Tema 22 – Alimentación y nutrición infantil: Concepto. Energía y requerimientos calóricos. Nutrientes. La lactancia natural, artificial, mixta y complementaria. La alimentación de las personas de 0 a 3 años.

Tema 22 – Alimentación y nutrición infantil: Concepto. Energía y requerimientos calóricos. Nutrientes. La lactancia natural, artificial, mixta y complementaria. La alimentación de las personas de 0 a 3 años.

1. INTRODUCCIÓN

La alimentación como otros factores que inciden en la vida de los seres humanos, in­fluye poderosamente en la salud del individuo. La importancia de una alimentación sana y equilibrada estaría justificada tanto desde el punto de vista de promoción de la salud como desde la óptica de la prevención de enfermedades.

Los estados de salud y bienestar general dependen en buena medida de la alimenta­ción que los sujetos tienen a lo largo de su vida. La alimentación tiene un importante papel en el desarrollo físico y probablemente en el psíquico e intelectual de los niños y niñas.

La dieta infantil debe proporcionar a los más pequeños las calorías suficientes que les permitan un desarrollo psicofísico adecuado en relación con sus características individuales.

2. ALIMENTACIÓN, DIETÉTICA Y NUTRICIÓN.

La salud de las personas está condicionada por multitud de factores: alimentación, medio ambiente, higiene… Entre ellos, la alimentación cumple una función relevante para el bienestar general del cuerpo.

La alimentación es un proceso voluntario, según el cual se eligen, preparan e ingieren los alimentos. Este proceso está totalmente mediatizado por una serie de factores que influyen decisivamente en las costumbres alimentarias de los individuos. Entre los principales factores cabe destacar:

  • Factores culturales: la cultura define el estilo de vida propio de un grupo de per­sonas.
  • Factores económicos: la economía determina unas limitaciones en la elección del tipo de alimentación.
  • Factores sociales: considerando al individuo como elemento perteneciente a un determinado grupo social.
  • Factores psicológicos y educativos: referidos a conductas y hábitos de alimentación.

La dietética estudia y analiza la alimentación desde el punto de vista terapéutico e higiénico, su repercusión metabólica en los individuos sanos o como medida preventiva o curativa. La relación entre salud y alimentación es indiscutible así como la instauración de hábitos alimentarios sanos que se valora como un medio en la promoción de la salud para dar calidad a la vida.

La nutrición es un concepto más amplio y complejo que no solo engloba a los alimen­tos y nutrientes en general, a su acción e interacción con la salud y la enfermedad, sino que además incluye la digestión, absorción, transporte, utilización y eliminación de las sustancias que forman parte de los alimentos con el objetivo de obtener energía, construir y reparar las estructuras orgánicas y regular los procesos metabólicos.

Entendemos por metabolismo al proceso mediante el cual los alimentos se convierten en calor y energía siendo utilizados en el crecimiento y reparación de los tejidos. Pero antes de que ese alimento pueda ser utiliza­do por las células debe sufrir ciertas transformaciones que le hagan apto para su absorción en la sangre; es a lo que denominamos digestión.

Las sustancias nutritivas o nutrientes que componen los alimentos son: hidratos de carbono, grasas, proteínas, agua, sales minerales y vitaminas. Sólo las tres primeras necesi­tan ser transformadas por medio de la digestión, en tanto que las tres últimas se absorben sin cambios químicos previos. Comentaremos brevemente cada una de ellas.

Hidratos de carbono.

Son compuestos orgánicos formados por carbono, hidrógeno y oxígeno, y según su estructura química se clasifican en monosacáridos (glucosa, galactosa, fructosa), oligosacáridos (sacarosa o azúcar común, lactosa o azúcar de la leche, maltosa) y polisacáridos (almidón, glucógeno, fibras).

La función fundamental de los hidratos de carbono es la de aportar energía; el 50/60% de la energía total de la alimentación debe ser suministrada por los hidratos de carbono. Son indispensables para la contracción muscular y también para el tejido cerebral que necesita glucosa como fuente de energía.

Como consecuencia del proceso digestivo todos los hidratos de carbono se convierten en glucosa que pasa a la sangre proporcionando calor y energía al organismo. Cuando la can­tidad de hidratos de carbono es grande, la glucosa pasa a unos depósitos de glucógeno en el hígado y si estos depósitos ya están saturados la glucosa de la sangre se convierte en grasa que se deposita en diversas partes del cuerpo pudiendo originar obesidad. Los principales alimentos que nos proveen de hidratos de carbono son: cereales (arroz, trigo, maíz, cebada, centeno, mijo…), frutas (plátanos, uvas, higos, dátiles, ciruela, melón…), verduras (patata, remolacha, zanahoria, judías…), leche, huevos y miel.

Grasas o lípidos.

Son sustancias de un alto valor energético (un gramo de grasa proporciona 9 calorías). Están formados por glicerol y tres ácidos grasos; son, pues, triglicéridos. Hay una gran can­tidad de ácidos grasos en los alimentos (saturados, insaturados…) y su mezcla hace posible la existencia de muchos triglicéridos diferentes en cada grasa.

Los ácidos grasos esenciales son aquellos que se requieren de la alimentación al no poder ser sintetizados por el organismo a través de otras sustancias. Actualmente sólo se le adjudica el carácter de esencial al ácido linoleico, muy abundante en la naturaleza y presente en alimentos de origen animal y vegetal.

Los ácidos grasos esenciales forman parte de los lípidos que integran la estructura de todas las membranas celulares. Actúan también como vehículo de las vitaminas liposolubles; asimismo proporcionan más sensación de saciedad pues enlentecen el vaciamiento del estómago. Las grasas, por último, vuelven más apetecibles y sabrosos otros alimentos. Las fuentes alimentarias de las grasas las encontramos en mantequillas, aceites, quesos, le­che, algunas carnes, tocinos, nueces, cacahuetes, aguacates, margarinas y algunos peces (atún, sardina…).

Proteínas.

Son componentes esenciales en la dieta pues el organismo las necesita para crecer y reparar sus tejidos. Las proteínas intervienen en el organismo aportando una función plástica (forman parte importante de las células), una función genética (inducen los caracteres here­ditarios), una función defensiva inmunitaria (inmunoglobulinas) y una función biorreguladora (enzimas, hormonas).

Las proteínas están formadas por aminoácidos. Sólo existen veinte aminoácidos (aa) diferentes de los cuales ocho (aa) son esenciales (isoleucina, valina, triptófano, treonina, fenilalanina, metionina, lisina, leucina); es decir, deben ser aportados por la dieta pues el organismo es incapaz de sintetizarlos. En la infancia es esencial, además de los citados, la histidina porque en este período el organismo no es capaz de sintetizarla, aunque sí lo hará más adelante.

Todas las proteínas de origen animal (carne, pescado, leche) contienen los ocho aminoácidos esenciales. Sólo algunas proteínas de origen vegetal contienen todos los aminoáci­dos esenciales.

AI calcular una dieta es necesario tener en cuenta que los ocho aminoácidos esenciales figuren como componentes de dicha dieta, de no ser así surgirán alteraciones en el crecimien­to. Nos abastecen de proteínas los siguientes alimentos: leche y derivados (queso, yogur, helados), carnes en general, pescados y mariscos, huevos, cereales, legumbres y ciertos fru­tos secos.

Agua.

Es un elemento esencial que hay que aportar diariamente al organismo. Al igual que las vitaminas o minerales el agua no aporta calorías al organismo, pero es tal su importancia que una persona puede estar varias semanas sin tomar alimentos, pero si no bebe agua en una semana puede morir.

La pérdida de agua en el cuerpo humano se produce por la piel mediante el sudor, por la orina, por las heces y por los pulmones en forma de vapor de agua en la espiración. Su incorporación se realiza por la ingestión directa de agua y por el agua contenida en los alimentos. El porcentaje de agua que contienen los alimentos varía según el alimento de que se trate. Las verduras, frutas o leche tienen un 80/90% de agua, mientras que los huevos o la carne con poca grasa suelen tener de un 75% a un 60%; las almendras un 5% y el aceite no contiene agua.

La cantidad de agua que se ingiere al día debe igualar a la cantidad que se pierde, originándose lo que se denomina equilibrio hídrico.

Minerales.

Son elementos esenciales en el organismo siendo su aporte imprescindible para ase­gurar un crecimiento correcto y un adecuado equilibrio mineral. Su función es tanto estruc­tural como reguladora. Comentaremos brevemente algunos de ellos.

a) Sodio. Asociado al cloro y a los bicarbonatos es fundamental en el equilibrio ácido básico. Su función es mantener la presión osmótica en el espacio extracelular y evitar pér­didas de agua excesivas. Son alimentos ricos en sodio la leche y derivados, conservas, embu­tidos, mariscos, pero el aporte más importante de sodio se realiza a través de la sal que añadimos en la comida.

b) Potasio. Su función como catalizador en el metabolismo energético así como el papel que desempeña en muchas funciones vitales (metabolismo celular, excitabilidad neuromuscular), hace que sea el principal catión del medio intracelular. Fundamentalmente tienen alto contenido en potasio todas las frutas y verduras.

c) Calcio y fósforo. Estos dos minerales los agrupamos no sólo por tener funciones comunes, sino porque interaccionan recíprocamente en el organismo. La función primordial de ambos elementos es la formación y mantenimiento de la estructura de huesos y dientes. El principal aporte de calcio en la dieta se realiza a través de la leche y todos los derivados lácteos. Las fuentes alimentarias de fósforo son los productos lácteos y casi todos los ali­mentos ricos en proteínas, carnes, pescados, huevos y legumbres.

d) Hierro. Forma parte de la hemoglobina. Gracias al átomo de hierro que contiene la molécula de hemoglobina se transporta el oxígeno dentro de los glóbulos rojos. Una caren­cia de hierro genera una anemia llamada ferropénica. Las mejores fuentes de hierro la consti­tuyen las carnes, sobre todo el hígado, los pescados, los huevos, las verduras, las patatas y las legumbres. La leche y los productos lácteos son pobres en hierro.

e) Yodo. Es un elemento básico en el organismo humano, regula el metabolismo a través de las hormonas tiroideas que se sintetizan gracias al yodo aportado en la dieta. Una alimentación pobre en yodo puede causar un agrandamiento de la glándula tiroides o bocio. En zonas con bocio endémico es aconsejable el empleo de la sal yodada. El yodo se encuentra principalmente en el pescado, y en aquellos vegetales que se hayan cultivado en tierras ricas en yodo.

Las vitaminas.

Son compuestos orgánicos que el organismo es incapaz de sintetizar o bien, si sinte­tiza alguna de ellas, lo hace en cantidad insuficiente por lo que deben ser aportadas en la dieta. Las vitaminas están contenidas en los alimentos por lo que una alimentación cualitativamente defectuosa puede provocar una carencia en vitaminas que originarán patologías concretas determinadas avitaminosis.

