Lecturas seleccionadas para completar o adaptar el tema:
1. La literatura en la etapa infantil.
2. Influencia de la literatura infantil en los niños y niñas.
3. Literatura infantil: Algunas posibles aplicaciones.
4. Los cuentos.
5. Las fábulas y el niño de la etapa infantil.
6. Los poemas.
7. El teatro infantil.
LECTURAS RECOMENDADAS |
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La literatura en la etapa infantil |
La literatura, como creación humana y, por tanto, social, surge como necesidad de expresión estética del hombre y se fija de manera escrita junto con la aparición del signo gráfico. Un camino largo, ligado a la creciente especialización humana, conducirá al surgimiento de los géneros literarios, entre ellos la poesía lírica y épica, el teatro, la novela, el ensayo, y otros.
Si bien la intercomunicación por la vía del arte escrito es a lo largo de los siglos un medio de las personas racionalmente desarrolladas, o mejor, de pensantes adultos, no por ello podemos señalar como inadmisible una literatura paralela dirigida a los niños. La poesía oral de tiempos históricos y un gran número de la del Medioevo y del Renacimiento, están marcadas por pasajes líricos o composiciones dirigidas a los niños.
No es un invento reciente la nana o canción para dormir al niño. El simple fraseo o tarareo de sílabas “inexpresivas” en su unidad, pudo constituir el inicio de tal tradición que continuaría durante siglos. Ese hecho puede encontrarse en cualquier cultura y época histórica. Quizás fue el origen de la expresión artística intercomunicativa del adulto con el niño y de los niños entre sí.
La llamada literatura infantil, como hoy la entendemos, se considera que nace en el siglo XIX, con la profusión de las recopilaciones de cuentos folklóricos, no siempre dirigidos a los niños.
Es cuestionable el hecho de fijar esta situación como el origen mismo de la totalidad de la literatura infantil para niños. Es inobjetable que antes del pasado siglo habían aparecido obras delimitables y expresamente creadas para los niños; la tradición oral, tanto lírica como narrativa, es tan antigua que fallamos menos con decir que la literatura escrita, dirigida y pensada para los niños, se consolida en el siglo XIX, sobre todo por vía de la narrativa.
Ahora bien: ¿es la literatura infantil un género literario? La profusión de las publicaciones indiscriminadas en todo el mundo bajo este titulo genérico y los escasos (y necesarios) concursos donde se presentan diversidad de obras para un premio único, han traído la posible confusión.
Hay que recordar que las divisiones que el hombre establece en ciertos planos, responden muchas veces a contraseñas y convenciones y hasta a la estandarización para evitar confusiones, y que especialmente en la cuestión de los géneros literarios, la división pudiera caer en equívocos serios, como considerar a La divina comedia lo mismo novela que ensayo en verso, o a Facundo como un mero ensayo histórico. Atendiendo a la necesaria división esquemática por la que hoy conocemos los géneros literarios, podemos estudiar de forma mas definida la literatura infantil.
Un cuento, un poema para niños, una novela para adolescentes, una obra de teatro de títeres o con actores reales, pueden ser todas literatura infantil, lo que no pueden ser todas y cada una la misma cosa. En este caso, nos situamos en un área semántica un tanto indefinida. Si podemos respondernos que hay una literatura infantil ya definible, debemos analizar que ella es en si misma un área, una zona de la llamada literatura universal. Es una especialidad por cuanto va dirigida a un amplio publico en formación y, por tanto, no responde a todos los patrones reconocidos para la literatura general o de adultos. Sus diferencias expresivas y hasta temáticas con la otra área de la literatura, hacen de ella una especificidad que reclama sus obras y sus propios clásicos, con independencia de las posibles adaptaciones de las obras de los grandes creadores de la literatura universal.
O sea, se propone estudiar la literatura infantil como área, como zona específica dentro de la literatura universal, con relativa autonomía dentro de esta, dadas sus funciones mas centradas en la formación del niño.
El problema es complejo cuando particularizamos, porque debemos tomar como base de su fundamentación la carga didáctica que en su mayoría poseen estas obras. Entendemos este didactismo no sólo en el sentido de enseñar moralejas y reglas éticas al niño, sino también cuando le enseñamos a buscar o a sentir placer estético, ante una obra de la letra que condensa en ella una emoción vital. Pero, ¿no hace lo mismo la vasta zona literaria que frecuenta el adulto? Puede hacerlo, pero no es su función principal. Ellas se dirigen a un intelecto formado (o deformado, según el lector) y lo ponen a discutir con la obra y consigo mismo, cuando no se trata de un ejercicio mental de entretenimiento.
En el caso del niño, se acumulan otros elementos. Hay en el un agente receptivo y asimilador de proporciones diferentes de las del adulto. El entretenimiento suele tener un grano de enseñanza para él, o sea, un consejo o una mirada lírica a la vida. En una obra literaria que se le dirija o adapte, el niño descubre cosas de su experiencia personal y aprende otras que se confunden en su complejo mundo imaginativo y muchas veces suelen tornarse experiencia vital. Ello puede centrarse en el mensaje, así como en la forma en que se le ha expresado. No le será igualmente grato que se le diga: ¿El mundo es redondo?, con una cara de susto y exclamaciones de terror, que se le exprese lo mismo con suavidad y naturalidad.
Si para un adulto a veces el contenido supera a una forma gastada o poco estética, para el niño ello no se cumple de la misma manera. Que un lagarto se coma una mosca puede ser un hecho natural, de necesaria alimentación, o un hecho cruel, malvado y que le produzca un fuerte disguste al niño, según el punto de vista que se adopte para narrar y la manera en que se le narre. Si la mosca es el personaje central y positivo, terrible es el efecto, pero si lo es el lagarto, nada más natural, salve que este sea algo así como el monstruo de la laguna negra.
Estamos de acuerdo en que la literatura para niños difiere notablemente por la forma de transmitir el mensaje, y por el mensaje mismo, de la literatura para o de adultos. En la infantil mucho menos pueden desatenderse la forma literaria ni el punto de vista con que enfoquemos los temas.
En el orden de los géneros, debemos ser algo más cuidadosos. No vemos por qué no ha de hablarse de lírica infantil cuando leemos el poema de Lorca “Cancioncilla sevillana”:
Amanecía en el naranjel. Abejitas de oro
Buscaban la miel.
¿Dónde estará la miel?
Está en la flor azul, Isabel.
En la flor
del romero aquel. (Sillita de oro para el moro.
Silla de oropel Para su mujer.)
Amanecía en el naranjel.
Únicamente debemos tener un cuidado especial en el caso de la poesía lírica, porque lo que de ella puede ser emocionante y hermoso para un adulto, puede ser incomprensible para el niño, pero casi nunca se da la relación inversa. Conocemos que en infinidad de casos, si no en casi todos, los poemas infantiles pueden causarle placer estético también al adulto. Igual ocurre con los cuentos y otros géneros de ese conglomerado bajo especificidad que se denomina literatura infantil.
La diferencia puede inscribirse en el campo de lo subjetivo: el adulto se emociona y gusta de una creación para o de los niños porque su contenido poético es también poesía para él, pero sabe que es literatura infantil. El niño no puede emocionarse ante obras no escritas para él y que no entiende porque no puede hacerlo, digamos ante una idea brillante de Rodó o un poema admirable extraído de Versos libres. Ello puede demostrarnos que las diferencias entre una y otras zonas o áreas de la literatura artística, no solo del plano formal, científicamente probables por métodos psicológicos y estéticos, sino también del plano de lo emocional, subjetivo. Claro que a la hora de crear o seleccionar obras para la etapa infantil, no debe primar el criterio impresionista, indocumentado, sino científico, para cada circunstancia.
