tareas y objetivos, seguros de que son los más adecuados para obtener los resultados óptimos a los que ambos (familia e institución) aspiran.
El centro de educación infantil ha de involucrar a los padres de forma tal que se logre que de educadores espontáneos e incoherentes, se conviertan en educadores conscientes y capaces de colaborar en el trabajo que se lleve a cabo en la escuela.
En la proyección de la familia hacia el centro infantil las investigaciones realizadas conjuntamente con los resultados de la práctica educativa, han corroborado que la integración de los padres a la propia dinámica del centro infantil, en asociaciones o agrupaciones que colaboran directamente con el centro, dirigidas por ellos mismos, son una vía efectiva de apoyo al trabajo educativo de la institución y a la labor con los propios padres.
Esta acción organizada cohesiona a las familias en torno a los objetivos educacionales, pero también las compromete y propicia su interrelación con la comunidad.
Una vez que la familia, asume responsablemente las tareas necesarias para materializar la continuidad del proceso educativo en el seno del hogar, adquiere un compromiso tácito cuyo cumplimiento en definitiva beneficia, en primer lugar a sus propios hijos.
Las organizaciones de padres en el centro educativo generan tareas dirigidas a garantizar condiciones favorables para el desarrollo del proceso educativo, tales como contribuir a la asistencia y puntualidad de los niños y niñas al centro infantil, apoyar actividades dirigidas a fomentar en los padres, alumnos y personal del centro la conciencia de la importancia del cuidado, conservación y respeto al centro, promover la participación de los padres en el embellecimiento y mejoramiento del centro infantil.
A su vez, al formar parte de la comunidad, generan acciones hacia la misma, que promueven la cooperación de esta hacia la función y la labor educativa del centro infantil.
El sistema educativo en una sociedad cambiante y plural.
Durante el desarrollo de la historia de la humanidad, el problema de la educación ha sido ponerse a la altura de sus tiempos, para ello siempre fue y es necesario preguntarse: ¿Qué tipo de hombre es necesario formar?, ¿Para cuál sociedad se forma?. Todas las teorías pedagógicas han tenido que dar respuesta a estas preguntas; por lo tanto, se puede afirmar que la pedagogía presupone una concepción del hombre como ser social y cultural.
La historia ha dado pruebas de ello, por ejemplo, durante las sociedades feudales y esclavistas, predominaron las formas no escolarizadas en la educación, mediante ellas el Estado garantizaba la formación de las nuevas generaciones, de acuerdo con los intereses de la ideología de la clase dominante. En las escasas escuelas existentes imperaban las concepciones pedagógicas escolásticas, entre ellas el memorismo mecánico, el verbalismo y el dogmatismo, las que se van a mantener en las diferentes etapas de esta época, y en las cuales influidos por la filosofía imperante se plantea a la iglesia como la institución que define la práctica educativa.
Con la llegada del capitalismo como sistema social imperante, hubo grandes transformaciones sociales, la escuela como institución se fortalece, se asume a la educación como una tarea necesaria, la Revolución Industrial, llevada a cabo en Inglaterra, se expande a otros países y estos tienen el urgente reclamo de preparar a las fuerzas productivas para llevar a cabo la modernización Industrial.
Por otra parte la pedagogía evoluciona hacia la forma tradicional, los modelos existentes se proponían lograr el aprendizaje mediante la transmisión de información, siendo una escuela centrada en el educador y no en el educando, y en la que imperaba el autoritarismo, el mecanicismo y la falta de actividad; por tanto el aprendizaje era un proceso de comprensión de la realidad que se incrustaba en los alumnos desde el exterior.
Diversos factores de orden histórico, científico y pedagógico coincidieron para crear condiciones que produjeron cambios en la concepción de los enfoques pedagógicos que condicionaron el surgimiento de otras tendencias pedagógicas, como la de la Escuela Nueva, por nombrar alguna.
En el plano filosófico se impuso el humanismo, que puso al hombre como centro de cualquier actividad y bajo el tema de la defensa de los derechos del individuo, y la libertad, se inauguró en la historia de la escuela un nuevo período.