Las vitaminas se clasifican en base a sus características de solubilidad en liposolubles (vitaminas A, D, E, K) e hidrosolubles (vitamina C y vitaminas del complejo B).

La vitamina A o Retinol tiene diferentes funciones. Forma parte de la púrpura visual (rodopsina) que es el pigmento de las células de la retina (bastones) e interviene en la visión. También interviene en los procesos de diferenciación de las células epiteliales, en el creci­miento y en la reproducción.

La vitamina A se encuentra en la grasa de la leche (crema y mantequilla), en el hígado de los mamíferos, en la yema de los huevos, y sus precursores (carotenos), en zanahorias, espinacas, melón y albaricoque.

La vitamina D o Colecalciferol o Calciferol no es realmente una vitamina sino que actúa como una hormona regulando el metabolismo del calcio y del fósforo. Esta vitamina puede ser sintetizada por el organismo produciéndose en la piel a partir del 7º mes por la acción de los rayos ultravioleta del sol. La carencia en los niños y niñas puede oca­sionar raquitismo. Se encuentra en los aceites de hígado de pescado, en las yemas de los huevos y en la grasa de la leche.

La vitamina E o Tocoferol actúa como agente antioxidante y en el mantenimiento de la permeabilidad de la membrana celular. Las fuentes alimentarias de esta vitamina se encuentran en los aceites vegetales, en las lechugas, en el maíz…

La función de la vitamina K está relacionada con la síntesis hepática de varios factores de la coagulación sanguínea. La ingerimos al tomar verduras y algunos tipos de frutas.

La vitamina C o Ácido Ascórbico interviene en la formación del colágeno y como transportador de hidrógeno en el metabolismo celular, una dieta carente de esta vitamina hace que la cicatrización de las heridas se entorpezca considerablemente y pueda presentarse una enfermedad llamada escorbuto. Las fuentes alimentarias de vitamina C se encuentran sobre todo en los cítricos (naranjas, limones, pomelos), en las fresas y fresones, en los to­mates… En general, todas las frutas y verduras contienen alguna cantidad de vitamina C.

El complejo vitamínico B consta de varias vitaminas que se designan con subíndices o con su nombre propio. Muchas de ellas ejercen su función como formadoras de enzimas y coenzimas que intervienen en el metabolismo. Forman parte de este complejo:

La vitamina B1 o Tiamina. Se encuentra en los cereales integrales (harinas y granos), en leguminosas, en levaduras, en carnes (sobre todo la de cerdo), en el hígado y en los huevos. Su carencia causa el beri-beri, que es un trastorno del metabolismo de los hidratos de carbono que origina una lesión en los nervios sensitivos y motores.

La vitamina B 2 o Riboflavina. Se encuentra en la harina integral de trigo, en la carne, en la leche y derivados lácteos y en los huevos. Su déficit produce inflamación de la lengua, dermatitis, pudiendo ser también causa de defectos en la visión.

La vitamina B 3 o Niacina o Ácido Nicotínico. Está contenida en muchos alimentos (carnes, hígado, huevos, levaduras, leguminosas y cereales integrales). Su déficit puede producir una enfermedad llamada pelagra.

La vitamina B12 o Cianocobalamina y Ácido Fólico. Estas vitaminas aparecen jun­tas porque las dos son esenciales para la maduración de los glóbulos rojos de la sangre. Su carencia provoca anemia y también puede causar neuropatías.

Otros componentes del complejo B son el Ácido Pantoténico, la Vitamina B6 o Piridoxina y la Biotina que se encuentran en casi todos los alimentos, pero en especial en las levaduras de cerveza, en los huevos, en el hígado y en los cereales integrales.

3. LOS ALIMENTOS.

Los alimentos son sustancias naturales o transformadas que tienen como misión prin­cipal el crecimiento, la reparación de tejidos envejecidos y el mantenimiento del nivel de actividad. Los seres humanos ingieren los alimentos para saciar el hambre o por oíros motivos (placer, motivos sociales, etc.). Según su función y composición clasificamos los alimentos en varios grupos.

Grupo de alimentos plásticos.

Estos alimentos contribuyen a la renovación y formación de las estructuras corpora­les. Las proteínas tienen una función plástica, forman nuevos tejidos y reparan constantemente los ya existentes. Los alimentos que se incluyen en este grupo son la leche y los derivados lácteos, y las carnes, pescados y huevos.

La leche es el primer alimento que recibe el ser humano y gracias a él los bebés dupli­can el peso de su nacimiento en los primeros seis meses de vida. Es un alimento plástico o formador por lo que resulta imprescindible en el crecimiento del niño/a. Cabe destacar su contenido en proteínas (equiparables a las de la carne y el pescado) y su abundancia en calcio. En la leche el contenido mínimo de grasa es de un 3% y también contiene vitaminas B 1, B2 y A. El consumo de leche es importante en todas las edades. Medio litro de leche al día sería una cantidad suficiente en los adultos, aumentando hasta los 3/4 de litro al día para los niños y niñas. La leche en la dieta puede sustituirse por su derivados (yogur, queso…).

Las carnes, los pescados y los huevos son alimentos plásticos o formadores ricos en proteínas de alto valor biológico.

Las carnes son las masas musculares o vísceras o los productos derivados del ganado ovino, bovino, porcino y de las aves. El contenido en agua de las carnes suele ser de un 70%, del 15% al 20% en proteínas y la cantidad de grasas es variable, y depende de la especie del animal y de su estado. El contenido en sales minerales es del 1% aproximadamente desta­cando el hierro y el fósforo de las vísceras sobre todo. El valor nutritivo de las carnes es el mismo cualesquiera que sea el animal y la parte de donde proceda. La ración de carne reco­mendada en los niños/as es de 15 a 20 gramos de carne por año de edad y la frecuencia puede ser de tres veces por semana, y sustituir por el pescado o los huevos los días restantes.

Los pescados son los animales acuáticos comestibles (peces, crustáceos, moluscos y anfibios). Tienen una composición nutricional muy similar a las carnes, contienen un 20% de proteínas, siendo su contenido en grasas menor que en las canes, aunque depende del tipo de pescado; así los pescados blancos o magros contienen un 1% O 2% de grasas, mientras que los pescados azules o grasos tienen un contenido superior al 5%. En general, los pescados son pobres en vitaminas, excepto el hígado de los pescados que son una buena fuente de vita­minas A y D. Contienen una importante cantidad de sales minerales, calcio, hierro, yodo, flúor, fósforo, magnesio… La frecuencia con que debe consumirse es de unas tres veces por semana.

El huevo está compuesto fundamentalmente por el 12% de grasas localizadas en su mayor parte en la yema y un 13% de proteínas de un alto valor biológico (ovoalbúmina). El equilibrio en aminoácidos esenciales de estas proteínas es perfecto, por lo que se consideran “proteínas patrón”. Además el huevo es rico en fósforo y en hierro, así como en vitaminas del complejo B y en vitaminas A y D.

Grupo de alimentos energéticos.

Los hidratos de carbono y las grasas tienen como finalidad proporcionar la energía necesaria para la realización de las actividades metabólicas. En este grupo de alimentos se incluyen las grasas y los azúcares.

Los aceites, la mantequilla, la margarina y grasas animales (tocino y manteca de cer­do) contienen mayoritariamente grasas, y su función nutritiva es energética. Proporcionan calorías a la dieta y vehiculizan las vitaminas liposolubles. Las grasas aportadas en una dieta deben estar en función del resto de los alimentos utilizados.

El azúcar se extrae de la remolacha azucarera o de la caña de azúcar. Su único compo­nente nutricional es la sacarosa y su única función es energética. El azúcar es básico en la composición de bizcochos, pasteles, cremas, chocolates, etc. El consumir de forma exagera­da este tipo de alimentos contribuye a la aparición en nuestra población infantil de caries den­tal y obesidad.

Grupo de alimentos reguladores.

Esta función la realizan las sales minerales y las vitaminas participando en funciones metabólicas. Entre los alimentos incluidos en este grupo señalamos las frutas y verduras.

Las verduras son alimentos cuya función es reguladora, estimulan o moderan las reacciones químicas que se producen en nuestro organismo. En su composición nutricional se detecta un alto contenido en agua (70% a 95%). Los hidratos de carbono oscilan entre un 5% y un 10% (acelgas y espinacas un 5% y alcachofas un 10%). El contenido en grasas y proteínas es muy pequeño (alrededor del 1%); por el contrario, el contenido en minerales tales como sodio, potasio y hierro, y en vitaminas (especialmente la A y la C) es extraordina­riamente importante. También contienen componentes de la vibra vegetal. Las verduras de­ben estar presentes en nuestra dieta diariamente.

Las frutas tienen una función en el organismo similar a las verduras. Son reguladoras y aportan minerales y vitaminas, y en poca proporción hidratos de carbono. Contienen de un 75% a un 90% de agua, aportando calcio, hierro, fósforo, magnesio, cobre, y vitaminas A y C. La piel de la fruta no tiene ningún valor nutritivo.

Grupo de alimentos mixtos.

Los alimentos incluidos en este grupo pueden considerarse energéticos, plásticos y reguladores. Pertenecen a este grupo de alimentos los cereales, las legumbres y los tubér­culos.

Los cereales son los frutos de las gramíneas siendo el trigo, el arroz, el maíz, la cebada y el centeno los más frecuentes en la alimentación. El aporte nutritivo de los cereales es muy parecido en todos ellos y está en relación con la integridad del grano del cereal. Su proporción en hidratos de carbono es alta. También nos proporcionan proteínas pero de menor calidad que las de origen animal. Igualmente contienen calcio, hierro y todas las vitaminas del complejo B.

Las legumbres (alubias, lentejas, garbanzos, habas secas y soja) contienen cantas proteínas como la carne, pero éstas son de menor calidad pues la proporción de aminoáci­dos esenciales no es completa. El valor nutritivo de las legumbres es fundamentalmente calórico, procedente del alto contenido en hidratos de carbono, ya que apenas contienen grasas. Las legumbres son una buena fuente de vitaminas del complejo B así como de hierro y calcio.

Los tubérculos (patatas) contienen un 70% a 80% de agua, un 20% de hidratos de carbono, un 2% de proteínas y el 1% de minerales (hierro y calcio). No contienen grasas.

4. LA DIETA EQUILIBRADA.

Una dieta equilibrada consiste en consumir tanto en cantidad como en variedad los alimentos suficientes para poder desarrollamos con normalidad, teniendo en cuenta la edad, el sexo, el lugar donde vivimos, la actividad física a desarrollar, el trabajo y las posibles situa­ciones fisiológicas (gestación, crecimiento, lactancia…) que pueden acontecer en la vida de un ser humano. La dieta equilibrada sería, pues, aquella que aporta cantidades suficientes de nutrientes para facilitar un estado de salud óptimo en la vida de los individuos.