Hay una literatura creada para los niños e incluso pudiera afirmarse que por los propios niños. Ahora bien, ¿niños es un concepto total, homogéneo?, ¿le es lo mismo a un autor crear para las edades entre cero y seis años, como entre seis
y catorce? Esta problemática no se plantea en la literatura para adultos. Un novelista jamás tiene que pensar en si la edad biológica de sus posibles lectores es de veinticinco o setenta y cinco años. Pero no es probable que a un niño de catorce años le guste de igual manera un poema que se le lee a uno de cinco; una misma niña que a los siete años le encantaba “La Bella Durmiente…”, no encontrara un placer de igual naturaleza en el mismo cuento cuando tenga quince años y converse sobre amor o matemáticas con sus amigos y amigas.
Dentro de la propia literatura infantil pueden encontrarse áreas menores, atendiendo a las edades de los niños. Como el niño de la etapa infantil tiene especificidades que lo distinguen del de primaria y ambos se diferencian de la edad juvenil, a la hora de ofrecerles literatura, hay que contar con esas diferencias. Según esto, los intereses, fines, contenidos y formas de la creación artística variarán. Ello, desde luego, no puede conducirnos al extremismo de pensar que no es igualmente valido un poema, como el que citamos de Lorca, para edades diferentes (incluso para la nueva adolescencia de las bisabuelas), todo dependerá en este caso del tono y de la forma con que se le dé y del tono y del modo en que se apropie el receptor de la obra ofrecida. La validez artística, estética, debe sostenerse en cualquier obra, pero en cuanto a lo formal, no puede medirse de la misma manera aquello que se le ofrece a un niño de cuatro o cinco años que a un niño de ocho o diez años, incluso a un adulto. Esto nos conduce al complicado mundo de la preceptiva, de las normas y requisitos, de los qué y cómo y de las sutiles diferenciaciones de los para quién.
Los consejos preceptivos que enuncian una serie de méritos y deméritos que debe o no llenar el creador para niños, suelen hacerse inválidos si no se piensa en la especificidad de las edades. También en este campo ha de cumplirse una meta social: a cada cual según sus necesidades. No hablamos con exactitud cuando nos expresamos en abstracto acerca de la literatura infantil; lo hacemos bien; o mejor, cuando la consideramos como área de la creación artístico – literaria y atendemos a las particularidades de géneros y de lo que dentro de ella necesita cada edad. Para un estudio concreto y para la creación misma. Además no son claros los conceptos “infantil” y “juvenil”, porque dentro de ambos hay especificidades correspondientes a diferentes edades. Lo mismo ocurre cuando hablamos de una literatura para infantil. Habrá de recordarse que los que se ocupan de estudiar este grupo de edades, las subdividen según las características que en cada una se presentan. Los términos edad infantil menor, edad infantil mayor, etcétera, van haciéndosenos familiares a medida que aumenta el estudio y nuestro interés particular por la psicología del niño menor de seis años. Así pues, un estudio de la literatura infantil implica que no se ha de entrar en terrenos monolíticos, sino que se atenderá a todo lo que concierne a las edades de los receptores, unido a las características del género que a los niños se les presenten.
Entre los tres y los seis años, el niño puede asimilar muchísimas cosas que lógicamente no comprendía cuando cumplió su primer año de vida. Luego, la literatura que a una edad u otra se le dirija, oral para ellos, ha de ser diferente.
Un libro de canciones de cuna le seria muy útil a una madre que tiene hijos de estas edades. La mera música y las onomatopeyas constituirán un placer para el niño que aun no sabe hablar o que aprende a hacerlo. Ya cuando tiene cuatro, cinco, seis años, escucha los cuentos con interés, los pide, cuando se les niegan, llora como lo haría por un objeto que desee, quiere siempre que se le haga el mismo cuento y de la misma forma, sin que se le varíe ninguna palabra, hasta que lo memoriza. En esta época, el niño comienza a hacer sus primeros intentos de lectura y escritura, y le fascina el mundo maravilloso de los libros que los adultos pueden entender sin dificultades, de la misma manera que él quisiera hacerlo. Este es el periodo para iniciarlo en la literatura y otras expresiones artísticas que ya se ha procurado hacerles familiares antes de los tres años.
Para iniciar a los niños en la literatura se recurrirá a medios pedagógicos, artísticos y otros. En la edad temprana debe comenzarse por poesías, cuentos y relatos breves, con tramas de animales, juguetes o instrumentos de trabajo. Es también el momento de iniciarlos en el conocimiento más amplio del mundo circundante por vía de la obra artística, para lo que es conveniente un considerable grado de realismo en cuanto a aquello que ven y oyen cotidianamente.
Por investigaciones de científicos dedicados al estudio del niño, conocemos que este comienza a comprender antes de hablar. Gracias a ello, es posible que podamos empezar a educarlos en sentido general desde su nacimiento, y que no tengan que pasar muchos años para que comience a entender y a gustar de obras literarias. La creación literaria influye sobre el desarrollo del lenguaje del niño; una estudiada selección de fonemas y un léxico de gradual complejidad, lo ejercita y le proporciona mayores facilidades en el desarrollo del lenguaje socializado al egocéntrico. La obra artística comienza también a preparar al niño en su gradual desarrollo ideológico, en la asimilación esencial de nuestra ideología como posición vital.
Claro, a este niño no puede leérsele el Emilio o La Celestina, por ejemplo; su nivel de comprensión no alcanza a textos de tal naturaleza, y sólo poco a poco él va desarrollando su esencia de ser social.
A partir de un estudio de la especificidad del lenguaje infantil, de Guiseppe Francescatto, podemos analizar la posibilidad de una literatura para niños menores de tres años. Es algo difícil encontrar un libro de ficción directamente escrito para tales edades, pero no lo es tanto hacer recopilaciones y antológicas en las que no se desechen finas canciones de cuna cuyos contenidos no se resistan a ser considerados poesía. Claro que a tal edad un niño no entendería nada de la “Nana de las cebollas” de Miguel Hernández, porque el gran poeta español no la escribió para el propio niño, sino sobre él. Sin embargo, gran cantidad de hermosos poemas con onomatopeyas, silabizaciones y gorjeos propios para estas edades, producirían los primeros efectos de la iniciación literaria elemental del niño. El investigador italiano que citamos, afirma que el niño está capacitado para darse cuenta de la gramaticalidad de las frases que produce, de la misma manera que está
capacitado para producir nuevas frases gramaticalmente correctas. A ello ha de apuntar la cooperación de parte de esta literatura inicial, que ayudaría a activar el lenguaje infantil. Hay que recordar que una de las capacidades humanas está en no depender tan sólo de la imitación, pero que un niño imite la pronunciación de un grupo de fonemas especialmente estudiado y de palabras propias para su edad, facilitaría en gran medida el desarrollo del lenguaje.
El contenido de lo que se le ofrece, aunque libre, debe a la vez regirse por un círculo de temas afines a los niños, así como ideológicamente dirigidos. Algunos pedagogos y psicólogos han estado de acuerdo en que las primeras percepciones de las relaciones causales del niño suelen ser animistas: el niño considera que cada cosa se mueve como él puede hacerlo. No es nada nocivo ni raro que para el pequeño un pollito hable y pie, un gato maúlle y hable, y lo mismo haga un perro: ladrar y hablar. Cada animal u objeto inanimado posee su sistema expresivo en las sonoridades que emite, en sus colores, etcétera; para el niño estas formas de expresión pueden traducirse en deseos y sentimientos y no le cuesta trabajo “entenderse” en un diálogo con un conejo, con un ratón de juguete, y hasta con la maquinita que rueda por el suelo. La imaginación creadora puede, como ya lo ha hecho, aprovechar estos elementos para introducirse en lo que se ha dado en llamar el “mundo de los niños” o “mundo infantil”.