La Escuela Nueva se nutrirá de estos principios filosóficos y de las críticas a la educación noble y autoritaria vigente en la pedagogía tradicional. Dado lo anterior surgió un nuevo enfoque pedagógico que convertirá al niño y la niña en sujeto, y no en objeto del aprendizaje: la pedagogía de la acción o el activismo, que emergió como una necesidad histórica ante al mecanicismo, autoritarismo y la falta de actividad de la escuela tradicional. La escuela nueva defenderá a partir de su surgimiento, la acción como condición necesaria del aprendizaje. Uno de sus fundadores, Federico Froebel, planteó una concepción muy abierta y activa del niño, su teoría ha tenido un carácter de permanencia en la Educación Infantil, que ha trascendido su modelo.
En la actualidad y por un reclamo de estos tiempos, la pedagogía moderna está abierta a los cambios que el desarrollo de la ciencia y la técnica ponen a disposición del hombre, por otra parte se sustenta en la filosofía humanista, la cual pone al hombre como centro de toda actividad.
De acuerdo con esto en los modelos actuales se debe concebir al niño y a la niña, como centro del proceso docente- educativo, el aprendizaje ha de ser activo, de forma que el niño participe en la construcción del conocimiento, a su vez este aprendizaje ha de ser significativo para el niño, para que pueda apropiarse del legado histórico social de sus tiempos y que generaciones anteriores construyeron.
Además se propone el desarrollo del pensamiento y la creatividad como finalidad de la educación, transformando con ello los contenidos, la secuencia y los métodos pedagógicos vigentes, concibiendo la escuela abierta a la comunidad. Una escuela que recaba del aporte de todos los que participan en la vida del niño y la niña, como planteó Froebel desde sus tiempos.
Las ideas que se desprenden de los párrafos anteriores dan la medida del papel renovador de la escuela en una sociedad cambiante y plural.
En la actualidad una de las cuestiones que enfrenta la pedagogía es la pluralidad, dada por la emigración de los ciudadanos en busca de mejores condiciones de vida, lo que ha generado en el mundo un multiculturalismo, más acentuado por supuesto en las grandes capitales de los países desarrollados.
Esta situación reta a los gobiernos y sistemas educativos para la búsqueda de soluciones para una sociedad cambiante y plural, en la cual la diversidad cultural hay que tomarla en cuenta no ya tan solo por la emigración foránea sino dentro de los propios países, en la emigración del campo a las ciudades.
La emergencia de sectores sociales étnica y culturalmente diferenciados y la creciente importancia que han adquirido en los últimos años en los países, tiene consecuencias importantes sobre la gestión de la vida social de la escuela y de su transformación: todos los movimientos de este tipo se desarrollan en contradicción con el Estado en tanto que este expresa un modelo de organización de la totalidad social fundado sobre la unidad y la homogeneidad, y que opone resistencia o niega su reivindicación principal, la
de ser reconocidos y tratados como diferentes, a lo cual la escuela, como parte del Estado y de la sociedad civil, tiene que asumir una posición adecuada.
La defensa y ampliación de estos espacios educacionales y de gestión son condiciones imprescindibles para asegurar el desarrollo de cada cultura y las demandas en este sentido culminan con la exigencia de diversas formas de autonomía, que implican el reconocimiento de los sistemas sociales culturalmente diferenciados como unidades políticas constitutivas del Estado.
Finalmente, el desarrollo cultural y dentro de este el educacional, no puede verse comprendido como un proceso de sustitución de las prácticas y valores tradicionales por otros adecuados a la construcción de un destino nacional homogéneo, esto es por definición incompatible con el fortalecimiento de las identidades particulares y con el mantenimiento de la diversidad.
El carácter multiétnico y multicultural que ahora se reconoce en las formaciones nacionales demanda una nueva concepción del desarrollo como un impulso desde las culturas, los intereses y las maneras de hacer de las comunidades; una redefinición de los papeles de los diferentes actores en los escenarios locales y nacionales. La escuela como parte de la superestructura social no puede, por lo tanto, estar ajena a esta situación.
Las respuestas (gubernamentales, institucionales y sociales) a las demandas de estos sectores emergentes han promovido programas de ajuste y de descentralización que proponen ciertos grados de transferencia de responsabilidades, de recursos y por tanto de autoridad, a los niveles locales de gestión; incluso la privatización y la desregulación pueden contribuir en alguna medida a este proceso. Campos como los de la educación, la salud, la administración del patrimonio histórico y cultural y el manejo de los recursos naturales no estratégicos, están empezando a ser puestos bajo jurisdicción municipal o comunitaria, e inclusive entregados a manos privadas.