Los alimentos no son completos, es decir, ninguno aporta todos los nutrientes ne­cesarios para el ser humano, excepto la leche y en una etapa determinada de su vida (primeros meses), por lo que con una dieta variada unos alimentos se complementan y suplementan con otros en cuanto a su aporte de nutrientes. Por lo tanto, no hay dietas ideales en sentido estricto, sino que éstas deberán adecuarse a las características individuales de cada niño/a, aunque, como es lógico, sí es posible y necesario elaborar dietas alimenticias combinando los alimentos en cantidades suficientes, y teniendo en cuenta una serie de normas.

En relación al aporte calórico podemos señalar: que las calorías deben distribuirse del siguiente modo:

— El 55% de la combustión de hidratos de carbono

— El 15% de la combustión de proteínas

— El 20% de la combustión de grasas.

Según la edad del niño, también aproximadamente, podemos realizar la siguiente clasificación:

— Lactante: 100 -120 Kc/Kg de peso

— Niño de 1 – 3 años: 1400 Kcal

— Niño de 4 – 6 años: 1900 Kcal.

— Niño de 7 – 9 años: 2200 Kcal.

— Niños de 10 – 12 años: 2500 Kcal

— Adolescentes: chicos 2800 Kcal, chicas 2400 Kcal.

— Adultos: hombres 2500 Kcal, mujeres 2100 /2300 Kcal.

En cuanto a la elaboración de una dieta equilibrada, esta ha de basarse en tres normas fundamentales:

a) Las necesidades energéticas nutricionales, es decir, el aporte de energía suficiente para cubrir las necesidades y desarrollo del organismo.

b) El valor nutritivo de los alimentos teniendo en cuenta que deberán aparecer uno o dos alimentos de los cuatro grupos mencionados (plásticos, energéticos, reguladores y mixtos.

c) La distribución adecuada de los alimentos. Es importante respetar un cierto equilibrio entre los componentes de la ración alimentaria, recomendándose que el aporte de hi­dratos de carbono sea del 55% al 60% del total, mientras que las grasas sean de un 30% a un 35%, y las proteínas aporten entre el 12% y 15% total de la dieta. También debe incluir la dieta cantidades adecuadas de agua, minerales, vitaminas y fibra.

En una alimentación equilibrada también ha de tenerse en cuenta su distribución ho­raria (desayuno, comida, merienda y cena), ya que las desviaciones que puedan originarse en una de las comidas podrá ser compensada con la ingesta en las restantes. El aporte nutricional debe distribuirse en el desayuno (25%), comida (30%), merienda (15%) y cena (30%).

En suma, una dieta equilibrada habrá de elaborarse atendiendo a algunos principios nutricionales básicos:

  1. Adaptarse a los requerimientos nutricionales de cada niño/a.
  2. Respetar los hábitos alimenticios y condiciones socioeconómicas del sujeto.
  3. Realizarse mediante una relación equilibrada de sus componentes (calorías totales: hidratos de carbono 55/60%, grasas 30/35%, proteínas 12/15%).
  4. Existir un equilibrio entre el aporte de calorías y aporte de proteínas.
  5. Existir un equilibrio entre el aporte de ácidos grasos saturados y poliinsaturados.
  6. Aportar suficiente cantidad de vitaminas, minerales, fibra y agua.

5. LA ALIMENTACIÓN INFANTIL. PAUTA GENERAL

Debe cubrir las necesidades de mantenimiento además de las que se derivan de su crecimiento. El crecimiento físico supone un incremento en el tamaño que se objetiviza por los cambios de peso y talla, siendo una de las características fisiológicas más importantes de este período.

En los primeros meses de vida el crecimiento es más rápido que en cualquier otro período; a los 5 ó 6 meses los niños/as duplican su peso, y suelen triplicarlo hacia el final del primer año.

Podemos considerar dos etapas en la alimentación del recién nacido: etapa láctea y etapa de transición. La primera comprende hasta los cuatro o seis meses de vida, y el único alimento será la leche (humana o artificial) pues el niño/a sólo está preparado para succionar y deglutir líquido. La leche materna es el alimento por excelencia durante este período por una serie de ventajas evidentes (mayor protección inmunológica al bebé, mejor digestibilidad, nutrición, evolución psicoafectiva, evitación de errores en la preparación de leches artificia­les).

En la etapa de transición se van introduciendo alimentos no lácteos preparados de forma adecuada en textura y cantidad. A partir de los seis meses las necesidades nutricionales aumentan y la leche sola se hace insuficiente. Paralelamente progresa la maduración del tubo digestivo y se inicia la dentición.

La incorporación de nuevos alimentos se hará siempre de forma gradual y lentamente.

Tiene por objeto cubrir los requerimientos energéticos y plásticos que permitan un crecimiento y desarrollo normal, y evitar carencias y desequilibrios entre los distintos nutrientes. Los principales riesgos nutricionales causados por transgresiones dietéticas en la etapa infantil son, por un lado, un exceso de ingesta con riesgo de obesidad y caries dental, y por otro, un defecto de alimentación que provocaría una alteración en el crecimiento y de­terminadas enfermedades carenciales.

A partir del primer año se produce una disminución en el apetito del niño/a. Éste em­pieza a mostrar un cierto interés por la comida. También empieza a adquirir cierto dominio motor sobre su cuerpo, mastica mejor, deglute, trata de comer con las manos, y puede haber resistencia a la aceptación de algunos alimentos. En esta etapa es fundamental que la familia/ escuela infantil intenten crear un entorno agradable y gozoso a la hora de las comidas, esti­mulando las nuevas habilidades y apetitos del niño/a en lugar de sentir frustración o ansiedad y percibir las horas de las comidas como un momento temido. De los 15 a los 18 meses el niño/a ya se lleva la cuchara a la boca pudiéndose servir la comida en una mesa a su medida, iniciándose, en estos momentos, su poder autonómico para comer solo.

Durante el segundo año ya se sirven alimentos más sólidos (carne, pescado, hígado, frutas y verdura, huevos, queso…) aunque muy picados. Las pequeñas porciones de alimen­tos en el plato estimularán el apetito del niño/a. Se le dará opción a que manifieste si desea más y se le acostumbrará a terminar la cantidad de comida servida. Debe evitarse el consumo habitual de dulces refinados, pasteles y frutos secos. A partir del tercer año estará en condi­ciones de sumarse a las comidas de la mesa familiar.

De los 3 a los 6 años, las raciones aconsejadas son iguales para niños y niñas, aproximadamen­te se estiman en 80 calorías (unidad de calor necesaria para subir la temperatura de un litro de agua un grado) por kilogramo de peso. En esta edad la cantidad de comida que se sirve a los niños/as es la mitad de la que servimos a niños/as mayores y adultos. Se aconseja, ade­más de las comidas principales (desayuno, comida y cena), un yogur o una pieza de fruta a media mañana y una merienda por la tarde.

A estas edades tos hábitos alimentarios están mediatizados por el ambiente familiar o la escuela infantil. Los niños/as prefieren tomar un sólo tipo de alimentos cada vez en lugar de platos combinados, por la dificultad de identificar los sabores.

6. LA HORA DE COMER COMO MOMENTO EDUCATIVO.

Hemos de subrayar las posibilidades educativas que las horas de comer ofrecen en las escuelas al ocupar momentos de actividad en las rutinas diarias. Alimentarse es algo más que satisfacer una necesidad fisiológica para facilitar un desarrollo físico, es el momento donde las relaciones interactivas son inevitables y donde la adquisición y el desarrollo de há­bitos sociales, culturales, etc. pueden ser incorporados por los más pequeños.

Por eso, las horas de la comida en la escuela infantil deben ser cuidadosamente planificadas y contem­pladas pedagógicamente por los educadores/as, sin olvidar que, en los más pequeños, los momentos de la comida son fuentes de placer, de contactos íntimos y estimulantes, de inter­cambios sociales y afectuosos. Es en las horas de la comida cuando se sientan, en los primeros años de vida, las bases relaciónales de los futuros contactos adulto/niño-a. Los educadores/ as deben vivir estos momentos en el marco de procesos educativos más globales que se desa­rrollan en el centro escolar.

La consideración educativa de las horas de comer es un fuente importante de trabajo que facilita la experimentación y el progreso de los niños y niñas en cuanto que puede propiciar el desarrollo de una gran cantidad de hábitos, destrezas, actitudes, conceptos, etc. Entre otros, señalamos:

  • Sensoriales: discriminación de sabores, olores, temperaturas, percepción de colo­res, educación del gusto…
  • Motrices: dominio corporal, control postural, coordinación óculo-manual, destre­zas y habilidades manuales, disociación hombro-brazo-mano, prensión, precisión, masti­cación…
  • Lingüísticos: ampliación del vocabulario básico (conocimiento y verbalización de utensilios, tipos de alimentos, variedad de líquidos…).
  • Sociales: desarrollo socioafectivo y emocional (relación con los iguales, con los adultos…), adquisición de hábitos (servir agua, poner la mesa…), lograr una adaptación pro­gresiva a los alimentos…
  • Nocionales: adquisición de conceptos (lleno/vacío, frío/caliente, poco/mucho…)

Alejarse de planteamientos tradicionales de satisfacción de necesidades fisiológicas y posicionarse en planteamientos de atención educativa de esas necesidades, reportará importantes “beneficios pedagógicos” para el desarrollo integral de las capacidades infantiles. De igual manera se debería proceder con otras rutinas significativas de la vida cotidiana de nuestros pequeños (vestido, aseo…) concediéndoles el valor que merecen como medios de aprendizaje y socialización. Tanto la cantidad como la calidad de las relaciones que necesariamente establecen estos procesos de socialización deben ser aprovechadas.

De acuerdo con Jiménez y Molina (1989), el personal de la escuela infantil debe for­marse y estar al día no solo en conocimientos dietéticos, sino modificando y revisando sus actitudes frente a la alimentación, porque lo mismo que para los adultos, para los niños/as comer no significa solamente nutrirse sino experimentar sensaciones de bienestar anímico en relación con los sentidos y con el entorno.

7. ETAPAS DE LA ALIMENTACIÓN EN EL NIÑO

A la hora de hablar de la alimentación en el niño tenemos que hacerlo de una alimentación divida por etapas que vienen definidas por las capacidades y actitudes comportamentales de éste. Así podemos distinguir:

– Lactancia. Aunque lactante es aquel niño que tiene un año o menos, al hablar de lactancia vamos a prolongar ese periodo por un año más y al cual vamos a denominar como el periodo de la lactancia tardía. Durante los 4-5 primeros meses de vida el lactante toma única y exclusivamente leche.

– Periodo de niño pequeño. Se extiende desde el final de la lactancia tardía hasta que el niño cumple los seis años. Durante este periodo de tiempo, y gracias a su con­ducta imitativa, el niño va a comenzar a adquirir hábitos en torno a la alimentación.