Cuando de niños muy pequeños se trata, debe tenerse en cuenta el sistema fonético que ya dominen. Algunos investigadores han determinado los primeros sonidos expresivos (no sólo biológicos) que el niño emite, las primeras sílabas y palabras que articula. Ello hay que tenerlo presente a la hora de crear para estas edades. Se ha sostenido, así lo hace Francescatto, que el sistema expresivo del niño no es similar en su estructura a la construcción gramatical del adulto. El creador de obras para niños debe ser, además, un investigador, para determinar la veracidad de estas proposiciones y afirmaciones, y a partir de ellas crear para el niño. Si para el adulto el azar del surrealismo y las dificultades de poetas como Góngora o Mallarmé, entre otros, pueden servir de acicate para reiteradas lecturas, para el niño cualquier creación de tal naturaleza puede ocasionarle aturdimiento. Quizás por eso, en romances y poemas de posible lectura para los niños, Góngora se transforma en un poeta más sencillo. La sencillez, sin renunciar a la calidad estética, es una de las condiciones necesarias para el que escribe en función de las edades de los niños. Sencillez en el sentido gramatical, lógico y psicológico, pero, repetimos, acompañada de la imprescindible belleza estética; que será un factor decisivo para que el niño se apropie de lo creado como cosa suya y, desde luego, con un contenido enfocado desde un correcto punto de vista ideológico.
Cada edad posee un vocabulario y un modo propio de metamorfosear poéticamente la realidad. Ello quiere decir que debe considerarse como innecesaria una batalla contra las metáforas y símiles en la literatura infantil, siempre que se correspondan con el nivel de comprensión de cada niño. Los investigadores Stone y Church afirman que un niño de cuatro años miraba cómo se ordeñaba una vaca y enseguida comentó: “Es como una pistola de agua”. Este ejemplo nos ilustra la facilidad del niño, para comparar cosas que
tiene por sabidas con otras que adquiere como conocimiento. A ello deben estar atentos el educador y el creador, el primero cuando lee o relata, y el segundo cuando escribe. No cabe aquí, menos que en parte alguna, la “inspiración” pura y desinteresada, cuando el autor se propone ofrecer una obra de cualquier género para que el niño la disfrute y en algo le sea útil.
A partir de los tres años, entre los cuatro y los cinco, puede ofrecérsele obras expresamente creadas para él y que ya hará suyas por los contenidos y no solo por los colores y la belleza de las ilustraciones. A partir de aquí, la ilustración no puede llenar espacios para una comprensión facilista, sino que debe dejar pie a la imaginación, no decirlo todo, no opacar con su expresividad el contenido mismo, ya sea la obra didáctica, recreativa o con otros fines determinados. Claro que puede haber libros sólo de variados tipos de ilustraciones y de dibujos, o donde ellos sean lo fundamental y el texto secundario, pero no es este el tipo de libro que aquí tratamos.
Creemos que este asunto de la ilustración debe ser estudiado y tratado por verdaderos especialistas, de manera que no constituya un problema para el niño que llega a la edad escolar y se encuentra conque los textos didácticos son más “serios” porque tienen menos ilustraciones, y se produzca un rechazo hacia ellos. Hay también modos de ilustrar para cada edad, no debe dibujarse a tontas y a locas, por simple inspiración o a gusto de los adultos o niños mayores, se debe poseer como base un estudio previo que garantice que la ilustración no sobrepase al texto, porque en algunos casos el niño prescinde del contenido literario sólo por disfrutar de una lamina o lo que es más grave, no lo acepta porque resultan desagradables los dibujos. Usar en exceso ilustraciones de los propios niños o copia de ellas resulta como imitar sus defectos en el habla, lo cual no coopera al desarrollo gradual de sus habilidades.
Las ilustraciones, como el texto mismo, deben contribuir al esfuerzo mental del niño y no a su acomodamiento.
En el paso de la “etapa realista” a la de “imaginación” al niño no hay que hablarle solamente del piar del pollito y del salto de la rana, sino que, incluso en la etapa media de la edad infantil menor, debe comenzar a asimilar obras que le van a ser útiles de mil maneras.
Una selección de cuentos de Grimm, Andersen, Perrault y los de otros creadores, sin duda alguna aportaran un mundo enriquecido al niño. Como ha afirmado el gran poeta Eliseo Diego, los niños tienen mucho que aprender en los llamados clásicos de la literatura infantil; en ellos encontramos cuentos y relatos de la fantasía popular universalizados, que les enriquecen la imaginación; no hay que desecharlos por dañinos, lo que hay que velar es la dosis en que se suministren ni demasiado, para que los niños no se emboten con ellos y lleguen a cambiar lo real por lo imaginario, ni demasiado poco, para que no lleguen a ser ingenieros sin inventiva o deportistas sin imaginación.
Los cuentos con mucha fantasía, incluso con algún acto de magia positiva, en la que el bien se enfrente al mal y lo venza, no perjudican al niño. No debemos renunciar a lo que los siglos nos han ido acumulando, pero tampoco debemos dejar al futuro la creación de una literatura infantil de nuestra época.
Hemos pretendido expresar algunas ideas en torno a la literatura infantil e invitar a creadores, investigadores, seleccionadores y adaptadores a definir desde sus puntos de vista las opiniones que les correspondan, de manera que un amplio intercambio de ideas ayude a aparecer en escala mayor (cualitativa y cuantitativamente) esa literatura que nuestros niños necesitan.
Es un objetivo inmediato crear la literatura que los niños necesitan y como la necesitan; para ello no podemos eludir la responsabilidad del estudio, de la investigación sistemática y no eventual y continuar discutiendo qué es lo correcto y qué lo incorrecto desde firmes criterios clasistas, y que ello nos sirva para crear y alcanzar la calidad requerida.
A propósito de la iniciación literaria
“Urge que el niño adquiera el amor a la literatura. Infundir ese amor es tarea que requiere amor y perseverancia. Entre nosotros, en la América española, precisa aun más: requiere sacrificio de tiempo y actividad. Creo, naturalmente, que los educadores no harían bien en limitarse a las lecturas del libro que hayan adoptado para las clases; deben, de cuando en cuando, dar a conocer a los alumnos obras diversas que sirvan para despertarle la curiosidad…” Ha afirmado Pedro Henriquez Ureña.
En reiteradas ocasiones hemos oído hablar o hemos hablado acerca de lo importante que resulta iniciar al niño, desde los primeros años de vida, en el arte de literatura; afirmándonos en ello, podemos añadir que no es sólo importante, sino necesario inducir a los más pequeños en esta manifestación de arte, pues para que logren adquirir la cultura que les será provechosa, así como los conocimientos científicos que habrán de recibir en toda su vida, es imprescindible que adquieran una base cultural que la literatura puede ayudarles a formar.
No debemos olvidar que la literatura abre el camino para la comprensión de la belleza, y que si el niño desde pequeño se inicia en este arte (que sienta y comprenda un cuento, que disfrute al oír o decir el mismo una poesía), será mucho más capaz de dominar el mundo, no solo de las letras, sino también el de las ciencias. De esta forma se prepara para la vida y podrá soñar, imaginar crear por sí mismo.
Por eso resulta tan importante la simple acción de cantar al recién nacido, ya que así su oído se acostumbra a los “sonidos dulces y suaves”, además de percibir las palabras que, aunque a esta edad no entienden, los van preparando para su desarrollo futuro.
La tarea de iniciar a los niños en el conocimiento de la literatura no resulta fácil; Pedro Henríquez Ureña plantea que “requiere sacrificio y dedicación”, y es cierto. No es una tarea de un día; la actividad de la literatura requiere sistematización y tiempo. Debe comenzarse, repetimos, muy temprano, desde los primeros años de vida, con la primera canción de cuna (una de las manifestaciones literarias con las que inicialmente se relaciona el hombre), con simples rimas y sencillos poemas que los vayan introduciendo en su medio, a la vez que les proporcionen placer, goce estético.
Resulta, pues, sumamente importante cantarles o recitarles poemas breves desde muy pequeños. En nuestra lengua existe un sin número de canciones de este tipo, conocidas por todos; veamos algunos ejemplos:
SEÑORA SANTANA
– Señora Santana, por qué llora el niño?