La gestión de las transformaciones sociales no puede ignorar – como lo hizo antes- la presencia de actores organizados en torno a la recuperación y fortalecimiento de sus identidades étnicas y culturales, no puede desestimar la legitimidad de sus reivindicaciones, ni despreciar la dinámica de sus estructuras organizativas.
Desde esta perspectiva el horizonte de las transformaciones debe procurar llevar la diversidad – en tanto un hecho y un hecho conflictivo – a la pluralidad como un carácter de la sociedad, asumido por los gobiernos, las instituciones y los mismos actores, para potenciar su crecimiento. Se trata entonces de construir sociedades (y estados) pluriétnicos y pluriculturales, a partir del reconocimiento, respeto y fomento de una realidad multiétnica y multicultural. Y consecuentemente a transformar de igual manera la escuela en pluriétnicas y pluriculturales.
Las diversas modalidades que se están experimentando en los programas de educación bilingüe ofrecen una buena oportunidad para ilustrar los límites y
posibilidades del diálogo interétnico e intercultural. Hay procesos que privilegian la asimilación de la lengua dominante aunque esto implique el debilitamiento de la lengua materna y den como resultado un bilingüismo sustractivo que progresivamente hace desaparecer la lengua original, utilizada meramente como instrumento de castellanización. Hay programas que buscan la adquisición de una segunda lengua – manteniendo la lengua materna – que crean un bilingüismo activo y, según las circunstancias, grados favorables de biculturalismo.
Hay programas que tienen por objetivo lograr el equilibrio entre las lenguas, incluso revitalizando aquella más débil y convirtiéndola en instrumento de aprendizaje y de la vida cotidiana: estos generan bilingüismo y biculturalismo enriquecedor, es decir plurilingüismo y pluriculturalismo asumidos. El balance entre las lenguas lo es también entre las culturas y en definitiva entre la capacidad de las sociedades que las hablan.
El diálogo entre pueblos y entre culturas puede ser también un mero instrumento de asimilación, o la adición de nuevas habilidades (las de la otra etnia, las de la otra cultura), o el restablecimiento del equilibrio entre los interlocutores, incluso mediante procedimientos de discriminación positiva para el menos favorecido. La construcción de una sociedad plural demanda esta última forma.
Pero el diálogo es algo más que una negociación o un medio de tolerancia. Debe ser entendido como investigación, como debate, como construcción de un horizonte de desarrollo común. Esto implica muchas transformaciones en las políticas y en las prácticas, nuevas metodologías para el trabajo científico y técnico, espacios institucionalizados para concertar intereses, una redistribución de los recursos para la investigación y de los resultados de la misma.
La lucha por el reconocimiento de los derechos colectivos que se desprenden de la especificidad cultural de los diversos pueblos, etnias, regiones, comunidades y clases, ha constituido el eje del desarrollo de la tendencia y muestra un avance notable: un nivel cada vez más alto de estructuración de las demandas como alternativas posibles, y de organización de las culturas y los grupos diversos como actores sociales crecientemente insertados en los escenarios nacionales e internacionales.
La escuela como representante de la sociedad, que es cambiante y cada vez más plural, se transforma en la misma medida que aquella, que ejerce su influencia determinante en su concepción, estructura y organización. Es de esta manera que se atempera a los cambios y al desarrollo social.
Educación y contexto. Factores culturales y lingüísticos
El contexto socioeconómico y cultural es un factor determinante en la concepción que tiene la escuela en una sociedad dada, y que en el momento
actual, mas que una excepción se va constituyendo en la norma, particularmente en los países mas industrializados del norte.
El carácter multiétnico y multicultural que ahora se reconoce en las formaciones nacionales demanda una nueva concepción del desarrollo como un impulso desde las culturas, los intereses y las maneras de hacer de las comunidades; una redefinición de los roles de los diferentes actores en los escenarios locales, nacionales e internacionales, así como condiciones de seguridad sobre los recursos, democracia en las decisiones y justicia en la distribución.
En materia de educación, no sólo implica generalizar programas bilingues en zonas donde los educandos tienen una lengua además de la dominante, o el español como segundo idioma, sino también pasar a un modelo educativo con vocación multicultural, y donde dicha vocación se refleje en contenidos, valores y prácticas pedagógicas. El respeto a la diversidad étnica y cultural, la educación cívica apoyada en la ciudadanía plena y extendida, la pertinencia curricular frente a distintas realidades sociales y culturales con que llegan los niños y niñas a las escuelas, así como el fomento a prácticas comunicativas basadas en el respeto al otro y la reciprocidad en la comprensión, son elementos básicos en este cambio de concepto.