– Periodo de niño mayor. Se prolonga en el tiempo desde los seis años de edad hasta los doce. En este periodo, gracias a la educación alimenticia que ha recibido y a sus propias preferencias en cuanto a gustos se refiere, el niño va a clasificar y a establecer de forma definitiva sus hábitos alimenticios.

A. EL PRIMER AÑO: LA PRIMERA ALIMENTACIÓN. LA LACTANCIA

Cuando hablamos de lactancia nos estamos refiriendo al período de vida del niño du­rante el cual el alimento fundamental es la leche. Dicho período comienza en el momento en que las mamas segregan el calostro (líquido espeso y amarillento), lo cual ocurre aproximadamente dos días después del parto. En este período, que se suele prolongar hasta los nueve o doce meses de vida del niño, podemos encontrarnos con tres tipos de lactancia: lactancia natural, lactancia mixta y lactancia artificial aunque, como ya se ha señalado anteriormente, hay un periodo posterior a este que se conoce como lactancia tardía. La lactancia natural es la alimentación del niño con leche materna.

De las tres la mejor es la lactancia natural o materna. La lactancia mixta se emplea cuando la natural es insuficiente.

A medida que pasa el tiempo, la leche va sufriendo una serie de variaciones en su composición, lo que dará lugar a distintos tipos de leche. El primer tipo de leche que aparece es el calostro (aparece entre el primer y sexto día), a continuación nos encontramos con la denominada leche de transición (desde el sexto al decimocuarto día) y por último aparece la leche definitiva (aparece a partir del decimocuarto día)

VENTAJAS DE LA LACTANCIA MATERNA

La lactancia materna aporta ventajas tanto desde el punto de vista cuantitativo como cualitativo. Entre ellas destacan:

– Estar siempre disponible y poseer siempre la temperatura adecuada.

– Proporciona anticuerpos maternos, con lo cual estos niños van a padecer menos infecciones.

– Facilita el desarrollo de la personalidad del niño al lograr que las relaciones materno-infantiles sean más intensas.

– Favorece el crecimiento de la flora intestinal.

– Favorece las funciones digestivas y metabólicas del recién nacido.

– La succión del pezón por parte del niño estimula la liberación de oxitocina.

– El riesgo de padecer cáncer de mamas es menor en las mujeres que dan el pe­cho.

– Con ella es el niño el que marca la cantidad a ingerir puesto que en el momento que no quiere más deja de succionar. De esta forma se evita la sobrealimentación.

– Elude cualquier tipo de contaminación nutricional.

– Favorece la eliminación del meconio, ya que el calostro hace las veces de laxante.

– Disminuye la incidencia de alergias.

– Posee las sales minerales necesarias.

INCONVENIENTES DE LA LACTANCIA MATERNA

La lactancia materna puede estar contraindicada a causa de factores maternos (he­patitis, sida, cáncer, cardiopatía grave, por ejemplo) y/o factores dependientes del lactante (labio leporino, por ejemplo). Además, la incorporación de la mujer al trabajo tras la baja maternal es el principal motivo para que el destete se adelante.

Factores matemos

– Enfermedad infecciosa grave (hepatitis, sida, etc.).

– Malformación mamaria.

– Mastitis.

– Grietas en el pezón.

– Cáncer.

– Cardiopatía grave.

– Trastornos neurológicos graves no controlados (epilepsia).

– Enfermedad psiquiátrica (psicosis, neurosis).

– Hipogalactia.

Factores dependientes del niño

– Prematuridad. El niño prematuro puede no presentar bien desarrollado algunos de los reflejos que aseguran la lactancia. En estos casos lo más recomendable sería extraerle la leche a la madre y después suministrársela al niño.

– Trastornos metabólicos como la galactosemia y la fenilcetonuria.

– Intolerancia congénita a la lactosa.

CONTROL DE LA LACTANCIA MATERNA

Cuando el niño se alimenta a través de la lactancia materna los aumentos ponderales que ha de seguir son los siguientes: de 25 a 30 gramos al día durante el primer trimestre, 20 gramos en el segundo, 15 gramos en el tercero y unos 12 gramos en el cuarto.

En cuanto a la cantidad de leche que de ingerir para conseguir estos ingresos ponde­rales son: 150 ml/kg/día en el primer trimestre, 140 ml/kg/día en el segundo trimestre y de 130 a 120 ml/kg/día en el tercer trimestre.

CARACTERÍSTICAS DE LA LECHE MATERNA

Como hemos visto anteriormente la primera leche que segrega la mujer es el calostro y perdura hasta el sexto día y a partir de los 14 días se produce ya la secreción de la leche definitiva.

Las diferencias nutricionales del calostro en relación con la leche definitiva son: 1) po­see un mayor contenido de proteínas, vitaminas, fermentos, anticuerpos y sales minerales que la leche definitiva y 2) posee un menor contenido de lactosa que la leche definitiva.

El calostro, además de poseer un alto valor plástico (proteínas, sales y vitaminas), también presenta un alto valor biológico (anticuerpos).

De la leche definitiva podemos decir que posee los nutrientes que requieren las necesidades del lactante. Dichos nutrientes son:

– Agua: 87%

– Contenido proteico: 1,1 gramo por cada 100 mi

– Hidratos de carbono: se encuentran en la proporción de 9,5 gramos, por cada 100 ml. El más importante es la lactosa.

– Grasa: 4 gramos por 100 mi

– Vitaminas: va a estar en función de la alimentación materna. Es de destacar la concentración de vitaminas A, C y D, siendo esta última la que presenta una menor proporción.

– Valor calórico: de 700 a 750 Kcal por litro.

– Fermentos: de ellos el más destacado es la lipasa que facilita la digestión de las grasas.

– Sales minerales.

– Hormonas: durante unos meses en los que la función endocrina del lactante es inmadura, la leche le va a proporcionar las hormonas necesarias para mantener el equilibrio endocrino. Entre estas hormonas se encuentran la tiroxina, la prolactina, las gonadotropinas y los estrógenos.

– Sustancias antimicrobianas: inmunoglobulinas, lisozima, leucocitos (macrófagos) y lactoferrina.

DIFERENCIAS CON LA LECHE DE VACA

– Grasas. El contenido de grasas es semejante en ambos casos, la de mujer cuenta con la ventaja de que contiene el fermento lipasa, el cual va a facilitar la digestión de las grasas. Además, la leche materna es rica en ácidos grasos de cadena corta que son los que le interesa al recién nacido ya que son más digeribles. Es por eso por lo que los laboratorios que preparan leche comercial a partir de la de vaca le rebajan las grasas y se la añaden en forma de grasas vegetales o en forma de ácidos grasos esenciales e insaturados de cadena corta.

– Proteínas. El contenido en proteínas es mayor en la leche de vaca (33 gramos por litro frente a los 11 gramos por litro en la de mujer). Pero no sólo en la cantidad de proteínas varían unas de otras, también lo hacen en el tipo de proteínas. La leche materna es más rica en lactoalbúminas, lactoglobulinas y posee además los aminoácidos esenciales para el crecimiento del niño, sobre todo lisina (la leche de vaca lo posee en muy poca cantidad) mientras que la leche de vaca la proteína que tiene fundamentalmente es la caseína. Si a un niño le diésemos la leche de vaca tal cual no la soportaría por la gran cantidad de proteínas que posee y es por ello por lo que los laboratorios disminuyen las proteínas sobre todo caseína, y le añaden albúmina humana.

– Hidratos de carbono. En HC la leche de mujer contiene unos 95 gramos de glúcidos frente a los 48 de la leche de vaca. Cuando utilizamos leche de vaca estamos utilizando una leche baja en lactosa y además rebajada, lo cual indica que necesita de un complemento que es la dextrino-maltosa.

– Sales minerales. Salvo en flúor, hierro y cobre el contenido de minerales es menor en la leche humana.

– Vitaminas. En condiciones normales, la leche de mujer posee todas las vitaminas necesarias para el lactante. Esto va a depender, entre otras cosas, del estado de nutrición materno y de la cantidad de leche ingerida. La leche de vaca aporta en cantidades adecuadas la vitamina A y el complejo vitamínico B. A este tipo de leche se le suele añadir vitamina D.

– Enzimas. Los dos tipos de leche son ricos en enzimas, sobre todo de las de tipo digestivo. Las de la madre son las idóneas.

INICIACIÓN A LA LACTANCIA

Antes de proceder al inicio de la lactancia averiguaremos si el niño tiene bien desarrollado el reflejo de la deglución. Para ello, se dará el pecho lo más pronto posible tras el parto.

Los reflejos del niño que aseguran la lactancia son el reflejo de búsqueda u hociqueo, el de succión y el de deglución.

El inicio de la lactancia se lleva a cabo bajo unos criterios estándares que son:

– 5-6 tomas distribuidas en todo el día y respetando un descanso materno nocturno de 6 – 7 horas.

– No se le debe de estar dando el pecho más de 10 -15 minutos.

– La madre le introducirá al niño el pezón en la boca teniendo la precaución de dejarle las fosas nasales libres.

– Antes del cambio de pecho en una misma tetada hay que incorporar al niño para favorecer la salida de gases (eructo).

– Después de la tetada la madre procederá de nuevo a incorporar al niño para favorecer el eructo y a continuación se acostará al niño teniendo la precaución de acostarlo en decúbito lateral derecho para de esta forma facilitar la evacuación gástrica de la leche.

– Por último, la madre llevará a cabo el lavado de los pezones con agua hervida tras lo cual procederá a su secado y a cubrirlos con una gasa estéril.

– La siguiente tetada se comienza por el pecho que terminó la anterior.

– Es recomendable que las madres lactantes beban entre 2 litros y medio y 3 litros de líquidos al día.

En cuanto a la frecuencia de las tetadas la mujer puede optar por una de las tres siguientes alternativas:

1. Régimen de horario fijo. Consiste en dar el pecho cada tres – cuatro horas respetando siempre el mismo horario.

2. Régimen de horario libre o de autodemanda. Consiste en dar el pecho cuando lo demande el neonato. Es un método que sólo se recomienda para los primeros días de vida. En este procedimiento es el lactante el que va a marcar tanto el nú­mero de tomas como el ritmo.

3. Régimen intermedio. Como su propio nombre indica se trata de un procedimiento que se encuentra a caballo entre los dos anteriores y que consiste en que aunque las tomas sean cada 3 – 4 horas éstas se pueden adelantar o atrasar 20 – 30 minutos en función de las exigencias del niño en el momento de la toma. Así, si por ejemplo una toma le toca a las seis de la tarde y en esos momentos el niño se encuentra muy dormido podemos retrasarla media hora para ver si el niño se despierta o se encuentra más despierto. Este último régimen es mucho más flexible que los dos anteriores.

Con la lactancia materna el niño pone menos peso que con la artificial. Hay veces en las que para pesar al niño se utiliza el método de la doble pesada que consiste en pesarlo antes y después de darle el pecho.