– Por una naranja que se le ha perdido.
– Yo le daré una, yo le daré dos.
– El quiere la suya que se le perdió.
¿Qué niño no ha oído en sus primeros días de nacido esta u otras de las nanas que siguen?
Duérmete mi niño, Duérmete mi amor, duérmete pedazo, de mi corazón.
Este niño lindo que nació de día
quiere que lo lleven a la dulcería.
Palomita blanca, pico de carmín, llévale besitos a mi chiquitín.
Estas nanas y arrullos, y otros como el “Pin pon”, “Cinco lobitos”, “Aserrín aserrán”, han gustado, divierten y siguen gustando a los niños. Son muy sencillos y alegran a estos desde muy pequeños, además de que entre ellos y el adulto que se las canta se establecen relaciones afectuosas que perduraran para toda la vida.
Es necesario planear que para realizar estas actividades, aparentemente tan sencillas, el educador debe prepararse con esmero al igual que si va a
presentar algunas rimas u otro tipo de poema a los niños.
Hasta aquí nos hemos referido a las canciones y las rimas que se presentan a los más chiquitos, fundamentalmente en las actividades programadas del centro infantil. Sin embargo, es necesario que a los niños se les den a conocer estas y otras diversas obras que despierten su curiosidad y favorezcan su educación estética en las horas de la actividad independiente.
No sólo se ha de trabajar con las obras que plantea el programa educativo. A veces los niños piden al educador que cante algo, o que diga una poesía o lea un cuento, o es el propio educador el que una vez conocido un nuevo libro, elige algunos poemas o cuentos para los niños. En nuestra opinión, esto resulta muy beneficioso e importante, pues en la medida en que seamos capaces de enriquecer el horizonte cultural de los niños, en el grado en que logremos desarrollarlos polifacéticamente, podremos plantear que hemos sido capaces de satisfacer la necesidad de ese “algo más” que siente el niño como persona.
Para concluir, queremos repetir que resulta muy importante realizar un trabajo sistemático y profundo en la labor de iniciar a los niños en el conocimiento de la literatura desde los primeros años de vida. Si ellos sienten la belleza de un poema, están preparándose para sentir también la de todo aquello que los rodea; si aprenden a amar un libro, una lamina; si disfrutan con un amanecer, o con una puesta de sol; si son capaces de observar y mirar como brilla el rocío, una simple gota de este sobre una flor o una hoja, se están preparando para sentir con posterioridad amor por la naturaleza, amor por las diferentes manifestaciones del arte, serán a su vez hombres capaces de trabajar por crear con sus propias manos esa belleza o de luchar por hacerla duradera.
La literatura en la edad infantil.
La literatura infantil es un concepto relativamente nuevo Y’ como parte de la literatura general, es además un reflejo artístico de la historia y la vida humanas, adaptadas a la comprensión de los niños de etapa infantil y de primaria.
Por medio de la literatura, el niño se pone en contacto con la creación artística y conoce elementos de historia, de geografía, de ciencia, muy sencillos y asequibles para su edad. Gracias a ella conoce la vida intelectual, moral y cultural de su pueblo, lo que significa comenzar a conocer la vida humana en su proceso evolutivo.
Hasta hace poco la narración por si misma era considerada una actividad literaria. No estamos en desacuerdo total con este criterio. Sin embargo, cuando se trata de una actividad docente, el uso de la literatura cobra un nuevo valor, y se convierte en un excelente medio de educación y enseñanza.
Quiere esto decir que una actividad de narración no consiste sólo en la propia
actividad narrativa, sino que, además, requiere estudio, elaboración, interpretación, evaluación y comentario.
Como parte del arte, la literatura infantil permite a los niños apreciar y valorar la vida que los rodea, a la vez que la van conociendo. Por supuesto, la literatura no estudia un aspecto aislado de la realidad; por el contrario, cuando se les dedica a los más pequeños ha de reflejar aquellos elementos de la vida más cercanos a ellos y que, por estar relacionados con la propia vida infantil, les resultan más interesantes.
Entonces, cabe preguntarnos: ¿por qué enseñamos literatura a los niños de edad infantil? Es conocido que las primeras relaciones del niño con la literatura se producen en el hogar, inmediatamente después del nacimiento, casi siempre por medio de la madre, que le canta nanas y lo arrulla tan pronto como lo siente a su lado.
Se hace necesario plantear otra pregunta: ¿por qué en esa etapa de la vida la madre busca tiempo, y lo encuentra, para atender esta faceta tan importante de la educación, y en la medida que crece el niño disminuye el tiempo que se le dedica a esta actividad? ¿Es que cesa esta necesidad en el niño cuando crece? Nada más erróneo. No cabe duda de que el niño guarda en su mente y en su corazón estos cantos, cuentos y poemas que por primera vez oyó. Por eso resultan tan importantes.
La literatura se relaciona de forma peculiar con los otros elementos de la cultura y, por supuesto, también la literatura infantil. La historia se refleja en ella, y hechos que desde el punto de vista histórico se escapan a la comprensión infantil, resultan asimilables cuando se los presentan en forma literaria, porque la literatura narra el hecho o lo canta de una manera diferente, especial podríamos decir.
La literatura refleja la vida de los pueblos, que es en esencia su propia historia, pero no se limita a mostrar externo del hecho, sino que simultáneamente muestra lo interno. De esto resulta que cuando los niños se relacionan con la literatura de su pueblo, están aprendiendo a conocer e interpretar la vida que transcurre en su medio, que no es más que su propia vida y la de los seres más cercanos de igual modo comienzan a conocer la vida de otros países cuando se relacionan con la literatura de esos pueblos.
Por supuesto, la literatura que se presenta a los niños no pretende hacerlos escritores, literatos, pero si se propone interesarlos en esta rama del arte; disciplinar sus facultades intelectuales, enseñarlos a escuchar, recordar y expresar sus criterios; enseñarlos a tener iniciativas y opiniones propias, y a asimilar el mensaje estético, ético, de la obra.
Simultáneamente estas actividades favorecen la educación de su atención, de su memoria, e influyen de manera positiva en el desarrollo de su agilidad mental, y a la vez los enseña a tener confianza en sí mismos.
Cuando observamos una actividad de literatura en un grupo de niños, nos percatamos de que ellos sienten tanta felicidad en estas actividades, manifiestan tanto gusto por los cuentos y poemas que escuchan, que parecen verdaderos estudiantes de literatura. Sucede esto, porque en tales actividades los niños no se distraen y siguen su desarrollo con interés y placer, gracias precisamente a la obra literaria.
Está demostrado que la literatura ocupa un sitio principalísimo en la educación y enseñanza del individuo. Pero a veces ocurre que no se le atribuye el lugar que verdaderamente le corresponde, y llega hasta creerse que ella se explica por si misma y no necesita de la reflexión. Gran error, sobre todo cuando se dedica a los niños de etapa infantil.
Nadie lee por leer, todos perseguimos un fin. No debemos pensar que cuando los niños piden, una y otra vez, un mismo cuento, un mismo poema, lo hacen per capricho. De este modo ellos satisfacen una necesidad. Y esta necesidad puede ser, entre otras, estética, ética o intelectual. Ellos sienten placer con los cuentos o poemas que escuchan, los cuales hablan más a sus sentimientos que a su intelecto; pudiera ocurrir que ante una duda de carácter moral, consciente o no, pidan un cuento conocido para aplicarlo a la situación concreta que tratan de aclarar. También puede suceder que los niños deseen un cuento o un poema para verse retratados en el texto, ya que cuando ellos se identifican con un personaje tratan de parecerse a él.
La experiencia demuestra que los niños que frecuentemente escuchan cuentos y poemas en el hogar, se manifiestan mucho más interesados en la actividad de literatura en el centro infantil. ¿Por qué ocurre esto? Porque en el hogar siempre escuchan el cuento o el poema de su preferencia. Por eso cautivan mucho más su interés cuando se les relatan nuevos cuentos, y poco a poco, con un trabajo sistemático, se acostumbran a descifrar y entender el pensamiento del autor.