En España, por ejemplo, además de la inmigración externa, que promueve la presencia de factores lingüísticos diversos, está la situación interna que les plantea una realidad educativa a la cual hay que darle una especial atención, pues por un lado tienen el español como la lengua oficial y, por el otro, la de las provincias como el vasco, gallego, catalán, castellano, valenciano, con sus correspondientes impactos culturales.
Esto se manifiesta en diversas problemáticas, que se reflejan en los foros sobre multiculturalidad, y que al respecto señalan condiciones tales como la no consideración de adaptaciones curriculares cuando el alumno de diferente etnia y cultura se incorpora al grupo-clase de referencia, la no existencia de un plan de acogida en el centro educativo coordinado con el de la localidad y con el profesorado para llevar a cabo las acciones necesarias, la no promoción de la intervención del contexto social de forma paralela con la familia para realizar actividades de integración, no se organizan actividades extraescolares, etc.
A tenor de resolver las dificultades planteadas se proponen una serie de medidas:
Ø Implicación de la familia en el proceso educativo de sus hijos, dentro y fuera del centro.
Ø Creación de figuras como: el alumno o maestro mediador cultural que tutorice al nuevo alumno y le posibilite una mejor integración al nuevo medio educativo.
Ø Realización de actividades a nivel local de centro para dar a conocer aspectos de otras culturas: geografía, tradiciones, costumbres, gastronomía, como por ejemplo, celebrar la semana de la cultura del país.
Ø Potenciar la formación a los maestros en esta problemática.
En realidad si el tema de la interculturalidad que se está dando en todos los centros educativos se viera como enriquecimiento cultural y no como un problema, que es como los maestros lo ven según encuestas realizadas, la solución quizás estuviera mas al alcance de la mano.
La cultura se politiza en la medida que la producción de sentido, las imágenes, los símbolos, íconos, conocimientos, unidades informativas, modas y sensibilidades, tienden a imponerse según sean los actores hegemónicos en los medios que difunden todos estos elementos. La escuela, como representante social, es influenciada por este contexto comunicacional, y asume, a veces sin percatarse de ello, las posiciones que se imponen por estos medios, esto es el aspecto negativo en que la influencia del contexto se expresa en la misma.
Mientras avanza, a escala global, un statu quo que globaliza económicamente a la sociedad, asimismo adquiere mayor conflictividad el ámbito de la cultura, la identidad, y la educación. Esta globalización que aparentemente facilitaría la solución de esta problemática (una sociedad multinacional mundial) plantea realmente el reconocimiento unilateral de una cultura como válida frente a otras que se les niega legitimidad, y donde aunque se reconoce la presencia de otras identidades, esto es sólo para degradarlas ontológicamente y, desde allí, hacer de esta jerarquía la estrategia discursiva para justificar la expropiación de tierras y otros recursos, la explotación de mano de obra y la dominación política.
Otra forma expresión del contexto en la escuela es la aculturación, vale decir, la negación de su propio universo simbólico con el fin de disciplinarlos en el trabajo productivo, la ideología del Estado-Nación, el espíritu racionalista y el uso de una lengua dominante. Dicho mecanismo tiene manifestaciones muy diversas: el no reconocimiento del inmigrante en los currículos de la educación formal; la ausencia del componente étnico-cultural en los programas oficiales, la no consideración de los factores lingüísticos diferentes, la no aceptación de la diversidad religiosa o la existencia de currículos que obligan a la asunción de una determinada posición religiosa, entre otros.
Además, la mayor afluencia de migrantes internacionales y fronterizos en los países receptores de Europa Occidental, genera situaciones sociales que gravitan sobre la escuela, como es el aumento del desempleo y el mayor déficit de los servicios sociales básicos provistos por el Estado. Ante esta última situación, se tienden a levantar chivos expiatorios para responsabilizarlos de esta situación: los extranjeros que disputan puestos de trabajo y los beneficios sociales.