Al niño se le está dando el pecho hasta el sexto mes aproximadamente. Al hecho de dejar de dar el pecho se le conoce con el nombre de destete y el mismo se puede llevar a cabo de forma paulatina (destete fisiológico) o de forma precoz, es decir, antes de que se cumplan los seis meses de vida del lactante. Este destete precoz se puede llevar a su vez de forma poco a poco o de forma brusca.

LACTANCIA MIXTA

Consiste en combinar la lactancia materna con la artificial. Se emplea cuando se quiere complementar la alimentación natural y como tránsito a la alimentación artificial exclusiva.

Procedimientos

– Alternante o de sustitución. Consiste en dar una toma de pecho y otra de bi­berón.

– Coincidente o complementario. El niño recibe primero el pecho y a continuación se complementa con el biberón, consiguiendo así la estimulación y el manteni­miento de la secreción materna.

LACTANCIA ARTIFICIAL

Se emplea como sustitutiva a la materna. La leche utilizada es leche de vaca en polvo adaptada a las características del niño. La lactancia se efectuará cada 4 horas, aproximadamente.

El número de tomas durante 24 horas varía en función de la edad, y así tenemos:

– Recién nacido a 1 mes (neonato): de 6 a 8.

– 1 a 3 meses: 6.

– 3 a 7 meses: 4-5.

– 7 a 9 meses: 3-4.

– 9 a 12 meses: 3.

La cantidad de cada toma depende también de la edad y para hallarla se pueden em­plear varios métodos que veremos en un apartado posterior.

La leche de vaca en polvo tiene un poder calórico de 760 calorías/litro. El principio bási­co de la alimentación artificial consiste en una mezcla de leche de vaca en polvo y de agua en la proporción de 1 a 3, es decir, que por cada cacito de leche en polvo hay que echar tres de agua. Es muy importante saber 1 cacito de leche en polvo son 5 gramos de leche mientras que de agua son 10 mi, con lo cual por cada medida rasa de leche en polvo le corresponden 30 ce de leche. Primero se debe de echar la leche en polvo en el biberón.

Actualmente a los distintos tipos de leche artificial que se emplean se les denomina de la siguiente manera:

– Fórmula I. Se denomina así al tipo de leche artificial empleado para alimentar a los prematuros y a los recién nacidos de bajo peso.

– Fórmula II. Se denomina así al tipo de leche artificial empleado para alimentar a los niños desde su nacimiento hasta los cuatro meses de vida. Estas son las fór­mulas de iniciación y consiste en leche de vaca en polvo modificada para facilitar su absorción y digestión por el aparato digestivo del niño.

– Fórmula III. Se denomina así al tipo de leche artificial empleado para alimentar a los niños con trastornos digestivos como la intolerancia a la lactosa. Son por tanto leches especiales.

– Fórmula IV. Se denomina así al tipo de leche artificial empleado a partir de los 4-5 meses. Se trata de una leche de vaca muy poco transformada (lo único que se le suele hacer es añadir vitaminas) ya que el aparato digestivo del niño se encuentra mucho más desarrollado. Son las llamadas fórmulas de continuación.

A los 6 – 6,5 meses ya se le puede dar leche de vaca entera.

La madre, o en su defecto la persona encargada de ello, al ir a dar el biberón al niño debe de seguir las siguientes normas:

1. Lavarse las manos.

2. A continuación echar en el biberón las medidas de leche en polvo y posteriormen­te de agua hervida correspondientes a la edad y siguiendo las recomendaciones dadas por la casa comercial. Cuando se prepara la leche en polvo se recomienda enrasar el cazo y no llenarlo con colmo.

3. Seguidamente proceder a tapar el biberón con la tetina para después comenzar a agitarlo hasta que la leche en polvo esté completamente disuelta en el agua.

4. Antes de dar el biberón al niño es recomendable cambiarlo.

5. Una vez preparado el biberón proceder a dárselo al niño de forma inmediata. Si no se le fuese a dar inmediatamente o en el plazo de media hora se debería de preparar con agua fría y luego meterlo en el frigorífico por un período máximo de doce horas.

6. Tenemos que tener la precaución de que al estar dándole el biberón la tetina debe de estar siempre llena para evitar así el que el niño trague aire.

7. No debemos obligarle a que tome más de lo que acepta de forma espontánea.

8. Una vez que haya terminado volvemos a facilitarle el eructo incorporándolo y cuando haya ocurrido pasaremos a acostarlo en la cuna teniendo la precaución de que debemos colocarlo en decúbito lateral derecho para de esta forma facilitar el vacia­do gástrico.

9. Por último, se llevará a cabo la limpieza y posterior desinfección del biberón. Los biberones y tetinas, o se mandan a esterilizar, o se desinfectan por ebullición (una vez lavados) durante 15 o 20 minutos. Antes de volver a emplearlos se deja enfriar. La solución a emplear para desinfectarlos puede estar compuesta de hipoclorito sódico (lejía) poco concentrado y cloruro sódico (sal).

ALIMENTACIÓN COMPLEMENTARIA

Si a partir del cuarto – quinto mes el niño siguiera alimentándose únicamente de leche comenzaría a presentar una serie de carencias y deficiencias vitamínicas y de minerales. Por ello es necesario incorporar a la alimentación del niño aquellos elementos que le apor­ten lo que le falta a la leche aunque la leche sigue siendo imprescindible en la alimentación del niño. Entre las deficiencias apreciables encontramos la llamada anemia ferropénica fisiológica.

Visto lo anterior podemos definir a la alimentación complementaria como aquella alimentación diferente a la leche y que se le administra al lactante para cubrir sus necesidades. Nunca se debe de emplear antes de los cuatros meses, aunque hay pediatras que indican que no antes de los seis meses de vida.

Fundamentalmente está compuesta por cereales, frutas, legumbres, verduras y pro­teínas animales (carne, pescado, huevo). La cantidad hay que tener en cuenta que entre el sexto y el noveno mes no debe exceder del 20%, pudiendo llegar hasta el 40% entre el noveno y el duodécimo mes.

Lo primero que se introduce en la alimentación complementaria son los cereales que van a aportar minerales (sobre todo hierro), vitaminas y proteínas vegetales. Si estos ce­reales se administrasen antes de tiempo el niño presentaría un cuadro diarreico debido a la intolerancia de su aparato digestivo (por su inmadurez) a una de las proteínas de los cereales, el gluten. Esta intolerancia al gluten puede ser heredada y en este caso estaríamos hablando de una enfermedad conocida como celiaquía o enfermedad Celiaca.

Por esta razón los cereales que se comienzan a introducir se encuentran libre de gluten y ya a los ocho meses se le introducirá el gluten y bajo ningún concepto pueden tomar los cereales con gluten antes de los 7 meses.

Los cereales se introducen añadiendo primero una cucharada en el biberón, al día siguiente dos y así sucesivamente hasta tomar la papilla de cereales que vendrá a sustituir a una toma de biberón, con lo cual el niño pasaría a tomar 5 biberones y una papilla de cereales.

A los 8 -10 días de tolerar los cereales se introduce la fruta o la verdura. La fruta va a aportar mucha vitamina C que es importante para la dinámica del aparato digestivo. Pero antes, a los 3 meses se le comienza a dar al niño 1 – 2 cucharaditas de zumo de naranja para que se acostumbre a su sabor y para combatir el estreñimiento. En estos momentos el niño va a tomar ya cuatro biberones, la papilla de cereales y la fruta. A partir de los seis meses se introducen los purés y papillas de verdura la cual va a beneficiar el tránsito intestinal pero por sí sola no va a sustituir una toma de biberón. Por tanto, a los seis meses y medio el niño va a tomar 4 biberones, la papilla de cereales, el complemento de fruta y la verdura.

Cuando el niño ya se ha hecho al sabor de la verdura se le comienza a picar en la pa­pilla un poco de carne, pescado blanco (nunca azul) y de hígado, sesos, etc. Finalmente, la yema de huevo conviene introducirla a los 7 – 8 meses y al principio no se le dan más de un par de yemas a la semana.

B. LA ALIMENTACIÓN Y EL DESARROLLO A PARTIR DEL AÑO

A partir del primer año se produce una disminución en el apetito del niño. Éste empieza a mostrar un cierto interés por la comida, también empieza a adquirir cierto dominio motor sobre su cuerpo, mastica mejor, deglute, trata de comer con las manos, y puede haber resistencia a la aceptación de algunos alimentos. En esta etapa es fundamental que la familia / escuela infantil intenten crear un entorno agradable y gozoso a la hora de las comidas, estimulando las nuevas habilidades y apetitos del niño en lugar de sentir frustración o ansiedad y percibir las horas de las comidas como un momento temido. De los 15a los 18 meses el niño ya se lleva la cuchara a la boca pudiéndose servir la comida en una mesa a su medida iniciándose, en estos momentos, su poder autonómico para comer solo.

Durante el segundo año ya se sirven alimentos más sólidos (carne, pescado, hígado, frutas y verdura, huevos, queso…) aunque muy picados. Las pequeñas porciones de alimentos en el plato estimularán el apetito del niño. Se le dará opción a que manifieste si desea más y se le acostumbrará a terminar la cantidad de comida servida. Debe evitarse el consumo habitual de dulces refinados, pasteles, frutos secos,

A partir del tercer año estará en condiciones de sumarse a las comidas de la mesa familiar.

Cuando el niño va a dejar de ser lactante comienza un periodo en el que debido a la evolución motora que va a acompañar al niño se van a producir una serie de cambios o de progresos en lo que es la Independencia del niño para esta actividad-necesidad. A conti­nuación pasamos a desglosar las conclusiones que diversos autores han dado en relación con este tema:

– Entre el año y el año y medio: desde el momento que cumple el año el niño quiere ya comer solo pero necesita de mucha ayuda ya que podríamos decir que derrama más que come. A medida que va avanzando este periodo el niño cada vez va a ir necesitando menos ayuda y ya entre los trece y quince meses aunque derrama ya es capaz de beber solo y entre los quince y los dieciocho meses va a ser capaz de comer con cuchara solo.

– Entre el año y medio y los dos años: ya come solo aunque emplea todavía mucho la mano para coger la comida, lo que hace que tengamos que estar re­cordándole muy a menudo que es muy importante el mantener no sólo las manos limpias sino también la ropa y la mesa. El niño participa en la limpieza recogiendo su babero y cada vez va aumentando más su interacción con los demás.

– Entre los dos años y los tres: adquiere la destreza mínima para emplear tenedor y cuchara y comer generalmente sin ayuda. Además suele colaborar en la limpieza de la mesa. La interacción va en un aumento progresivo.

– Entre los tres y los cuatro años: aunque ya come bastante bien solo y no suele precisar de ayuda es incapaz de permanecer todo el rato sentado y pone la excusa de ir al servicio para levantarse de la mesa. Sus habilidades para emplear cuchara y tenedor ya son bastante aceptables al igual que su destreza para coger el vaso con una sola mano y no mojarse al beber. Es capaz de tomar sopa sin ayuda y elegir alimentos sencillos cuando se le presenta la sensación de hambre.