Se puede afirmar que los niños que desde una edad temprana han aprendido a sentir complacencia ante una obra literaria, por supuesto, no de manera casual ni esporádica, sino porque se les ha enseñado, acaban per adquirir el habito, la afición por la buena literatura, y el leer y conocer nuevas obras llega a ser para ellos una necesidad, cuando posteriormente son capaces de leer per si mismos.
Resulta oportuno para aquellos que enseñan literatura a los niños de edad infantil, tener en cuenta le siguiente: cuando se les narra o lee un cuento, cuando se dice un poema, ellos no se limitan a escuchar, sine que a la vez esta actividad se ve acompañada de otra no menos importante.
Se produce un intenso trabajo de lenguaje y pensamiento interiores que favorece su desarrollo intelectual. Esto ayuda, a su vez, a la mejor interpretación de lo que escuchan y se comienza su preparación para que, posteriormente, sean capaces de efectuar una lectura independiente, fructífera. cuando hayan llegado a las siguientes etapas escolares.
Si seguimos analizando todo lo que la literatura proporciona a los niños, observaremos su beneficiosa influencia en la formación del carácter; o sea, el fin principal es proporcionar goce estético, pero este se acompaña con esa influencia beneficiosa que repercute en el desarrollo de los diferentes aspectos de su personalidad.
Durante esta edad los niños están en proceso constante de desarrollo, asimilación y conocimiento del medio que los rodea, tanto en el orden físico, material, como en el espiritual. Uno de los medios para influir en este proceso es sin duda la literatura.
La literatura les habla de animales y plantas que integran la flora y fauna de su país, o las de otros países; les evoca sus juegos y juguetes preferidos, y los que son de la preferencia de otros niños; les habla de los sueños de los hombres, irrealizables a veces, pero que con el decursar del tiempo dejan de serlo.
La literatura muchas veces es un complemento de otras disciplinas, y en especial, la dedicada a los niños se relaciona con las áreas de conocimiento de la naturaleza, desarrollo del lenguaje, conocimiento de la vida social, etcétera, llegando a ser, en muchas oportunidades, un complemento indispensable de éstas.
Después de conocer un cuento o un poema que hablen sobre un fenómeno de la naturaleza, por ejemplo, si los niños tienen la oportunidad de observarlo en la realidad, les resultará mucho más agradable y le prestarán más atención. Si conocen un poema que hable sobre un río y posteriormente observan un río, querrán ver detenidamente cómo se deslizan sus aguas, cómo flota en ellas un barco de papel o qué plantas adornan sus orillas. Al oír de nuevo el poema o el cuento, verán con los ojos la imaginación la escena de la naturaleza que con tanto interés observaron, y esto favorece el desarrollo de su capacidad de percepción.
La literatura habla no solo a la inteligencia de los niños, sino a su corazón, y en ambos casos se favorece su educación y su formación en general. En esta etapa de la vida, los niños son como los arboles que se preparan para florecer. Todo depende del riego y el cuidado del hombre. Lo más importante es aprovechar el momento, y el árbol dará sus frutos.
En toda obra literaria hay un sujeto, alguien que realiza una acción determinada.
Esto no ocurre así de manera fortuita; dialécticamente hablando, siempre se debe a una causa y tiene sus consecuencias. Por tanto, estamos en presencia de un medio que puede poner a los niños en contacto con la vida política, social, económica, cultural, científica, moral… de su país o de otro cualquiera, y por supuesto siempre se les proporciona algún conocimiento.
Si, por ejemplo, presentamos a los niños del quinto año de vida el cuento popular ruso “Mashenka y el oso”, y les decimos que se trata de un cuento que oyen con mucha frecuencia los niños de Rusia, y nos referimos a este país con admiración y cariño, no sólo oirán y aprenderán el cuento, sino que, además, aprenderán algo en relación con ese país, lejano en distancia del nuestro, pero muy cercano en ideales y fines.
Otro aspecto que debemos tener en cuenta al seleccionar los cuentos o poesías que vamos a presentar a los niños, es que por su medio ponemos al alcance de los pequeños los diferentes aspectos de la vida social, de forma agradable e interesante. La obra que les presentemos puede referirse a acciones presentes o pasadas, y cuando narremos un hecho real, aunque de forma literaria, los niños han de saber que les contamos algo que ocurrió realmente. Por eso hay que diferenciarles muy bien los cuentos de los relatos; la narración puede ser completamente ficticia o puede no serlo tanto, claro está sin entrar en explicaciones de conceptos.
Pero si resulta importante para ellos conocer que a veces les contamos cosas sólo existentes en la imaginación del autor y otras veces cosas que realmente ha ocurrido. No obstante, en cualquiera de los casos, afirmarse que la literatura cumple siempre un fin educativo. Esta afirmación se puede fundamentar en los valores que ya le hemos atribuido a la literatura y en los siguientes.
Ella se relaciona directa y estrechamente con el desarrollo y asimilación de la lengua materna (asimilación del vocabulario, desarrollo del lenguaje, asimilación de las estructuras gramaticales, desarrollo del lenguaje coherente), con la educación moral y con la estética.
Como su forma de manifestarse resulta agradable, por su lenguaje rico y metafórico, en muchas oportunidades se emplea también en la enseñanza de la música, del dibujo, etcétera. Debido a su sencillez, su frescura, su contenido, llega mejor y más rápido al intelecto infantil, pasando primero por el corazón.
El contenido de la obra seleccionada debe ser de tal naturaleza que haga posible que el niño lo comente, lo entienda y pueda relacionarlo con los hechos y experiencias de su propia vida o la vida que lo rodea.
En algunas ocasiones una simple poesía puede bastar para relacionar a los niños con un hecho histórico y, en algunas oportunidades, esta resulta la única forma recomendable.
La flora y la fauna de un país influyen en las tendencias y costumbres de su pueblo. Cuando narramos o contamos a los niños sobre estos elementos de la naturaleza, se les está iniciando en algunos conocimientos geográficos sencillos, que resultan imprescindibles con posterioridad, cuando arriban a la edad escolar.
Los valores educativos de la literatura son incalculables, y hasta se pueden menospreciar cuando no se hace un análisis profundo de todo lo que puede
proporcionar, tanto por su forma como por su contenido. Veamos:
Ö Educa la inteligencia.
Ö Favorece el desarrollo del lenguaje y el pensamiento.
Ö Influye en la favorable formación y desarrollo de la imaginación creadora.
Ö Educa en los niños el sentimiento humanitario.
Ö Educa moral y éticamente.
Analizando sólo estos aspectos, vemos que por sus valores extrínsecos e intrínsecos, con su empleo se favorece el desarrollo intelectual y espiritual del niño.
Sobre la literatura y sus valores se ha discutido con amplitud, y son muchos los criterios que existen al respecto. Mientras para algunos sólo tiene valores formales, para otros, y este es nuestro criterio, tiene, además, valores educativos. De tal forma, para unos la literatura es un mero entretenimiento, sin otras consecuencias, y otros pensamos que a la vez que entretiene, educa.
Si nos atenemos al primero de los criterios expuestos, restaremos valores a la literatura cuando se la dedica a los niños, pues vendría a ser como ofrecer a los niños algo que no tiene aplicación practica alguna, algo que ni siquiera serviría como ejercicio formal de educación; en nuestro criterio, por el mero hecho de entretener valdría muy poco la pena ofrecerla a los niños. Pensamos que la literatura artística infantil tiene enormes valores formales y prácticos, educativos. En ella aparecen actuaciones buenas y malas, y ejemplos dignos de seguirse. Según resulten buenas o malas esas actuaciones, serán sus resultados, y cuando los niños aprenden a valorarlas, ya están aprendiendo mucho. Ya están aprendiendo que lo mejor es ser bueno y así empiezan a interiorizar una conducta moral.