Europa se ve hoy atravesada por dinámicas contrapuestas. De una parte la integración europea avanza en distintos ámbitos que reinscriben a sus habitantes en un marco ampliado de pertenencia, marcado por referentes simbólicos tan potentes como la moneda, la residencia jurídica y el derecho al trabajo. Pero al mismo tiempo las migraciones internas en Europa y su impacto
sobre sociedades golpeadas por el desempleo, así como la fuerza de los regionalismos y sus identidades, coloca un cuestionamiento sobre el proyecto de integración europea como sobre la convivencia entre identidades heterogéneas.
La escuela se vuelve reflejo de esta problemática. Desde este punto de vista los programas educativos deben generar una sensibilidad hacia la realidad y las formas de vida de los diferentes grupos sociales que perviven en nuestros días, y por todo ello, el aprender a aceptar a los grupos sociales diferentes, fortalece la capacidad de aceptar a los demás, que pueden también tener creencias y formas distintas. De ahí que el respeto hacia los pueblos étnicos y culturalmente diferentes implica valores éticos profundamente antirracistas, de los que la escuela debe hacerse partícipe.
En síntesis: un multiculturalismo proactivo invita a conciliar la afirmación de la diferencia con la igualdad de oportunidades de los distintos grupos e identidades culturales que recorren el tejido social.
Esta invitación desafía, a la vez, a combinar múltiples campos de acción política, y de diseño y aplicación de políticas. Los foros, convenios y tratados internacionales, así como las constituciones dentro de los países, constituyen una base jurídico-política desde la cual se puede avanzar en esta dirección. Pero si la propia sociedad civil y los sistemas políticos no se movilizan con imaginación e iniciativa, dicha base puede confinarse a letra muerta.
Por otro lado la globalización, tanto económica como comunicacional, va nutriendo a las sociedades nacionales con una diversidad creciente de identidades y proyectos colectivos, lo que provoca riesgos, conflictos y promesas. Y el tiempo apremia si se trata de inclinar la balanza hacia el lado de las promesas.
Sería altamente positivo que los gobiernos, desde sus secretarías de comunicación y organismos colegiados (como asociaciones o colegios de periodistas y comunicadores), trabajen coordinadamente con los medios de comunicación para diseñar estrategias mediáticas que promuevan los valores positivos de la tolerancia, la apertura al otro, el multiculturalismo y la disposición al diálogo intercultural y “trans-fronteras”. Y que prevengan contra toda forma de comunicar que despierte xenofobias, o que estigmatice a los otros (culturales, raciales, territoriales) por el mero hecho de ser otros.
Por tanto la escuela, el maestro, tiene que diversificar la enseñanza, teniendo en cuenta el multiculturalismo. ¿Qué hacer entonces para no imponer un criterio cultural hegemónico, en este sentido que se puede y debe hacer?.
Un objetivo importante del programa escolar, es sentar las bases para fomentar en la sociedad el diálogo y la acción, el respeto y el compromiso. Para lograrlo, el paso previo ha de ser facilitar, en los niños y niñas, la reflexión y la empatía.
En un nivel tan temprano como es la educación infantil el juego debe convertirse en un medio de aprendizaje y toma de contacto con los valores humanos, así como motivar la inquietud de los niños y niñas por otras formas de vida y de cultura, y estimular su curiosidad por conocer y vivenciar.
Estimular la tolerancia y el entendimiento, y desarrollar en estos niños y niñas la conciencia de su participación en la aceptación de los otros niños diferentes, que tienen otras culturas y formas de expresión es importante en la resolución de dichos problemas, pues se van formando valores que en un futuro les permitirán una actuación adulta más responsable y solidaria con los demás.
El educador a su vez requiere de un cambio en su visión de un alumnado homogéneo a otro multidiverso, polifacético, diferente. Para ello requiere de una capacitación que no solo le dé los instrumentos para una labor educativa eficiente con esta aula multicultural a la que se enfrenta, sino también para una trasformación de sus propios esquemas mentales, y de su función como educador.
Este cambio de actitud mental podría promoverse introduciendo en su capacitación temas que abordaran esta problemática, además de aquellos que facilitarían su labor pedagógica con un grupo multiétnico y cultural diverso.
De esta manera se destaca como la educación, representada en la institución escuela, es producto de un contexto, que determina su concepción, estructura y organización, pero que de manera dialéctica actúa a su vez y transforma el contexto, en la medida en que sus alumnos y maestros se transforman a sí mismos a través del proceso educativo.
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