– Entre los cuatro y los cinco años: a esta edad mastica de forma correcta y es capaz de terminar lo que inicia sin ningún tipo de ayuda. Se inicia en el manejo del cuchillo y de la servilleta y es capaz de echarse agua de una botella en un vaso si ésta no pesa demasiado. Si a la hora de merendar encuentra algo que no requiera de preparación lo hace. Si algo no le agrada o no le gusta simplemente lo rechaza y no monta ningún espectáculo.

– Entre los cinco y los seis años: ya no suele levantarse de la mesa cuando está comiendo y se mancha muy poco. Aunque ha adquirido una mayor destreza a la hora de echar en un vaso agua procedente de una botella aún hay ocasiones en las que ocurre algún accidente. Presenta dificultades a la hora de llevara cabo una buena co­ordinación en el uso del tenedor y el cuchillo. Si antes era capaz de merendar cuando llegaba la hora pero siempre y cuando lo que encontrase no requiriera de preparación alguna, en esta época es capaz de prepararse alimentos fáciles para desayunar y merendar (Ej.: untar mantequilla al pan o cualquier otro alimento pastoso).

8. HÁBITOS SALUDABLES RELACIONADOS CON LA ALIMENTACIÓN

– La persona encargada de dar de comer al niño debe procurar que el ambiente en el que se vaya a desenvolver esta actividad sea lo más reconfortante posible para de esta manera buscar la participación activa del niño en dicha actividad. En dicha búsqueda la actitud a tomar por el adulto debe reflejar cuando el niño es pequeño un aire de permisividad dejándolo incluso comer solo aunque se ensucien, es decir, que hay que dejarlos experimentar.

– Cuando llegue el momento de la comida no presionarlo ni forzarlo cuando no quiera más. Es muy importante saber cuáles son los llamados ritmos naturales de cada niño en la alimentación.

– Cuando llegue el momento de la comida si es posible sentarse toda la familia comer y que la comida sea la misma intentando seguir sus preferencias. Este es buen momento no sólo para iniciar un vínculo afectivo y social con el niño sino también para favorecer el desarrollo motor y lingüístico.

– Si se termina de comer y el niño aun no ha terminado no quitarle la comida, dejarle que siga comiendo.

– Ofrecerle tanto comidas nuevas como presentaciones nuevas.

– Es importante educarlos en unos hábitos de horarios y no dejarles comer entre horas.

– Valorar los esfuerzos que hace el niño y dejar que experimente como ya se ha dicho anteriormente.

– Durante las comidas evitar cualquier objeto o medio que le pueda distraer (juguetes, televisión, etc.).

– Todo cambio alimentario exige una evolución gradual y coordinada.

(ANEXO)

ALIMENTACIÓN DEL NIÑO MENOR DE 1 AÑO

El primer año de vida en el niño, supone desde el punto de vista nutritivo el más importante de su existencia, ya que la veloci­dad de crecimiento es más intensa que nunca: duplica el peso a los 4 meses y la superficie corporal a los 10. Existe sin embargo, una inmadurez fisiológica de diferentes órganos y sistemas que hacen que su alimentación tenga que ser distinta de la de otras edades.

Vamos a ver cuales son las CARACTERÍSTICAS del niño a esta edad EN RELACIÓN A LA NUTRICIÓN:

1. Carece de dientes hasta los 6-7m y luego y hasta tener más de laño, no posee molares por lo que los alimentos han de ser líquidos en principio y mas tarde, blandos y muy fragmentados: purés.

2. Tiene poca capacidad de almacenamiento gástrico junto a insuficiencia del cardias (válvula que impide que el alimento vuelva del estómago hacia el esófago), favore­ciéndose así la regurgitación y el vómito: de ahí la importancia del eructo para disminuir la distensión gástrica, y el no acostarlo inmediatamente tras la toma. A nivel intestinal puede aparecer estreñimiento o diarrea ante estímulos banales: es muy típico en el lactante muy joven, hacer “caca” con cada toma de pecho o biberón.

3. La digestión de grasas y proteínas es escasa por insufi­ciente formación de enzimas pancreáticas y deficiente solubilización de los lípidos, pobre generación de ácido clorhídrico gástrico…

4. Inmadurez hepática y renal que condicionan dificultad para degradar o eliminar las toxinas y para retener agua cuando se toman pocos líquidos o los alimentos son muy concentrados. El organismo no podrá desembarazarse de las sales en exceso y hay riesgo de alteración metabólica (acidosis) y de deshidratación con posibilidad de lesión cerebral.

5. El sistema nervioso central es inmaduro y carece de barrera hematoencefálica eficaz (filtro entre la sangre y el cerebro). Durante los primeros meses de vida, su avidez energética es muy intensa y algunos componentes de los alimentos, no esenciales en otras edades, como son la taurina, galactosa, ác. linoleico… lo son en ésta época. Estas sustancias, están en la leche de mujer pero no en la de vaca por lo que se afirma el principio: “La mejor leche para el ternero es la de la vaca y para un niño, la de su madre”.

6. El ser humano, desde que ve la luz y hasta tener bastantes meses, muestra un déficit de defensas frente a las infec­ciones: al nacer sólo tiene inmunoglobulina materna (IgG), y poco a poco tiene que empezar a formarlas. Además el bebé no tiene flora saprofita (benigna) intesti­nal y su sistema inmunológico celular es también inma­duro, por lo que tiene alto riesgo de infección en su aparato digestivo. La leche de su madre, aporta defensas que no le da la leche de vaca.

El abandono progresivo de la alimentación al pecho que se inició hace ahora unos 30 años, se propagó por todo el mundo como una epidemia verdaderamente negativa, que hizo aumentar el número de diarreas, malnutrición y muertes en los países subdesarrollados, así como de trastornos psico-afectivos en la vida posterior de los niños de los países ricos. Los factores que llevaron a esto fueron varios: la propaganda malsana de la alimentación artificial (siempre eran madres felices y niños hermosos los que salían en los anuncios), la comodidad de la sustitución de la leche de madre por el biberón (se lo puede dar cualquiera y de cualquier forma), el tra­bajo de la mujer fuera de casa: la realización intelectual, el cambio en la tipología de la moda: pechos altos y poco voluminosos.

Las limitaciones metabólicas y funcionales del niño se van a traducir durante el primer año y especialmente durante el primer semestre, en unas NECESIDADES NUTRITIVAS únicas para esta edad, salvo los primeros 7 a 10 días de vida en donde son algo diferentes.

– AGUA: necesita aproximadamente 150 cc por cada kg de peso y día, unas 3 veces las del adulto. En la práctica, con la alimentación láctea, quedan cubiertos sus requerimientos. En el caso de leche de vaca humanizada, para un niño que pese 4 kg, se necesitan 4kg x 150cc = 600 ce/día, que divididos entre 5 biberones al día, son 120cc de volumen por cada biberón, o lo que es lo mismo, 30 cc por cada kg de peso y toma de alimento: 30cc.x 4kg.= 120cc. Con la alimentación al pecho no hay que hacer cálculos. En épocas de calor es necesario ofrecerle agua fresca entre las tomas, así como cuando tenga fiebre.

– CALORÍAS: es el aporte de energía total, suma de las suministradas por los principios inmediatos. Precisa entre 100 y 120 Kcal/kg/día, descendiendo hasta 80-100 al año de edad.

– PROTEÍNAS: las necesidades se evalúan entre 2 y 1 gr/kg/ día, más a menos edad, entre el doble y el triple de las del adulto. Cada mamífero tiene su leche específica por un componente proteico idóneo que es el que determina la velocidad de crecimien­to: a más proteínas, más incremento de talla… En torno a este tema se puede recordar que Rómulo y Remo, fundadores de Roma, no pudieron ser amamantados por una loba y sobrevivir, ya que la cantidad de proteínas en su leche es mucho mayor que en la de mujer, lo que significa que hubieran muerto a las pocas semanas por un trastorno metabólico grave: acidosis metabólica. Es más verosímil que la “lupa” no fuera una loba sino una prostituta (lupanar: casa de mancebía).

– GRASAS: deben representar el 50% de la energía total. Algunos lípidos como el ác. linoleico deben de estar representados pues son fundamentales para el desarrollo del cerebro, glóbulos rojos…

– HIDRATOS DE CARBONO: se necesitan unos 10 gr/kg/día y fundamentalmente a expensas de la lactosa, que es el azúcar fundamental de la leche, sobre todo en los primeros 4 meses de vida.

– MINERALES CON CARGA OSMÓTICA: o sales de sodio (Na), potasio (K) y cloro(Cl), cuyas cantidades son muy específicas de cada especie pues al igual que las proteínas, están en relación con la velocidad de crecimiento. Si a un niño se le suministra un exceso de ellos a través de una leche que no sea la de mujer y no maternizada, o por medio de otros alimentos, se le llevará a una situación gravísima de deshidratación hiperosmolar con riesgo de lesión cerebral e incluso de muerte.

– MINERALES CON CAPACIDAD NUTRIENTE: tales como el calcio (Ca) y el fósforo(P), cuya proporción en la dieta (Ca/P) ha de ser más o menos 1 a 2; el hierro, del que se precisa 1 mgr/kg/día (o sea que el niño de 4 kg necesita 4 mgr. al día)… Estos minerales son fundamentales para formar hueso, glóbulos rojos, músculo… y mantener su actividad y contextura normal.

– VITAMINAS Y OLIGOELEMENTOS: son nutrientes específicos imprescindibles en la alimentación del lactante por lo que deben aportarse diariamente, particularmente la Vit. .D, cuya suplementación ha de ser de alrededor de 600 Unidades/día en prevención del raquitismo, máxime en zonas donde haya poco sol, pues habiéndolo, actúa sobre la piel y con ello el organismo fabrica la vitamina D, la que a su vez hace que se absorba el calcio de la dieta y se fije al hueso, evitándose así el raquitismo, que se da sobre todo en niños que crecen muy rápidamente y que no reciben suficiente vit. D.

En Asturias y en todo el norte de España el raquitismo era muy común hace aún pocos años por las muchas nubes y el poco sol, la costumbre de evitárselo a los niños cuando lo había y el exceso de harina en la alimentación, que frena la absorción del calcio.

LACTANCIA NATURAL.

Para cumplir con el ideal de la alimentación del lactante, la leche de la madre es lo perfecto en los niños sanos, durante los primeros seis meses de vida, pues cubre sus necesidades nutritivas, no se dan sobrecargas de sales, se aportan factores defensivos y se establece una transferencia de cariño de madre a hijo. Como para todo, hay unas condiciones elementales que es preciso conocer para evitar fracasos:

El primer contacto madre-hijo ha de ser no más allá de la primera hora de vida. El ambiente será tranquilo, sin ruidos y si ella está en condiciones, colocará al niño junto a ella, con contacto de piel a piel.