Si ponemos ante el niño un cuento en el que uno de los personajes, por ejemplo un perro, roba un hueso que no le pertenece, el niño conoce que el animal merece y recibe un castigo; mientras si otro perro comparte su hueso con un amigo, recibe un premio.
Las actuaciones de ambos personajes, aprobadas o reprobadas por el niño, de hecho lo están educando.
La literatura en sus relaciones con la historia nos presenta hechos ocurridos, o que suceden actualmente. También puede plantear cosas que pueden ocurrir, como sucede cuando se relaciona con el trabajo de los hombres o con sus descubrimientos científicos, etcétera. Son múltiples los hechos que por medios literarios se presentan a los niños. Cuando estos, con ayuda del adulto, valoran las acciones ocurridas y se identifican con los personajes positivos, empiezan a querer ser mejores, pues comprenden que las malas acciones siempre resultan reprobadas.
La literatura también enseña a los niños la importancia que tiene el trabajo para
la vida de los hombres y, simultáneamente, los diferentes oficios y profesiones que estos realizan; les enseña el valor del esfuerzo y la perseverancia, el valor de la cooperación y la ayuda mutua; les enseña a valorar las conductas honradas y valientes; les enseña que los pueblos trabajadores y virtuosos siempre triunfan.
Uno de los principales valores que en nuestro criterio debe caracterizar a la buena obra literaria infantil es su contenido moral, en el sentido más amplio de la palabra, pues ella está presente en todas las actividades humanas.
Por la literatura pasa la vida de la patria, dada en su flora, su fauna, sus hechos históricos, sus héroes … De ahí nuestra opinión: la literatura enseña a conocer más y mejor la tierra natal, y también conduce al niño a quererla y respetarla más.
En conclusión, por medio de la literatura se enseña a los pequeños las hazañas de los héroes del pasado y del presente, aprenden a conocer la existencia de lo bueno y lo bello de la vida; por ese medio también se influye favorablemente en la educación de una conducta moral acorde, con los principios que rigen en nuestra sociedad, y esto ocurre así porque el niño que se ejercita en la actividad literaria:
Ö Valora lo positivo y negativo en las acciones de los personajes.
Ö Aprende la necesidad de cumplir con el deber que tiene todo ser humano.
Ö Conoce la vida de su país y aprende a amarlo.
Ö Entiende que no todos los hombres actúan de idéntica manera y algunos lo hacen incorrectamente.
La palabra artística en la educación de los niños.
La literatura expresa la belleza por medio de la palabra, de la palabra artística, y por eso, su manifestación en cualquiera de las siguientes formas: cuentos, adivinanzas, relatos, trabalenguas, refranes, proverbios, fábulas… son consideradas como un medio de educación para los niños.
La literatura artística ayuda a explicar a los niños la vida, el trabajo de los hombres y los hechos históricos más importantes, así como la vida de los demás.
Sabemos que el viento mece las pencas de las palmas con más o menos suavidad. Sin embargo, no es lo mismo decir que las palmas se mecían con el viento, a decir que las palmas eran peinadas por el viento. Como vemos, la imagen que surge en nuestro pensamiento es completamente diferente, una es más bella que la otra. Los niños también notan esta diferencia. Cuando escuchan obras literarias, un cuento, una poesía, aprenden a establecer comparaciones, a decir cómo son las cosas, o qué hacen, o para qué sirven, de una forma distinta, de una manera más bella.
Esto no quiere decir que pretendamos que los niños se expresen repitiendo las palabras aprendidas en todo momento, al pie de la letra, que hablen siempre con un lenguaje literario, o que sea una absoluta necesidad que conozcan todo el vocabulario de una obra. Unas veces se aumenta el léxico infantil, otras se favorece el desarrollo de su oído. Y aun hay más: sabemos que ellos se encantan con los juegos de palabras y no exigen ni necesitan su explicación. Como les gustan, piden una y otra vez cuentos o poesías que reúnan estas características.
Al respecto dice Beatriz Capizzano de Capalbo en su libro Iniciación literaria:
Creo que el niño ama especialmente lo que no entiende. Hace poco que aprendió a hablar, y supone que no solo aprendió para expresar sentimientos y, sobre todo, necesidades, sino que también aprendió a hablar por hablar, a enamorarse muy temprano del simple sonido de las palabras y de sus posibilidades de juego; es la misma edad de los pueblos primitivos, que usan la palabra con un sentido mágico o como conjuro. Seleccionar los versos en la medida en que sean absolutamente comprensibles es un acto insensato.
Los niños aman los juegos de palabras, y se preocupan poco o nada por averiguar qué significan esas palabras, sobre todo en los primeros años de la vida. Si los vocablos halagan el oído, tal es el caso de “Para dormir a un negrito”, de Emilio Ballagas, los niños del quinto o sexto años de vida, que gustan de oírla, saborean el: Mi chiviricoqui /mi chiviricocó, sin que se les ocurra preguntar qué significan esas palabras. Por supuesto, seleccionar versos de manera que todas las palabras sean perfectamente comprensibles, resulta harto difícil cuando no imposible, y aun más, las palabras por si solas nos dicen poco o nada, su verdadero sentido lo adquieren en el texto, y es así como las reciben los niños, en expresiones completas, relacionadas con el mundo que conocen o aprenden a conocer. Los niños a veces nos entienden mejor, mucho mejor, de lo que nosotros imaginamos.
En nuestro criterio, los niños entienden muy bien el lenguaje poético, porque su propia vida es una gran poesía.
Con cuanto gusto escuchan los pequeños cuentos como “El Gallo Kirico” o “La Ratita Presumida”, en los que se repiten siempre un grupo de palabras. La narración o la recitación influye y favorece el desarrollo infantil, pues de acuerdo con el análisis efectuado hasta ahora, observamos que cuando escuchan o aprenden un cuento o un poema, o sencillamente oyen un refrán, su vocabulario se enriquece con palabras nuevas, más bellas. Y esas palabras si comienzan a tener para ellos una significación concreta, a la vez amplían su manera de expresarse. Por ejemplo, al oír a un niño del cuarto año de vida (tres años) usar el vocablo gatito para referirse a un gato pequeño, y no gatico, como usualmente se dice en algunos lugares, ya observamos un enriquecimiento en su manera de expresarse. Si analizamos ambos términos,
entre ellos existe un matiz que los diferencia, un matiz tal vez sólo de sentimiento de belleza, y esa es una sutileza del lenguaje que comienza a ser conocida y asimilada por un niño pequeño, de sólo tres años.
Con independencia de que la literatura posee un primer fin estético, gracias a ella el niño aprende muchas cosas que tal vez de otra manera no seria posible. Ahí se cumple un fin didáctico de toda obra literaria.
Por supuesto, cuando la obra literaria no lleva un nuevo conocimiento (no siempre ha de ocurrir así), también educa, pues forma estéticamente, y esa es una importante esfera de la educación de la personalidad. Por eso pensamos que el buen pedagogo, siempre que lee, recita o narra algo a sus niños, encontrará algo que enseñarles. Y además, será capaz de hacerse comprender por sus pequeños oyentes. Por supuesto, ya se ha dicho que si existiera alguna palabra incomprensible y absolutamente necesaria para la cabal comprensión del texto, siempre habrá tiempo de explicarla con antelación, de manera que cuando los niños vayan a familiarizarse con la obra literaria, ya la conozcan.
En conclusión, cuando la obra ofrece un nuevo concepto, un nuevo contenido, favorece la educación intelectual; cuando es empleada para actividades en que se favorezca el desarrollo de movimientos, influye en la educación física; cuando ofrece una máxima moral, educa éticamente. En fin, que en cualquier forma que se emplee, la literatura siempre educa algún aspecto de la personalidad infantil.
LECTURAS RECOMENDADAS |
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Influencia de la literatura infantil en los niños y niñas |
La literatura infantil en la educación moral de la infancia temprana y preescolar.
La educación moral es uno de los elementos que componen la educación integral, que es: “La formación multilateral y armónica del ser humano, mediante la conjunción de una educación física, intelectual, científico-técnica, moral y estética”.
El tema que nos ocupa es la educación moral y la influencia que en su desarrollo tiene la literatura infantil. Los niños del 1er. y 2º ciclo de la etapa de educación infantil son fácilmente impresionables, y si aprovechamos esa capacidad de emoción, podemos decir, que la literatura infantil constituye un medio magnífico para favorecer su desarrollo moral, basados en la gran influencia que ejerce en sus sentimientos y en su emotividad.
Sin embargo, a pesar de lo expuesto hasta aquí, no debemos pensar que resulta fácil la tarea de la educación moral de los niños y niñas desde las edades iniciales, pues debido a las características propias de estas edades, aún no son capaces de distinguir lo bueno de lo malo, y mucho menos de determinar cómo actuar correctamente. Y debido a estas peculiaridades de la edad, por lo que, la influencia del adulto, acompañada de diferentes medios, resulta tan importante en este período de la vida.
Las tareas fundamentales de la educación moral de los niños de edad temprana consiste en lo siguiente: educación de las premisas del humanitarismo, relaciones sociales de los niños con los adultos (cumplimiento de reglas elementales de urbanidad, de buena voluntad, de preocupación por los seres más cercanos, etc.), educación del colectivismo, formación de relaciones positivas entre los niños, promoción del amor a los demás, del respeto y simpatía por los adultos. Una tarea de singular importancia es la educación del amor al trabajo, que se manifiesta en el deseo y la habilidad de trabajar.
Para cumplir con estas tareas resulta beneficioso influir en los sentimientos de los niños, y la literatura infantil, por las características del lenguaje que emplea y por los personajes que se presentan en los cuentos y poesías, es sumamente recomendable.
Es una verdad incuestionable la necesidad de cultivar la inteligencia infantil, pero simultáneamente ha de trabajarse por el desarrollo y la educación moral, sin olvidar que la literatura es un medio importante para el enriquecimiento mental, cultural y sobre todo emocional.
Por esto a los niños de esta etapa, a la vez que se les enseña, hay que orientarlos en la diferenciación del bien y del mal, en cómo actuar correctamente,etc. Esta enseñanza y educación, así como la formación de hábitos y costumbres morales, hay que iniciarlos desde los primeros años de vida, pues son necesarios para todos los seres humanos, pero para los más pequeños revisten una importancia mucho mayor. La educación moral, por tanto, se impone como una necesidad en estos primeros años de vida.
Estas tareas, a las que nos hemos referido con anterioridad, pueden cumplirse con el uso de obras literarias que, a la vez que enseñan a los niños a conocer a su medio, o su vida social ( ya que no siempre se presenta la oportunidad de observar las cosas de manera directa, y la literatura se convierte en un medio trasmisor de la realidad), los eduque moralmente en cualquiera de los aspectos comprendidos en esta área de educación. Una vez que se ha trabajado una obra literaria, se puede reforzar el trabajo si el educador se preocupa por desarrollar en los niños las buenas inclinaciones, por lograr que reciban ejemplos positivos; si vela y trabaja por desarrollar la voluntad,etc.
Se ha dicho innumerables veces que la belleza está muy cerca de la bondad. De ahí, lo importante que resulta el hecho de que el educador se preocupe por lograr que los niños, confiados a él, sean sencibles a lo bello de la naturaleza, de la vida, del arte. Si logramos que los niños imiten un modelo correcto en la vida diaria, modelo que puede ser presentado en las obras literarias con que se trabaje, y que se llenen de emociones positivas ante la belleza de ese medio natural y social que los rodea, tratarán de buscar esa belleza por sí mismos, y aprenderán también a crearla.
En el proceso de la educación moral es importante no sólo la palabra del educador, sino su tono de voz, su firmeza, la emotividad de su lenguaje, la dulzura de su voz, y sobre todo su propio ejemplo. Es fundamental, además, que el educador sienta lo que dice, que lo demuestre con su actitud, y por supuesto, que establezca relaciones positivas de afecto con los niños, pues esa afectividad favorece mucho la realización de las tareas de la educación moral.
Veamos algunos ejemplos en relación con la influencia que la obra literaria ejerce en la educación moral.
Puede ser el caso del niño que no cumple las órdenes de los adultos; el educador narra el cuento “El pollito desobediente”, de Marta E. Salotti, y destaca cómo el pollito se perdió por no atender a los consejos de mamá, y el gran susto que pasó cuando se encontró con el lobo, y lo fuerte que le latía el corazón: tic-toc, tic-toc.
Sabemos que los cuentos, al igual que las poesías, satisfacen los anhelos de lo fabuloso que sienten los niños, y cómo ellos se adentran en su mundo irreal, imaginario. También podemos afirmar que la poesía es un medio eficaz cuando de los valores espirituales se trata.
Por eso le damos tanta importancia a su empleo en la educación de los niños.
Recomendamos que siempre que se vaya a trabajar una obra literaria en la actividad programada con fines de educación moral, se desarrolle previamente una conversación introductoria, que relacione a los niños con el tema que se va a tratar. Una vez que se ha efectuado esta conversación, se los invita a escuchar el cuento o la poesía. En el trabajo se puede seguir cualquiera de las metodologías orientadas. Queremos resaltar que decimos conversación, lo que quiere decir que el educador tratará, por todos los medios a su alcance, de lograr que todos los niños participen en la conversación, de acuerdo con las experiencias y conocimientos de cada uno sobre el tema, y relacionándola con los conocimientos adquiridos anteriormente.
Veamos otro ejemplo: Queremos enseñar a los niños de cuatro años su lugar de nacimiento. Al principio presentamos láminas o carteles en los que se observen los lugares más importantes de la ciudad, aunque resulta imprescindible que además sean lugares bonitos, agradables a la vista, que atraigan la atención infantil. Se observa la lámina y a la vez se conversa con los niños sobre lo que ven y se resaltan las bellezas de los lugares que observan, así como su importancia. Es recomendable que la observación se realice simultáneamete con la conversación, pues así se fijan más los conocimientos que se ofrecen, y se desarrollan actitudes positivas ante los fenómenos sociales, lo que no debemos olvidar, pues es el objetivo fundamental de nuestro trabajo de educación moral. Con posterioridad se los invita a escuchar el poema.
Veamos la primera estrofa del poema que puede servir para el desarrollo de esta actividad:
EL LUGAR DONDE VIVIMOS
El lugar donde vivimos todos debemos amar,
lo mismo si es en el campo o en la ruidosa ciudad
Los poemas pueden ser para escuchar o para aprender, pero que resulta importante que los niños aprendan algunos. Al finalizar cada actividad se deben plantear preguntas que serán elaboradas de antemano, sencillas, pero que hagan pensar, las que se pueden referir tanto al contenido de los poemas como al de la conversación efectuada. Esta conversación sobre el poema se realiza sólo cuando la necesitemos para cumplir con un objetivo muy específico. En general, cuando se trabaja con poemas, es más recomendable repetirlo y hacer que los niños lo sientan.No es imprescindible efectuar conversaciones.
Como hemos visto, la literatura infantil ejerce ua enorme influencia en el desarrollo moral de los niños, es por ello que nuestra planificación docente debe dar cabida a una programación cuidada de la misma.
LECTURAS RECOMENDADAS |
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Literatura Infantil: Algunas posibles aplicaciones |
“El abate de Saint-Pierre lIamaba a los hombres niños grandes y recíprocamente pudiéramos llamar a los niños hombres chicos” Tales palabras del Emilio de Rousseau han traído consigo una secuela de errores notables en diversos campos del estudio de la infancia. Pedagogos, psicólogos pediatras han emitido sus juicios al respecto, hasta ser hoy aceptado por los especialistas todo lo contrario de la proposición rusoneana. Los niños no son hombres enanos, hombrecitos recortados o en miniatura. La infancia es un peldaño del desarrollo humano esencialmente formativo hacia la madurez biológica y psíquica. Incluso en las propias palabras de Rousseau notamos cierto matiz comparativo, como entrando en el campo del símil o de la metáfora: niño como hombre, niño – hombre chico.