La primera toma de pecho la hará hacia las 6-8 horas de vida lavándose las manos y el pecho antes y después. La areola, con una gasa estéril mojada en agua hervida. Ha de estar cómodamente recostada o sentada, la nariz del niño libre para que pueda respirar mientras come, ayudándole ella con sus dedos a introducir primero el pezón en la boca y luego, comprimiendo su pecho ligeramente para que los orificios nasales del niño no estén tapados por el pecho. El tiempo de la tetada es de no más de 10 minutos en cada mama, empezando la toma por el pecho que dio la última leche.

Se le pondrá a la demanda, lo que ha demostrado ser más favorable incluso para la adquisición del lenguaje. Entre toma y toma, por término medio cada 3-4 horas (y de noche no se le despertará), estará lo más próximo a su madre, considerándose negativa la costumbre de algunas maternidades de separarlos entre cada comida.

Tras el pecho, se le mantendrá erguido, apoyado sobre el hombro de la madre, hasta que eructe y luego unos 10 minutos semisentado sobre las rodillas, para evitar regurgitaciones. Tras cada comida se ha de vaciar el pecho por completo para que se forme bien la leche para la siguiente vez, pues a mayor vaciamien­to, mayor formación.

La primera toma la ha de hacer hacia las 6-8 horas de vida si el estado de la madre lo permite, más que por alimentarlo, porque sienta su calor. Si ella aún no está bien, al niño se le dará suero glucosado por biberón y se demorará unas horas la primera comida.

Una mujer que lacta ha de comer alimentos variados y naturales (evitando ‘conservantes de cualquier tipo que son los añadidos a los de origen industrial) y aportándosele vitaminas y minerales. La calidad importa aquí más que la cantidad.

¿Cuánto ha de engordar un niño?: el control hay que hacerlo semanalmente el primer mes y mensualmente después. Lo normal es que recupere el peso del nacimiento, tras la pérdida que se suele tener en los primeros días de vida, antes del 10°, de tal forma que si nació con 3300 gr, este peso al menos, lo vuelva a tener cuando cumpla los 10 días de vida.

Durante los 3 primeros meses ha de ganar 150 gr por semana, o sea, unos 700 gr al mes, y en los 3 siguientes, 600gr. por mes. Este conocimiento es importante para desangustiar a las madres que creen que su hijo no gana peso porque ellas creen tener poca leche o porque el niño de la vecina está más gordo. El pesar al niño antes y después de una toma para saber lo que ha tomado, sólo tiene un valor relativo, pues los niños no toman lo mismo en cada una y se necesita una báscula de mucha precisión.

¿Cuánto ha de durar?: la alimentación al pecho idealmente ha de .durar 6 meses y el mínimo deseable, 3. Luego, el paso de la lactancia materna al biberón nunca será brusco, sino progresivo, disminuyendo la primera mientras se incrementa la segunda.

OBSTÁCULOS O DIFICULTADES A LA LACTANCIA MATERNA

En algunos casos pueden llegar a ser contraindi­caciones o imposibilidad plena.

Por parte de la madre:

– Ausencia o escasez de leche, lo que es muy raro.

– Horario de trabajo incompatible con la alimentación por la distancia, lugar… aunque hoy día la Ley favorece durante unos meses la posibilidad de dar el pecho al hijo en las trabajadoras a sueldo.

– Enfermedad que la imposibilite o la desaconseje, así como tratamientos a la madre con paso de medicamentos a la leche (hay que consultar. sobre el fármaco en concreto y ver si tiene o no problemas para el niño) y no sólo estas sustancias sino también otras como el alcohol o el tabaco, cuya nicotina puede producir vómitos, nerviosismo, obnubilación…

– Mastitis o grietas severas en el pezón.

– Incompatibilidad de grupo sanguíneo o RH.

– Ausencia de pecho: por intervención quirúrgica, congénita…

Por parte del niño: catarro de nariz con obstrucción que le dificulte respirar; malformaciones bucales como una fisura del labio, prematuridad y no reflejo de succión; enfermedades que pre­cisan hospitalización del niño… aunque en todas estas, puede recibir la leche a través de biberón o sonda tras la extracción ma­nual completa e higiénica por la propia madre. Hay situaciones en que la leche está desaconsejada: intolerancia al azúcar de la leche (lactosa), a aminoácidos de la misma (fenilalanina)… o sea impo­sible dársela por malformaciones congénitas o enfermedades seve­ras que impidan cualquier tipo de alimentación oral y se precise hacerlo por vena: alimentación parenteral (intravenosa) completa.

DIFERENCIAS ENTRE LA LECHE DE VACA Y LA HUMANA

Ambas son líquidas, blancas y dulces, pero las calidades y cantidades de sus componentes, tienen diferencias sustanciales. La de vaca la tomamos los adultos y al igual que los niños de más de 1 año, no tenemos problemas con su asimilación, siendo un alimento excelente. Pero los niños de menos de 1 año, y más, cuanto más pequeños sean, tienen problemas con ella, a veces poco manifiestos de forma inmediata, ocasionalmente dramáticos y con riesgo para su vida.

¿Qué es por tanto lo que la hace distinta de la humana?:

En primer lugar porque la de mujer cambia en su composi­ción en función de la edad del niño: la segregada en los primeros días, llamada calostro, (que a algunas madres les parece “aguada”), es la ideal para esos momentos, y la que se segrega después, distinta, es la mejor para entonces.

La de mujer tiene menos proteínas y sales, porque el niño crece a menos velocidad que el ternero. Por ello, si la damos tal como sale de la ubre a un niño menor de 6 meses, le estamos amenazando en su equilibrio agua/sales porque el riñón es inmadu­ro y no puede corregir más que parcial o transitoriamente la alteración. De las dos proteínas constituyentes de la leche: albúmina y caseína, la relación entre ambas hace que la de mujer se digiera mejor, pero la de vaca, que tiene más caseína, produce una masa de cuajo en el estómago del lactante, con difícil diges­tión. Junto a ello, la posible absorción de fragmentos proteicos distintos a las de nuestra especie, origina alergias.

En la grasa también difieren pues la leche de vaca es pobre en algunas que son importantes para la formación de glóbulos rojos o intervienen en el desarrollo del sistema nervioso del niño. Lleva por otro lado un exceso de otras que pueden frenar la formación de los hematíes y esto, junto al favorecimiento de pequeñas microhemorragias intestinales de los niños alimentados con leche de vaca, aboca a la anemia.

En los azucares, la de mujer es más rica en lactosa, aparte de que tiene unos hidratos de carbono como los oligosacaridos, que inducen la formación de flora bífida intestinal, necesaria para el mantenimiento del equilibrio ecológico en el aparato digestivo y la defensa frente a las infecciones, la fabricación de Vit.K…

En minerales, por la mejor proporción del calcio con el fósforo, la absorción es mejor en la de mujer y con ello se evita en mayor grado el raquitismo. En hierro, la de mujer es pobre, pero se absorbe muy bien, aunque se aconseja suplementar con un preparado de hierro(Fe) ya en el 1° trimestre de vida.

En relación a las vitaminas, la leche de mujer contiene las que tiene ésta en su cuerpo y por tanto, dependen del grado de nutrición materna. Las de la vaca (aunque ésta sea de casa o de confianza), se estropean en gran cantidad durante la recogida y en las etapas del proceso industrial.

La leche de mujer tiene una composición que favorece la absorción de todos los nutrientes precisos para el niño..

Es muy importante ahora ver los Factores Defensivos que aporta la leche de madre: células como los macrófagos y los linfocitos; humorales como el bifidógeno que inhibe virus gripales, la lactoferrina que bloquea a las bacterias al quitarles el hierro que ellas precisan, lisozima que rompe las paredes de las bacterias… y las propias inmunoglobulinas A, G y M que bloquean bacterias y virus.

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Por tanto, la leche de mujer defiende al niño en uno de los lugares más débiles de su organismo, por donde tiene un gran contacto con el exterior: el aparato digestivo. Esta cualidad es insustituible e inimitable por otro tipo de leche que no sea la de mujer, a pesar de los avances en la tecnología de la adaptación de la leche de vaca y es una razón fundamental para la supervivencia de los niños en los países del tercer mundo.

Asimismo, desarrolla la musculatura facial y ayuda a conseguir un correcto desarrollo del patrón dentario, es económica y siempre está disponible y a la temperatura adecuada.

Se CONCLUYE que la leche de vaca no debe de ser usada tal como sale de las ubres, por los niños menores de 1 año, pues es hiperproteica, hipersalina, hipoazucarada, hipograsa, hipocalóri-ca… y contaminada. Así, para su utilización es necesario:

1. Higienizarla para eliminar los gérmenes patógenos; ebulli­ción durante 20 minutos; pasteurización; uperización… con el inconveniente de que se destruyen en mayor o menor grado o se degradan: vitaminas, enzimas termolábiles, aminoácidos…

2. Diluirla para disminuir la concentración de proteínas y sales:

– El 1° mes al 1/2: (1/2 de leche y 1/2 de agua hervida) El 2° mes al 1/3: (2/3 de leche y 1/3 de agua ” )

– El 3° mes al 1/4: (3/4 de leche y 1/4 de agua ” ) El 4° mes al 1/5: (4/5 de leche y 1/5 de agua ” ) . A partir del 5° mes no es necesario diluirla: se puede dar entera.

3. Suplementaria con azúcar (5gr. por cada 100 ce de leche). Esto era lo que se hacía comúnmente hace más de 20 años.

LACTANCIA ARTIFICIAL

Actualmente, la LACTANCIA ARTIFICIAL, cuando no es posible la natural, o la madre, por la razón que sea no se la quiere dar: estética, profesional, falta de información sobre la importancia de dar el pecho para la salud de su hijo, importarle éste menos que otras cosas… debe de atenerse a unas normas recogidas en las recomendaciones del Comité de la Soc. Europea de Gastroenterologia y Nutrición Pediátrica (ESPGAN), para modificar la de vaca y hacer que se parezca lo más posible a la de mujer: se llaman humanizadas, maternizadas o adaptadas. Son:

A-Leches de iniciación: cubren las necesidades nutritivas del niño durante los primeros 4 meses de vida. Sus características son:

– Parecerse lo más posible a la leche humana.

– No estar acidificadas.

– No tener almidón ni harinas.

– No llevar miel, agentes espesantes ni “factores de creci­miento”.

– Estar esterilizada por uperización (150° durante 1 seg.).