¿Por qué resulta tan importante este problema? Porque cuando afirmamos que los niños son hombres chicos, sin profundización, incurrimos en el error de creer inherentes en ellos muchos aspectos; hábitos y habilidades que adquirirán en el trato social y en sus desarrollos respectivos como individuos. Los ideólogos y muchos pseudocientíficos burgueses o a sueldo de esta clase social, han tratado de hacer ver durante décadas que las habilidades socialmente aprobables o reprobables son hereditarias que el niño en forma congénita todos los atributos que luego poseerá, incluyendo las capacidades creativas, intelectuales y de otra índole en el campo de la estética. “Se nace artista”, “es sensible porque su padre era poeta”, múltiples son las afirmaciones subjetivas de esta naturaleza que pueden escucharse
Armados de las teorías científicas de la evolución y sin que neguemos el valor del estudio de la herencia sin fatalismos preconcebidos, la refutación de tales concepciones es contundente, pues conocemos que el hombre asciende a tal tras un proceso educativo que depende del condicionamiento social. Su esencia como ser social entra en contradicción con ideas de hereditarísmo fatalista o de condición congénita de su expresión en el campo que nos ocupa: la estética, y en especial en la literatura. En el proceso de su educación, de su formación integral, junto con numerosos elementos de los bienes culturales acumulados por la humanidad, va haciendo suyo el patrimonio Social en escala gradual, según las edades que va alcanzando. Esta adquisición, desde luego, no puede hacerla por sí solo.
Si llegamos a la conclusión de que la literatura puede contribuir notablemente a la formación integral del niño, tal aseveración implica una fórmula que no pocos investigadores han ayudado a deducir. Tal fórmula no debe derivar en formulismo y aplicarse a diestro y siniestro sin previo análisis, con anarquía absoluta. Sería como utilizar el abono de la caña para los naranjos.
La dosificación y el estudio previo es lo científico; para cada caso o grupo social se seleccionará lo creado en literatura infantil de manera que la obra
ofrecida no se convierta en un simple pasatiempo, más que engañabobos, forjabobos. En nuestras circunstancias no se concibe un creador para los niños, o un crítico de las obras creadas, que ni siquiera haya entrado nunca a un círculo infantil, que no conozca sus planes educativos, que no refuerce su información por medio de libros, revistas u otros materiales especializados en la formación integral del niño.
Intentamos acercarnos aquí a la literatura infantil con el claro conocimiento de que es más lo que se nos queda por investigar y decir que lo ofrecido. Dada la gran especialización que en el estudio de la infancia se desarrolla hoy día en el mundo, y estamos convencidos de que trabajos de esta índole, no deben escapar al estudio de equipos compuestos por especialistas en literatura, psicología y pedagogía infantiles, con la colaboración de sociólogos y otros profesionales.
A continuación vamos a ofrecer, a manera de ejemplo, algunas de las muy variadas posibilidades que tienen las obras literarias para su aplicación en diferentes actividades. Nos ceñimos a la creación poética, por ser más breve y fácilmente ilustrativa que un cuento. Ello indicará nuestras ideas principales acerca de cómo hacer lo bello útil en el hogar y en las instituciones infantiles con las múltiples funciones de educar y deleitar. Hacemos la necesaria salvedad de que no ofrecemos poemas ya probados, sino ejemplos; o sea, ideas de aplicación, muestrario de poesía infantil, sin preocuparnos mucho de las edades del receptor, pues no es aquí nuestro interés ofrecer una antología.
Las obras de contenido poético para infantil resultan cada vez más necesarias no sólo para el “uso domestico” que de ella puede hacerse, sino también para las múltiples actividades que los centros infantiles y otras instituciones estatales y organizaciones de masas desarrollan con niños menores de seis años. Pero he aquí que no hay sobreabundancia, y el selector ha de batallar con los medios reducidos que posee y con la falibilidad de su trabajo, cuando es individual o de equipos muy reducidos que no comprueban en la práctica si su selección es o no adecuada. Por ello, no puede tomarse lo que presentamos sino como una muestra que pudiera suplir momentáneamente la selección que se necesita. Debe tenerse en cuenta a priori que en estas edades el niño aun no sabe leer, por lo cual recibe auditivamente la literatura, mediante la lectura o la memoria del adulto. Hay algunos poemas útiles para que ellos los memoricen.
Este tipo de poema sencillo, con imágenes muy simples y apropiadas para la inteligencia de los preescolares, desarrolla en ellos hábitos e inclinaciones constructivas, además de llevarles pequeños mensajes, muchas veces más provechosos que largas conversaciones educativas. Cuando el niño aprende uno de estos poemas, recibe de los adultos los estímulos que necesita; los elogios y los aplausos resultan halagos que conducen al niño a comprender que ha aprendido algo hermoso.
Otra de las funciones que podemos encontrar en la poesía destinada a los
más pequeños, es la de servir como medio para la practica fonética o de
simple juego de sonoridades que pueden divertir al niño, además de practicarlos en los aun para ellos difíciles sonidos del idioma. En esto, nada más valioso que los trabalenguas del folklore y los poemas construidos a partir de sonoridades especificas. De estos últimos el poema de Julia Calzadilla Núñez, es un ejemplo:
DOÑA COTORRA COTICA
Doña Cotorra Cotica duerme duerme en camisón,
Doña Cotica Cotorra sentadita en un sillón.
Doña Cotorra Cotica habla habla sin parar, Doña Cotica Cotorra habla y habla y come pan.
Doña Cotica Cotorra
tiene unas plumas muy lindas, tiene plumas de colores
Doña Cotorra Cotica
Con él, practicamos la oclusiva [k] a la par que le ofrecemos al niño un gracioso cuento en versos, casi al nivel del comentario.
Parecido al poema anterior, pero con la oclusiva [p], es éste de la española Gloria Fuertes:
DOÑA PITO PITURRA
Doña Pito Piturra tiene unos guantes; Doña Pito Piturra, muy elegantes.
Doña Pito Piturra tiene un sombrero; Doña Pito Piturra, con un plumero.
Dona Pito Piturra tiene un zapato; Doña Pito Piturra, le vino ancho.
Dona Pito Piturra tiene unos guantes; Doña Pito Piturra,
le están muy grandes.
Doña Pito Piturra tiene unos guantes; Doña Pito Piturra, Lo he dicho antes
En el plan de actividades del círculo infantil a la sazón vigente, sin mencionar el nombre del autor, se incluye este poema para apoyar el aprendizaje de los fonemas [r] y [s]:
– Carpintero mi amigo:
¡déjame trabajar contigo!
– ¿Qué harás?
– Las maderas aserrar
– ¿Cómo harás?
– Riss-Rass-Riss-Rass.
– Carpintero, mi amigo:
¡déjame trabajar contigo!
– ¿Y qué harás?
– Las maderas cepillar
– ¿Cómo harás?
– Sas-Sas-Sas-Sas.
Nótese que las palabras aserrar y cepillar pudieran ser de difícil comprensión para el niño, pero ello no es un obstáculo.
Los trabalenguas folclóricos son, sin duda, muy gustados por los niños; ellos resultan muy útiles para las sonoridades más difíciles:
Por la calle de Carretas, pasaba un perrito;
pasó una carreta, le pilló el rabito.
Pobre perrito, como lloraba por su rabito.
Aquí encontramos algunos fonemas reunidos: [p] [b] [k] [t] [r]. En otros trabalenguas se descuida un poco lo anecdótico e importa más la dificultad en la pronunciación:
Paco Peco, chico rico, insultó de un modo loco a su tío Federico.
Y éste le dijo: poco a poco, Paco Peco; poco pico.