– Si son en polvo, la reconstitución se hace al 14%, lo que significa en la práctica 1 cacito rasado del polvo de la leche por cada 30cc de agua hervida y templada. Pueden venir ya reconstituidas (líquidas), lo que encarece el producto por su limitada conservación, mayor volumen y peso en el transporte… pero con la ventaja de la seguridad higiénica y la comodidad. Si se le da más concentrada (más polvo y/o menos agua), aparecerá avidez por el agua, manifestada con llanto. Los padres no notan que el riñón del niño está al límite intentando ahorrar .agua y el llorar puede ser confundido con hambre, con lo que le dan más leche (concentrada), apareciendo ahora “fiebre de sed”. Entonces puede venir una circunstancia que rompa el frágil equilibrio tal como una infección, diarrea, vómitos… y entra en un verdadero descarrilamiento metabólico en forma de deshidratación hiperosmolar o de exceso de sal en sangre, muy grave y con posibilidad de daño cerebral permanente.

– Aportar 70 Kcal por cada 100 cc reconstituidos.

– Las proteínas deben parecerse lo más posible en cantidad y calidad a las que aporta la leche de mujer.

– Las grasas deben absorberse en su gran mayoría, conte­niendo una especial que es el ácido linoleico, y una proporción entre ácidos grasos saturados e insaturados próxima al 1

– Azucares: necesita 10 gr/kg/día (50gr. para un niño de 5kg), sobre todo a base de lactosa.

– Los minerales (Fe, Ca, P,…) y las vitaminas (A,B,C,D…) han de estar en cantidad suficiente para cubrir lo que el niño precisa para su rápido crecimiento.

B-Leches de continuación: diseñadas para lactantes mayores de 3 meses donde los mínimos exigidos para el metabolismo ya no son tan rigurosos y con el fin de que las modificaciones efectuadas a la leche de vaca no resulten tan costosas.

En líneas generales se diferencian en que las grasas están constituidas por mezcla de origen animal y vegetal, y los azúcares se amplían con el almidón y harinas sin gluten.

A partir de los 4 meses se inicia la alimentación complemen­taria, pero la leche debe de seguir siendo la aportadera al menos del 60% de las calorías totales, lo que supone un mínimo de ½ litro al día.

La lactancia artificial no excluye del establecimiento de una relación afectiva entre madre e hijo. Las conexiones sutiles que se establecen entre ambos por la palabra, las caricias sobre la piel del niño, la voz cálida de la madre… son fundamentales para el establecimiento de interconexiones neuronales y ello lleva a mejorar las posibilidades intelectuales futuras del niño. Tanta importancia tiene el cariño, el calor del hogar, y el ambiente cultural más tarde, que sin ello, una alimentación por muy correcta que sea, sólo conseguirá una masa de arcilla sin modelar.

ALIMENTACIÓN COMPLEMENTARIA

Son otros alimentos distintos de la leche, que se introducen de forma progresiva, nunca bruscamente, aumentando poco a poco su concentración y cantidad y siempre bien triturados, como papillas o puré. De todas formas, entre los 6 y los 12 meses, la leche ha de significar no menos del aporte de las 3/4 partes de las necesidades y como mínimo, 1/2 l. al día. La edad del niño es fundamental, pues si estos alimentos complementarios se introducen antes de tiempo, pueden acarrear alergias, deshidrataciones hipernatrémicas (aumento del nivel de la sal: sodio, cloro… en la sangre, con riesgo de lesión cerebral), obesidad, hipertensión arterial futura… aparte de llevar a un destete precoz por interfe­rencia con la alimentación al pecho.

A su tiempo, son necesarios para aumentar la diversidad de nutrientes que el niño ha de recibir y cubrir con ello lo preciso para su crecimiento, así como enriquecer su capacidad gustativa: salir del sabor exclusivamente dulce de la leche y conocer lo ácido (cítricos y algunas verduras), lo salado naturalmente (algunos pescados), sin añadirles sal, que es una costumbre heredada de padres a hijos, nacida de la necesidad de conservar los alimentos entre sal. y que ya no tiene razón de ser sino que es causa de hipertensión arterial manifestada en la vida adulta. Además, los nuevos alimentos, máxime si el niño no era lactado al pecho, economizan el gasto de la leche humanizada pues esta es cara y ellos, baratos.

Según la cultura de la población donde nacía el niño, había distintas costumbres en comidas y así eran las “sopas de gato” en algunas zonas de Castilla, “les fariñes” en Asturias… que hoy día se han perdido en gran parte por la adquisición de una cultura alimenticia más sana, evitando las sobrecargas digestivas y metabólicas que los lactantes de hace 20 años aún tenían que soportar.

¿Cómo y cuándo se introducen estos alimentos?:

Los zumos de frutas, que aportan vitamina C, son útiles en niños estreñidos (naranja, manzana) y se pueden administrar desde el 2° mes, sin añadirles azúcar, empezando por media cucharadita antes de un biberón para ir aumentando lenta y progresivamente.

La papilla de frutas se prepara triturando las de la época, sin añadirles ni azúcar ni galletas ni miel ni leche condensada. Aportan fibras y vitaminas. Se inicia su administración hacia el 4° mes con pequeñas cantidades y añadiendo agua para aumentar poco a poco el volumen y consistencia y dándosela preferentemente por cucharilla para acostumbrarlo a su uso. La preparación casera, por su frescura, evita la desnaturalización de las vitaminas que ocurre con frecuencia en los productos comerciales, por acción de la luz y el calor.

La papilla de cereales puede administrarse antes del 6° mes (a partir del 4°), con la condición de no contener gluten para evitar posibles desencadenamientos de la llamada enfermedad celiaca en los niños predispuestos, lo que sería grave a una edad tan precoz. Por esta razón se hacen estas papillas con arroz (en niños con tendencia a caca suelta) o maíz o avena (en los de deposiciones duras). Son ricas en vitamina B y las formas comerciales pueden llevar hierro y vitaminas.

Su concentración y preparación se hace de la siguiente forma: a la leche templada se añade la harina en la proporción de 5 gr. de polvo del cereal (los envases traen medida) como meses tenga el niño. Un niño de 5m por ejemplo/que pese 7 kg, tomará los biberones de leche de un volumen aproximado de 210 ce por toma (30cc por cada kg). A este biberón se le añadirán 25 gr. de harina (5 cacitos de 5 gr., o sea, tantos como meses).

Otra forma de prepararlas con menor sobrecarga calórica, es que la concentración de harina sea de 10 gr. por cada 100 ce de leche, o sea que en el ejemplo de antes, para 200cc serían 4 cacitos (20gr) en vez de los 5 cacitos de la fórmula previa.

Cuando se de por primera vez, se empieza por un solo cacito en el biberón y así 3 ó 4 días, al cabo de los cuales se añade el segundo y así sucesivamente. No se ha de dar más de 1 papilla al día sea cual sea la edad, a fin de evitar excesos calóricos que lleven a la obesidad. Normalmente se da a la noche para evitar que despierte con hambre, pues estas harinas son de lenta absorción y mantienen durante horas el nivel calórico que bloquea el hambre.

Los cereales con gluten (trigo, cebada, avena, centeno.,.) se ofrecen a partir del 6° mes y de la misma forma que los sin gluten. No es aconsejable usar preparaciones comerciales de harinas lacteadas, pues suelen tener más cereal del preciso.

Los purés de verduras que aportan minerales, vitaminas y fibras, no se deben de introducir antes del 6° mes, especialmente la espinaca y las acelgas por ser ricas en nitratos y poder tener efectos sobre la hemoglobina de la sangre. La patata, zanahoria y puerro cocidos, junto a las anteriores, son la base del puré, inicialmente caldoso y poco a poco espesado para sustituir la toma de leche del mediodía. El agua de cocción que contiene vitaminas, ha de aprovecharse.

La introducción de las proteínas animales sólidas (carne y pescado) suele iniciarse por la primera y a partir del 7° mes, cuando el puré de verduras está bien consolidado como un alimento del gusto del niño. Entonces se le añaden hebras de pollo cocido, ternera o cerdo magro, bien triturados (aún no tiene el niño herramientas dentarias adecuadas) para poco o poco, aumentar la cantidad y la consistencia. Se darán como las frutas, por cucharilla y el agua, zumos o leche que le acompañe, por vaso.

Ni los sesos ni la caña o tuétano del hueso ni el jugo de carne tienen valor alimenticio.

Los “potitos” no son mejores que los alimentos naturales y sólo se usarán en circunstancias de necesidad, aunque sólo sea por lo que encarecen la comida del niño.

El pescado se suele dar a partir del 9° mes, siendo indiferen­te el que sea “blanco” o “azul” y lo que si es importante es que no tenga espinas que puedan lesionarlo, por lo que hay que desmenu­zarlo muy bien previamente. Se le ofrece en general a la cena cuando se empieza a variar la alimentación de la noche sustituyen­do la papilla de harina nocturna y complementándolo con otros tipos de harinas: sopas de sémola, tapioca, fideos…

El huevo se da siempre cocinado y a partir del 9° mes; cocido es como mejor se digiere y la limitación que se le impone de no más de 2 por Semana, está basada en evitar que los niños genéticamente predispuestos a elevaciones de colesterol (1 de cada 500), tengan cifras altas desde la infancia. Para el resto, no presenta problemas tomar más de 2 a la semana. A partir de los 11 meses lo tomará en tortilla francesa.

Otros alimentos: el yogur natural/tiene mejor digestibilidad que la leche de vaca de la que procede enteramente. Puede darse desde los 9 meses a la hora de la merienda tras el puré de frutas, sin añadir exceso de azúcar o incluso sin ninguna, a fin de evitar caries y obesidad (de la misma forma que el chupete jamás se ha de mojar en azúcar ni en miel, ni en leche condensada..,).

A partir del año, ya se iniciará el queso fresco, jamón de york, galletas con leche (que sustituye a la leche sola o a la papilla de harina de la mañana y noche respectivamente), las legumbres en puré: lentejas, garbanzos, habas… pero siempre poco espesas para evitar sobrecargas digestivas. Y ya podrá tomar leche de vaca entera aunque si las condiciones económicas de la familia lo permiten, sería preferible seguir con las adaptadas, adecuadas a las necesidades del niño en crecimiento muy intenso aún, aunque sin hacer tanto énfasis como es obligado en el niño de menos de 12 meses.

En familias con incidencia de alergia, es preciso observar la respuesta a la introducción de todo nuevo alimento por si aparecie­ran fenómenos de intolerancia, sobre todo el pescado y el huevo. Cumplidos los 12 meses puede comer casi como sus padres, aunque sin grasas en exceso ni salsas ni sal. Es preciso educar a los niños en sabores elementales, en la variación de alimentos, en la masticación mediante el paso del líquido al puré y a lo consisten­te.. Nunca se le forzará a comer más de lo que desee y se le educará a partir del año. a sentarse a la mesa y manejar los cubiertos, poco a poco a guardar normas de conducta en el acto social que es la comida, sin necesidad que se le engañe con cuentos para que abra la boca.

Si un niño está sano y crece adecuadamente con una alimentación variada, su madre no ha de preocuparse porque le parezca poco lo que come y menos aún porque el hijo de la vecina esté más rollizo (lo que no es signo de salud).